Latinoamérica
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Democracia, socialismo e imperialismo
James Petras
Introducción
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sigue siendo el principal líder
político mundial, laico y democráticamente elegido que se opone de manera
constante y pública a las guerras imperialistas de Oriente Próximo, y que
denuncia las intervenciones extraterritoriales y la complicidad de la Unión
Europea y de Estados Unidos en el secuestro y la tortura. Corresponde a
Venezuela el mérito principal de haber reducido el precio del petróleo destinado
a los países más pobres en la región de América Central y el Caribe, ayudándolos
así sustancialmente en su balanza de pagos, sin imponer ningún tipo de
condiciones a esta ayuda vital. Venezuela se encuentra en un primer plano en el
apoyo a la celebración de elecciones libres y la oposición a las violaciones de
los derechos humanos en Oriente Próximo, América Latina y Asia Meridional por
los regímenes satélites de EE UU en Irak, Afganistán y Colombia. Ningún otro
país de América Latina ha hecho más para derribar las barreras raciales a la
movilidad social y la adquisición de tierras por parte de la población indígena
y afroamericana. El presidente Chávez ha estado en la vanguardia de las medidas
en favor de una mayor integración latinoamericana, a pesar de la oposición de
los Estados Unidos y de varios regímenes regionales que han optado por acuerdos
de libre comercio bilaterales con EE UU.
Más significativo todavía, el presidente Chávez es el único mandatario elegido
que ha derrotado un golpe militar apoyado por Estados Unidos (en 48 horas) y que
ha desbaratado un lock-out (apoyado también por EE UU) de la dirección de la
empresa nacional petrolera, y ha devuelto la economía a un crecimiento de dos
dígitos los siguientes cuatro años (1). El presidente Chávez es el único líder
elegido en la historia de América Latina que ha pasado con éxito once comicios
electorales seguidos contra partidos políticos financiados por Estados Unidos y
apoyados por casi todos los medios de comunicación privados del país, durante un
período de nueve años. Por último, el presidente Chávez es el único líder del
último medio siglo que ha estado a un 1% del triunfo en un referendo popular
para decidir sobre una "transformación socialista", un resultado particularmente
sorprendente en un país en el que menos del 30% de la mano de obra está
compuesto por campesinos y obreros industriales.
El presidente Chávez ha reducido drásticamente la pobreza de larga duración más
rápidamente que cualquier otro régimen en la región (2), lo que demuestra que un
gobierno nacionalista de bienestar es mucho más eficaz para liquidar situaciones
de carencias sociales endémicas que sus equivalentes neoliberales. Un estudio
riguroso y empírico de la actuación socioeconómica del gobierno de Chávez
demuestra su éxito en toda una serie de indicadores, después de la derrota del
golpe y el lock-out contrarrevolucionarios y después de la nacionalización del
petróleo (2003).
El PIB ha crecido más del 87%, y sólo una pequeña parte del crecimiento es
atribuible al petróleo. El índice de pobreza se ha reducido a la mitad (de 54%
en 2003, en el momento álgido del lock-out empresarial, hasta un 27% en 2007) y
la pobreza extrema se ha reducido de un 43% en 1996 hasta un 9% en 2007;
asimismo, el desempleo se ha reducido en más de la mitad (de 17% en 1998 hasta
un 7% en 2007). La economía ha creado empleo a un ritmo casi tres veces superior
a los Estados Unidos durante su expansión económica más reciente. Se ha
extendido con éxito una atención sanitaria accesible para los pobres, y el
número de médicos de atención primaria en el sector público ha aumentado de
1.628 en 1998 a 19.571 a comienzos de 2007. Alrededor del 40% de la población
tiene ahora acceso a alimentos subvencionados. El acceso a la educación,
especialmente a la enseñanza superior, también se ha extendido considerablemente
entre las familias pobres. El gasto social, por persona ha aumentado en más del
300% en valor real (3).
Sus políticas han refutado de una vez por todas la idea de que las exigencias
competitivas de la globalización (inserción profunda y extensiva en el mercado
mundial) son incompatibles con las políticas sociales de gran alcance. El
presidente Chávez ha demostrado que los vínculos con el mercado mundial son
compatibles con la construcción de un estado de bienestar más desarrollado bajo
un gobierno de amplia base popular.
Las realizaciones prácticas de gran envergadura y largo plazo del gobierno de
Chávez, sin embargo, no son tenidas en cuenta por los académicos liberales y
socialdemócratas venezolanos, ni por sus colegas en EE UU y Europa, que
prefieren criticar algunas debilidades secundarias institucionales y políticas,
sin tener en cuenta el significado histórico de alcance mundial de los cambios
que tienen lugar en el contexto de un imperio hostil y agresivamente militarista
(4).
Ningún análisis razonable y riguroso contemporáneo puede ofrecer una evaluación
exacta de Venezuela sin tomar en consideración al mismo tiempo las tremendas
realizaciones logradas durante la presidencia de Hugo Chávez.
Es en el marco de los innovadores y valerosos avances político-sociales de
Chávez donde se debe proceder a un análisis de los progresos, las
contradicciones y los aspectos negativos de las políticas, las prácticas y las
instituciones políticas, económicas, sociales y culturales concretas.
Los progresos y las limitaciones de la política económica
Venezuela ha hecho progresos tremendos en materia económica desde el golpe
fallido del 11 de abril de 2002 y el cierre patronal de diciembre de 2002 hasta
febrero de 2003, que llevó a una disminución del 24% del GDP (5). Bajo el
liderazgo del presidente Chávez y con unas condiciones comerciales favorables,
Venezuela creció por encima del 10% durante los últimos cinco años, con lo que
disminuyeron los niveles de pobreza de más del 50% a menos del 28%, superando a
cualquier otro país del mundo en términos de porcentaje de reducción de la
pobreza. La economía, en contraste con el pasado, ha acumulado más de 35.000
millones de dólares en reservas, a pesar del gran aumento del gasto social y se
ha liberado totalmente de la dependencia y las onerosas condiciones que imponen
las instituciones bancarias supuestamente internacionales (FMI, Banco Mundial y
Banco Interamericano de Desarrollo) para el pago de la deuda (6).
El Gobierno ha nacionalizado empresas estratégicas en las industrias del
petróleo y el gas, el acero, el cemento, la producción y distribución de
alimentos, las telecomunicaciones y las industrias eléctricas. Ha sometido a
nuevos impuestos los beneficios excesivos, duplicando así sus ingresos. Ha
firmado nuevos acuerdos en forma de empresas conjuntas en el ámbito del petróleo
y el gas con una docena de multinacionales europeas, asiáticas y
latinoamericanas, que dejan en manos del Estado venezolano mayorías de control.
Ha expropiado varios millones de hectáreas de tierras no cultivadas propiedad de
especuladores y absentistas, y, más recientemente, otras 32 plantaciones
deficientemente explotadas (7). La importancia de estos cambios estructurales no
puede subestimarse. En primer lugar han aumentado la capacidad del gobierno de
Chávez de tomar o influenciar decisiones estratégicas en materia de inversión,
reinversión, fijación de precios y comercialización. El aumento en la propiedad
del Estado incrementa el flujo de ingresos y beneficios de la Hacienda federal,
potenciando así la financiación de inversiones productivas, programas sociales y
plantas de transformación y servicios en otras etapas de la cadena productiva.
Lentamente, el Gobierno está diversificando sus mercados petroleros, pasando de
vender a un adversario hostil (EE UU) a comerciar y establecer acuerdos de
inversión con países como China, Brasil, Irán y Rusia, reduciendo con ello la
vulnerabilidad de Venezuela a los boicoteos económicos arbitrarios.
El Gobierno ha iniciado un proyecto de gran envergadura y largo plazo para
diversificar la economía, y especialmente para lograr la autosuficiencia en
ramas alimentarias como los lácteos, la carne, las verduras y las aves de corral
(8). Asimismo, la transformación del petróleo crudo en productos de alto valor
añadido, como fertilizantes y plásticos, está ya en marcha, si bien es cierto
que avanza lentamente. Hay un calendario para la construcción de nuevas
refinerías a fin de substituir la dependencia de operaciones basadas en EE UU y
añadir valor a las exportaciones. Nuevos sistemas de transporte público están en
construcción, como el nuevo metro de Caracas, que disminuirá los atascos de
tráfico y la contaminación atmosférica. Se han asignado más de 2.500 millones
bolívares fuertes, la nueva moneda venezolana (más de 1.000 millones de dólares)
bajo la forma de incentivos, créditos y subvenciones para fomentar el aumento de
la producción y el procesamiento agrícola (9). Asimismo, se invierte en nuevas
líneas de producción ligadas a programas sociales, entre otras las nuevas
empresas que fabrican 15.000 casas prefabricadas por año (10).
Venezuela, como el resto del mundo (China, UE, EE UU, Australia, etc.) está
siendo profundamente afectada por la inflación, especialmente de los alimentos
importados. La inflación se ha intensificado durante los últimos tres años y ha
pasado del 14% en 2005, a un 17% en 2006 y un 22% en 2007, amenazando con
socavar las mejoras en las condiciones de vida conseguidas durante los últimos
cinco años (11). Los intentos gubernamentales de imponer controles de precios
han tenido efectos limitados, dado que los grandes productores de alimentos han
recortado la producción, los distribuidores de alimentos han reducido la
distribución, e incluso se han acaparado subrepticiamente mercancías esenciales
que luego se han vendido en el mercado negro. En apariencia, el problema es que
la capacidad de consumo ha aumentado más rápidamente que la productividad,
aumentando la demanda en relación con la oferta. Sin embargo, la razón
estructural más profunda es la disminución de la inversión capitalista en la
producción y la distribución, a pesar de los altos beneficios. Muchos
productores y procesadores capitalistas de alimentos han desviado sus beneficios
hacia inversiones especulativas, entre otras a las importaciones de productos de
lujo y al sector inmobiliario, donde hay una más alta tasa de rendimiento.
Algunos han disminuido la inversión a causa de su oposición al Gobierno, otros a
causa de temor a la reforma agraria, mientras que todos se quejan por los
controles de precios que ha producido un "estrangulamiento de los beneficios".
Estas quejas no explican la baja productividad, que existía ya antes de los
controles de precios y que ha continuado incluso después de que el Gobierno
levantara los controles. La inflación y el impacto negativo derivado es una de
las razones principales de la abstención popular durante el referendo de
diciembre de 2007 y es la causa del descontento popular existente hoy en
Venezuela. Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda (especialmente en
algunos barrios y sindicatos) se han aprovechado de este descontento.
La inflación es una de las razones mayores de la disminución de la popularidad
de gobiernos de diversos tipos (de izquierda, centro y derecha) a lo largo de la
historia, tanto en Europa como en América Latina (12). En nuestro caso, esto es
debido a que la gran mayoría de trabajadores de Venezuela es independiente y no
tiene ningún tipo de organización o sistema de ajuste salarial proporcional a la
subida de precios. En Venezuela, incluso las industrias principales, como el
petróleo, el acero y el aluminio, subcontratan a la mayoría de sus trabajadores,
y éstos carecen de cualquier poder para negociar aumentos salariales vinculados
a la inflación. Las subvenciones estatales y los incentivos a los capitalistas
industriales y agrícolas para promover la productividad han producido beneficios
cada vez mayores, sin que hubiera aumentos proporcionales en la renta salarial.
Durante el período de febrero a abril de 2008, el Estado intervino directamente
en el proceso productivo a través de la adquisición de las empresas y la
explotación de empresas agrícolas improductivas. Las nuevas demandas de los
trabajadores y campesinos incluyen la "apertura de los libros" de las empresas y
explotaciones agrícolas rentables, a fin de conseguir negociaciones salariales y
convenios colectivos, la reapertura de empresas cerradas, y las inversiones en
nuevas empresas públicas. Chávez es consciente de que el problema de la
producción (suministro) seguirá haciendo que demasiados bolívares persigan pocos
bienes de consumo –con el resultado de inflación, descontento y vulnerabilidad
política— a menos que acelere el proceso de nacionalización y amplíe el ámbito
de propiedad pública.
