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Jorge Zabalza: el tupamaro testarudo.
Alvaro Hilario
Sábado, 24 de mayo de 2008. Jorge Batlle, quien fuera presidente de Uruguay en
los tiempos de la crisis de 2002, acusó, en un programa de televisión, al
Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), de haber organizado
entonces los saqueos a supermercados. Volviendo más atrás, pensando en los
réditos electorales conseguidos por la derecha en 1994, animado por la
perspectiva de nuevos comicios, Batlle "recordó los incidentes violentos en
torno al ex hospital Filtro en agosto de 1994, cuando un grupo de militantes de
izquierda intentaron impedir la extradición de ciudadanos vascos acusados de
pertenecer a la banda terrorista ETA de España" (El País, Montevideo; 27 de
mayo).
Aquel 24 de agosto de 1994, plena Aste Nagusia (Semana Grande), fiestas de
Bilbao, las noticias de muerte y solidaridad llegadas de Montevideo
interrumpieron el festejo. Las banderas vasca y uruguaya encabezaban la marcha
de duelo. La policía uruguaya había asesinado a Roberto Facal y a Fernando
Morroni, dos de los miles de uruguayos que, en las puertas del Filtro, se
solidarizaban con ciudadanos vascos allá internados, en huelga de hambre para
obstaculizar su extradición a España. Rafael Vera, cabeza de la policía
española, procesado y condenado por su pertenencia a los Grupos Antiterroristas
de Liberación (GAL), los escuadrones de la muerte, seguía de cerca la operación;
"no habrá pruebas, ni las habrá", dijo el presidente socialista, Felipe
González, cuando fue señalado como el conductor de aquella contrainsurgencia
canalla, del GAL. La represión se había decidido once días antes. La derecha
culpó a los Tupamaros y, en el Frente Amplio, hubo quienes justificaron la
derrota electoral en aquel agosto y en el solidario accionar tupamaro.
En el libro "Cero a la izquierda" (Montevideo, 2007), biografía del tupamaro
Jorge Zabalza, escrito por Federico Leicht, también se recogen aquellos hechos.
"La derecha, y también algunos sectores del Frente Amplio (FA), aislaron el tema
de las relaciones con ETA a fin de condenar esas relaciones y el libro", nos
dice Zabalza, al hilo de una polémica que siempre parece estar de moda.
Estamos en el barrio de Santa Catalina, al oeste de Montevideo, más allá del
Cerro. Santa Catalina es un prolijo barrio -siempre en expansión, siempre
ocupando tierras- construido junto al Río, a la vera de un antiguo saladero,
humanizado por casillas precarias, y de fábricas ya fuera de uso. Hace ya 20
años que Jorge Zabalza vive allí. Tras abandonar la prisión en 1985, finalizada
la dictadura, sigue el MLN-T transitando horizontes insurreccionales; de
siembra, de vinculación con lo social, con el poder territorial. Fue entonces
cuando llegó a Santa Catalina.
El libro de Leicht ha sido la excusa perfecta para resucitar descalificaciones,
para criminalizar los principios básicos de solidaridad que el MLN-T mantuvo con
otros movimientos revolucionarios, en los años 80 y 90. No gustó a Zabalza está
zafia maniobra. Aunque nunca está bien generalizar, creo que los vascos tenemos
una merecida fama de testarudos. Zabalza, de abuelos navarros (de Subiza), los
más testarudos de los vascos, quiso que también en el País Vasco se supiera de
la polémica, de sus razones. Lo demás, fueron manos amigas. En julio, aparecerá
una nota en el semanario vasco ARGIA.
La conversación, sin embargo, se deslizo por muchos otros temas.
"Es cierto que muchas veces no entendimos algunas líneas del accionar militar de
ETA. No entendimos y, a veces, discrepamos abiertamente con algunas formas de
empleo de la violencia revolucionaria. Nosotros tenemos una experiencia
distinta; cuidamos las reglas de una manera diferente, relacionada con el
entendimiento del pueblo", señala Zabalza, aproximándose a la crítica sobre la
lucha armada, sobre sus diferentes expresiones.
Hay sectores de la izquierda críticos con el actuar de ETA. Hay motivos
éticos, por ejemplo. Otras críticas hacen referencia al vanguardismo, a la
jerarquización del accionar armado, al empleo de las armas para consumo interno.
