Latinoamérica
|
El radical: Al contrario de lo que se ha especulado, "Alfonso Cano' puede acabar siendo más duro que Tirofijo"
Revista Semana
Bogotá
http://www.semana.com/
Después de la muerte de 'Tirofijo' muchos colombianos han especulado sobre la
posibilidad de que con la llegada de Alfonso Cano a la máxima comandancia de las
Farc se abre una esperanza de paz que no existía en el pasado. Esta teoría se
basaría en dos premisas. Uno, que Cano es un ideólogo y no un hombre de armas. Y
dos, que Cano le ganó al ala guerrerista de las Farc, representada por el 'Mono
Jojoy', el pulso por el liderazgo de ese grupo armado. Estas circunstancias,
sumadas al hecho de que las Farc están atravesando su peor momento militar y
político, serían el fundamento para un viraje que podría llevar al inicio de un
proceso de negociación serio con el gobierno.
Lamentablemente, ninguna de las premisas del análisis anterior es totalmente
válida. La única que se acerca a la realidad es que las Farc han perdido terreno
militarmente. Las otras dos, la de que Cano no es un hombre de armas y la de que
le ganó el pulso al 'Mono Jojoy', son falsas.
Cano encarna la llegada de una nueva generación al Secretariado. La que se formó
en la Juventud Comunista, inspirada en el paradigma de la cortina de hierro e
imbuida de marxismo-leninismo hasta los tuétanos. Es una generación muy
diferente a la de campesinos empíricos y rebeldes de Marquetalia que lideró
durante años a las Farc y cuya concepción del mundo pasa por la problemática
rural.
Cano participó junto a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas en los frustrados
diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur, y en los posteriores
acercamientos en el gobierno de Virgilio Barco. Cano era aún joven pero ya muy
respetado por todos en las Farc, que lo veían como un intelectual (antropólogo)
y un ideólogo
El mono Jojoy y Alfonso Cano no son de dos líneas diferentes como se piensa. El
bombardeo al campamento de Raúl Reyes mostró que las Farc son más vulnerables
ahora que antes, lo que es el primer reto para Cano.
Esta nueva generación que, aunque lleva años en el monte, es urbana, con mayor
formación académica y cultural, pero no necesariamente más flexible, es una que
se formó en la universidad pública, ideologizada, dogmática y cuyo discurso no
se ha movido un ápice a lo largo de 20 años a pesar de las grandes
transformaciones del mundo como la caída del muro de Berlín o la globalización.
Quien mejor representa a esa generación es justamente Alfonso Cano, hoy día el
miembro más antiguo del Secretariado y de quien se puede decir, sin temor a
equivocaciones, que ha sido el escultor que ha convertido a las Farc a lo que
son actualmente.
Guillermo Sáenz Vargas, como se llama Cano en realidad, empezó su militancia
revolucionaria hace cuatro décadas en la Juventud Comunista (Juco), justo cuando
ingresó a la Universidad Nacional a estudiar antropología. Era el quinto de
siete hermanos, todos con pensamiento de izquierda, que habían crecido en medio
de libros y discusiones políticas, animadas por sus padres, ambos maestros. Pero
de toda la saga, fue el que único que se involucró con la izquierda radical en
los años revoltosos de la década del 70, de paros, huelgas, cocteles molotov y
pancartas de Mao.
Pronto se destacó entre los jóvenes comunistas por su férrea disciplina de
estudio y porque dedicaba casi todo su tiempo al trabajo político. A pesar de
que participaba activamente de los debates universitarios, que a inicios de los
años 70 eran acalorados e interminables, su verdadera habilidad era la
organización. "Era capaz de aglutinar a la gente alrededor de la juventud
comunista. Era muy comprometido", recuerda el ex concejal Carlos Romero, quien
era su jefe en la Juco. Cuando se trataba de hacer crecer su organización,
echaba mano de los proyectos que fuera. Organizó un cineclub en la universidad,
llevaba funciones de teatro y hasta fundó un periódico que se llamó Hoy por Hoy.