Para intervenir y tomar efectivamente el control de sectores económicos
estratégicos, el Gobierno debe poder contar con organizaciones obreras, cuadros
y líderes capaces de cogestionar las empresas, "abriendo los libros" en lo
relativo a inversiones, beneficios y salarios, y de establecer la disciplina de
trabajo. Bajo las actuales relaciones capital-trabajo, los capitalistas
desatienden totalmente la inversión en tecnología e innovación, emplean a
trabajadores temporales o eventuales en condiciones precarias, y dependen del
Estado venezolano para hacer cumplir sus duros códigos laborales.
Para avanzar en la vía bolivariana al socialismo, el presidente Chávez tiene que
tratar con funcionarios incompetentes y reaccionarios en el seno de su propio
Gobierno. Por ejemplo, antes la nacionalización de la principal empresa del
acero, SIDOR, el ministro de Trabajo, un funcionario incompetente e inexperto
sin ninguna relación previa con el mundo del trabajo, se puso de lado de la
empresa y aprobó que el gobernador del estado de Bolívar recurriese a la Guardia
Nacional para romper la huelga. Durante 2007-2008, la dirección de SIDOR se negó
a negociar de buena fe con los sindicatos, lo que provocó huelgas en enero,
febrero y marzo de 2008. La intransigencia de los jefes del acero radicalizó la
militancia de los trabajadores y llevó a la intervención de Chávez. En defensa
de su orden de nacionalizar, Chávez citó el papel positivo de los trabajadores
de esta industria en la oposición al golpe de 2002, las condiciones de trabajo
casi esclavistas y las estrategias de exportación, que negaban al sector
nacional de la construcción el acero necesario para la prioritaria construcción
de viviendas. Instó a que la recién nacionalizada industria fuera dirigida por
consejos de trabajadores, de una manera eficaz y productiva (13).
La represión por parte del Gobierno de las huelgas provocó la solidaridad
sindical regional y marchas de trabajadores contra la Guardia Nacional, así como
la exigencia de dimisión del incompetente ministro de Trabajo. Después de que
Chávez nacionalizara el acero, los sindicatos de los principales sectores
industriales se reunieron para coordinar el apoyo al presidente Chávez y
presionar a favor de nuevas medidas destinadas a ampliar la propiedad pública.
Igualmente nefastos, la brutalidad y el exceso de celo del general responsable
de la Guardia Nacional es indicativo de un sesgo anti trabajadores y pro
empresarios de los oficiales de la Guardia, lo que constituye una amenaza
potencialmente peligrosa para el gobierno de Chávez en el futuro (14).
Enfrentado al problema de la inflación y el bolívar fuerte y sobrevalorado,
Chávez está ante un problema real y profundamente sentido por la mayor parte de
los trabajadores. El fracaso del Gobierno a la hora de abordar sus raíces
estructurales lo hace vulnerable a las soflamas demagógicas por parte de la
derecha y la ultraizquierda sectaria, y su beneficiario principal, el
imperialismo de EE UU.
Las nuevas inversiones públicas en fábricas de fertilizantes y viviendas
prefabricadas, las medidas positivas de reducción de la inflación en un tercio
en los primeros dos meses de 2008, y las políticas que mejoran considerablemente
el suministro de alimentos en un 20% indican que el gobierno de Chávez está
comenzando a enfrentar los puntos más débiles de la economía. En nuestras
visitas a varios mercados al por menor, públicos y privados, a finales de
febrero y principios de marzo, no encontramos ninguna escasez de productos
esenciales, contrariamente a lo que afirma la oposición y a los informes de los
medios de comunicación estadounidenses y europeos. Una protesta organizada por
la oposición por la escasez de gas líquido en Catia (una vecindad popular en
Caracas) fue noticia de primera plana (con fotos sobredimensionadas) en el
diario opositor El Universal, pero éste no le dio ningún tipo de seguimiento
informativo al envío de suministro por las autoridades el día siguiente (15).
A comienzos de 2008, el gasto público –no siempre invertido eficazmente, no
siempre libre de corrupción— había reducido el índice de desempleo al 8,5%, el
más bajo en décadas (16). Sin embargo, el objetivo gubernamental de conseguir
reducirlo al 5,5% parece en exceso optimista, especialmente a la luz de las
repercusiones de la recesión en EE UU y la disminución de la demanda europea.
El gran desafío a la política económica de Chávez en 2008, un año de importantes
elecciones a alcaldes y gobernadores en noviembre, es asegurar que el inevitable
aumento del gasto público a mediados del año se dirija hacia las inversiones
productivas y no a programas populistas a corto plazo que provoquen otra ola de
la inflación. Podemos esperar que, a medida que se acerquen las elecciones, la
clase capitalista recurra de nuevo a las escaseces planificadas, a los bloqueos
de distribución, así como a otros problemas económicos inducidos políticamente
para echar la culpa y desacreditar al Gobierno. A menos que el Gobierno reduzca
su dependencia del sector privado en materia de inversión, empleo, producción,
finanzas y distribución, se verá forzado a tomar medidas costosas e improvisadas
para evitar pérdidas electorales y abstención popular. Los lazos indivisibles
entre el control empresarial privado sobre las decisiones económicas
estratégicas y su interés primordial en llevar a cabo medidas políticas
destinadas a socavar el gobierno de Chávez, suponen que el Gobierno permanecerá
bajo una amenaza constante a menos que tome el control de la economía en los
niveles más altos. Reconociendo estos factores estructurales, Chávez ha
anunciado planes para nacionalizar sectores estratégicos. El gobierno de Chávez
ha tomado la iniciativa, anticipando los choques de la élite económica y
desplazándola del poder. La dependencia del sector privado forzará al Gobierno a
seguir siendo reactivo, improvisar respuestas a los ataques económicos durante y
después del hecho y sufrir las consecuencias políticas negativas.
Política: los chavistas responden
Durante la última mitad de 2007, en vísperas del referendo, y a principios
de 2008, la ofensiva de la derecha (ayudada por la ultraizquierda) se afirmó y
puso al Gobierno a la defensiva. A principios de marzo de 2008, las fuerzas pro
Chávez se reagruparon y lanzaron un nuevo partido político: el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en una convención nacional celebrada en
Maracaibo. En respuesta a la derrota del referendo, el presidente Chávez invitó
a sus partidarios a volcarse en la campaña de las tres erres: revisión,
rectificación y relanzamiento. Esta iniciativa ha llevado a la elección de
nuevos líderes de partido, a una disminución de los paternalistas jefes de la
vieja guardia en el liderazgo del PSUV, y a un rechazo del sectarismo hacia
otros partidos pro Chávez y una revitalización del activismo de base (17). El
partido ha recibido el mandato principal de supervisar la movilización de los
partidarios de Chávez y educar y organizar a los miembros de la clase
trabajadora y media-baja, así como el de evaluar, criticar y corregir la
ejecución de políticas por los funcionarios locales, e incorporar a los
movimientos sociales de masas a la lucha común. Para tener éxito, este partido
deberá organizar el poder popular local para contrarrestar a los responsables
políticos chavistas corruptos, así como a los de la oposición, impulsar las
demandas e iniciativas locales, contrarrestar la infiltración derechista en los
barrios, por terroristas colombianos y locales, y fomentar el voto en tiempo de
elecciones.
Para que el PSUV tenga éxito como organización política es preciso que les
retire el poder a las maquinarias políticas clientelistas locales construidas
alrededor de algunos de los funcionarios estatales, regionales y municipales
chavistas. Debe también superar la tendencia a designar líderes y candidatos
desde arriba, y profundizar el control de las bases sobre las decisiones y los
líderes (18). Ya durante el congreso de fundación del PSUV, algunas delegaciones
criticaron el proceso de elección del liderazgo nacional, por dejar de lado la
representación popular y sobrecargarla con funcionarios fuertemente criticados
(19).
Unos Consejos Comunales activos y sujetos a control democrático han conseguido
dar voz y representación a un gran número de vecindarios urbanos y pobres. Han
asegurado la lealtad y el apoyo populares en los lugares donde han hecho llegar
los servicios necesarios, y han conducido la lucha contra los funcionarios
chavistas incompetentes o reticentes.
La violencia, la delincuencia y la inseguridad personal son problemas
importantes para la mayor parte de los partidarios de Chávez más pobres y de
clase media baja, que consideran que la policía es ineficaz para reducir la
criminalidad y traer seguridad a los barrios, y que es, a veces, cómplice de las
bandas de delincuentes (20). Las propuestas gubernamentales en favor de una
mayor cooperación entre los comités de vecinos y la policía en la identificación
de criminales han tenido poco efecto. Esto es en parte debido a que la policía
ha mostrado poco interés en vincularse en el día a día de los barrios más
pobres, que tienden a considerar como lugares de incubación de delincuentes.
Las cuadrillas armadas que controlan las vecindades pobres son quienes cometen
la mayoría de los delitos. Los residentes locales temen sus represalias si
cooperan, o peor aún, piensan que la policía es cómplice de los criminales. Hay
informes más graves de fuentes fiables de inteligencia que han identificado la
infiltración a gran escala de los narcotraficantes y escuadrones de la muerte
colombianos que combinan la venta de droga y la organización derechista,
planteando una amenaza doble para la seguridad local y nacional. Si bien el
Gobierno ha tomado nota del problema general de la inseguridad individual y del
problema específico de la infiltración narcopolítica, no se ha llevado a la
práctica todavía ningún plan nacional de acción, aparte de las detenciones
rutinarias y periódicas de pequeños delincuentes comunes (21).
Venezuela debería aprender del ejemplo de Cuba, que ha desarrollado exitosos
programas de lucha contra la delincuencia y el terrorismo, organizados alrededor
de una tupida red apretada de Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y
apoyadas por unas fuerzas de seguridad de intervención rápida, con buena
formación política, y una judicatura eficaz. La seguridad individual y la
libertad política dependen del conocimiento colectivo proveniente de la
infiltración de los grupos de delincuentes y del valor de los comités locales y
sus componentes. Su cooperación requiere confianza en la integridad, el respeto
y la lealtad política de las fuerzas internas de seguridad. Su recogida de
información, pruebas y testimonios dependen de la protección de los ciudadanos
por las fuerzas internas de seguridad contra las represalias de los
delincuentes.
Es preciso crear un nuevo tipo de oficial de policía que no vea los barrios y
sus comités como territorio hostil, y en cambio viva y se identifique con la
gente que le pagan por proteger. Para ser efectivo a escala local, el gobierno
de Chávez debe exhibir un comportamiento ejemplar a escala nacional. Debe
perseguir y encarcelar a los criminales, y no amnistiar o condenar con
sentencias leves a los golpistas y saboteadores económicos, como hizo Chávez a
principios de 2008. El fracaso de la fiscal general actual a la hora de
perseguir a los asesinos de su antecesor, el fiscal general Danilo Anderson, no
sólo ha sido algo vergonzoso sino también un ejemplo de la aplicación
incompetente y timorata de la ley que no fomenta la confianza en la voluntad del
Estado de luchar contra los asesinos (22).
El concepto de poder popular solamente llegará a ser significativo para
la mayoría de gentes pobres cuando éstas se sientan seguras en sus calles, sin
temor a los asaltos y la intimidación, cuando las cuadrillas ya no asalten los
hogares y los almacenes locales, y cuando los narcotraficantes armados ya no
violen la ley. En Venezuela, la lucha contra los oligarcas, George Bush y la
Colombia de Uribe comienza por un combate comunitario contra los delincuentes
locales, que incluya barridos tácticos y estratégicos completos de las
cuadrillas criminales conocidas, seguidos de castigos ejemplares a aquéllos
condenados por aterrorizar a los vecinos. Esta es una manera de fomentar el
respeto al Gobierno a nivel de las bases, y de reafirmar y hacer operativo el
término soberanía popular. En los barrios, hoy día, no son solo las ONG
de derechas quienes desafían la autoridad de Chávez, sino que son elementos
delincuentes armados, cada vez más ligados a grupos políticos reaccionarios.