Están otros que culpan a ETA de su propio fracaso, de su incapacidad para
trascender. Aún no habiendo por nuestra parte identificación con esta postura,
es preocupante la costumbre de actuar en zonas donde gozan de apoyo social entre
la población. Mondragón/Arasate es, en estos momentos, el epicentro de la lucha
contra el TAV (el tren bala). Hace tiempo que el estado tiene el monopolio de la
violencia; ahora, cuando quieren criminalizar este movimiento (que reúne a una
gran pluralidad de sectores), cuando la jurisprudencia Garzón de identificar
toda disidencia con ETA en base a la coincidencia en fines últimos, tampoco
podemos achacar a ETA la existencia de la represión, ni de que su accionar haga
que ésta sea más grande. Esta es una crítica perversa.
Además, precisamente, la acción armada podría tender a todo lo contrario. Debe
contemplar el desarrollo de las subjetividades de la gente. Es decir, una de las
críticas que se hace el MLN respecto al pasado es justamente que su dinámica
militar fue desprendiéndose de las dinámicas adoptadas por el movimiento
popular: nosotros nos desarrollamos militarmente y el movimiento popular venía
retrasado; cuando el movimiento popular llega a un grado de desarrollo,
reflejado en la huelga general de 1973, 15 días de resistencia al golpe de
estado, nosotros ya estábamos liquidados. Aunque había contactos con el
movimiento popular, el MLN tuvo un desarrollo propio, un desarrollo
exclusivamente militar. Lo sufrimos en carne propia y lo tenemos muy en cuenta.
La acción armada tiene que apoyar el desarrollo del movimiento popular, de las
luchas sociales; no se pueden hacer acciones armadas que sean una traba para el
desarrollo de las luchas sociales. En definitiva, la revolución la tiene que
hacer el pueblo organizado y armado, no una organización armada. Entonces, el
accionar armado debe ser útil a la organización del pueblo. Los tupamaros
siempre hemos tenido una imagen gráfica, futbolera, con relación a este error
que es la siguiente: estamos en la cancha, jugando un partido contra los
militares; en la tribuna, el pueblo. Cuando nosotros hacíamos alguna jugada más
o menos elegante, el pueblo nos aplaudía, pero cuando cometíamos errores, cuando
hacíamos una falta, el pueblo nos repudiaba. Lo que nosotros no logramos, lo que
no nos planteamos, es que el pueblo bajara a la cancha a jugar el partido, a ser
protagonista. En una estrategia revolucionaria la lucha armada tiene que ser
utilizada para que el pueblo se organice, que esté armado en algún momento, no
para que vos estés armado y organizado.
Son los peligros del vanguardismo. Organizaciones argentinas, gente de la
autonomía italiana de los 70, son críticos cuando se refieren a esos momentos.
En este marco que planteas, la derrota del 72-73, ¿cuál es el desarrollo o el
futuro de la izquierda uruguaya?.
Nosotros salimos de la cárcel en 1985. En ese primer tiempo después de la
salida, seguimos defendiendo una estrategia insurrecional. No dibujada de forma
clara pero sí como un horizonte. Salimos y empezamos un trabajo de siembra de
ideas, de vinculación con lo social, de involucrarnos en las luchas, apuntando a
un escenario muy parecido a lo que fue, en Uruguay, la lucha contra la
dictadura. Suponiendo que en algún momento volviera a darse la situación (como
los escenarios que se dan en Bolivia, en Venezuela, o en la propia Argentina en
el 2001), nosotros pensar "ahora sí que el pueblo está en la cancha; trabajar en
la tribuna con la gente a largo plazo –con las organizaciones sociales,
vecinales, con el poder territorial.Pero, justamente, se dan en 1994 los sucesos
del Filtro, con una situación de represión muy violenta, inesperada, y que para
el Uruguay fue como un volcán en mitad del océano. A partir de ahí, se dieron
discusiones que culminan con la transformación de un movimiento guerrillero en
un movimiento puramente electoral. Esas discusiones tuvieron que ver, primero,
con la cuestión de la violencia: nosotros cómo actuamos frente a la represión;
nos defendemos o no; ¿recurrimos sólo a las cuestiones legales o vamos a
recurrir a expresiones, como decían algunos compañeros, de noviolencia
(renunciar al uso de la violencia revolucionaria) y participar de los mecanismo
de la democracia burguesa? Hubo opciones que en tanto políticas no cabe
calificar, son caminos diferentes. La otra es que a partir de esos hechos del
Filtro en el FA entró a predominar el discurso de que el FA perdió las
elecciones por la violencia generada en el Filtro y que la responsabilidad de la
derrota electoral era del MLN. Ahí, a nosotros, los tupamaros, se nos planteó la
disyuntiva de acatar o no el disciplinamiento que se nos quería imponer desde el
FA; acatar la orgánica, las decisiones del FA, incluso cuando se contraponían a
cuestiones de principios (como en el caso nuestro, las privatizaciones, la
flexibilización laboral) o no acatarlas, que era la propuesta nuestra, seguir en
el FA. Pero si hay políticas o medidas sin sentido popular, de carácter
antipopular, o imperialista, como la recepción a Bush, nosotros las desacatamos.
