Latinoamérica
|
La historia del futuro no se hará sin la memoria de amigos y compañeros mártires
Michael Löwy
Luiz Eduardo Merlino (1948-1971), joven periodista brasilero, militante de la
Cuarta Internacional, murió bajo la tortura, a los 23 años, en julio de 1971. Su
ex-compañera, Ângela Mendes de Almeida, y su hermana, Regina Merlino Dias de
Almeida, decidieron, a pesar de la amnistía oficial que los militares se
auto-otorgaron hace ya más de veinte años, llevar a la justicia al coronel
Carlos Alberto Brilhante Ustra, acusado por varios testigos de ser el principal
responsable por este crimen. Felizmente, el juez Carlos Abrâo, aceptó el pedido
de apertura de la acción : la tortura, según la ley brasilera y los tratados
internacionales firmados por el Brasil, es imprescriptible. El proceso deberá
comenzar dentro de algunas semanas. Las dos autoras de esta acción no piden la
condenación penal del oficial, ni indemnizaciones, sino simplemente la verdad :
que la justicia declare al coronel Ustra responsable por la tortura y la muerte
de Merlino. (1)
Este siniestro personaje era el jefe del Departamento de Operaciones y de
Información (DOI-CODI) de la dictadura militar en São Paulo. Bajo este eufemismo
se escondía una oficina de torturas, de las que fueron víctimas de tortura -
entre 1970 y 1973, el período de comando de Ustra - cerca de quinientos
prisioneros, de los cuales murieron mas de cuarenta, entre ellos nuestro joven
camarada. Según la versión oficial, acreditada por dos "médicos legistas" al
servicio de los militares, Merlino se habría "suicidado", tirándose bajo las
ruedas de un automóvil: explicación ridícula, frecuentemente utilizada por la
dictadura para cubrir sus crímenes. En realidad, varios ex-presos - entre los
cuales el escultor Guido Rocha - que compartió la misma celda - atestiguaron
haber visto a Merlino agonizando después de haber sido sometido a 24 horas de
tortura ininterrumpida, sin entregar ninguna información a sus verdugos.
Sometido a electrochoques y al suplicio del "pau de arara", es decir, colgado
por los pies y manos atadas, Merlino estaba ya en un grave estado, semi-paralizado,
cuando los torturadores lo tiraron al cemento de una celda. Falleció dos días
después.
Como destaca Ângela, su ex-compañera, "el fin de la impunidad comienza con la
memoria y el restablecimiento de la verdad. La tortura durante la dictadura era
una política del Estado brasilero, pero sus ejecutores tienen nombre. El coronel
Ustra, como comandante del DOI-CODI, es responsable por eso. Las torturas fueron
realizadas por él y sus subalternos, bajo su comando y con su conocimiento".
Este proceso es importante. Si el coronel fuera declarado culpable, sería la
primera vez que un responsable del aparato represivo de la dictadura tendrá que
rendir cuentas de una muerte bajo tortura. Además, el mismo coronel es objeto de
otra acción judicial, promovida por la familia Teles - un matrimonio, la hermana
de la esposa y dos hijos - torturados en los mismos locales del DOI-CODI en
1972. El proceso está en curso. En este caso, como el de nuestro compañero
Merlino, la condena del coronel sería una victoria, ciertamente simbólica pero
de claro contenido político, de verdad y de justicia.
Luiz Eduardo Merlino, conocido también con el pseudónimo de "Nicolau", era uno
de los dirigentes del Partido Operário Comunista (POC), una organización
simpatizante de la Cuarta Internacional en Brasil, que había decidido, a partir
de 1969, participar de la resistencia armada contra la dictadura militar
establecida en el país en 1964. En 1970-1971, él vino a París, con su compañera
Ângela, para estrechar lazos con la Cuarta Internacional, estudiar la
experiencia organizativa de la Liga Comunista y establecer contactos con
organizaciones hermanas en América Latina, en particular en Argentina. Fue en
esta época que tuve la suerte de conocerlo.
Luiz Eduardo era un muchacho delgado, de facciones delicadas y agradables, con
gafas y un pequeño bigote. Era generoso, calmo y decidido. No se resignaba a
quedarse en el exilio y había tomado la decisión de volver lo más pronto posible
al Brasil, para intentar reorganizar el POC e integrarlo al proceso de
resistencia armada a la dictadura. Intenté disuadirlo, pero sin suceso. Lúcido,
él reconocía las dificultades y el riesgo de la empresa. Una vez le pregunté
como estimaba su suerte de "salir bien" en el regreso al Brasil. "Cincuenta por
ciento...", me respondió.
¿El análisis de la coyuntura era correcto o no? ¿Será que esta táctica era la
más apropiada? ¿La estrategia era correcta o equivocada? Treinta y cinco años
después, estas cuestiones perdieron mucho de su interés. Lo que se destaca es la
integridad de un individuo, su decisión de arriesgar la vida por la causa de la
libertad, de la democracia, de la emancipación de los trabajadores, por el
socialismo. Para Luiz Eduarlo Merlino, volver al Brasil era una clara exigencia
moral y política, una especie de "imperativo categórico" que no aceptaba
reculadas o concesiones.
Algunas personas que en aquella época compartieron la lucha de "Nicolau",
convertidos hoy al social-liberalismo - prefiero no citar nombres - pretenden
que el comportamiento de aquellos que en Brasil y en América Latina arriesgaron
y perdieron sus vidas en la lucha desigual contra las dictaduras del continente,
estaban movidos por un "espíritu suicida". Nada más absurdo. Luiz Eduardo amaba
la vida, amaba a su compañera y no tenía la más mínima vocación suicidaria. Lo
que lo llevó a tomar la decisión que le costó la vida, fue simplemente un
sentimiento del deber, una ética, un compromiso con los compañeros de lucha.
La historia del futuro no se hará sin la memoria de nuestros amigos y compañeros
mártires.- 30 de abril de 2008.
NOTA T.:
(1) La audiencia estaba prevista el 13 de mayo próximo. Figuraban entre los
testigos varios ex-militantes del Partido Operário Comunista (POC), así como
Paulo Vannuchi, actual Secretario Especial de Derechos Humanos de la Presidencia
de la República. Mientras, los abogados del coronel (retirado) Brilhante Ustra
interpusieron un recurso, aceptado por el Tribunal de Justicia de Sâo Paulo, lo
que paralizó por el momento el proceso. En este recurso se argumenta, entre
otras cosas, que los actos del coronel están cubiertos por la Ley de Amnistía de
1979, que presupone el "olvido recíproco". Sin embargo, uno de los abogados de
la causa, Fabio Comparato, argumenta que se trata de una acción declaratoria, en
el área civil, por daños morales y sin pedido de indemnización: la Ley de
Amnistía tiene vigencia solo en el área criminal. El coronel Ustra presentó,
como testigos de la defensa, a tres militares (retirados), a Jarbas Passarinho,
ministro de Educación durante la dictadura, y al ex-presidente José Sarney. La
derecha militar y civil brasilera ha comprendido bien el sentido profundo de
este primer proceso contra uno de los esbirros de la dictadura.
[Autor de numerosos trabajos, destacamos Walter Benjamin: Aviso de incendio,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006; 1ra edición : 2003). Traducción
para