Latinoamérica
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La caída en combate de Raúl Reyes pone en evidencia otra vez la dimensión criminal del gobierno de Uribe
Carlos Aznárez
Director de Resumen Latinoamericano
Ha sucedido lo que más se temía de la actitud del gobierno colombiano.
Justamente en momentos en que las negociaciones por el canje de prisioneros se
hallaba mejor encaminada que nunca, los halcones guerreristas de Uribe han
lanzado una nueva ofensiva militar asesina contra los combatientes de las FARC.
Allí está el mundo de testigo: Cualquiera que conozca el territorio colombiano
puede imaginar lo que significa mover prisioneros, trasladarlos vivos y sanos
hasta el punto fijado por la mediación internacional y la Cruz Roja, en un
terreno hiper militarizado, donde el ejército, la fuerza aérea y los
paramilitares aliados de los dos primeros, realizaban continuos patrullajes
buscando quebrar la espina dorsal a la guerrilla.
Sin embargo, las FARC se arriesgaron a que sus campamentos fueran localizados,
que la inteligencia satelital captara sus comunicaciones, que los miles de
soldados del ejército colombiano contactaran con sus combatientes que
trasladaban a los retenidos, para finalmente lograr en dos oportunidades hacer
un gesto más que importante y cumplir la promesa realizada al comandante
venezolano Hugo Chávez, de entregar a un grupo de rehenes.
En la primera ocasión, a fines de 2007, mientras se movilizaba un grupo de
guerrilleros para entregar pruebas de vida de los retenidos, el ejército de
Uribe lanzó una operación militar que terminó con el asesinato de un jefe
intermedio de la guerrilla, y ahora, pocas horas después de que cuatro
parlamentarios en manos de la guerrilla fueran liberados, la maquinaria
belicista de Uribe bombardeó -con apoyo de la inteligencia satelital
norteamericana- el campamento guerrillero situado al sur del Putumayo, incluso
violando la soberanía territorial ecuatoriana.
Son dos formas de actuar totalmente elocuentes.
Por un lado, el fascismo uribista saboteando cualquier posibilidad de
negociación política y humanitaria, pateando el tablero, en su momento al negar
la mediación de Hugo Chávez, y luego, lanzando toda su parafernalia militar
contra los campamentos guerrilleros, justamente en un momento en que el mundo le
pedía no mover sus tropas.
Por el otro lado, la coherencia, el compromiso, el patriotismo y la seriedad del
Secretariado de las FARC quien a pesar de saber a sus fuerzas amenazadas
militarmente, autorizó poner en marcha el exitoso operativo de entrega de
rehenes, y volvió a llamar la atención del mundo sobre la necesidad de que
finalmente se lleve adelante la idea del despeje del área territorial en la zona
de Florida y Pradera, para encaminar un canje que, entre otros, termine con la
libertad de numerosos guerrilleros que se hacinan en cárceles colombianas.
Por último, es necesario rendir un homenaje a los revolucionarios caídos en
combate en el Putumayo. Y es imprescindible hacerlo porque en las actuales
circunstancias no hay espacio para especulaciones timoratas. Raúl Reyes, Julián
Conrado y los combatientes de las FARC asesinados por las bombas uribistas
forman parte de una importante legión de luchadores y luchadoras de las FARC que
desde hace 50 años pelean por todos los medios para dar vuelta la realidad
criminal que la oligarquía y el establecimiento colombiano han aplicado a una
sociedad que los rechaza.
Reyes, cuya trayectoria sindical primero, y su adscripción a la guerrilla
fariana después, lo llevaron a comprometerse radicalmente e ir construyendo una
militancia estrechamente encadenada a las aspiraciones populares, fue siempre
uno de los grandes sostenes de la insurgencia. Tras tres décadas de permanecer
clandestinamente en las montañas de Colombia, su figura alcanzó dimensión
internacional, al representar junto con otros dirigentes, la delegación
internacional de las FARC que tomó contacto con diversos gobiernos y
organizaciones populares. Le cupo a Reyes, jugar un importante papel como
portavoz internacional de la guerrilla y también en las conversaciones de la
zona de despeje de El Caguán, y por último, ahora era una de las figuras claves
en las negociaciones por el canje humanitario.
En su fanfarronada exitista, Uribe y sus halcones, suponen equivocadamente que
al asesinar a Raúl Reyes, se han ubicado en un punto favorable para derrotar a
las FARC. Nunca más lejos de esa presunción, ya que una organización guerrillera
que ha resistido durante casi medio siglo no basa su poderío en un solo hombre o
en un pequeño núcleo de dirigentes. Es parte de una propuesta integral que
persigue una causa justa -en este caso la toma del poder y la construcción de
una Nueva Colombia- y su camino hacia la victoria está, por lógica, horadado por
golpes trágicos y dolorosos como el actual.
También, recordar al combatiente Julián Conrado, quien además de ser un hombre
ligado a la lucha guerrillera, se destacó en el frente cultural de su
organización e integró el grupo musical "Los Compañeros", cuyos vallenatos,
cumbias y canciones populares reivindicativas son conocidas mundialmente.
Colombia necesita en estos momentos más que nunca, de la solidaridad
internacional con su lucha contra el fascismo uribista y el andamiaje militar
pro imperialista construido a lo largo de los últimos años. De allí, que el
próximo día 6 de marzo, es necesario ganar las calles en todos los países del
planeta, para frenar el avance del paramilitarismo, marcar a fuego a la
estructura belicista del gobierno colombiano y por último, en cada uno de
nuestros corazones rebeldes, homenajear a los que luchan pacíficamente o con las
armas en la mano -como el comandante Raúl Reyes, Julián Conrado y el resto de
los combatientes caídos en combate al sur del Putumayo- por la liberación
nacional y social de Colombia y Latinoamérica toda. Parafraseando al inolvidable
trovador venezolano Alí Primera, decimos:
"Los que mueren por la Patria no pueden llamarse muertos...".