Para enfrentar con éxito las amenazas exteriores, es obligatorio que el Gobierno
derrote a los gángsters y narcotraficantes, que representan un obstáculo real
para la movilización de masas en caso de una emergencia nacional, como por
ejemplo una nueva tentativa de golpe.
Los fracasos de algunos funcionarios medios de Chávez a la hora de asegurar la
seguridad y resolver los problemas locales han erosionado el apoyo popular a los
candidatos políticos. La mayoría de los vecinos, líderes populares y activistas
siguen apoyando al presidente Chávez, aun cuando sean críticos con la gente que
lo rodea, sus consejeros y los oportunistas (23). Las repercusiones de todo esto
en las elecciones de noviembre no es totalmente clara. Pero a menos que se
produzcan cambios fundamentales en candidatos y políticas, es probable que la
oposición aumente su representación mínima actual en los gobiernos estatales y
municipales.
Progresos y contradicciones sociales y culturales
Venezuela, bajo el liderazgo del presidente Chávez, ha realizado cambios
sociales y culturales sin precedentes que benefician a una gran mayoría amplia
de pobres urbanos y rurales, y a las clases trabajadora y media baja. Se han
construido nueve universidades bolivarianas de nueva planta y docenas de
escuelas técnicas con más de 200.000 estudiantes (24). Las nuevas editoriales
financiadas con fondos públicos han imprimido más de 2,5 millones de libros,
folletos y revistas, incluidas novelas, libros técnicos, poesía, historia,
ciencias sociales, ciencias naturales, y textos médicos y científicos (25). Dos
de las más importantes estaciones de televisión y las cadenas comunitarias
emiten una buena cobertura de noticias locales, nacionales e internacionales que
desafían a la oposición y la propaganda antigubernamental originada en Estados
Unidos (CNN). Un importante diario de noticias, Vea, y varias revistas
mensuales y semanales discuten y promueven las políticas de Chávez (26). Una
serie de misiones financiadas con dinero público, integradas por decenas de los
miles de voluntarios jóvenes, han conseguido reducir el analfabetismo urbano y,
en menor grado, el rural; ampliar la cobertura sanitaria; y a la vez aumentar la
participación y a la organización locales en los barrios de ranchos
(tugurios). Importantes acontecimientos culturales, entre otros actuaciones de
grupos musicales, de teatro y de danza tienen lugar regularmente en barrios de
clase trabajadora. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha iniciado
un vasto número de programas, en el país y en el extranjero, con participación
de países latinoamericanos y caribeños (27). Los programas deportivos, con la
ayuda de entrenadores cubanos, reciben financiación pública a gran escala para
su infraestructura física (gimnasios, campos de juego, uniformes y entrenadores
profesionales) y ha aumentado en gran medida el número de atletas entre los
pobres urbanos. Se está preparando una financiación importante para defender y
promover la cultura indígena y afrovenezolana, y se prevé un movimiento de
acción positiva, aunque la representación cultural fuera del ámbito de los
deportes, la música y la danza es aún muy limitada. No cabe la menor duda de que
Venezuela está en plena revolución cultural, reconstruyendo y recuperando sus
raíces populares, históricas y nacionales enterradas bajo los artefactos
frívolos e imitativos de un siglo de oligarcas culturalmente colonizados, y de
sus seguidores de clases medias.
Contradicciones y desafíos culturales
Si bien la reforma cultural venezolana ha tenido ya un impacto masivo en el
aumento del nivel educativo y cultural, todavía no ha desplazado decisivamente
la hegemonía cultural de la burguesía y del imperialismo de EE UU. Ésta sigue
siendo dominante entre la gran mayoría de profesionales de clase media y alta,
los académicos y estudiantes de la Universidad Central, y sectores importantes
del público y en particular de los profesionales privados (médicos, abogados,
publicistas, ingenieros, etc.). A pesar de los sustanciales aumentos de sueldo y
beneficios adicionales, estos profesionales de clase media se aferran a sus
creencias reaccionarias y temen por su estatus.
En su discurso con ocasión de la primera promoción de la nueva y democrática
Universidad Bolivariana de Venezuela, de acceso gratuito, el presidente Chávez
citó una tesis doctoral que mostraba cómo el 94% de los estudiantes de la
Universidad Central de Venezuela (UCV), de carácter elitista a pesar de estar
financiada con dinero público, pertenecían a las clases media y alta, mientras
que el 99% de los estudiantes en de la Universidad Simón Bolívar (USB), de
carácter privado, pertenecían a las mismas clases privilegiadas. Lo que
resultaba especialmente inquietante es la naturaleza cada vez más exclusiva y
privilegiada de UCV y USB: en 1981, los inscritos en la UCV pertenecientes las
clases más bajas alcanzaban el 21% del total, en comparación con un 6,5% en
2000; en USB el porcentaje pasó de un 13% hasta un 1% en el mismo período. Para
abrir la enseñanza superior a la clase trabajadora, los pobres y los campesinos,
el gobierno de Chávez ha iniciado la construcción de 29 universidades públicas,
y la transformación de 29 escuelas de formación técnica y profesional en
universidades politécnicas, aumentando el número de becas completas de 6.000 a
10.000.
Mientras que un gran número de personas y barrios de clase baja se han
beneficiado del sistema de salud pública y de los programas educativos y
culturales, la educación popular para la creación de una solidaridad y una
conciencia colectivas de clase sólo ha tenido hasta ahora un impacto limitado.
Algunos individuos de la clase más baja que habían creado cooperativas
económicas eran incapaces de hacerlas funcionar o desaparecieron con los fondos
públicos asignados. Hurtos y corrupción similares han afectado a parte de las
misiones, donde unas prácticas contables deficientes han facilitado el
despilfarro y las pérdidas. El paternalismo populista y la negligencia (y
corrupción) oficial han debilitado los esfuerzos por crear una nueva conciencia
de clase nacionalista ligada a una nueva hegemonía popular. Por otra parte, la
intervención del presidente Chávez en la nacionalización de la industria del
acero durante el conflicto entre trabajadores y empresarios ha aumentado la
conciencia de clase y la identificación de los trabajadores industriales con la
vía venezolana al socialismo.
Durante los últimos cinco años, los programas financiados de la televisión
pública han mejorado considerablemente en términos de profesionalismo y
programación. Aún no han superado completamente el persistente dominio
hegemónico de los medios de comunicación burgueses sobre algunos sectores de la
mayoría popular. En términos de entretenimiento y noticias del día,
especialmente durante el período preparatorio y de votación del referendo del 2
de diciembre de 2007, los medios de comunicación burgueses dominaron la
audiencia, debido, en gran parte, a la ausencia de medios pro gubernamentales.
Uno de los medios de comunicación pro gubernamentales menos efectivos es el
periódico Vea, leído por pocas personas a causa de su pobreza informativa
(grandes titulares, ningún contenido) y de sus mediocres columnas y artículos.
El ministro del Poder Popular para la Cultura me dijo que pronto habría cambios
sustanciales (28). Los programas culturales de amplio alcance han mejorado el
nivel cultural, pero no han producido un crecimiento de los movimientos
culturales chavistas de masas. Menos del 10% de los estudiantes en la
Universidad Central de Venezuela (UCV) son miembros activos del movimiento
estudiantil chavista o de las organizaciones afiliadas (según un líder
estudiantil chavista), a pesar de las mejoras significativas en los salarios
universitarios y las instalaciones (29). Aparentemente, la identificación
familiar y de clase social predomina sobre el igualitarismo cultural. La gran
mayoría de estudiantes y profesores de la UCV son apolíticos, indiferentes o
dedicados estrictamente a la formación profesional y la movilidad individual.
Una minoría activa apoya a los grupos de oposición; algunos están ligados a
universidades de EE UU y a programas financiados por CIA de formación de
liderazgo, mientras que trotskistas, maoístas y otros grupúsculos agitan
contra el Gobierno.
La aparición de los Consejos Comunales autónomos, vinculados al Ministerio del
Poder Popular para la Cultura, es probablemente el movimiento antihegemónico más
efectivo. Las actividades políticas y sociales de activistas y líderes del PSUV
pueden llegar crear una nueva conciencia de clase a medida que consigan implicar
a las masas en la resolución de sus propios problemas prácticos y la asunción de
la responsabilidad local de sus acciones. Los cuadros chavistas, que actúan de
manera paternal, crean una vulnerable conciencia patrón-cliente susceptible de
rápida transformación en relación oligarca-cliente. La contradicción clave en la
reforma cultural está en la configuración de clase media chavista que
transmite su orientación paternal a la aplicación de sus programas con
conciencia de clase a las clases populares.
Hay una gran necesidad de contratar y dar formación a jóvenes cuadros de los
barrios, que hablen la lengua de la gente y tengan los vínculos de clase que
permitan integrar las masas en un programa sociocultural nacionalista y
socialista. El movimiento gubernamental de poder popular para la cultura es una
fuerza formidable pero se enfrenta a la oposición tenaz de los medios de masas
virulentos y desacreditados alineados con la oligarquía. A medida que el proceso
venezolano avanza hacia valores socialistas igualitarios, se enfrenta a la
oposición más sutil pero más insidiosa de estudiantes, profesores y
profesionales de clase media, que en nombre de la democracia liberal y del
pluralismo pretenden destruir la solidaridad cultural de clase. Es decir, se
está produciendo una lucha entre una minoría progresista de clase media en el
Gobierno contra una mayoría de individuos de clase media reaccionarios
empotrados en las instituciones académicas y en las ONG comunitarias. Solamente
adquiriendo el apoyo de la gente que no forma parte de la clase media, es decir,
las clases populares radicales y explotadas, pueden los reformistas culturales
del Ministerio de Cultura crear una hegemonía popular dominante.
Cambio social: la lucha del movimiento social popular contra los movimientos
reaccionarios de clase media
A la hora de analizar la confrontación social, altamente polarizada, entre
los movimientos populares favorables a Chávez y los movimientos de clase media
apoyados por la oligarquía y Estados Unidos, es importante contextualizar las
relaciones sociales, políticas y económicas que precedieron la llegada del
gobierno de Chávez. Estados Unidos eran el elemento determinante clave de las
condiciones económicas y el principal punto de referencia de la oligarquía y la
clase media de Venezuela. Las relaciones entre EE UU y Venezuela se basaban en
la hegemonía estadounidense en todos los ámbitos: del petróleo al consumismo, de
los deportes a los estilos de vida, de las cuentas bancarias a las relaciones
matrimoniales. Los modelos y los estilos de vida de la clase media venezolana se
encontraban en los suburbios altos de Miami, los centros comerciales, los
bloques de apartamentos de lujo y los servicios financieros. Las clases ricas
eran grandes consumidoras que nunca tuvieron una vocación empresarial nacional.
