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Régimen político, paramilitarismo y fosas comunes: una catástrofe humanitaria en el suroccidente colombiano
Athemay Sterling
Voz
Se espera que con la exhumación de los despojos mortales de decenas de miles de
personas - desaparecidas, asesinadas y ejecutadas extrajudicialmente desde 1986
por el paramilitarismo con el visto bueno y apoyo de sus aliados y amigos dentro
y fuera de organismos estatales,- todas ellas encontradas y por encontrar en
múltiples fosas comunes, se pueda determinar la identidad de los restos óseos,
sus victimarios intelectuales y materiales, y lo macabro: saber cómo fueron
brutal y dantescamente ultimados.
Seguramente con la ayuda científica de antropólogos forenses y de personal
calificado de la Fiscalía, El Das, la Procuraduría, las Personerías, Defensoría,
veedurías de víctimas, el Movice, Organismos internacionales y nacionales
defensoras de DDHH y familiares, se pueda conocer parte de esta verdad para que
coincida la verdad judicial con la verdad histórica como parte integrante para
que haya justicias real y efectiva reparación integral a las víctimas
sobrevivientes y a la sociedad, para evitar su repetición.
Lo que se conoce hasta ahora es el informe de organismos estatales y no
estatales y familiares de las víctimas, quienes denuncian la desaparición
forzada de cerca de treinta y cinco mil personas en el Valle del Cauca, Cauca,
Nariño y Putumayo, región sur occidental fuertemente militarizada y para
militarizada en el período comprendido entre 1986 y 2008, es decir, desde que se
comenzó a concretar la tenaza neoliberal y fascista, y que con diferentes planes
bélicos agudizó la crisis humanitaria y social conduciéndola a la catástrofe que
hoy afronta.
La existencia macabra de centenares de fosas comunes en esta región del sur
occidente colombiano, se contextualiza en el marco económico, jurídico y
político de este período que inicia con la guerra sucia contra el Partido
Comunista Colombiano y la Unión Patriótica, conocida como el Genocidio Político
contra estas dos organizaciones civilistas y de oposición legal al régimen.
II
Fue el Gobierno de Virgilio Barco desde 1986 quien desarrolló la tenaza
neoliberal-fascista que más adelante su discípulo César Gaviria la concretó, al
combinar la llamada "Apertura Económica Neoliberal" con la autodenominada
"Guerra Integral" de rasgos fascistas , como doble golpe a lo que sería la
exclusión de una parte importante de la sociedad y del movimiento popular de lo
que se llamó "Acuerdo de Paz" o nueva Constitución de claro eclecticismo, sin
que resolviera de fondo los problemas cruciales y las causas reales del
conflicto social y armado colombiano.
Este primer período de los últimos veinte años abre camino favorable a lo que
hoy se dice llamar uribismo, es decir: la combinación neoliberal-fascista,
alimentada desde el inmediato pretérito por los Gobiernos de Samper y Pastrana,
donde no fue ajena en ellos la práctica de acciones violatorias contra el
pueblo, los trabajadores y la oposición civilista al régimen.
Las masacres abundaron, continuó el genocidio político contra los comunistas
colombianos, la Unión Patriótica y el pueblo.
En esta etapa se impuso la desruralización, la desindustrialización, la
privatización de lo estatal, la precarización de la vida laboral, el aumento del
desempleo y de la informalidad, la pérdida de conquistas laborales y
prestacionales, el éxodo de colombianos por su condición política opositora al
régimen, la penalización de toda protesta social , prevalece la política oficial
de convertir la problemática social en problema de orden público, se crean,
actúan y fracasan onerosos planes militares, se impone el control del capital
financiero de la vida nacional, se manifiesta el apoyo estatal a mega proyectos
transnacionales que para su imposición impulsan masacres y desplazamientos
forzados, se fortalece desde el Estado la alienación colectiva por intermedio y
a favor del poder monopólico de los medios comerciales de comunicación. Con el
Paramilitarismo transversalizando esta complejidad de situaciones.
Las torturas, detenciones masivas, masacres, muertes selectivas de dirigentes
populares, genocidio estatal contra el movimiento sindical y contra los
defensores humanos es pan de cada día, en una clara catástrofe humanitaria y
social donde el Estado y el régimen político por acción, omisión y muchas veces
por sumisión al Imperio son culpables.
