Latinoamérica
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Brasil: Masacre de Araguaia
Federico Tatter
La acción militar fue emprendida bajo los manuales contrainsurgentes de los
Estados Unidos y Francia quienes tenían fresca las experiencias de Corea,
Viet-nam y Argelia
Entre los años 1972 y 1975, en la zona selvátiva de Araguaia, Brasil, se llevó a
cabo una gran campaña represiva de carácter contrainsurgente, bajo el máximo
mando militar con instrucciones de "exterminar" el foco guerrillero instalado y
toda la base social de apoyo que circundaba la zona.
La acción es conocida como la "Masacre de Araguaia", pues fue emprendida bajo
los manuales contrainsurgentes de los Estados Unidos y Francia quienes tenían
fresca las experiencias de Corea, Viet-nam y Argelia, y decidieron aplicarla, al
igual que la absoluta mayoría de los estados y ejércitos latinoamericanos en la
gran cruzada anticomunista bajo la doctrina de la seguridad nacional-continental
y la aplicación de los métodos más refinados del terrorismo de estado.
Exterminio
La masacre no refiere a los combates francos que se entablaron, sino a las
desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales atroces perpetradas
con posterioridad sobre los insurgentes y sobre la población civil que habitaba
la zona y que fueron capturados vivos todos.
Paralelamente, en países como el Paraguay, fiel aliado norteamericano, fiel
aliado al eje militar contrainsurgente latinoamericano, fiel aliado al eje
militar brasileño, en ese orden, también despelgó acciones de terrorismo de
estado de carácter preventivo, con información, entrenamiento y conocimiento de
los aliados brasileños, aplicando en el terreno planes operaciones en acciones
represivas militares y policiales directas sobre comunidades campesinas con
apoyos de paramilitares y parapoliciales extraídos del partido de estado que
apoyó incondicionalmente todas y cada una de las acciones, y hasta las propició
y propagandizó para que sirviera como ejemplo.
Al inicio de la década de los sesenta en el Paraguay, las fuerzas militares y
paramilitares paraguayas comportaban igual o similar atrocidad contra los
jóvenes insurgentes antidictatoriales.
Y desde 1970, contemporáneamente con las acciones de las fuerzas militares
brasileñas en Araguaia, las fuerzas represivas militares paraguayas, aniquilaban
los últimos restos de la insurgencia, con la misma atrocidad que el manual y la
"experticia" de asesores frances, americanos, taiwaneses y sudafricanos
recomendaban, como la ejecución del legendario Agapito Valiente, y de allí en
más, dieron trato de "enemigo combatiente subversivo" a todas y cada una de las
expresiones sociales de contestación al régimen nacionalsocialista colorado,
probando así que sus aprestos operativos en efecto servían para aniquilar y
cortar de raíz, antes incluso de que surgiera, cualquier intento de foco
subversivo o de resistencia al férreo régimen militar-policial y de partido
instalado en el Paraguay.
"Exterminar preventivamente"
Este feroz régimen, estaba rodeado "fraternalmente" de dictaduras militares de
igual, similar signo, o por lo menos, socios en la gran alianza de la guerra
fría mundial del lado de los Estados Unidos de América y las grandes democracias
europeas que siempre permitieron, toleraron, e hicieron la vista gorda, mientras
estaban ellos también bajo el paraguas de la alianza transatlántica que los
protegía del "oso soviético", pero que para Latinoamérica, significaba la
instalación de dictaduras militares que aplicaron el terrorismo de estado, y que
fueron aceptados por la comunidad internacional "de occcidente" como mal menor
dentro del patio trasero, antes que éstas semi-repúblicas latinas sofocadas bajo
oligarquías semi-feudales con millares de hambrientos y excluidos sociales,
cayeran como fichas de dominó bajo el eje del mal representado por el
totalitarismo y el comunismo ateo ubicado en el oriente geográfico e ideológico
que avanzaba nutriéndose de esas "insolubles" contradicciones.
Abajo la crónica que inspiró el comentario.
federico.tatter@gmail.com
La barbarie, la casualidad y la memoria
Eric Nepomuceno
La comisión de amnistía del Ministerio de Justicia brasileño empieza, hoy y
mañana, a conceder las primeras indemnizaciones a campesinos que hace más de
treinta años fueron detenidos y torturados por el ejército. Todo eso ocurrió
durante operaciones de combate a la guerrilla instalada en la región del río
Araguaia, Pará, en la Amazonia. La ceremonia en la localidad de San Domingos
deberá contemplar a 40 víctimas. Alrededor de 240 casos fueron llevados al
análisis de la comisión de amnistía, que ya se definió por 120, considerando que
"quedó más que comprobado" que los crímenes fueron efectivamente cometidos por
las fuerzas armadas. A nombre del Estado brasileño se pedirá formalmente perdón
a los moradores de aquella región.