Esa discusión se dio y en los hechos se dilucidó que se tomaba un camino
distinto. A partir de ahí, se comienza una transformación, se ve el parlamento
como el lugar donde hacer política, en vez de la calle o la fábrica, se empieza
el fin. Si quieres tener fuerza electoral debes volcarte hacia los sectores
medios: es rebajar el discurso, rebajar el programa y terminar en lo que es el
MLN y el MPP, involucrados en un gobierno que es de derechas.
Tampoco es una sorpresa si tenemos en cuenta que el FA llevaba tiempo
defendiendo esa política en y desde la intendencia de Montevideo.
Política a la cual nos opusimos nosotros. Cuando el gobierno municipal de Tabaré
quiso ordenar la venta ambulante, reprimió y nosotros nos enfrentamos a la
decisión. Cuando comenzaron los asentamientos, hubo represión; cuando la gente
empezó a solucionar el problema de la vivienda ocupando tierras y construyendo
sus casas, hubo represión del gobierno municipal de Hugo Arana. Nosotros
apoyamos a los ocupadores. Ahora bien, cuando después de 1994, cuando empiezan
las políticas privatizadoras de la Intendencia, algunos empezamos a quedarnos
solos, también dentro del MLN. Inicialmente, todos nos opusimos a las
privatizaciones (casinos, hoteles, transporte público, etcétera) y
tercerizaciones de los servicios públicos (que conllevaban pérdidas de derechos
para los trabajadores). Después de aquellas discusiones tenemos al intendente
Erlich, y a su equipo, que son todos tupamaros, privatizando. El caso
paradigmático fue el del Casino Carrasco. Ahí están, participando en un gobierno
que ha regalado la empresa aérea estatal, que se prepara para regalar los
ferrocarriles del estado, un gobierno que consiente la presencia de capitales
multinacionales, como los de la industria de la forestación y la celulosa, que
mantiene relaciones muy estrechas con el FMI, un gobierno que no solo
extiende las plantaciones de eucaliptos, sino que ha convertido Uruguay en el
paraíso de los transgénicos. Un pequeño país como Uruguay es el décimo estado
del Mundo en extensión de transgénicos plantados: 500.000 ha. Es una vergüenza,
que no un orgullo. Esto demuestra que este gobierno ayuda a que pase
desapercibido a los ojos del pueblo.
El tema de las fábricas de celulosa y los planes de forestación son
sintomáticos de lo que dices. Después de treinta, cuarenta años de acumulación
de fuerzas en la izquierda, es un gobierno denominado progresista quien avala
estas actuaciones. ¿A quién va a recurrir la gente?
Todo el asunto gira aquí en base a que la inversión extranjera crea
puestos de trabajo, cuando, históricamente, ha traído hambre, miseria y pobreza.