A mediados de los años 70 Cano empezó a trabajar directamente con las Farc. Por
su talante intelectual y prusiano lo empezaron a invitar con frecuencia a las
zonas del Huila y el Sumapaz a dictar conferencias sobre marxismo a frentes
guerrilleros. Había abandonado la universidad sin graduarse y entró al mundo de
la clandestinidad.
En aquel entonces las Farc eran una guerrilla rural cuyos núcleos urbanos
servían sobre todo para la logística. Cano se convirtió en un hombre de
confianza para los dirigentes de la época. Era una especie de comisario político
de la red urbana de Bogotá, y quien dirigía la parte militar era el ingratamente
recordado Fedor Rey o 'Javier Delgado', que después se volvió disidente de las
Farc y fusiló a 160 de sus propios hombres en la escalofriante masacre de
Tacueyó.
Sin embargo, los organismos de seguridad le seguían la pista y en 1981 allanaron
el apartamento donde vivía Cano con su esposa y su pequeño hijo. En las paredes,
debajo del papel de colgadura, las autoridades le encontraron cerca de 50.000
dólares, algunos de los cuales eran falsos. Terminó en la cárcel La Modelo,
donde se destacó de nuevo por su estilo analítico y su disciplina. Se pasaba el
tiempo en una biblioteca que él mismo fundó, y mantuvo un bajo perfil. Mientras
sus compañeros de patio organizaban fugas, él se concentró en planear una
estrategia jurídica con su abogado.
No necesitó de muchos artilugios jurídicos para defenderse. En 1982 Belisario
Betancur ganó la presidencia con la bandera de la paz, y al año siguiente, Cano
salió amnistiado. Duró poco tiempo en Bogotá antes de que decidiera, de una vez
y para siempre, quedarse en las montañas, como guerrillero. Sólo que no tuvo que
hacer carrera en ningún frente, ni someterse a combates con el Ejército. Llegó
de una vez a Casa Verde, el campamento donde vivían los comandantes de las Farc,
que estaba ubicado en La Uribe, Meta. Muchos atribuyen su salto con garrocha de
soldado a general a su fuerte empatía con Jacobo Arenas, el entonces gran
ideólogo de las Farc.
En el proceso de paz del gobierno de Betancur, durante el cual desfiló medio
establecimiento colombiano, el Secretariado tenía el problema de la falta de
formación política para entablar una negociación viable. A él pertenecían los
sobrevivientes de Marquetalia como Manuel Marulanda, Jaime Guaracas, y Joselo
Losada. Por eso Arenas, el único histórico con estatura política, ideó un comité
asesor de jóvenes comunistas destacados y con calibre intelectual. Cano era el
más sobresaliente. Varios de quienes hoy están en el Secretariado también
pasaron por allí: Timochenko, Pablo Catatumbo e Iván Márquez. También estaban
Braulio Herrera, Iván Vargas (recientemente extraditado a Estados Unidos), Iván
Ríos (asesinado en marzo por su guardia personal) y Andrés París.
De todos ellos, el primero en ser ungido miembro del Secretariado fue Cano, a
comienzos de los 80, sólo pocos años después de irse para el monte. Era el más
lector y el mejor informado, lo cual le granjeó la simpatía inmediata de Arenas,
que pasaba largas horas discutiendo con él. Pero Marulanda también solía
escucharlo con respeto desde esos primeros años. Al parecer, Cano era reverente
con los viejos dirigentes agrarios y no tenía la arrogancia de otros militantes
del Partido Comunista y la Juco. Era ortodoxo, lo que solía ser una virtud en el
mundo de la ideología y la insurgencia, y encarnaba la estoica moral del
revolucionario. Había hecho votos de pobreza y de obediencia. Nunca ha tenido
privilegios más allá de los de sus combatientes, a lo largo de su vida
guerrillera sólo se le conoce una compañera, y siempre ha acatado las decisiones
que se toman colectivamente, sean estas que conduzcan a una mesa de negociación
o al fragor del campo de batalla.
