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Belisario Betancur y el Palacio de Justicia
Germán Uribe
La Comisión de Indagación y Acusación de la Cámara de Representantes de
Colombia, luego de recibir el 28 de diciembre pasado la denuncia remitida por la
Fiscalía General de la Nación, con el número de radicado 2406 ha dado comienzo a
la investigación preliminar en contra del ex presidente Belisario Betancur para
que responda como presunto responsable del delito de desaparición forzada
durante la toma del Palacio de Justicia en Bogotá ocurrida en el mes de
noviembre de 1985.
Veamos, entonces, quién es este ex presidente colombiano, cuál pudo haber sido
su delito y qué tipo de responsabilidad penal e histórica podría caberle por su
participación en unos sangrientos hechos que por fortuna la sociedad colombiana
se resiste a olvidar y cuyo impacto brutal mantiene aún vivas las heridas en su
memoria colectiva.
Comencemos preguntándonos, ¿qué puede resultar de la mezcla de variadas
eclécticas propensiones en un hombre de extracción campesina, de trato afable,
bien dotado para las letras, con un refinado sentido de la estética, sensible a
las expresiones artísticas, a la literatura, al ensayo y la poesía, que se deja
seducir, primero, por la provisión de una holgada fortuna, luego, por un nivel
de vida no exento de esplendor, y por último, consecuencialmente o no, por el
poder? Pues ni más ni menos que el Belisario Betancur que gobernara a Colombia
entre 1982 y 1986 y que en noviembre de 1985 fuera el probable responsable, por
omisión, por presión a la que no quiso resistirse, o por desdén o indolencia, de
aquel holocausto del Palacio de Justicia.
El mismo ex presidente que le debe al país y a la justicia no pocas
explicaciones. Un hijo del pequeño pueblo de Amagá, en Antioquia, conservador
del más puro linaje laureanista -y fue precisamente su ídolo Laureano Gómez el
mayor responsable de la violencia partidista colombiana de mediados del siglo XX-
que, y esto también es imperdonable, tiene defraudado el deseo natural de su
poblado natal por erigirle un monumento legítimo a quien de manera cabal le
diera gloria y fama y prosperidad a su terruño. Y para dimensionarlo mejor,
aventuro este trazo que dice con precisión de su personalidad: un intelectual
oscilante, un poeta inconcluso y un político sin andadura ni dimensión de
estadista. Ese es el Belisario Betancur que él mismo se construyó, que él mismo
inspira y que él mismo ha decidido dejar como legado.
Y es que fue a raíz del pedido de la Fiscalía al Congreso de la República para
que de nuevo fuera investigado, que se nos vino a la memoria este Belisario en
conjunto. Pero lo que más puede interesarnos de él cuando la memoria de las
gentes exige esclarecimientos, es lo que la justicia colombiana pueda determinar
respecto de su responsabilidad y culpabilidad por aquellos hechos atroces de
hace 23 años.
Porque es que la voz suplicante del inmolado presidente de la Corte Suprema de
Justicia, el magistrado Alfonso Reyes Echandía, "Por favor, que cese el fuego",
a medida que pasan los años va siendo ahogada por el cínico y criminal escapismo
retórico de quien tuvo en sus manos como Comandante en jefe de las Fuerzas
Armadas la posibilidad de que el infeliz episodio hubiese tenido un final
diferente y mucho menos sangriento.
Por fortuna para las víctimas y para la historia, delitos contra la humanidad
como esta bestial inmolación, ni prescriben ni se olvidan. Y por fortuna
también, en este caso no cabe aquello de que por la "dignidad" de Presidente,
lejos de sí investigaciones, responsabilidades o delito alguno.
No. Muy por el contrario. Por Presidente es por lo que de manera excepcional
debe responder, ahorrándose su recurrente "sentimiento de pesar por el
sacrificio de los insignes magistrados", o aquella otra distractora
argumentación de que "no eludí ninguno de esos compromisos y no eludiré ninguno
de los que se me presenten en el futuro, pues mi único interés ha sido el de que
brille la verdad".
No importa cuántas veces se le haya llamado a declarar en estos 23 años. Si en
el 86, si en el 90 y si en 2005 un par de veces. El nuevo llamado indica,
categóricamente, que la verdadera verdad le sigue siendo esquiva a la justicia y
se mantiene en deuda con el pueblo colombiano.
La responsabilidad por los muertos, las torturas y las desapariciones del
Palacio de Justicia, no puede parcelarse.
La investigación a los militares y sus eventuales juicios y condenas, va bien.
Pero la del Belisario Betancur Presidente, clama su urgencia y es forzosa máxime
cuando el Tribunal Administrativo de Cundinamarca en fallo alentador determinó
que su actitud en los hechos fue "altamente omisiva", mientras la Comisión de la
Verdad, creada por la Corte Suprema de Justicia en noviembre de 2005, tras
determinar que "actuó como un espectador más de los hechos" y que se evidenció
la "ausencia de poder", subrayó que "parte de la responsabilidad la tuvo el
Presidente".
Por ello, ahora que se dará comienzo a diversos juicios contra militares
comprometidos en aquella carnicería, ¿cómo no volver a Belisario Betancur
trayendo a colación el proverbio aquel de que cuanto más poder se tiene, más
responsabilidad se asume?
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