Los contratos del petróleo entre empresas europeas y estadounidenses y Petróleos
de Venezuela, S. A (PDVSA) configuraban empresas conjuntas entre las más
lucrativas y favorables del mundo. Incluían unos insignificantes pagos por
royalties y contratos a largo plazo para aprovechar uno de los yacimientos
petroleros más grandes de petróleo en el mundo (la faja petrolífera del
Orinoco). La totalidad del equipo director ejecutivo de lo que formalmente se
describía como una empresa estatal estaba involucrado en dudosas inversiones en
el extranjero, que iban acompañadas de importantes gastos indirectos que
disfrazaban lo que era realmente un pillaje ejecutivo y unos altos sobrecostes,
es decir, corrupción (30). A partir de los más altos ejecutivos, el pillaje
petrolero alimentaba a una pléyade de abogados, consultores, publicistas, altos
cuadros de los principales medios de comunicación, directores de grupos
industriales, un pequeño ejército de boutiques de gran lujo,
especuladores inmobiliarios y sus asesores políticos, y un entorno compuesto de
empleados de nivel medio, contables, funcionarios militares, jefes de policía y
consejeros académicos subvencionados. Todos estos beneficiarios del pillaje del
petróleo venezolano depositaban su dinero en bancos de EE UU, especialmente en
Miami, o lo invertían en bancos, bonos y propiedades en EE UU. En una palabra,
Venezuela era un ejemplo palmario de una clase burocrática rentista
profundamente integrada de hecho en los circuitos estadounidenses de las
finanzas, el petróleo y la inversión. Sistemática, cultural e ideológicamente,
esta clase se veía a sí misma como los agentes subordinados en un sistema de
mercado y libre comercio libre planificado por EE UU. La afirmación soberanista
de Chávez y sus políticas de renacionalización de los recursos venezolanos se
consideran amenazas directas a los vínculos esenciales de las clases superior y
media con EE UU, y a su perspectiva de Miami way of life.
Esta integración profundamente subordinada, y los valores e intereses de clase
media colonizada que la acompañaban, se vio sacudida por la quiebra de la
economía venezolana durante los años 80 y 90 del pasado siglo. La emigración y
el empobrecimiento relativo de una amplia franja de empleados públicos,
profesionales y trabajadores que antes percibían altos salarios parecieron
radicalizarlos o crear un malestar extendido. La acentuada movilidad
descendente de la clase trabajadora empobrecida y de la clase media-baja,
así como los profesionales, produjeron el descrédito de los líderes
endémicamente corruptos de los dos partidos políticos principales, los
disturbios urbanos masivos, las huelgas y el apoyo público a una sublevación
militar liderada por Chávez que terminó en fracaso (1992). Estos acontecimientos
llevaron a la subsiguiente elección (1998) de Hugo Chávez y a la aprobación del
referendo que autorizaba la redacción de una nueva Constitución, más
profundamente democrática. Sin embargo, ni la rebelión de las clases medias, ni
siquiera el voto de protesta a favor de Chávez, fueron acompañados por cambio
alguno en la ideología política o los valores básicos. Vieron a Chávez como un
apoyo para superar su disminuida situación, y paradójicamente, para refinanciar
su Miami way of life y acceder al mercado de consumo de EE UU.
El tiempo y las circunstancias demostrarían esta realidad, cuando la presión se
convirtió en empujón, en noviembre de 2001 a abril de 2002, y EE UU se enfrentó
al Gobierno como cómplices en el efímero golpe fallido. En esa ocasión, la mayor
parte de la clase media apoyó a las élites estadounidenses y venezolanas (31).
El golpe apoyado por EE UU fue una respuesta directa al rechazo del presidente
Chávez a apoyar la guerra contra el terror orquestada por la Casa Blanca y los
sionistas. El presidente Chávez declaró: "No se combate el terror con el
terror", en respuesta a la llamada a las armas del Presidente Bush contra
Afganistán. La ocasión permitió a Chávez afirmar su defensa por principio del
derecho a la autodeterminación y su declarada posición contra las guerras
coloniales. El subsecretario estadounidense de Estado para Asuntos Políticos,
Mark Grossman, se personó infructuosamente en Caracas, en otoño de 2001, para
presionar a Chávez y hacer que reconsiderara su posición (32). Chávez era el
único presidente del mundo dispuesto a hacer frente a la nueva doctrina
militarista de Bush, por lo que inmediatamente fue designado enemigo. Peor aún,
desde el punto de vista de la administración de Bush, las políticas
nacionalistas del presidente Chávez representaban una alternativa
latinoamericana en un momento (2000-2003) en que las insurrecciones de masas,
las sublevaciones populares y el hundimiento de los gobiernos satélites de EE UU
(Argentina, Ecuador y Bolivia) eran noticias constantes de primera página.
En vísperas del golpe de abril de 2002, las políticas del gobierno de Chávez
eran sumamente favorables a lo que se consideran valores e intereses de clase
media, en términos de libertades democráticas, reformas socioeconómicas
ampliadas, políticas fiscales ortodoxas y respeto a las explotaciones
extranjeras y nacionales y a las relaciones laborales de signo capitalista. No
había razones materiales objetivas para que las clases medias, o incluso la
oligarquía económica, apoyasen el golpe, a excepción del hecho de que su
situación, sus sueños de consumo, estilo de vida e inversiones económicas
estaban íntimamente vinculados a los Estados Unidos. En una palabra, EE UU
ejercían una hegemonía completa sobre las clases superiores y medias
venezolanas. Como consecuencia, sus políticas y sus intereses globales se
identificaron como los intereses de los venezolanos ricos. La identificación de
las élites venezolanas con la política de EE UU era tan fuerte que se vieron
obligados a apoyar un golpe de estado violento contra su propio Gobierno
democráticamente elegido. La clase dirigente de Caracas apoyó la imposición de
un efímero régimen político dictatorial apoyado por Estados Unidos, y de un
programa, que, si se hubiera ejecutado completamente, habría reducido su acceso
a los ingresos de petróleo y los beneficios comerciales y socioeconómicos que
habían disfrutado bajo Chávez. La breve Junta golpista propuso retirarse de la
OPEP, debilitando la posición negociadora de Venezuela con EE UU y la UE,
expulsar más de 20.000 médicos, enfermeras, dentistas y otros auxiliares de
sanidad cubanos que proporcionaban servicios a más de dos millones de
venezolanos de renta baja, sin recibir a cambio ninguna compensación recíproca
de Washington (33).
El segundo intento de la élite económica y las clases medias para echar al
presidente Chávez del poder tuvo lugar en diciembre de 2002 con un cierre
patronal –lock-out— de la dirección de PDVSA. El cierre duró hasta febrero de
2003 y tuvo un coste superior a los 10.000 millones de dólares en ingresos,
salarios y beneficios perdidos (34). Hombres y mujeres de negocios venezolanos
cometieron un suicidio económico en su celo por destruir a Chávez, y fueron a la
quiebra debido a su incapacidad de hacer frente a pagos y alquileres. Más de
15.000 ejecutivos y profesionales de PDVSA, que promovieron activamente la
huelga y, en un brote de ludismo de élite, sabotearon el proceso de
producción automatizado de petróleo, fueron despedidos. La principal
confederación sindical, favorable a EE UU y financiada por la CIA durante años,
sufrió una derrota doble tras su participación en el golpe y el cierre patronal
frustrados, convirtiéndose en una carcasa burocrática vacía. Las clases alta y
media fueron también perdedoras, en sus tentativas fallidas de recuperar su
privilegiada situación y mantener su relación especial con EE UU. Mientras que
las clases privilegiadas se veían a sí mismas inmersas en una dinámica de
movilidad descendente (una imagen que no se corresponde con la realidad de su
nueva riqueza, especialmente con el auge de los precios de las materias primas,
2004 a 2008), su frustración y resentimiento alimentaron y produjeron grotescas
fantasías de hallarse bajo la férula de un brutal dictador comunista. De hecho,
bajo la presidencia de Chávez (después de 2003), han disfrutado un aumento de su
nivel de vida, una economía mixta, importaciones abundantes de bienes de
consumo, a la vez que se les entretenía con los medios de comunicación privados
más histérica y rabiosamente antigubernamentales en todo el hemisferio. La
propaganda de los medios de comunicación alimentó sus falsas fantasías de
opresión. La intransigente minoría privilegiada de clase media salió de su lucha
violenta contra Chávez privada de sus aliados militares. Durante un breve
periodo de tiempo, muchos de sus líderes de las asociaciones empresariales y del
moribundo aparato sindical fueron a la cárcel, mientras otros optaron por el
exilio o se encontraron sin trabajo.
Por otra parte, los partidarios de Chávez que salieron a las calles por millones
y lo reintegraron a la presidencia, así como los trabajadores que desempeñaron
un papel importante en poner de nuevo en funcionamiento la industria petrolera y
las fábricas, proporcionaron la base para la creación de nuevos movimientos
populares de masas. Chávez nunca ha olvidado su apoyo durante aquella situación
de emergencia. Una de las razones que ha aducido para nacionalizar la industria
del acero ha sido el apoyo de los trabajadores de este ramo, que permitió acabar
con el cierre patronal y mantener las fábricas en funcionamiento.
Venezuela es uno de los pocos países donde tanto la izquierda como la derecha
han construido movimientos sociales de masas con capacidad para movilizar gran
cantidad de personas. Es también un país en el que estos movimientos han
atravesado fases de intensa volatilidad. La tendencia ha consistido en el
surgimiento, a partir de la lucha de masas, de organizaciones muy prometedoras
que al poco tiempo pierden su fuerza, tras un gran acontecimiento, y que luego
son sustituidas por otros movimientos organizados que a su vez retienen a
algunos activistas pero no pueden consolidar su base de masas. En efecto, lo que
ha venido sucediendo son una serie de movimientos de vaivén, basados en
compromisos preexistentes de clase que responden en momentos de crisis nacional
y luego regresan a sus actividades locales que giran en torno a la supervivencia
familiar, el consumo y las mejoras del hogar y del barrio. Si bien este ciclo de
movilización, de flujo y reflujo, es común en todas partes, lo que destaca en
Venezuela es el grado de compromiso y el de retirada: la salida de grandes masas
a la calle y el número limitado de activistas que continúan.
Si observamos los grandes rasgos de la última década, con el presidente Chávez
en la cabeza del Gobierno, no cabe la menor duda de que la actividad de la
sociedad civil es más rica, más variada y tiene más capacidad de expresión que
durante cualquier otro gobierno en los últimos sesenta años.
Originarios del movimiento democrático popular de restauración que expulsó a la
efímera junta golpista y repuso a Chávez en el poder, los movimientos
comunitarios de base proliferaron en los barrios de ranchos de las
grandes ciudades, especialmente en Caracas. Con el cierre empresarial y el
sabotaje a la producción por parte de los directivos, los trabajadores
industriales y del petróleo, junto a una minoría leal de técnicos, tomaron la
iniciativa en la restauración de la producción y la derrota de la élite
ejecutiva apoyada por EE UU. Los comités de acción directa se convirtieron en
los núcleos que pusieron en marcha los Consejos Comunales; una nueva
confederación sindical, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT); y los nuevos
batallones electorales, que decisivamente derrotaron un referendo revocatorio
contra Chávez. De estas organizaciones de defensa surgió la idea gubernamental
de organizar cooperativas de producción y consejos autónomos de barrio que
puenteasen a funcionarios regionales y locales establecidos. La organización
campesina creció y presionó con éxito para la aplicación de la Ley de Reforma
Agraria de 2001. A medida que la izquierda se organizaba, también la derecha
volvía a su base institucional habitual: Fedecámaras, la gran asociación
empresarial; las organizaciones de grandes terratenientes y ganaderos; los
minoristas y los profesionales independientes adscritos a las Cámaras de
Comercio, así como a sus propias organizaciones de barrio, en las zonas más
elitistas (Altamira, etc.). Después de sufrir varias derrotas desmoralizantes,
la derecha se orientó cada vez más hacia las ONG financiadas por EE UU, como
Súmate, para penetrar los barrios de clase baja y aprovechar el descontento y
las frustraciones entre los estudiantes universitarios de clase media cuyas
manifestaciones callejeras se convirtieron en detonantes de un conflicto más
amplio (35).
Los chavistas consolidaron su presencia organizativa con clínicas sanitarias,
almacenes de alimentos y cooperativas subvencionadas, además de programas
educativos. La derecha consolidó su asentamiento en las principales
universidades prestigiosas y las escuelas secundarias privadas. Uno y otro grupo
compitió por conseguir la lealtad de sectores poco politizados, a veces
trabajadores informales de bajas rentas y sentimientos religiosos, otras veces
trabajadores sindicados de mayor nivel salarial; centrándose en ambos casos en
sus problemas más inmediatos relacionados con el dinero. Los chavistas
consiguieron cerca del 50% del voto, en un referendo radical en el que se
decidía una transición al socialismo, referendo que perdieron por un 1%. La
derecha capitalizó la abstención (3 millones de personas, en su mayoría pro
Chávez) de los votantes para derrotar el referendo (36).