Se convirtió en vértice de Casa Verde porque se instaló justo en el medio de un
Jacobo Arenas ideólogo impulsivo y audaz, que soñaba con ser presidente, y
Manuel Marulanda, viejo zorro militar, sobreviviente de mil batallas y experto
en la defensa estratégica. Cano les aportó a ambos algo de lo que carecían:
organización. "Era quien volvía realidad los sueños políticos de Jacobo", dice
un ex militante de la Unión Patriótica (UP) que los conoció a ambos en La Uribe.
Dentro de la clásica estrategia revolucionaria de combinación de formas de
lucha, Arenas y Cano diseñaron el movimiento de la UP, como un brazo político
del aparato militar que complementaría sus objetivos. Arenas estaba tan
entusiasmado con la idea, que él mismo sería candidato a la Presidencia de este
nuevo movimiento. Cano simpatizaba con la idea de un proyecto político amplio,
pues era muy crítico de la extrema burocratización del Partido Comunista, que
era el aliado natural de las Farc.
No obstante, desconfiaba profundamente de la clase política del país y fue uno
de los que contuvieron a Arenas en su idea de abandonar las armas y lanzarse sin
más a la política. Cano advertía que podían matarlos, y así ocurrió. La masacre
de los miembros de la UP, que era un movimiento pactado con el gobierno como
parte del proceso de paz, lo marcó profundamente, y en adelante defendería la
idea de hacer un partido y un movimiento clandestinos, más como un instrumento
para la guerra que para la lucha electoral.
La habilidad de Cano como organizador fue crucial para que durante la tregua
pactada con Betancur las Farc multiplicaran sus frentes y se hicieran las
escuelas de formación de cuadros militares y políticos, que dotaron a las
guerrilla de mandos medios, convencidos de la ideología comunista. Durante los
años siguientes, cuando las Farc llegaron a tener más de 60 frentes, el país
empezó a conocer la verdadera dimensión de su capacidad terrorista: toma de
pueblos, campos minados, secuestros selectivos y masivos, sabotajes a la
infraestructuras, atentados a políticos y militares, etcétera.
Cuando el comunismo colapsó en Europa, Cano comentó que había fracasado el
modelo soviético y que en adelante las Farc deberían buscar un modelo propio,
basado en un ideario criollo cuya figura paradigmática no podía ser otra que
Bolívar. El viejo Jacobo Arenas era experto como pocos en la vida y obra del
Libertador, pasión que heredaron Cano y en especial, Pablo Catatumbo, quien ha
sido su gran aliado y amigo.
Muerto Arenas, Marulanda quedó como único líder histórico y Cano quedó de hecho
como segundo en la jerarquía durante dos décadas. Sería el hombre que daría la
cara en posteriores negociaciones de paz, lo que hizo que muchos en el país lo
vieran como un hombre más proclive al diálogo que a las armas. Pero no era Cano,
con una espesa barba negra y su anteojos de profesor universitario, quien estaba
por la negociación en aquel entonces. Eran las Farc que habían definido en la
séptima conferencia la búsqueda de una salida política.
El gobierno de César Gaviria y las Farc estuvieron explorando la posibilidad de
que esta guerrilla participara de la Asamblea Constituyente. Las Farc, según el
gobierno de la época, pedían la mitad de las curules y asistir a la misma sin
haberse desarmado, algo que se consideró inadmisible. La exigencia de los
guerrilleros era exagerada, pero negociable. No hubo acuerdo y un bombardeo
acabó con ese santuario guerrillero llamado Casa Verde. Gaviria lo ordenó con el
argumento de que la guerrilla había incumplido una y mil veces los pactos de La
Uribe.
Desde entonces, Cano suele decir que la oligarquía colombiana no sólo les debe a
las Farc la UP, sino una constituyente. A partir de ese momento se convirtió en
uno de los miembros más radicales del Secretariado.
