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Multinacionales y paramilitarismo en Colombia
Con la presencia de estudiantes en la clandestinidad, finalizó el Tribunal
Permanente de los Pueblos
Prensa de Frente
Después de tres días de sesión, el miércoles 23 de junio el jurado presidido por
el Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel expuso las conclusiones de más de un
año de investigación del TPP sobre la política de las trasnacionales en Colombia
y su vinculación con los crímenes de Estado. Durante esta última jornada, un
grupo que se presentó como "estudiantes clandestinos", afín a las guerrillas
insurgentes de orientación camilista, irrumpió con sus rostos cubiertos en el
Auditorio solicitando brindar un saludo a los concurrentes.
El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) es un tribunal no gubernamental que
tiene como antecedente al Tribunal Russell, surgido en 1974 para juzgar los
crímenes de lesa humanidad cometidos por los EEUU en Vietnam, y que tuvo su
segunda sesión poniendo el foco en las dictaduras militares en América Latina,
en 1974.
En la actualidad, el TTP está focalizado en la situación colombiana: "El Estado
colombiano ha implementado históricamente políticas y prácticas contrarias a la
soberanía y al bienestar popular, garantizándole a las empresas transnacionales
el saqueo de los recursos naturales, el control territorial y la explotación y
precarización de los trabajadores", plantearon desde el Tribunal, en los
fundamentos. "Esta situación se ha visto agravada por la comprobada
participación de varias empresas multinacionales en el conflicto colombiano,
aprovisionando con armas, dineros y otros recursos materiales a los grupos
armados legales e ilegales el Estado, responsables de miles de violaciones a los
derechos humanos y al derecho internacional". En particular, se "condenó" por
violación de los derechos humanos y vínculos con los paramilitares a importantes
firmas multinacionales, como Coca Cola, Nestlé y Telefónica, entre otras.
Minutos antes de la lectura del alegato, por la tarde del miércoles 23, los
"estudiantes clandestinos" aparecieron formados en dos filas de 6 personas cada
una, con panfletos para repartir en sus manos, uniformados con vestimentas
oscuras, sus rostros ocultos por pasamontañas o camisas anudadas a la cabeza, y
mochilas cubiertas por las remeras, en las que portaban elementos para
garantizar su propia seguridad ante cualquier eventual provocación represiva.
Una vez dirigidos al escenario donde se encontraba el jurado del tribunal,
explicaron su intención: dirigir un saludo al evento y la concurrencia (nutrida
centralmente de delegaciones de comunidades campesinas, poblaciones en conflicto
con las multinacionales y los paramilitares y universitarios), y explicar la
situación de persecución y asesinatos que vive en Colombia, también, el
movimiento estudiantil.
Pérez Esquivel, tras cruzar miradas de desconcierto con los demás miembros de la
mesa, explicó, en su carácter de presidente del jurado, que se retirarían
mientras durara la presentación del grupo clandestino. "Estamos aquí para hacer
un trabajo muy concreto de denuncia, no para legitimar ninguna presencia de este
tipo", se quejó.
Al hacer uso de la palabra, uno de los jóvenes se disculpó, con cuidada
amabilidad, por si alguien sentía que la irrupción podría generar alguna
complicación al desarrollo del Tribunal. "Serán sólo diez minutos, como
estudiantes en la clandestinidad nos hacemos presentes para saludar este
importante evento, compartir con todos ustedes la dura realidad que se vive en
nuestro país. Les pedimos disculpas por la interrupción, les pedimos comprensión
para que entiendan que en este país esta es la única forma de expresar nuestra
lucha y evitar seguir pagando con asesinatos nuestra rebeldía", explicó el
joven, en tono pausado. La reacción de las más de mil personas que presenciaban
la audiencia, fue de aval a la presentación de los jóvenes, que recogieron
aplausos mayoritarios. Alguien desde el público se animó a contrariarlos con un
grito a viva voz: "¡este es un acto civil, respeten!", gritó un hombre, al que
le respondieron que la presencia de los jóvenes también lo era.
Los diez minutos trascurrieron en medio de vivas a los estudiantes
universitarios asesinados durante los últimos años (17, según dijeron), la
entonación de una melodía indígena por parte de otro de los jóvenes, y la
lectura de un mensaje: "Buenas tardes compañeras y compañeros, un saludo
combativo y revolucionario a todas las organizaciones sociales presentes, a
nuestros hermanos indígenas, campesinos y afrodescendientes, que han venido
desde distintas regiones del país a participar en esta audiencia". Un aplauso
cerrado brindó el aval necesario para que continuara la lectura: "Desde la
clandestinidad, reivindicamos nuevamente la importancia del proceso
revolucionario del pueblo colombiano, que a través de un trabajo diario edifica
desde las bases una sociedad socialista y luchadora. (…) La concentración del
capital sigue en manos de grandes multinacionales, que con el fin de preservar
sus privilegios, han financiado grupos paramilitares para asesinar a los
luchadores y acallar las voces de quienes claman por sus derechos. Desde la
capucha, también estamos al tanto de cómo se desangra nuestra nación. No queda
más que ratificar el apoyo a este valioso proceso por parte de los estudiantes y
la invitación a continuar por la búsqueda de los que nos han mostrado como
imposible: la liberación de nuestros pueblos".
El panfleto que repartieron entre los participantes del tribunal, estaba
encabezado por una cita de Camilo Torres, el sacerdote que se incorporó al
Ejército de Liberación Nacional (ELN) en los 60 y que cayó combatiendo en las
filas guerrilleras en 1966. La corriente "camilista" referencia aún hoy a la
segunda guerrilla en importancia del país, y a diversos grupos estudiantiles que
retoman el ejemplo de quien, además de sacerdote y guerrillero, fue cofundador
de la Facultad de Sociología y docente en esa casa de estudios.