La derecha, por medio de la violencia y la desinversión continua, ha polarizado
Venezuela a pesar del crecimiento económico continuo de casi dos dígitos durante
un período de cinco años. Esta contradicción básica refleja el hecho de que el
proyecto socialista del Gobierno tiene lugar en un marco socioeconómico en el
que los grandes capitalistas controlan casi todas las instituciones bancarias y
financieras, y las principales empresas de fabricación, distribución, transporte
y servicios, en contraposición a los sectores de la energía, telecomunicaciones,
electricidad, acero, cemento y servicios sociales que detenta el Gobierno. En
abril de 2008, Chávez puso en marcha una gran ofensiva para invertir esta
correlación adversa del poder económico en favor de las clases trabajadoras,
expropiando 27 plantaciones de azúcar, redes de distribución de alimentos,
cadenas de envasado de carne, así como las principales complejos del cemento y
el acero.
En 2008, Chávez reconoció que el pueblo movilizado por abajo era
sistemáticamente obstaculizado por las órdenes surgidas de la élite económica
por arriba. Tanto si se trataba de la producción de alimentos como de su
distribución, la creación de empleos fijos o informales, la financiación de los
pequeños agricultores, la negociación especulativa de bonos o la financiación de
las plantas de derivados del petróleo, todas estas decisiones económicas
estratégicas que afectan a las relaciones de clase, la organización de clase, la
lucha de clases y la conciencia de clase estaban en manos de los enemigos
mortales del gobierno de Chávez y de su base electoral. Al atacar directamente
estos ámbitos cruciales que afectan a la vida cotidiana, Chávez está
revitalizando y sosteniendo la organización popular de masas. De lo contrario,
una sujeción constante a los sabotajes económicos y la desinversión por parte de
las clases poseedoras le alienaría el apoyo natural de las clases populares
hacia su gobierno.
Relaciones Venezuela - EE UU
Más que en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas actuales, las
clases dominantes y medias venezolanas han demostrado su voluntad de sacrificar
sus intereses económicos inmediatos, sus oportunidades reales de remuneración,
beneficios y rentas en la persecución de los intereses políticos de alto riesgo
propios de EE UU. ¿Cómo se puede explicar si no su apoyo del golpe orquestado
por EE UU de abril de 2002, en un momento en que Chávez estaba aplicando
políticas fiscales y monetarias bastante ortodoxas, y había adoptado un
planteamiento estrictamente constitucionalista de la reforma institucional?
¿Cómo se puede explicar si no que apoyase un cierre patronal de dos meses, que
paralizó la industria y la producción de petróleo, produciendo pérdidas de miles
de millones de dólares en ingresos, beneficios y sueldos de particulares, y que
llevó, en definitiva, a la quiebra a centenares de empresas privadas y al
despido de más de 15.000 ejecutivos, bien remunerados, de alto y medio nivel?
Es evidente que la ultrahegemonía de EE UU sobre la élite y la clase
media venezolanas tiene un fuerte componente de autoengaño ideologico-psicológico:
una identificación profunda, casi patológica, con la superior sociedad blanca,
potente en su producción y consumo, a la par que una hostilidad y un menosprecio
arraigados hacia la Venezuela profunda y sus masas mestizas afro-indígenas.
En una tipificación de la personalidad autoritaria como la descrita por Theodor
Adorno, la élite venezolana y sus imitadores de clase media están, por arriba, a
los pies y la merced de aquellos americanos del Norte idealizado, a la vez que,
por abajo, mantienen su bota sobre los venezolanos pobres y de piel oscura, que
desprecian. Esta hipótesis de la mentalidad colonial puede explicar el
comportamiento patológico de los profesionales venezolanos que, como sus médicos
y académicos, buscan ansiosamente realizar posgrados de prestigio en Estados
Unidos, a la vez que menosprecian la pobre calidad de las nuevas clínicas
de barrio, destinadas a los pobres en lugares donde no había existido antes
ninguna, y las nuevas políticas de admisión gratuita a las universidades
bolivarianas, abiertas a las masas antes marginadas.
La profunda integración –a través del consumo, de las inversiones y de una
identificación secundaria– de las clases medias y altas venezolanas con las
élites estadounidenses son el firme fundamento de la campaña de Washington para
desestabilizar y derrocar al gobierno de Chávez, y destruir el orden
constitucional. Los vínculos psicosociales, formales e informales, se consolidan
mediante las relaciones económicas parásito-rentistas basadas en los
peregrinajes de consumo, mensuales o anuales, a Miami. Las inversiones
inmobiliarias y las transferencias y transacciones financieras ilegales con
instituciones financieras de EE UU, así como el reparto ilegal y lucrativo de
beneficios entre los anteriores ejecutivos de PDVSA y las grandes petroleras
estadounidenses han proporcionado la base material de las políticas pro
imperialistas.
Los responsables políticos de EE UU tienen una clase de colaboradores naturales
dispuesta y capaz de funcionar como correa de transmisión activa de las
políticas de EE UU y servir a los intereses de EE UU. Como tal, es correcto
hacer referencia a estos venezolanos como clases subordinadas.
Después del lamentable fracaso de estas clases subordinadas a Washington a la
hora de hacerse directamente con el poder mediante un golpe de estado violento,
y después de casi haberse autodestruido en un fallido dilema de o gobierno o
ruina, a través del cierre patronal, el Departamento de Estado de EE UU las
orientó hacia una guerra del desgaste, que supone una intensificación de la
propaganda y campañas permanentes de acoso diseñadas para erosionar la
influencia del gobierno de Chávez en su base popular.
Los consejeros académicos imperiales y los expertos e ideólogos de los medios de
comunicación han propuesto varias líneas de guerra ideológico-política,
debidamente adaptadas e incorporadas por las clases subordinadas venezolanas.
Este ejercicio del llamado poder blando (propaganda y organización
social) debería en principio crear las condiciones óptimas para el uso final del
poder duro: la intervención militar, el golpe de estado, el terror, el sabotaje,
la guerra regional o, más probable, una determinada combinación de todas estas
tácticas (37). El predominio del poder blando en un momento concreto no
impide sucesivos ejercicios selectivos de poder duro, por ejemplo el
reciente ataque militar transfronterizo colombiano contra un aliado de
Venezuela, Ecuador, en marzo de 2008. El poder blando no es un fin en sí; es un
medio para acumular fuerzas y construir la capacidad para lanzar un asalto
frontal violento en el momento de mayor debilidad del Gobierno venezolano.
Una campaña del poder blando dividida en tres partes: drogas, derechos
humanos y terrorismo
En el período 2007-2008, EE UU y la élite venezolana intentaron desacreditar
al Gobierno venezolano a través de la publicación y difusión de un informe
creado para presentar a Venezuela como un centro del narcotráfico. Un informe,
más que sospechoso, de la Drug Enforcement Agency (DEA, organismo estadounidense
de lucha contra la droga) señaló a Venezuela como "punto importante de
transporte", ignorando el hecho de que el principal gobierno títere de EE UU en
América Latina, la Colombia de Alvaro Uribe, es el mayor productor, procesador y
exportador de cocaína. Las evidentes omisiones tienen poca importancia para el
Departamento de Estado de EE UU y los medios de comunicación privados
venezolanos. El hecho de que Venezuela esté interceptando con éxito cantidades
masivas de droga enviadas desde Colombia no tiene ninguna importancia. Para los
apologistas académicos del imperio, las mentiras al servicio de la
desestabilización de Chávez son un ejercicio virtuoso de poder blando
(38).
Estados Unidos, sus clases subordinadas y los grupos de derechos humanos
financiados por Washington han difundido falsas acusaciones de violaciones de
los derechos humanos bajo Chávez, ignorando al mismo tiempo las prácticas
genocidas de EE UU e Israel en Oriente Próximo y las persistentes campañas del
gobierno de Colombia que han provocado la muerte de docenas de sindicalistas y
centenares de campesinos cada año. La tentativa de Washington de etiquetar a
Venezuela como un apoyo de los terroristas fue rechazada clamorosamente por un
informe de las Naciones Unidas de abril de 2008 (39). No hay ninguna prueba de
violaciones sistemáticas de los derechos humanos patrocinadas por el gobierno en
Venezuela. Hay, en cambio, abusos significativos contra los derechos humanos por
parte de los grandes terratenientes, apoyados por la oposición, que han
asesinado ya a más de 200 trabajadores rurales sin tierra. Hay también abusos en
el lugar de trabajo por parte de numerosos empresarios privados afiliados a
Fedecámaras (40). Es precisamente en respuesta a las violaciones capitalistas de
los derechos de los trabajadores que Chávez decidió nacionalizar las acerías.
Sin duda, Washington no va a reconocer adecuadamente estos progresos de los
derechos humanos por parte de Chávez.
Hablar de derechos humanos es un modo de invertir los papeles: se acusa a
Venezuela –víctima de golpes de estado y asesinatos a manos de EE UU y sus
clases subordinadas— de violaciones de los derechos humanos, con lo que se
califica a los verdugos de víctimas. Ésta es una técnica común de propaganda,
utilizada por las clases y los regímenes agresores para justificar el ejercicio
unilateral de la brutalidad y de la represión.
Conforme a su ideología militar-imperialista global, Washington y sus vasallos
venezolanos han acusado al Gobierno venezolano de ayuda y complicidad con los
terroristas, es decir con la guerrilla insurgente colombiana, las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ni el gobierno de Bush, ni el de
Uribe ha presentado pruebas de algún tipo de ayuda material al FARC. Como se
indica más arriba, en un informe de la ONU en el que se analizan las acusaciones
de Washington-Uribe contra el gobierno de Chávez se desestiman todas y cada una
de ellas. Se utiliza este montaje para camuflar el hecho de que las fuerzas
especiales de EE UU y las fuerzas armadas colombianas han infiltrado sus fuerzas
paramilitares armadas en barrios pobres de Venezuela para establecer puntos de
apoyo y bloquear futuras movilizaciones en defensa de Chávez.
Una campaña del poder duro dividida en tres partes: boicoteo económico,
guerra de baja de intensidad y la carta colombiana
Como complemento a la campaña de propaganda, Washington ha instrumentalizado a
un productor importante de petróleo, Exxon-Mobil, para que rechazase un acuerdo
negociado de compensación, que habría dejado en manos de este gigante del
petróleo de EE UU un paquete minoritario de lucrativas acciones en una de las
reservas petrolíferas más grandes del mundo: los yacimientos del Orinoco. Todas
las restantes empresas petroleras europeas firmaron el nuevo contrato petrolero
público-privado (41).
Cuando Exxon-Mobil exigió una compensación, PDVSA le hizo una oferta generosa,
que aquélla rechazó precipitadamente. Cuando PDVSA aceptó el arbitraje
internacional, Exxon-Mobil movió sus fichas rápidamente para conseguir una
resolución judicial de congelación de los activos de PDVSA en el extranjero,
concretamente en EE UU, Países Bajos y Gran Bretaña. Un tribunal de Londres
desestimó rápidamente la denuncia de Exxon-Mobil. Como en otras experiencias de
otros países, como Cuba en 1960, Chile en 1971-73 e Irán en 1953, las grandes
empresas del petróleo actúan como instrumento político del Departamento de
Estado de EE UU en vez de como instituciones económicas respetuosas de la
soberanía nacional. En este caso, Washington ha utilizado a Exxon-Mobil como
instrumento de la guerra psicológica, para fomentar la tensión y proporcionar a
sus satélites locales un incidente que éstos puedan transformar en propaganda
del miedo. Los medios de comunicación privados venezolanos citan la amenaza de
un boicoteo del petróleo por parte de EE UU y evocan una situación de desastre
económico que llegue hasta el hambre, a la vez que atribuyen este fantástico
escenario a una provocación del gobierno de Chávez. Al evocar esta ilusión de
poder de EE UU y de impotencia venezolana, oscurecen el hecho de que los nuevos
contratos de petróleo añadirán miles de millones de dólares a la Hacienda
venezolana, lo que beneficiará a todos los venezolanos.
