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Raposa Sierra del Sol: Cuestión de Justicia
Frei Betto
El 15 de abril del 2005 el presidente Lula firmó la homologación, en un área
continua, de la reserva indígena Raposa Serra do Sol, en Roraima. Este año la
Policía Federal, en cumplimiento de la ley, se movilizó para retirar de la
reserva a seis arroceros. Los invasores de la zona, convencidos de que "el indio
atrasa el progreso", reaccionaron con violencia, incluyendo bombas. Hicieron un
acto político capaz de inducir al STF a suspender la medida legal y reiniciar el
doloroso camino ya transitado por los tres poderes de la República.
Roraima contiene poco más de 400 mil habitantes en un territorio de 224.298 km2
(poco menor que el Ecuador). Raposa Serra do Sol es una zona de 1,67 millón de
hectáreas situada al nordeste del estado, en la frontera con Venezuela y Guyana.
La zona fue demarcada por el Ministerio de Justicia a través del protocolo
820/98, en 1998, durante el gobierno de Cardoso.
Del área de Roraima, 46,35 % está reservada para los indígenas. Allí ellos suman
46.106, distribuidos en 152 aldeas de los pueblos yonomami (15 mil), macuxi,
wapixana, wai-wai, ingaricó, taurepang, waimiri-atrari y patamona.
Políticos y arroceros querían la demarcación en un área descontinua, "islas"
donde pudiesen permanecer con sus tierras (invadidas) y propiedades (ilegales).
Fueron creados tres municipios dentro de la reserva indígena: Normandia,
Uiramutã y parte de Pacaraima.
Raposa Serra do Sol no es sólo una selva salpicada de tribus. Allí actúan 251
profesores indígenas en 113 escuelas de enseñanza elemental y tres de enseñanza
media. Los indígenas manejan un rebaño de 27 mil cabezas de ganado. Dentro de la
reserva funciona la Escuela Agropecuaria de Surumu, que profesionaliza técnicos
de nivel medio. En convenio con Funasa hay 438 agentes indígenas de salud y 100
indígenas técnicos en microcopio, trabajando en 187 puestos de salud y 62
laboratorios. Se valora la medicina tradicional indígena.
Dentro del territorio demarcado seis arrozales ocupan 6 mil hectáreas, con
tierras de regadío, en las márgenes de los ríos Cotingo, Tacutu y Surumu. Todos
en tierras apropiadas de la Unión. Utilizan agrotóxicos, destruyen la vegetación
folicular, desecan lagunas y canales, abren surcos para canalizar el agua de los
ríos hacia sus tierras. La misma agua, contaminada con agrotóxicos e
inutilizable para el consumo, vuelve al río, matando los peces.
En verano, impedidas de hacer uso del agua de los ríos, las comunidades
indígenas se ven obligadas a cavar pozos. Con la destrucción de lagunas y de la
vegetación folicular desaparece la caza. Los aldeanos dentro de la reserva dan
apoyo a los ocupantes ilegales y eso hace que circulen las bebidas alcohólicas,
ofrecidas muchas veces a los jóvenes indígenas…
Los derechos de los pueblos indígenas están garantizados por el artículo 231 de
la Constitución, que les asegura la posesión permanente y el uso exclusivo de
sus tierras. Una demarcación fraccionada de la zona favorecería la invasión de
forasteros, aumentaría la incidencia de conflictos y pondría en riesgo la
sobrevivencia de culturas milenarias.
En la primera semana de enero del 2004 el Jornal Nacional mostró la movilización
de arroceros y latifundistas cortando carreteras en su empeño por evitar la
homologación de Raposa Serra do Sol. Con el apoyo de líderes indígenas
comprados, secuestraron a tres misioneros católicos de la Misión Surumu: los
padres Ronildo Pinto França, brasileño, César Avellaneda, colombiano, y el
hermano español Juan Carlos Martínez, todos ellos miembros del Instituto Misión
Consolata.
El ministro de Justicia, Márcio Thomaz Bastos, advirtió al gobernador Flamarion
Portela, de Roraima, que el gobierno federal tomaría medidas para liberar a los
rehenes y desmovilizar la protesta. La Policía Federal actuó y liberó a los
secuestrados.
Eran las seis de la mañana del 23 de noviembre del 2004, cuando la comunidad
jaguari fue despertada por tiros, gritos y ruidos de máquinas. Cuarenta hombres
armados mataron gallinas, cerdos y perros y le dieron dos tiros, uno de ellos en
la cabeza, al macuxi Jocivaldo Constantino. De allí se fueron a destruir las
comunidades indígenas Brilho do Sol, Retiro São José y Homologação. En las
cuatro aldeas derribaron con tractores 37 casas e incendiaron los escombros, sin
dejar la iglesia, la escuela y el puesto de salud; aislaron la zona y cerraron
los caminos. 131 personas quedaron sin vivienda.
Retrotraer la homologación de Raposa Serra do Sol a un área no continua
representa un grave precedente jurídico en relación a los demás procesos
demarcatorios, y podría estimular a los abusivos y oportunistas a realizar
invasiones por el mismo estilo de las habidas en Roraima. En cuanto a la
Seguridad Nacional, recuerdo que los pueblos indígenas históricamente han
desempeñado un papel fundamental en la preservación y defensa de nuestros
actuales límites territoriales. No son los indios quienes promueven la
degradación ambiental, el contrabando, la proliferación de buscadores de oro y
la tala de maderas preciosas. La hipótesis de crear una franja de 10 a 20 kms de
anchura a lo largo de nuestras fronteras tiene el peligro de traer a la región
un intenso movimiento migratorio de no-indios, causando degradación ambiental y
social, deforestación y contaminación de los ríos.
Le toca al STF hacer cumplir la Constitución, o sea confirmar la homologación en
un área continua, y al gobierno trasladar la sede del municipio de Uiramutã
hacia las márgenes de la autovía BR-401 (que llega a la Guyana); promover la
regularización agraria de Roraima y reasentar a los habitantes en zonas
definidas por el Incra, pagándoles justas indemnizaciones; y preservar las
actuales autovías, como bienes públicos, para uso de los ciudadanos sean
indígenas o no.
Dividir Raposa Serra do Sol es dividir la Constitución Brasileña, reforzar la
discriminación de los indígenas y premiar la obstinación de quienes apoyan los
intereses de apenas seis arroceros.
[Autor de "La mosca azul. Reflexión sobre el poder", entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet]
* Fray dominico. Escritor.