III
Así el paramilitarismo, con diferentes nombres y denominaciones, sus creadores y
financiadores dentro del régimen continuista, la industria, del bipartidismo, de
los terratenientes y grandes ganaderos, siempre como política de Estado, cumple
el papel, para que acceda al poder la tenaza neoliberal-fascista, según se
desprende de todos los hechos notorios y públicos hoy conocidos por las mismas
confesiones expresadas a medias por varios de ellos, de los congresistas presos
por para políticos, incluido el mismo primo del Presidente y además ex
presidente del Congreso, quien para huir de las víctimas de él, quiso
infructuosamente buscar asilo en la Embajada de Costa Rica y que hoy se
encuentra en la Cárcel La Picota en Bogotá junto a varias decenas de otros
congresistas que por acción u omisión son presuntamente responsables de crímenes
de lesa humanidad y de guerra al haber apoyado al paramilitarismo.
Claro que no están libres de responsabilidad los gobernantes regionales como
Gobernadores y Alcaldes, seguramente Diputados y Concejales de las regiones que
seguramente conociendo todos estos hechos cohonestaron y prevaricaron por acción
o por omisión, pues la conducta punible de los paramilitares se realizó en
Departamentos y Municipios concretos.
IV
El sur occidente no escapa a esta catástrofe humanitaria, por ejemplo
según declaraciones y confesiones expresadas en diligencias judiciales y también
ante diferentes medios de comunicación varios integrantes con rango y mandos
paramilitares diferentes, han exteriorizado su accionar vinculando a militares,
a otros servidores públicos, a políticos y a personas de fuera y dentro de la
institucionalidad.
El proceder macabro de las masacres, del descuartizar las víctimas, desmembrar
los cuerpos para enterrarlos "más económicamente", mutilarlos con moto sierras,
freír las partes pulpas y grasosas de los cadáveres y deglutirlas posteriormente
con nítida actitud caníbal y sanguinaria por ejemplo, y otras prácticas que se
tipifican como delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, expresadas por
varios paramilitares y conocidas en diferentes medios de comunicación,
ocurrieron en los departamentos de Valle, Cauca, Nariño y Putumayo como así lo
manifestaron varios de ellos y conocidas públicamente.
En el caso del Valle del Cauca, Trujillo desde 1989 hasta ahora ha sufrido esta
barbarie, cuando en ese entonces fueron aserrados hasta morir más de trescientas
personas y muchas de ellas arrojadas al río, hasta hoy cuando en la Sonora parte
rural alta de este municipio hay un cementerio paramilitar con varias fosas y
muchos despojos mortales.
Igual sucede en Montañitas en Yumbo y la Cumbre, Dagua, La Buitrera y el
Arenillo en Palmira, Galicia, Pardo Alto, Bugalagrande, Tuluá, Barragán, La
Marina, Jicaramata, Venus, Monteloro, Puerto Frazadas, Buenaventura, La
Inmaculada,, Gamboa, Candelaria, Villa Gorgona, Jamundí, Robles, Jamundí, San
Antonio, Asnazú, La Liberia, San Antonio, Santander de Quilichao, San Pedro,
Mondomo, Cajibío. La Hormiga y Orito en el Putumayo, Tumaco, Remolinos,
Policarpa, Barbacoas, Llorente, El Diviso en Nariño.
De lo que se trata ahora no es sólo exhumar los despojos mortales, se trata
también identificarlos, ubicar sus familiares, acompañarlos en el duelo
familiar, social y político, también descubrir los victimarios dentro y fuera de
las Instituciones Oficiales, accionar jurídicamente contra el Estado, por un
lado, y también por otro aspecto, accionar no como repetición judicial sino en
el marco del Estatuto de Roma o de Tribunales Internacionales contra los
funcionarios y servidores públicos en los tres poderes y en los organismos de
seguridad que presuntamente estén involucrados en estos crímenes genocidas, de
guerra y de lesa humanidad, que deben ser denunciados también este 1 de mayo
contra la guerra y el autoritarismo, por la paz con justicia social, por la
solución política al conflicto social y armado colombiano y por el intercambio
humanitario.
No podrá haber ni perdón, ni olvido a estos crímenes que atentan contra la
humanidad.
Athemay Sterling: Director Centro de Derechos Humanos Universidad
Santiago de Cali, Consejero Superior Universitario, Abogado Defensor de Derechos
Humanos, integrante del Equipo periodístico de VOZ, Subdirector CPDH y ANDAS
Valle, constituyente de la Comisión de Impulso al Intercambio Humanitario,
profesor Universitario, Director de Derecho Preventivo & Derechos Humanos,
escritor, historiador y analista político, Ex Consejero Departamental y Asesor
de Paz, conferencista nacional e internacional sobre Derecho Internacional de
los Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario y Derecho Penal
Internacional, sobreviviente del genocidio político cometido por el Estado
contra el Partido Comunista Colombiano y la Unión Patriótica, Consultor de la
Sección América de la Federación Sindical Mundial con sede en la Habana Cuba.