Latinoamérica
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Julio Pomar
Ignominia, según el Diccionario de la Real Academia, es: "afrenta publica". Y
afrenta es "vergüenza y deshonor que resulta de algún dicho o hecho..." Por
lógica, que casi nunca falla, el que la practica es un ignominioso, o "persona
que por su imprudencia causa afrenta, molestia o vergüenza". Dejémoslo en que
ignominioso es aquél que causa vergüenza pública por sus actos o sus dichos.
Para decirlo más llanamente, ignominioso es aquél que nos da vergüenza o pena
ajena cuando lo vemos actuar o propalar palabras o simplemente gesticular.
De todos los personajes, personajotes, personajillos o personajetes de que está
poblado el escenario político o administrativo actual, uno a quien le queda el
saco de ignominioso, como cortado a la medida, es el actual defensor de los
grandes y poderosos empresarios explotadores --por lo tanto, enemigo feroz y
despiadado de los trabajadores y de los sindicatos-- que siniestramente ocupa la
titularidad de la aún llamada Secretaría del Trabajo y Previsión Social, Javier
Lozano Alarcón, de quien también se puede decir que ha hecho de la mentira todo
un arte, aunque sea un arte apestoso. Y apestoso de parcialidad y traición a su
cometido oficial de conciliar intereses entre las partes del Trabajo y el
Capital, entre los sindicalistas y los empresarios a quienes tendría que
conciliar, pero no menos traidor a la misión de la dependencia que hasta hoy
encabeza, que fue creada para tutelar de los intereses de los trabajadores, y no
los de los grandes empresarios explotadores.
Cuando inició la actual administración pública federal, este señor Lozano
Alarcón, con relación al conflicto minero desatado en tiempos del zafio Fox, con
el yunquista de extrema derecha Francisco Javier Salazar Sáenz al frente de la
STPS, reconoció en público las violaciones cometidas por el gobierno anterior a
la autonomía del Sindicato Minero, así como las pésimas condiciones que
prevalecen en las empresas de Grupo México de Germán Larrea Mota Velasco
--represor y asesino impune de mineros-- y parecía que, cuando menos, la
autoridad laboral se encaminaba a conciliaciones con el Sindicato Minero. Pero
no fue así. Lozano Alarcón acabó totalmente al servicio de esta empresa y de su
dueño, Larrea, quien no se cansa de calificarlo en privado como "su gato", hasta
el grado de estar haciendo verdaderos "papelones" de ridículo e ignominia en ese
cometido suyo, como aquella de que actúa con la ley en la mano, sin aclarar que
usa la ley en la mano para retorcerla y lanzarla contra los trabajadores.
A cada paso que da, a cada declaración suya, se evidencia Lozano como un
ignominioso depredador de la ley laboral, hipócrita pues dice ajustarse a ella.
Y provoca a cada instante la incontenible sensación de risa que ocasiona el
ridículo ajeno, si el asunto que maneja no fuera tan trascendente para la vida
laboral de México. Tuvo que organizar una aparatosa conferencia de prensa para
negarle la toma de nota al líder minero Napoleón Gómez Urrutia, cuando esa
función siempre se explaya en oficios escritos, con todo el boato oficinesco que
aquella implica, cuando a la vez sí extendió su reconocimiento a los demás
acuerdos de la 35 Convención sindical que confirmó democráticamente a Gómez
Urrutia como el líder de los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos
del país. Sólo a Gómez Urrutia ignominiosamente le negó la famosa toma de nota,
lo mismo que al dirigente suplente del líder, en un ilegal acto de desvergüenza
política y administrativa, pues eso fue el haberse entrometido en la vida
interna del Sindicato Minero, así lo haya pretendido justificar con un mendaz
"apego a la ley" que en el caso minero es pura y vil ignominia.
En todo lo cual se ve que Lozano sigue ignominiosamente la línea que le traza la
voz del amo, Germán Larrea, y cumple con las funciones felinas que le asigna el
segundo hombre más rico de México. La persecución de Germán Larrea contra Gómez
Urrutia tiene la intención de descabezar y destruir al Sindicato Minero. A ello
se presta entusiastamente Lozano. Quisieran ambos trastocar al Sindicato Minero,
por ser "incómodo" y levantisco contra la línea oficial y empresarial, y poner
enfrente del mismo a "charros" que les obedecieran servilmente. Y en eso Lozano
no ceja. Acaba de publicar un comunicado oficial en que, no sin cierta dosis de
desesperación porque las tres huelgas en curso (Cananea, Sombrerete y Taxco)
siguen sin solución, incurre en la sarta de embustes que ha venido repitiendo
durante más de un año sobre el conflicto minero, naturalmente contra los mineros
y contra su líder democrático real Gómez Urrutia.
De origen priísta, Lozano ha actuado como trepador de la pirámide social. Ahora
ya es panista, aunque sus nuevos correligionarios partidistas lo desdeñen. De
origen poblano, se hace evidente que quiere reverdecer los lauros de los
"próceres" que formó en Puebla el aventurero reaccionario gringo William Jenkins
en la primera mitad del siglo 20 (los Peralta, Carcho y Alejo; los Alarcón; los
Espinosa Yglesias) que no se detuvieron ante el despojo o el asesinato de
campesinos o líderes sindicales, sino que lo practicaron como vía para su
descomunal enriquecimiento posterior. De coordinador de los dineros de la
campaña electoral de Felipe Calderón, Lozano se convirtió en presunto
delincuente cuando se le descubrió la asociación íntima de negocios con el
traficante de anfetaminas chino Zhenli Yegon, a quien le descubrieron e
incautaron 205 millones de dólares "en greña", pero donde los manejos turbios de
Lozano no han sido esclarecidos por una autoridad ministerial obsequiosa y
protectora, y donde tampoco se sabe a donde fueron a terminar las pilas de
billetes verdes. Tampoco se ha aclarado la gestión de Lozano cuando fue mediano
funcionario de la Secretaría de Comunicaciones, en que favoreció a TV Azteca con
la devolución de capitales que le habían sido cobrados como impuestos a la
televisora de Salinas Pliego por evasiones fiscales; y donde, por cierto, actuó
como subordinado de Carlos Ruiz Sacristán como titular de esta ultima
dependencia, bajo Zedillo, actualmente miembro del Consejo de Administración de
Grupo México del ya señalado Larrea Mota Velasco.
Y todo eso, provoca vergüenza pública. Ignominia. Afrenta. Y el primero que
debía reaccionar ante ello, corriéndolo y metiéndolo a la cárcel, es Felipe
Calderón, a quien, si no se cuida de él, le va causar más de un quebranto
político, como el que ya le está provocando en su embestida contra los mineros,
contra Gómez Urrutia, y a favor del dueño de Grupo México.