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Defensa de la masticación de coca
"Van a tener que matarnos para que dejemos de plantar coca", dijo a IPS el
cocalero boliviano Luis Mamani en respuesta al llamado de la Junta Internacional
de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de prohibir los usos tradicionales de
la coca, como la masticación, "pijcheo" o "acullico".
Bernarda Claure
IPS
En la población de Arapata, a 120 kilómetros de la ciudad de La Paz, la familia
Mamani tiene una respuesta propia a la reavivada polémica en torno a la coca
(materia prima de la cocaína), que representa la de miles de bolivianos ante
semejante exhortación.
Mientras escoge hojitas de una pequeña bolsa plástica que sostiene en una de sus
manos, y las introduce luego en la boca, pijchando (masticando), Mamani concluye
que se trata de una "venganza" contra el presidente Evo Morales, quien surgió a
la vida política como dirigente de los campesinos cocaleros del Chapare, en el
central departamento de Cochabamba.
"Los gringos no lo respetan porque antes era cocalero, y ahora nos quieren hacer
pagar a nosotros", opina su esposa Alicia, madre de cuatro arapateños de entre
nueve y 16 años de edad, todos integrados al cultivo del arbusto en los Yungas
paceños, una zona montañosa y subtropical donde la coca se planta desde época
precolombinas.
La JIFE, un organismo internacional independiente dedicado a fiscalizar el
cumplimiento de los tratados de las Naciones Unidas sobre drogas, sostuvo en su
informe 2007, el 5 de este mes, que "continúa la práctica de masticar hoja de
coca en Bolivia y el Perú".
Por tanto, la "Junta exhorta a los gobiernos de Bolivia y el Perú a que adopten
medidas sin demora con miras a abolir los usos de la hoja de coca que sean
contrarios a la Convención (Única) de 1961 (sobre Estupefacientes), incluida la
práctica de masticarla".
Este lunes, productores de Arapata y de Sud Yungas (provincia vecina donde
también se cultiva la planta) se reunieron en la Jornada Nacional del Acullico,
medida de protesta cuya manifestación principal será en la sede del gobierno, en
La Paz.
También este lunes, una delegación boliviana integrada por los viceministros
Hugo Fernández, de Relaciones Exteriores, y Felipe Cáceres, de Defensa Social,
además de representantes de los productores de coca, acudió a la reunión anual
de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas para rechazar el
informe de la JIFE.
Morales dirigió una carta al secretario general de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, señalando que "Bolivia no acepta
certificaciones unilaterales, ni imposiciones de gobiernos extranjeros". En la
carta, el gobierno reivindica los convenios internacionales que respaldan el
libre accionar de los pueblos indígenas y el respeto a sus tradiciones. También
recuerda la Declaración de los Derechos Humanos y la resolución de la ONU de
1988 que reconoció el consumo tradicional de la coca.
"Es un error histórico querer prohibir la coca. No vamos a permitirlo", dice un
vehemente Mamani.
Como la mayoría de los campesinos de los Yungas, Mamani casi ha terminado la
siembra de plantines de coca. Los andenes o "wachus" (surcos horizontales para
la plantación del arbusto) forman por estos días mosaicos limpios que se
intercalan con la vegetación exuberante de la montañosa topografía de la zona.
En poco tiempo estos geométricos espacios de tierra se pintarán del
inconfundible verde de los cocales.
Estas plantaciones han sido parte del paisaje de los Yungas desde tiempos
ancestrales.
Según la antropóloga británica Alison Spedding, ya en 1793 la coca representaba
27,6 por ciento del valor total de los productos locales comercializados en la
sudoccidental ciudad de Potosí, la más poblada en tiempos de la colonización
española Más de 90 por ciento de esa coca procedía de los pueblos yungueños
Chulumani e Irupana, entre otros.
El cultivo de coca (Erythroxylon coca) se practicaba en los Andes mucho antes de
la llegada de los españoles, sostiene Spedding en su investigación "Kausachun
coca: Economía campesina cocalera en los Yungas y el Chapare", publicado en
2004.