Te diría que este gobierno impuso un impuesto, el IRPF, un impuesto al ingreso
personal, que no lo pagan millón y medio de uruguayos; pero el mínimo es tan
bajo que, (fíjate, son menos de 9000 pesos, 400 dólares), que quien no lo paga
es porque no tiene acceso a una vida digna, vive en asentamientos, no tiene
alimentación sana, no tiene educación, vive en la pobreza. La proporción del PBI
que va a los trabajadores disminuye sin cesar, es decir, ha habido una
disminución de alrededor de 1.600 millones de dólares por año. Los golpes de
estado se reflejaron en otra cosa: el 40% del PBI iba al bolsillo del
trabajador, cuando terminó la dictadura era el 20%, este es el sentido de la
dictadura: hoy, sin violencia, con el gobierno progresista es lo mismo, los
trabajadores tienen menos sueldo que en 1970. Hoy, esto es ratificado por
Gargano (ex de asuntos exteriores) que dijo que esta política había aumentado la
brecha social, porque el crecimiento de las importaciones va a pocas manos, a
2.500 familias; estos han elevado sus ingresos, han elevado su poder adquisitivo
y son los que sostienen el consumo en el Uruguay. Por otra parte, es cierto que
se han regalado 100 millones de dólares en planes de emergencia, pero no
son nada en comparación con los 1.600 millones de dólares de los que hablábamos
de disminución del salario en relación con el PBI. En el Uruguay hay más empleo,
pero precario: empresas de seguridad, empleo doméstico, pesca, construcción
tercerizada, limpieza de calles, trabajo de baja calidad y sin seguridad social;
detrás de las cifras del gobierno hay una realidad peligrosa incluso para ellos
mismos; hay una realidad latente, el aumento de la brecha social, confirmado por
Gargano.
Otra realidad es la de la infancia. Tabaré dijo que h disminuido la mortalidad
infantil, es cierto, pero aumentó la cantidad de niños que nacen bajo la línea
de pobreza, el 50% de los niños de Uruguay nacen por debajo de la niña de
pobreza, y de ese 50, esto es un 25% del total, nacen con raquitismo y
desnutrición, que les viene de los abuelos; es muy difícil que llevándoles de
fiesta o de vacaciones eso vaya a mejorar. Hay que apostar a los nietos de los
niños de hoy. Esto nos lleva a pensar que un gobierno con apoyo parlamentario y
electoral no ha redundado en felicidad para el pueblo, en salir de la pobreza:
hay que cambiar el sistema. El sistema produce todo esto, necesita un pueblo de
pobres, no un pueblo que consuma y tenga una vida digna, necesita mano de obra
barata, eso es el capitalismo. Desde el gobierno dicen que hay que desarrollar
el capitalismo para llegar al socialismo, ese es el discurso progresista de hoy
en día, apostando, como dice Mujica, a un capitalismo en serio, humanitario,
donde se hable con los empresarios para que sean más generosos en la
distribución de las ganancias para llegar al socialismo, como si fuese Suecia,
donde tampoco ha dado resultado. Aquí van a subir todos los precios de los
productos de primera necesidad, como la harina, sigue habiendo inflación,
centrada en la canasta básica, pero no en los productos de lujo. Estamos
sentados en una situación latente que desde la subjetividad está controlada por
los deseos de la gente de que el cambio venga desde un gobierno progresista que,
probablemente, volverá a ganar.
Un elemento importante para que la gente siga apoyando al gobierno es que habría
que transitar caminos que no se conocen. Podemos hacer crítica de lo que está
ocurriendo, del capitalismo, la crítica de la democracia burguesa, del gobierno
progresista pero no tener un camino claro para decir por dónde tenemos que ir.
Esto es real. No podemos engañarnos. Podemos plantear el poder popular, el
desarrollo vecinal, de los poderes territoriales; nos podemos plantear
incentivar conflictos (como el de magisterio, Las Piedras, ocupaciones como la
de Paysandú). Esto nos permite hablar con gente que ha pasado por encima de las
decisiones de las burocracias sindicales, pero que volverán a votar a Mujica y
Astori, que son quienes gestan las políticas que les han obligado a salir a la
lucha. Esta contradicción, que es una especie de distorsión de la conciencia, de
la subjetividad, es así. No podemos ofrecer un camino claro; hay una búsqueda.
Hemos desechado la vía electoral, pero tampoco se puede optar por la acción
directa incomprendida por la gente. Creo que esto ocurre en Uruguay. En Brasil
el MST está ofreciendo un camino; en Bolivia están apareciendo horizontes
insurreccionales. En Uruguay estamos muy atrás. En ningún país de América
Latina, salvo Chile y Uruguay, la socialdemocracia ha podido controlar de tal
manera el proceso de ideas, donde el control se ha desarrollado al máximo.