El nuevo intento de negociación con Cano a la cabeza, iniciado en 1991, también
se frustraría. La Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar -que reunía varias
guerrillas- había quedado diezmada después de que cuatro de los grupos que la
componían depusieran las armas (M-19, EPL, PRT y Quintín Lame) . Sólo quedaban
las Farc, el ELN y un sector del EPL.
Cano expresaba un inmenso desprecio por un modelo de negociación como el del
M-19. Creía que las Farc merecían mucho más a cambio del desarme. No sólo unas
cuantas curules, ni unas cuantas reformas, sino el poder político del país. La
pretensión de Cano, y de las Farc, frente a una negociación con el gobierno,
revelaba cuán distante estaban de lo que podía estar dispuesta a la sociedad.
Lamentablemente, ese abismo hoy, 17 años después, no se ha acortado.
Las Farc tuvieron que reinventarse en la guerra. En 1993 realizaron su octava
conferencia que definió el rumbo de esta. Lo que seguiría, según el Plan
Estratégico, era el crecimiento de las Farc en todo el territorio. Desde allí
Cano empezó a diseñar su propuesta de movimiento bolivariano y partido
clandestino (ver recuadro), los que serían armas políticas para la guerra,
contradiciendo la vieja premisa de Clausewitz de que la guerra es la política
por otros medios. Cano sabía que sin ideología a la vista, si quería mantener su
influencia y ser respetado por los demás, tenía que hacer méritos militares. Por
eso ahora su política estaba al servicio de la guerra.
Enfundado en un camuflado se ubicó en las cordilleras que dividen el Valle y el
sur del Tolima, en el territorio del Comando Central Conjunto. A pesar de que
Cano se ha cuidado siempre de no aparecer empuñando el fusil, ni al frente de
una acción demoledora como la toma de un pueblo, sí tuvo que emular con el 'Mono
Jojoy', que ya estaba en el sur del país concentrando grupos enormes de
guerrilleros, financiados por la coca, para atacar bases militares a sangre y
fuego y poner en jaque al gobierno.
La idea de que Cano no era un hombre de armas no era cierta cuando se iniciaron
los diálogos del Caguán. Su bajo perfil en esa coyuntura se debió a que en esa
ocasión realmente las Farc no estaban por una negociación en serio.
Cano fue al Caguán realmente a ampliar las bases políticas de las Farc. Se
dedicó a contactar líderes de todo el país, a hablar con ellos y vincularlos al
movimiento bolivariano; a entrenar militantes y dirigentes, y también a
informarse. Prácticamente no se perdió ni una sola de las largas, tediosas y
estériles audiencias públicas. Las que aprovechó sin desmayo para reclutar gente
para el movimiento bolivariano.
Es un convencido de la lucha de clases y de lo que en términos izquierdistas se
llama "el odio de clase". Para él, quienes deben financiar la guerra son los
ricos y las multinacionales. Por eso se le atribuye a él la iniciativa de lo que
las Farc han llamado la Ley 002, que no es más que la extorsión a las empresas.
En su concepto, por razones políticas, no humanitarias, la guerrilla debería
secuestrar por dinero sólo a personas muy poderosas y dedicarse con más ahínco
al secuestro político, haciendo sufrir a las elites.
Puso en práctica ese concepto después del Caguán, con el secuestro de los 12
diputados del Valle, acción que habría planeado junto a Pablo Catatumbo. Esta ha
sido quizá la acción más audaz que han hecho las Farc en toda su historia y que
más muestra una capacidad de operatividad urbana muy escasa en esa organización
en el pasado.
Aun así, Cano parecía mucho más interesado que el resto del Secretariado en el
tema del intercambio humanitario. De hecho, los avances que hubo en este terreno
antes de que el presidente venezolano Hugo Chávez entrara en escena, se hicieron
en el Valle y el Tolima, en conversaciones con Pablo Catatumbo, que es su
persona de confianza. Cano confía en los países amigos y desconfía de la
Iglesia, según fuentes cercanas a las gestiones que se hicieron en aquella
época. Algunos de estos mediadores prevén que en el tema de un posible
intercambio Cano retome la iniciativa, a través de países europeos (como
Francia) y que le dé menos juego a una persona como Chávez. Pero todo esto lo
hace más por razones estratégicas que humanitarias.