Las opciones militares estratégicas de EE UU se han visto limitadas seriamente
por sus guerras prolongadas y de incierto final en Irak y Afganistán, y su
preparación militar de amenaza a Irán. Por consiguiente, la estrategia militar
de EE UU hacia Venezuela se basa en aumentar la capacidad militar de Colombia
con una ayuda militar de 6.000 millones de dólares durante los últimos ocho
años, entre otros de armas, formación, asesores, fuerzas especiales, mercenarios
y logística. Los asesores estadounidenses instan a las fuerzas armadas
colombianas a montar operaciones transfronterizas, con acciones como el
secuestro de ciudadanos venezolanos y asaltos armados e infiltración
paramilitar. Y como culminación, el bombardeo en Ecuador de un campamento de un
equipo de negociación de las FARC que preparaba una liberación de presos. La
doble finalidad para EE UU de esta presión militar de baja intensidad es, por
una parte, averiguar la capacidad de respuesta de Venezuela, su capacidad para
la movilización militar, y, por otra, probar las lealtades y el sometimiento de
altos funcionarios y oficiales de inteligencia en el ejército venezolano. EE UU
ha participado en la infiltración de operativos paramilitares y militares en
Venezuela, aprovechando la fácil entrada a través del Estado fronterizo de
Zulia, el único estado gobernado por la oposición en la persona del gobernador
Manuel Rosales.
El tercer componente de la estrategia militar es integrar las fuerzas armadas de
Venezuela en un comando militar regional propuesto por residente brasileño Lula
da Silva y aprobado por la Secretario de Estado de EE UU, Condoleezza Rice (42).
En este marco, Washington podría utilizar a sus generales amigos y clientes para
presionar a Venezuela para que acepte la hegemonía político-militar de EE UU,
disfrazada como una iniciativas regionales. Para decepción de Washington, Brasil
ha excluido una presencia de EE UU, por lo menos hasta hoy.
La estrategia militar de EE UU hacia Venezuela depende en gran medida de la
derrota o la contención de la guerrilla por el ejército de Colombia, y de la
reconquista de las amplias zonas rurales que están bajo control rebelde. Esto
abriría el camino para que el ejército de Colombia atacase a Venezuela. Un
ataque militar dependería crucialmente de un deterioro político grave en
Venezuela, basado en la llegada al poder de la oposición en estados y municipios
clave en las próximas elecciones de noviembre. A partir de sus progresos en
posiciones institucionales, los vasallos de Washington podrían socavar los
programas populares sociales, económicos y de barrio, de alcance estatal.
Solamente cuando las circunstancias internas del desorden polarizado
puedan crear la inseguridad necesaria y socavar la producción, el consumo y el
transporte cotidianos, solamente entonces podrán los planificadores
estadounidenses estudiar la posibilidad de llegar a la confrontación pública a
gran escala y a la preparación de un ataque militar. Los estrategas militares
estadounidenses prevén la fase final, compuesta de una ofensiva de sus fuerzas
aéreas y una intervención de sus fuerzas especiales, sólo cuando puedan contar
con una intervención colombiana a gran escala, una sublevación político-militar
interna, y la vacilación de funcionarios ejecutivos poco dispuestos a ejercer
sus poderes de emergencia y a movilizar todas las fuerzas militares. Los
estrategas estadounidenses exigen poder contar rigurosamente con estas
condiciones porque el régimen actual en Washington está políticamente aislado y
desacreditado, la economía está en una recesión profunda, y el déficit
presupuestario se está disparando, especialmente debido a sus gastos militares
en Irak y Afganistán. Solamente los extremistas marginales en la Casa Blanca
prevén un asalto militar directo en un futuro inmediato. Pero eso podía cambiar
en la medida en que sus vasallos tuvieran éxito en la siembra del caos y el
desorden en Venezuela.
Confrontación diplomática y económica: Chávez ante Bush
Diplomática y económicamente, el presidente Chávez ha ganado su primera mano
ante el gobierno de Bush. Ningún país latinoamericano apoya las propuestas de
Washington, de intervención militar, boicoteo o exclusión de Venezuela del
comercio regional, o de los foros de inversión o diplomáticos. Ningún país ha
roto sus relaciones diplomáticas, económicas o políticas con Caracas, ni
siquiera EE UU, a pesar de fuertes maniobras gubernamentales en esa dirección,
en marzo de 2008, etiquetando a Venezuela como país terrorista. Ni siquiera el
principal satélite de Washington, Colombia, muestra entusiasmo ante la
perspectiva de perder su flujo comercial de alimentos y petróleo con Venezuela,
por un valor de 5.000 millones de dólares, para no contrariar a Bush. Chávez ha
desafiado con éxito la hegemonía de EE UU en el Caribe. A través de Petrocaribe,
numerosos países de América Central y el Caribe reciben de Venezuela petróleo y
productos petrolíferos fuertemente subvencionados, junto con ayuda
socioeconómica, a cambio de una política diplomática más favorable hacia
Caracas. En sus acometidas contra un país concreto, EE UU ya no cuenta con un
bloque regional que respalde automáticamente sus propuestas.
El Gobierno venezolano ha contribuido con éxito a la extinción de la propuesta
de Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), liderada por EE UU, y la ha
sustituido por un nuevo acuerdo de libre comercio, la Alternativa Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), compuesta ya de seis Estados
miembros. La propuesta de Venezuela de un Banco del Sur, que permita eludir al
Banco Interamericano de Desarrollo (BID), influenciado por EE UU, se ha puesto
en marcha y tiene el apoyo de Brasil, Argentina y una mayoría de otros estados
latinoamericanos (43).
El embargo de armas impuesto por Washington, que incluyó a España, resultó un
fracaso, por cuanto Venezuela recurrió a la compra de armas en Rusia y otros
lugares. Los esfuerzos de Washington para desalentar la inversión extranjera,
especialmente en la exploración petrolera han sido un fracaso completo, pues
China, Rusia, Europa, Irán y todos los grandes productores de petróleo han
invertido o están negociando actualmente las condiciones para hacerlo.
A pesar de la vehemente oposición de EE UU, Venezuela ha desarrollado un vínculo
estratégico adicional con Cuba, exportando petróleo y gas subvencionados e
inversión a gran escala a cambio de un ambicioso contrato de servicios
sanitarios que cubra las necesidades de Venezuela en todos los barrios pobres
(44). Venezuela ha consolidado sus vínculos comerciales y de financiación a
largo plazo con Argentina a través de la compra de bonos argentinos, que este
país vende con dificultad dado su conflicto con el Club de París.
Venezuela había mejorado sensiblemente su imagen en Europa por el papel positivo
de Chávez en la mediación para la liberación de los prisioneros de las FARC,
mientras que cada vez más en Europa se percibe el régimen vasallo de Uribe como
una entidad militarista, deshumanizada y dirigida por los narcotraficantes. El
militarismo de EE UU y su crisis económica han llevado a una disminución aguda
de su imagen y su prestigio en Europa, a la vez que se erosionan su imperio
económico y condiciones de vida en el interior del país. La oposición de Chávez
a la guerra global de Bush contra el terror y sus llamadas al respeto de los
derechos humanos y el bienestar social ha creado una imagen internacional
favorable entre los pobres del Tercer Mundo y en amplios círculos de la opinión
pública en muchos otros lugares.
Vulnerabilidad, oportunidades y desafíos
Actualmente y en un futuro próximo, Venezuela sigue siendo vulnerable a un
ataque por varios frentes. Está experimentando importantes contradicciones
internas. Sin embargo, posee puntos fuertes y grandes oportunidades para avanzar
en el proceso de transformación económica y social. Las principales debilidades
pueden detectarse en los sectores del Estado, la economía social y la seguridad
nacional.
En el campo de la política, la cuestión fundamental es la de la representación,
la articulación y la aplicación democráticas de los intereses populares por los
cargos elegidos y los cargos administrativos. Demasiado a menudo se oye decir a
los chavistas, en discusiones públicas y privadas: "apoyamos al presidente
Chávez y sus políticas pero…", y entonces sigue una letanía de críticas a los
alcaldes locales, funcionarios del ministerio, gobernadores y a los malos
consejeros de Chávez (45). Algunos –no todos– de los funcionarios elegidos
llevan sus campañas con arreglo a la tradicional política clientelista liberal,
que consiste en recompensar a unos pocos a expensas de la mayoría. La clave es
democratizar el proceso de nombramiento y no dar por sentado, simplemente, que
el titular en ejercicio, por incompetente o impopular que sea, deba presentarse
de nuevo. Es evidente que el PSUV tiene que liberarse de las políticas
electorales basadas en las personalidades y establecer unos criterios
independientes que respondan a las evaluaciones populares de los titulares y
candidatos del partido. Es preciso que los Consejos Comunales tengan la
capacidad de evaluar, informar y tener una voz en la evaluación de los
ministerios y los organismos administrativos ineficaces que no proporcionen los
servicios que deben (46). La mano muerta del pasado reaccionario está presente
en las prácticas, el personal y la parálisis de las estructuras administrativas
actuales y, peor aún, está influenciando algunos de los nuevos nombramientos
chavistas.
La táctica de crear nuevos organismos paralelos para superar las burocracias
obstruccionistas existentes no funcionará si los nuevos administradores están
insuficientemente preparados (por designación tardía o inexistente, incapacidad
de rectificación de problemas, incumplimiento de compromisos etc.) Nada irrita
más a las masas chavistas más que tratar con funcionarios que no son capaces de
cumplir sus compromisos en un plazo razonable. Ésta es la fuente general de
descontento, alienación política y vulnerabilidad de las políticas del Gobierno.
En parte, el problema es de incompetencia del personal y, en su parte principal,
la solución es estructural: dar el poder a las organizaciones populares para
reprobar y a sustituir a los funcionarios ineficaces y corruptos.
En la esfera económica es preciso realizar un análisis profundo de toda la
estrategia en varias áreas. En lugar de la financiación masiva, y en gran parte
perdida, a las cooperativas de escala reducida dirigidas por pobres con escasas
capacidades productivas, de gestión o incluso de contabilidad básica, los fondos
de inversión deberían canalizarse hacia fábricas modernas de escala media y
grande, que combinen a la vez unos administradores y trabajadores expertos con
trabajadores de escasa formación, que produzcan mercancías de gran demanda en
los mercados nacionales y en un futuro en los extranjeros. La nueva empresa
pública que está construyendo 15.000 casas prefabricadas es un buen ejemplo.
La segunda área de vulnerabilidad económica es la agricultura, donde el
ministerio del ramo ha fracasado estrepitosamente en el desarrollo de la
producción de alimentos (como demuestran las importaciones masivas), las redes
de distribución y sobre todo en la aceleración del programa de reforma agraria.
Si algún ministerio costó a Chávez la pérdida del referendo, es el ministerio de
la agricultura, que durante más de nueve años no ha conseguido aumentar la
producción, la productividad y la disponibilidad de alimentos. Las anteriores
políticas de controlar o dejar de controlar los precios, de subvenciones y
créditos a los grandes productores han sido un fracaso sin paliativos. La razón
es obvia: los grandes terratenientes que se han beneficiado de los créditos
agrícolas y de las generosas subvenciones del Gobierno no han invertido en la
producción agrícola, la cría de ganado, la compra de nuevas semillas, nueva
maquinaria o nuevos animales productores de leche. Están utilizando la
financiación del Gobierno para adquirir bienes inmuebles, títulos del Estado y
participaciones en bancos y fondos especulativos de inversión, o
transfiriéndolos al extranjero. Esta incorrecta e ilegal asignación de fondos
públicos es claramente evidente en la brecha existente entre los altos niveles
de financiación pública destinada a los llamados productores agrícolas y el
crecimiento escaso (o incluso negativo) de la producción y la productividad en
las grandes propiedades (47).