Los militares brasileños siempre insistieron en que no quedó ningún registro
oficial, ningún archivo, nada de nada sobre las operaciones contra la guerrilla
del Araguaia, llevada a cabo por el Partido Comunista do Brasil (PcdoB), de
tendencia maoísta. De paso, rechazaron siempre –clasificándolos de fantasía
izquierdista– relatos sobre mutilaciones, degollados, torturas y violaciones
llevadas a cabo por la tropa. Al no existir ninguna información oficial es
imposible encontrar el lugar en que se enterraron los cadáveres de las víctimas
y, menos aún, saber cómo se dieron las operaciones en el Araguaia. Al no haber
registro, no hay cómo determinar sus responsables.
Entre 1972 y 1975 operaciones conjuntas del ejército, la marina y la fuerza
aérea se dedicaron a aniquilar los focos guerrilleros. Los números oficiales
indican que murieron en combate 59 militantes, 16 militares y diez moradores de
la región. Hay causas judiciales requiriendo información sobre 22 desaparecidos,
casi todos pequeños agricultores. Sobrevivientes de la guerrilla aseguran que
los muertos fueron muchos más, inclusive entre las tropas del ejército. Las
fuerzas armadas insisten en los números oficiales, reiterando siempre que los
archivos ya no existen.
Sin embargo, la casualidad –la simple casualidad– comprobó que, al contrario de
lo que dijeron y dicen los altos mandos militares, los documentos sí existen. Lo
probó un trámite burocrático banal, iniciado en 1990 por un teniente retirado
llamado José Vargas Jiménez. Luego de recordar sus tiempos de tropa, él concluyó
que bien se merecía una condecoración. Solicitó nada menos que la Medalla del
Pacificador en su grado máximo.
Empezado el trámite de rutina, Jiménez recibió en su casa, y por equivocación
(al fin y al cabo, había solicitado nada más que una medalla), varios documentos
con el sello de "secreto" con todas las informaciones que supuestamente no
existían. Son registros de operaciones, y comprueban que al menos veinte
guerrilleros fueron llevados a bases militares con las manos esposadas y luego
aparecieron como "muertos en combate". Hay nombres y fechas, además de la
trascripción de los testimonios prestados en los interrogatorios bajo tortura.
El guerrillero Antonio de Pádua da Costa llegó vivo a una base del ejército el
día 24 de enero de 1974, según el registro firmado por quien lo detuvo, el mismo
Vargas Jiménez. El guerrillero Antonio de Pádua da Costa murió en combate el 5
de marzo de 1974, según el registro oficial de la marina, que lo mató. Entre una
fecha y otra, quedó a disposición de las fuerzas armadas. Hay inclusive fotos de
ese período.
Entre los documentos entregados a Vargas Jiménez estaba el "Plan de Búsqueda y
Aprehensión" producido por el ejército, que señalaba a 17 campesinos como
cómplices de la guerrilla. Uno aparece en la lista oficial de muertos en
combate. Los otros 16 integran la relación de desaparecidos. Sus nombres constan
en las listas de la comisión de amnistía del Ministerio de la Justicia y sus
familias serán indemnizadas.
José Vargas Jiménez fue jefe de grupos de combate responsables por la muerte de
al menos 32 guerrilleros en el Araguaia entre octubre de 1973 y febrero de 1974.
"Las órdenes eran claras: disparar primero, preguntar después. Entramos para
destruir, para matar, no para hacer prisioneros. La cuestión era clara:
exterminar. Y no veo por qué ocultar que hubo tortura y que estamos hablando de
exterminio", dice. Y cuenta más: muchos de los cuerpos fueron dejados a la
intemperie, para ser devorados por animales. Recuerda el caso de tres
guerrilleros que fueron degollados y tuvieron sus manos amputadas. Recuerda
haber participado en la muerte del ex diputado Mauricio Grabois, principal líder
de la guerrilla, en el día de Navidad de 1973. Y también de la muerte de Maria
Lucia de Souza, la temible "Sonia", que hirió a tiros a dos oficiales antes de
ser destrozada por ráfagas de ametralladora disparadas por los militares que la
detuvieron, Vargas Jiménez entre ellos.
A tiempo: al teniente retirado le fue concedida la Medalla del Pacificador en su
grado más elevado. Ahora, él contó lo que sabía y reprodujo parte de la
documentación recibida en un libro llamado Memorias de un guerrero de la selva.
Enfrenta un juicio del ejército por divulgar documentos secretos. Los mismos
documentos que, según el ejército, no existen. Y que por primera vez circulan a
la luz del día, en una edición pequeña, casi imposible de encontrar, y que el
autor, con su grado de Pacificador, pagó para imprimir.
* Escritor y periodista brasileño. Su último libro es O massacre.
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