Se han hallado rastros de "una sustancia alcalina" en calabazas encontradas en
depósitos de la costa peruana, que danta de más de mil años antes de Cristo.
"El principal centro mercantil del sur andino, desde la época de la colonia, fue
la ciudad de Potosí, y las zonas productoras que la abastecían de coca eran los
Yungas", dice Spedding.
Otros investigadores, como William E. Carter y Mauricio Mamani, confirman que el
arbusto fue parte de éstos y otros contextos andinos, como el sureño Cauca en
Colombia, antes de la conquista española.
Los valles subtropicales de Pocona, en Cochabamba, fueron otra zona productora
en el siglo XVI, cuyo mercado principal era la ciudad de La Plata.
Hoy el circuito legal empieza en el productor y avanza por los mercados
mayoristas de Villa Fátima, en La Paz, y los Mercados Primarios (galpones) de
los principales pueblos del Chapare.
De allí sale rumbo a los mercados legales del interior de Bolivia y hacia
algunos países fronterizos, como Argentina y Perú.
Según Margarita Terán, dirigente de los cocaleros del Chapare, el puntal del
mercado interno está en las tierras bajas de Santa Cruz y Tarija, donde el flujo
migratorio de occidente es importante.
Los precios varían entre los seis y los nueve bolivianos por libra (0,78 y 1,18
dólares). Los intermediarios venden los taques, tambores o gangochos de 22,7
kilogramos de coca a 700 u 800 bolivianos (92 y 105 dólares), según la época,
las condiciones del clima y la calidad de la hoja.
Alberto Sosa es taxista y compra cada tres días una bolsita en los alrededores
del mercado de Villa Fátima. "Me ayuda a mantenerme alerta mientras trabajo de
noche", dice a IPS, sacando una bolsa de coca de la guantera.
El consumo de coca es habitual entre campesinos, mineros, obreros y trabajadores
nocturnos. Adivinadores y sacerdotes indígenas la utilizan en rituales heredados
de sus antepasados. En muchos hoteles de La Paz, los huéspedes extranjeros son
recibidos con un té de coca, que ayuda a combatir el mal de altura.
La creencia ancestral, confirmada por investigaciones científicas, es que el
masticado y retención de la hoja en la boca ayuda a distraer el hambre, el
cansancio y el sueño.
Según el estudio "Capacidad física con el uso de la coca", la masticación
aumenta el rendimiento físico, debido a componentes que hacen que el consumidor
baje su producción de adrenalina y consuma menos oxígeno.
Así lo explicó a IPS la autora de esta investigación, Hilde Spielvogel,
profesora de la Universidad Mayor de San Andrés y científica del Instituto
Boliviano de la Altura.
"Este es el único estudio de estas características hecho en Bolivia y, de alguna
manera, prueba la teoría de que el acullico, además de tener un significado
cultural, también beneficia físicamente a los consumidores", sostuvo.
La investigación se realizó con 12 habitantes hombres, originarios de Tacachi y
Ventilla, altiplano sur de La Paz, que tenían peso, masa corporal y estatura
casi similares, divididos en dos grupos: uno en que sus participantes masticaron
31,5 gramos de coca y otro a los que se dio goma de mascar dietética.
Tras ser sometidos a pruebas físicas por una hora, los que consumieron la goma
de mascar terminaron agotados, en tanto los otros seis tenían energía para
continuar en buenas condiciones con el ejercicio físico.
La Ley de Régimen de la Coca y Sustancias Controladas reconoce el "consumo y uso
lícito (…) bajo formas tradicionales, como el ‘acullico’ y masticación, usos
medicinales y usos rituales".
En consecuencia, establece que se puede producir coca para satisfacer la demanda
generada por estos consumos en la "zona de producción tradicional", que se
concentra sobre todo en los Yungas.
Informes de la ONU y de Estados Unidos indican que en Bolivia se cultivan más de
27.000 hectáreas de coca, incluyendo la producción legal e ilícita.
En 2007 los productores de la milenaria planta comercializaron alrededor de 81,5
millones de kilogramos de hoja de coca en los mercados legales de Villa Fátima
en La Paz y Sacaba en Cochabamba, equivalentes a 29,2 millones de dólares.