En abril de 2008, el presidente Chávez reconoció que la única manera de
controlar el uso de los fondos públicos, los préstamos y la inversión estatal
consiste en introducir cambios fundamentales en el uso y la propiedad de la
tierra productiva. Se trata de asegurarse de que los fondos van realmente a la
producción de alimentos y no a la compra o la inversión en nuevos apartamentos
de lujo, de inmuebles o de bonos argentinos. En marzo y abril de 2008, el
presidente Chávez, con el apoyo de los principales movimientos campesinos y de
trabajadores de la industria alimentaria, expropió 27 plantaciones, una cadena
de transformación de carne, una planta de producción lechera y una importante
cadena de distribución de alimentos. Ahora el desafío es asegurarse de que se
designe a los administradores competentes y se elija a los consejos de
campesinos y obreros para asegurar un funcionamiento eficaz, nuevas inversiones
y recompensas equitativas. Lo que está absolutamente claro es que el presidente
Chávez ha reconocido que la propiedad capitalista, incluso con subvenciones del
Gobierno, es incompatible con la cobertura de las necesidades de consumo de los
venezolanos.
En tercer lugar, según lo mencionado anteriormente, la inflación está reduciendo
la capacidad popular de consumo, fomentando demandas salariales por los
trabajadores sindicados de los sectores de exportación y erosionando al mismo
tiempo los salarios y la renta de los trabajadores eventuales e informales. El
Gobierno ha anunciado una disminución de la tasa de inflación en enero-febrero
2008 (2,1%), lo que es un indicador positivo de que se le está prestando una
atención preferente. Las escandalosas tasas de beneficio tanto en la producción
de bienes de consumo como en la de bienes de capital han aumentado la excesiva
circulación de dinero, mientras que la falta de inversión en una mayor
productividad y producción ha debilitado la oferta. La espiral inflacionista se
enmarca en la estructura de la propiedad de las principales empresas
capitalistas, y ningún tipo de reglamentación de los márgenes de beneficio
conseguirá aumentar la productividad. En este año 2008, el presidente Chávez
acelera la transformación socialista a través de la nacionalización de las
industrias estratégicas.
La clave consiste en invertir grandes sumas de capital público en un amplio
abanico de empresas públicas competitivas, dirigidas con una visión empresarial
bajo el control de los técnicos y los trabajadores. Confiar en los incentivos a
los capitalistas particulares para aumentar la productividad ha sido un gran
fracaso en la mayor parte de los casos, a causa de su comportamiento rentista y
no empresarial. Cuando el Gobierno cede ante un grupo de empresas y ofrece
incentivos, solamente recibe a cambio una serie de nuevas excusas con las que se
echa la culpa a la política de precios, la inseguridad, la inflación o las
importaciones por la falta de inversión. Es evidente que confiar en la
asociación pública-privada es una política fallida.
La base del malestar psicológico de las empresas puede reducirse a un solo
aspecto: no piensan producir ni invertir, ni siquiera para conseguir un
beneficio, si ello puede interpretarse como un apoyo al gobierno de Chávez y la
consolidación del apoyo popular a éste gracias al empleo y a los ingreso (48).
Prefieren simplemente mantener sus empresas y subir los precios para aumentar
sus beneficios.
En la esfera social, el Gobierno se enfrenta al problema de potenciar la
conciencia política y sobre todo de fomentar el encuadramiento de sus
partidarios de base en organizaciones cohesionadas, disciplinadas y con
conciencia de clase. El proyecto socialista del Gobierno depende de la
existencia de organizaciones sociales de masas capaces de adelantar a la élite
económica y de limpiar las vecindades de matones, gángsters y agentes
paramilitares de los oligarcas venezolanos y del régimen de Uribe.
El Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora está creando la clase de escuelas
político-educativas de cuadros necesarias para avanzar en la reforma agraria.
Ejerciendo presión sobre el Instituto Agrario Nacional, que se ocupa de las
tierras no cultivadas, y resistiendo a los pistoleros que los propietarios traen
de Colombia, este nuevo movimiento proporciona un modelo a escala reducida de la
acción social que el Gobierno debería promover y multiplicar a escala nacional.
El principal obstáculo es el papel contrarrevolucionario de la Guardia Nacional,
dirigida por el general Arnaldo Carreño. Recientemente, este militar dirigió una
incursión en una escuela de formación de campesinos con helicópteros de ataque y
200 soldados, arrestó y golpeó a educadores y estudiantes y destrozó el
instituto. No se ha tomado ninguna medida oficial contra los funcionarios
militares responsables de esta atroz acción (49). Aparte de la reaccionaria
naturaleza de este asalto a uno de los movimientos chavistas más progresistas,
indica la presencia de un sector militar comprometido con los grandes
propietarios y muy probablemente alineado con los golpistas militares
colombianos y estadounidenses.
La legislación laboral se sigue retrasando. La nueva ley de seguridad social,
más progresista, está atascada en el Congreso y/o enterrada por las manos
muertas de la administración. Los trabajadores eventuales (no contratados, sin
seguridad en el empleo) aún predominan en industrias clave como el petróleo, el
acero, el aluminio y las manufacturas. Los sindicatos –tanto el favorable a
Chávez como la plétora de tendencias en lucha y supuestos sindicatos de clase—
están fragmentados en media docena o más de fracciones, cada una de las cuales
ataca a la otra, incapaces de organizar la gran mayoría (más del 80%) de
trabajadores formales e informales no organizados. El resultado ha sido la
inmovilidad relativa de sectores importantes de la clase trabajadora ante los
grandes desafíos nacionales, tales como el referendo de 12 de febrero, la
amenaza militar de Colombia y EE UU, y la lucha para ampliar la reforma agraria,
las empresas públicas y la seguridad social.
La relativa negligencia del Gobierno hacia los trabajadores fabriles,
organizados o no, ha cambiado radicalmente a mejor en la primera mitad de 2008,
a partir de la decidida intervención del presidente Chávez en las industrias del
acero (Techint-Sidor), cemento (CEMEX), cárnica y las del azúcar, que ha llevado
a un flujo masivo de apoyo de los trabajadores. Se ha iniciado una determinada
dialéctica, en la que los conflictos con obreros militantes y patronos
intransigentes han inducido al presidente Chávez a intervenir en favor de
aquéllos, lo que a su vez ha potenciado la extensión y profundidad del apoyo de
los trabajadores y sindicatos al presidente Chávez. Esta dialéctica de apoyo
mutuo reforzado ha llevado a reuniones de los líderes y militantes sindicales
intersectoriales del transporte, industria metalúrgica, alimentos e industrias
relacionadas. En respuesta al mayor apoyo sindical organizado, Chávez ha
potenciado la perspectiva de una nacionalización de los bancos y la cadena de
producción y distribución de alimentos. La futura evolución depende en gran
medida de la unificación y movilización de los líderes sindicales, y de su
capacidad para superar sus divisiones sectarias y personalistas y orientarse
hacia la organización de los trabajadores eventuales e informales no
organizados.
El sectarismo de los grupúsculos ultraizquierdistas y sus partidarios en la
burocracia sindical hace que consideren a Chávez y sus partidarios
gubernamentales y sindicales como el enemigo principal, y promuevan
huelgas en demanda de aumentos de sueldo exorbitantes. Estos grupos organizan
barricadas para provocar la represión y pedir a continuación la
solidaridad de trabajadores. Hasta ahora han tenido poco éxito, y la mayor
parte de los trabajadores hacen oídos sordos a sus llamadas a esa supuesta
solidaridad. La unificación del liderazgo sindical pro Chávez en torno a las
actuales nacionalizaciones y el crecimiento de un movimiento sindical unificado
y potente aislará a los grupúsculos y limitará su papel. Un movimiento unificado
de la clase trabajadora podría acelerar la lucha por la transformación social de
la industria, a la vez que consolidaría la defensa nacional del proceso de
transformación en tiempos de peligro.
Las amenazas a la seguridad nacional
Las encuestas realizadas en gran número de países revelan que la mayor parte
de la población de casi todos ellos piensa que EE UU es la mayor amenaza para la
paz mundial. Éste es especialmente el caso en Venezuela, un país del Caribe que
ya ha sufrido una tentativa de golpe apoyada y orquestada por EE UU, un cierre
por parte de patronos y altos ejecutivos de la vital industria del petróleo, un
referendo revocatorio financiado por EE UU, una campaña internacional destinada
a bloquear la venta de armas defensivas y recambios, acompañada por un
incremento militar continuo y masivo de Colombia, el gendarme de EE UU en la
región. Los esfuerzos violentos de este país para derrocar al presidente Chávez
tienen unos antecedentes largos y feos en el Caribe y América Central. Durante
el último medio siglo EE UU han invadido directamente o atacado Guatemala,
Panamá, Cuba, la República Dominicana, Grenada, Nicaragua y El Salvador; han
organizado los escuadrones de la muerte y los ejércitos contrarrevolucionarios
subordinados en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras, fuerzas que
asesinaron a cerca de 300.000 personas (50).
La agresión de EE UU contra Venezuela comprende muchas de las estrategias
aplicadas en sus criminales intervenciones previas. Como en Guatemala, utiliza
el soborno, engatusando y corrompiendo a funcionarios militares venezolanos y
miembros de la Guardia Nacional. Su plan consiste en utilizar a estos
funcionarios militares para organizar un golpe, colaborar con fuerzas
colombianas infiltradas a través de sus fronteras, y fomentar las deserciones a
la oposición favorable a EE UU. Como en América Central, operadores
estadounidenses han organizado a asesinos en escuadrones de la muerte para
infiltrar el campo venezolano y agredir al movimiento campesino que lleva a cabo
la reforma agraria, y consolidar el apoyo entre los grandes terratenientes.
Como en Nicaragua, EE UU están combinando su apoyo al sabotaje sistemático de la
economía por parte de la élite empresarial a fin de fomentar el descontento, con
la financiación de las campañas electorales de la oposición a fin de aprovechar
las circunstancias económicas inestables. Al igual que con su bloqueo económico
de Cuba, EE UU han organizado un embargo de facto de armas y repuestos, así como
una congelación internacional de los activos de PDVSA en el extranjero, a través
de procesos judiciales internacionales como el iniciado por Exxon-Mobil. El
bombardeo transfronterizo de Ecuador por fuerzas colombianas es tanto un test
del estado de preparación de Venezuela como una agresión descubierta contra el
plan de cierre de la base militar estratégica de EE UU en Manta (Ecuador) por
parte del Gobierno nacionalista del Presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Venezuela había tomado algunas medidas para contrarrestar las amenazas a la
seguridad nacional provenientes de la quinta columna conjunta de
estadounidenses, colombianos y venezolanos. Tras el golpe, el presidente Chávez
licenció varios cientos de funcionarios militares implicados en el mismo, y
promovió a militares leales a la Constitución. Desafortunadamente, el nuevo
grupo incluyó a varios mandos favorables a EE UU y contrarios a la izquierda,
abiertos a los sobornos de la CIA, uno de los cuales incluso llegó a ser
ministro de Defensa antes de ser jubilado tras haberse convertido en un portavoz
virulento contra el referendo propuesto por Chávez (51). Peor aún, Chávez
amnistió a los urdidores militares y civiles del golpe y los saboteadores
económicos del cierre patronal, después de que hubieran cumplido solamente una
pequeña parte de sus condenas, lo que produjo el choque y la consternación
completos de la masa de fuerzas populares que llevaron la carga del golpe
violento y del sabotaje económico y que no fueron consultadas.