Durante el tiempo que Cano ha estado en el centro del país, este Bloque es el
que más ha crecido y al que menos golpes le ha infligido el Ejército. Se han
lanzado por lo menos tres operaciones de gran envergadura que no han dado
grandes resultados en Valle, Cauca, y ahora en el Cañón de las Hermosas, Tolima.
La última operación se inició a principios de este año y aunque hay desplegada
toda la infantería de la Tercera Brigada, no es cierto que haya estado cercado,
como afirmaron algunos medios.
Cano aprendió de sus maestros sobrevivientes de Marquetalia lecciones
importantes. Está en una zona montañosa donde la gran ventaja de los militares,
que es la aviación, es poco eficiente, y en una región donde han habitado tres
generaciones de bases sociales de la guerrilla que no han perdido la lealtad con
un movimiento guerrillero que hace parte de su historia, su identidad, y al que
ven como propio.
Desde hace años se sabía que, por capacidad y por antigüedad, Cano sería el
sucesor de Marulanda. Pero esta decisión, que no estuvo exenta de tensiones,
tampoco se ha visto obstaculizada por otros. Raúl Reyes era, de todos modos, un
hombre muy importante en las Farc, pero percibido como alguien menos riguroso y
capaz que Cano. Aunque estuviera vivo, la sucesión de Cano sería un hecho. 'Jojoy'
es una especie de general de la guerra que se somete al mando elegido por el
Secretariado. De hecho, Cano y 'Jojoy' tienen una buena relación y para nada se
puede decir que el uno sea político y el otro no.
Si 'Tirofijo' era un campesino zorro, pragmático, y no un marxista convencido,
Cano es un hombre de doctrina, inflexible y dogmático, bien informado, pero con
más respuestas que preguntas. Un hombre que no ha cambiado sus ideas ni su
discurso, cuya lectura de la realidad es la misma hoy que hace 20 años. Lo que
en el movimiento comunista todos le admiran es exactamente lo que afuera se ve
como un defecto: es un hombre que no cambia. Un inamovible.
En realidad, lo que hubo en el Secretariado de las Farc, y con la llegada de
Cano a la cabeza de ésta, es un cambio generacional. Atrás ha quedado la
generación de Marquetalia, que peleaba por un programa agrario y con su visión
rural del país y del mundo. Esta generación, que ya es mayoría en el
Secretariado, se formó en la militancia urbana del comunismo ortodoxo. Alfonso
Cano, Pablo Catatumbo, Iván Márquez, Timochenko y Joaquín Gómez, y Mauricio -él
médico- pasaron por la Juco y se formaron en los países de la Cortina de Hierro.
El único de origen rural que queda es el 'Mono Jojoy'. Por eso este
Secretariado, que más bien parece un politburó del Kremlin soviético que un
grupo de campesinos rebeldes, puede ser más difícil de mover hacia una
negociación. Entre otras cosas porque Cano tendrá que llegar pisando firme, para
intentar salvar a las Farc de la derrota.
En las Farc de hoy deberá mostrar mucho más que es un hombre de acción y un
estratega de la guerra. Por eso muchos analistas prevén una ofensiva de la
guerrilla más que una mano tendida.
Por eso no le falta razón a Álvaro Leyva cuando dice que esta no es la nueva
generación de las Farc, sino la última. Con estos se acaban las Farc, bien sea
porque se negocie o porque se les derrote definitivamente. Porque lo único que
no puede hacer Cano, que ya casi cumple 60 años, es morirse de viejo en la
montaña, en los brazos amorosos de su compañera, como le ocurrió a 'Tirofijo'.