Latinoamérica
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El asesinato de Raúl Reyes por el cobarde Álvaro Uribe
Roberto Gutierrez
Director de ANNCOL
Es un lugar común citar aquélla frase de que a veces, la realidad parece
seguir a la ficción. Pero es que al seguir las distintas informaciones que han
surgido durante el día no he podido dejar de establecer ciertos paralelismos
entre nuestra realidad colombiana y la última ³de vaqueros² hollywoodense. Las
distintas coberturas noticiosas nos lo han dejado muy claro: en la madrugada del
1º de marzo, el campamento donde pernoctaba el comandante Raúl Reyes fue
arrasado desde el aire, utilizando bombas arrojadas desde aviones Super Tucan.
Las fotografías publicadas unas horas después por el sitio web del diario El
Tiempo sirvieron como latigazos para aplacar a la jauría de ³lectores², que si
juzgamos por los comentarios diariamente vertidos en el sitio son más bien
morbosas bestias sediantas de guerra, entrenadas por el engaño mediático para el
propósito de pedir más sangre, pero además muestran una realidad bien distinta
al show mediático montado por el señor Santos y compañía cuando ufano, con el
brillo del asesino en el ojo, miraba a las cámaras luciendo su sonrisa
animalesca y nauseabunda, la misma de la hiena que se relame las babas después
de darse un buen banquete.
Si tuviésemos que adivinar lo sucedido sobre el terreno por la actitud
prepotente y altanera del señor Santos y los oficiosos Generales que le
acompañaban mientras se daban palmaditas en la espalda y se felicitaban uno al
otro, creeríamos estar frente a los vencedores de una épica batalla, una de ésas
donde los contendientes miden sus fuerzas, sus recursos y su inteligencia, y
donde el vencedor es aquél que al final superó al enemigo por méritos propios.
Eso es un espejismo.
La cruda realidad de las cosas, es que la Seguridad Democrática no alcanza para
tales consideraciones. Sólo llega hasta donde los satélites gringos son capaces
de ver, y hasta donde los sobornos con cantidades estratosféricas pagados a un
traidor pueden convencer. No hay combate, no hay riesgo, ni hay honor. En el
campamento guerrillero, nadie tuvo siquiera la oportunidad de defender su vida.
Porque para estas tareas sólo disponemos de unos botones que algún funcionario
de la CIA o la NSA puso a nuestro alcance, y una cuenta de banco alimentada
desde las mismas arcas de la narcoparapolítica.
En otras palabras, una vulgar operación de ³apunta y dispara², en nada distinta
a los asesinatos selectivos que tan diestramente ejecutan los agentes del Mossad
en el medio oriente, o a los bombardeos indiscriminados que tantas víctimas
civiles han causado en Irak.
La verdad es que el ³más grande golpe militar contra las FARC² se reduce al pago
de un soborno, y al rastreo de un dispositivo electrónico usando la teconología
que alegremente nos ha proporcionado el Plan Colombia y que por cierto, manejan
los técnicos gringos. Luego de eso, un batallón completo de nuestras valientes y
honorables fuerzas armadas no se arriesgaría a atacar a un grupito de 18 hombres
dormidos, no con el fin de exterminarlos sino con el de detener y presentar a la
justicia al ³cabecilla número 2 de las FARC², lo cual según el propio presidente
era uno de sus más anhelados deseos.
En lugar de eso, decidieron que lo más conveniente era recurrir a las lecciones
aprendidas de los nazis en Europa, o a los norteamericanos en Vietnam: bombardea
todo, y todo lo que se mueva. Hazlo sin piedad, y en una de esas hasta tenemos
suerte. Y la tuvieron. Felicitaciones, cobardes. Pero por favor, no tengan el
cinismo de llamarse héroes.