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Latinoamérica

Bolivia: indigenas y mestizos

Andrés Soliz Rada

Unos y otros pretenden ignorar que el Nuevo Orden Mundial ha decidido hacer desaparecer a los Estados nacionales de los países periféricos
Enfrentar a indígenas y mestizos en un país como Bolivia es un delito de lesa Patria. Es tan absurdo como separar de la sangre los glóbulos rojos de los blancos y pretender que continúe dando vida al cuerpo humano.
Nacimos a la vida independiente de la fusión entre la Rebelión indígena de Tupaj Katari, de 1781, que debilitó al poderío hispano, y de los gritos libertarios indomestizos en el Alto Perú, a partir de 1809. Su expresión más contundente fue la Junta Tuitiva de La Paz, presidida por el mestizo Pedro Domingo Murillo e integrada también por los indígenas Katari Inkacollo de Yungas, Gregorio Roxas de Omasuyos y José Sanco de Sorata. Los herederos del coloniaje usufructuaron estas gestas heroicas que parieron la bolivianidad (ver
www.patriagrande.org.bo).
La separación entre indígenas y mestizos acabó siempre en tragedias. La oligarquía minero feudal, al impedir que los indígenas presten el servicio militar, dejó al país indefenso en las guerras del Pacífico (1879) y del Acre (1901-1904). La unidad indomestiza, en cambio, permitió la sobre vivencia de Bolivia en la fratricida contienda del Chaco (1932-1935), impulsada por la Standard y la Shell.
En 1899, los mestizos abandonaron al caudillo aymara
Pablo Zárate Willca y facilitaron el acceso al poder, por más de medio siglo, de terratenientes y barones del estaño. Dirigentes quechuas, al respaldar al general pro norteamericano René Barrientos Ortuño, entre 1964 y 1969, hicieron posible las masacres de trabajadores mineros y el mayor control imperialista de la minería y el petróleo.
Las culturas precolombinas hacen de Bolivia un país diferente en el mundo. Por esto debemos defenderlas. La simbiosis indo mestiza nos impulsa a rescatar, de manera selectiva, las ideas, avances científicos y tecnológicos de otras latitudes que fortalezcan la bolivianidad. Infelizmente, ideólogos "afrancesados", como anota Mauricio Ochoa Urioste, forzaron la aprobación de una Constitución, que si bien ataca la oproviosa exclusión social, pretende crear 36 fronteras étnicas, para complacencia de ONG y transnacionales que respaldan el separatismo en el oriente boliviano.
El texto constitucional del MAS, cuyas consecuencias serán funestas en caso de no ser revisado a profundidad, ya provocó sangrientas pugnas entre comunarios indígenas y cooperativistas mineros, tan indígenas y mestizos como sus ocasionales adversarios. Tales enfrentamientos favorecen, de manera inevitable, a intereses foráneos y sus agentes internos.
Lo paradójico es que nadie ha sido capaz de mostrar la línea de separación entre un indígena y un mestizo. Por el contrario, su articulación es el único camino para evitar que Bolivia desaparezca.
Al enfrentar a "ponchos y corbatas" (de acuerdo a la feliz caracterización de Evo Morales), se ha quebrado la base de convivencia social. La soberbia de los ideólogos del indigenismo a ultranza, tan amigos de Soros como de las ONG, precipitó al país en el rentismo de los bonos, en la exportación de capitales y en el desgobierno, así como, de acuerdo al recuento de Alex Contreras, ex vocero de la Presidencia de la República, en la corrupción, la división interna, la violencia, la censura de prensa y la desinformación.
La ruptura de esa convivencia ha brindado a la oligarquía de Santa Cruz el pretexto que necesitaba para impulsar su viejo anhelo separatista y manipular en su beneficio el legítimo anhelo de autonomía del departamento con unidad nacional del pueblo cruceño. Ha permitido que el gobierno, que decía ser la muralla de la unidad nacional, se ufane de llamar en su auxilio a los cancilleres de Brasil, Argentina y Colombia, así como a representantes de organismos internacionales.
A su vez, la oposición de derecha pidió auxilio a EEUU y el senador Oscar Ortiz, de PODEMOS (el partido político más conservador del país), fue a pedir ayuda al Presidente peruano Alan García. Unos y otros pretenden ignorar que el Nuevo Orden Mundial ha decidido hacer desaparecer a los Estados nacionales de los países periféricos. Y Bolivia corre el riesgo de ser la primera víctima de ese perverso objetivo en nuestro continente.

Fuente: lafogata.org