Venezuela ha comprado algunas armas ligeras (100.000 fusiles y ametralladoras) y
una docena de submarinos a Rusia y algunos helicópteros a Brasil para
contrarrestar la carrera armamentista de Colombia, por un monto de 6.000
millones de dólares, que incluye armas ligeras y pesadas. Es evidente que es un
paso adelante, pero sigue siendo insuficiente, dado el desequilibrio
armamentístico entre los dos países. Venezuela necesita potenciar rápidamente
sus defensas antiaéreas, modernizar sus aviones de combate y su flota, mejorar
sus batallones aerotransportados y, en muchos aspectos, la capacidad de sus
fuerzas de tierra para entrar en combate en la selva y en territorio abierto. El
ejército de Colombia, después de 45 años de lucha antiguerrillera, tiene la
formación y la experiencia de que carece Venezuela. Este país ha tomado medidas
positivas hacia la organización de una milicia popular masiva, pero los
progresos han dado resultados dudosos, por cuanto la formación y el alistamiento
están por debajo de las expectativas, a falta de la organización política y el
liderazgo político-militar necesarios.
Mientras que el presidente Chávez ha tomado medidas importantes para consolidar
las defensas fronterizas, no puede decirse lo mismo de las defensas internas.
Concretamente, varios generales de la Guardia Nacional han desalojado con más
agresividad a los campesinos ocupantes de tierras que la empleada en la
persecución y el arresto de los pistoleros financiados por los grandes
propietarios, que han asesinado a 200 activistas campesinos y beneficiarios de
la reforma agraria. De entrevistas extensas con líderes y activistas campesinos
se deduce que hay una colaboración activa entre altos funcionarios militares y
barones ganaderos derechistas, lo que cuestiona las lealtades políticas de las
guarniciones de la Guardia Nacional situadas en el medio rural.
Hay una necesidad urgente de acelerar la expropiación de grandes propiedades y
armar y dar formación a milicias campesinas para contrarrestar la complicidad o
la negligencia de la Guardia frente a la violencia patrocinada por los
propietarios. Hay miles de campesinos preparados para pasar a formar parte de
las milicias, porque tienen en juego la defensa de sus familias, sus camaradas y
su tierra de los ataques paramilitares.
Hoy, la más inmediata y grave amenaza para la seguridad interna es la compuesta
por la combinación de cuadrillas de endurecidos delincuentes venezolanos con los
narco-paramilitares infiltrados desde Colombia, que está aterrorizando al pueblo
en los barrios pobres. Las investigaciones de la policía, las detenciones y la
persecución por parte del Gobierno son inadecuados, incompetentes y dan señales
de corrupción y, en algunos casos, de complicidad. Hasta hoy no se ha resuelto
el caso del asesinato tristemente famoso, realizado a la luz del día, del
respetado fiscal general Danilo Anderson, y la fiscal general actual ha
enterrado en lo fundamental la investigación y, más importante aún, ha liquidado
las investigaciones sobre las redes de los grupos de la élite económica que
planean futuros golpes de estado, investigación que Anderson llevaba a cabo en
el momento de su asesinato.
Anderson era el investigador principal de las fuerzas que estuvieron detrás del
golpe fallido de 2002, del sabotaje económico y de una serie de asesinatos
políticos. Venezolanos cercanos al expediente judicial declaran que Anderson
había compilado una documentación extensa y testimonio que implicaban a figuras
políticas, económicas y mediáticas de máximo nivel, y a algunas figuras
influyentes del gobierno de Chávez. Con su muerte, las investigaciones acabaron,
no se hicieron nuevas detenciones y los ya arrestados fueron posteriormente
amnistiados. Algunos de los sospechosos principales investigados por Anderson
están actuando ahora en sectores estratégicos de la economía. Hay dos hipótesis:
o bien una absoluta incompetencia en la oficina del nuevo fiscal general, el
Ministerio de Justicia y los organismos gubernamentales relacionados ha hecho
descarrilar la investigación; o bien hay complicidad política por parte de altos
funcionarios para prevenir que se socave la actual estrategia de socialización.
En cualquier caso, la debilidad en la aplicación de la ley, especialmente por lo
que se refiere a una clase capitalista peligrosa que dirige una amplia red que
apoya el derrocamiento violento del Gobierno elegido, abre la puerta a una
reedición del anterior golpe. Efectivamente, la amnistía de los golpistas de más
alto nivel y de los saboteadores económicos y el caso Danilo Anderson pesan en
gran medida en las mentes de los venezolanos militantes, que ven en ambos casos
ejemplos de la persistente impunidad de las élites.
Es de la máxima importancia organizar rondas de vigilancia en barrios y
fábricas, y milicias de defensa, a la vista de las amenazas crecientes a la
seguridad nacional interior y exterior, y de la ola de delitos. Con la mayor
cooperación de los Consejos Comunales, la limpieza de bandas de delincuentes es
una prioridad ineludible. La policía de barrio y las comisarías deben saturar
las vecindades pobres. Debe implantarse a gran escala la iluminación de las
calles, para hacer las aceras de los barrios de ranchos más seguras. La
guerra contra el tráfico de drogas debe llegar hasta las conexiones burguesas,
los banqueros y los propietarios inmobiliarios que blanquean dinero y utilizan
fondos ilegales para financiar las actividades de la oposición. Los pequeños
delincuentes y los delincuentes juveniles deberían ser condenados a realizar
programas de formación profesional y prestar servicio rural y comunitario
supervisado. Las transacciones financieras ilegales de gran envergadura deben
ser perseguidas mediante la incautación de cuentas bancarias y propiedades. La
seguridad nacional y la seguridad interna son condiciones sine qua non
para el mantenimiento de cualquier orden político que pretenda la transformación
del sistema socioeconómico.
El 9 de abril de 2008, el presidente Chávez tomó una medida importante para la
reducción de la delincuencia, la consolidación de las relaciones entre las
comunidades y la policía, y la mejora de la seguridad de las personas: la
aprobación de la Ley de Policía Nacional, mediante un decreto ley presidencial.
Con arreglo a la nueva Ley, se creará una nueva policía revolucionaria nacional
popular, que rompa con el viejo modelo represivo de policía mediante la
educación, la concienciación, la organización y la prevención social. El
presidente puso en contraste a la anterior policía capitalista, avasalladora de
los pobres, con la nueva policía municipal cercana a los ciudadanos y orientada
al diálogo. A tal efecto, se animará a los Consejos Comunales recientemente
formados a formar parte y ayudar a seleccionar un nuevo tipo de policía basado
en un proceso de selección riguroso y en la voluntad de los candidatos de vivir
y trabajar con el barrio. El PSUV y los Consejos Comunales se convertirán en la
espina dorsal de la nueva solidaridad política con la policía municipal
recientemente creada. El reconocimiento por parte de Chávez del problema de la
seguridad en todas sus dimensiones, políticas y personales, y su planteamiento
democrático e igualitario resalta su compromiso tanto con el mantenimiento de la
ley como con el avance del proceso revolucionario (52).
Conclusión: Ventajas y oportunidades para la transformación socialista
Venezuela posee hoy las condiciones económicas, políticas y sociales más
ventajosas para una transformación socialista de la historia reciente, a pesar
de las amenazas militares de EE UU, de sus debilidades administrativas y de sus
limitaciones institucionales políticas.
Económicamente, la economía de Venezuela está más que boyante, con una tasa
crecimiento del 9%, unos precios mundiales de las exportaciones a niveles
máximos (con el petróleo a más de 100 dólares por barril), tiene reservas
energéticas inmensas, 35.000 millones de dólares en reservas de divisas, a la
vez que está diversificando sus mercados exteriores, aunque a un ritmo demasiado
lento para su propia seguridad (53). Con la introducción, en abril de 2008, de
un impuesto de beneficios excesivos, que ingresará el 50% de todos los ingresos
superiores a 70 dólares por barril y un 60% adicional de todos los ingresos
superiores 100 dólares por barril, varios miles de millones de dólares de
ingresos adicionales pasarán a aumentar los fondos para financiar la
nacionalización de todos los sectores estratégicos de la economía.
Venezuela se beneficia de un mundo económico multipolar deseoso de comprar e
invertir en la economía nacional. El país está en las mejores condiciones
posibles para modernizar la industria del petróleo y la fabricación de productos
derivados del petróleo, desde plásticos a fertilizantes, siempre y cuando la
inversión pública sea eficiente y se planifique y ejecute racionalmente.
Venezuela tiene más de un millón de trabajadores agrarios sin tierras y pequeños
agricultores dispuestos a poner a producir las vastas zonas de tierras poco
utilizadas propiedad de la oligarquía, y a poner a Venezuela en la vía a la
autosuficiencia alimentaria en incluso convertirlo en un país agroexportador.
Millones más de campesinos colombianos refugiados están dispuestos a trabajar la
tierra al lado de los campesinos venezolanas. No hay escasez de tierras
fértiles, agricultores ni capitales. Lo que se precisa es la voluntad política
para organizar las expropiaciones, el cultivo y la distribución.
Políticamente, el presidente Chávez proporciona el liderazgo dinámico, apoyado
por el poder legislativo y el ejecutivo, capaz de movilizar a la gran mayoría de
los trabajadores y la juventud pobres, y los trabajadores urbanos y rurales
organizados y no organizados. La mayoría de los militares y los nuevos graduados
universitarios han apoyado (al menos hasta ahora) los programas del Gobierno y
ha resistido los sobornos y las insinuaciones de los agentes de EE UU. Los
nuevos instructores militares socialistas-bolivarianos y planes de estudios,
además de la expulsión de las misiones militares de EE UU, consolidarán
las relaciones democráticas entre el estamento militar y el Gobierno popular.
Los servicios de inteligencia y contrainteligencia han detectado algunas
conspiraciones subversivas, pero siguen siendo el eslabón más débil tanto en
términos de recogida de información, acción directa contra la infiltración
estadounidense-colombiana, la detección de nuevos planes de golpe y la
elaboración de la documentación detallada necesaria para poner al descubierto a
los escuadrones de asesinos estadounidense-colombianos. Es evidente que es
preciso hacer limpieza de elementos dudosos e incompetentes en los servicios de
inteligencia. Los nuevos procesos de formación y reclutamiento de personal están
avanzando con bastante lentitud y tiene que demostrarse su pertinencia.
Socialmente, el gobierno de Chávez mantiene el respaldo de más del 65% del
electorado; además, casi el 50% de los votantes estuvieron a favor de un
programa manifiestamente socialista en el referendo de 2 de diciembre de 2007.
Si los Consejos Comunales se asientan y las milicias cobran fuerza y
organización, y si el PSUV se arraiga en las masas y la nacionalización popular
se acelera, el Gobierno podría consolidar su apoyo de masas en una fuerza
organizada formidable que le garantice una gran mayoría en un nuevo referendo y
a la vez le permita contrarrestar la contrarrevolución apoyada por EE UU.
Mucho dependerá de la profundización por parte del Gobierno y de la ampliación
de sus transformaciones socioeconómicas: aumentar la construcción pública de
viviendas de 40.000 a 100.000 unidades al año; reducir el sector laboral
informal por debajo del 10%; y animar a los sindicatos a organizar el 80% de la
mano de obra desorganizada en sindicatos de clase con la ayuda de la nueva
legislación laboral.
Dada la disponibilidad de un apoyo social masivo, y teniendo en cuenta las
elevadas ganancias que produce la exportación, además de los cambios sociales
positivos que ya han tenido lugar, la base objetiva para la organización exitosa
de un movimiento pro socialista y pro Chávez existe ya hoy.
El desafío está en el factor subjetivo: la escasez de cuadros bien formados y de
educación política ligada a la organización local, la elaboración de un marco
político-ideológico socialista y la eliminación de funcionarios personalistas de
ideología liberal y patrocinadora vinculados en las principales instituciones
administrativas y del partido. En la base de chavista de masas, la lucha por una
conciencia socialista es el desafío central en la Venezuela de hoy.
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