Latinoam�rica
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Bolivia: el evangelio a prueba de balas
Rememoranza de Luis Espinal Camps, ap�stol de la Iglesia boliviana de
Liberaci�n, torturado y asesinado por el fascismo*
www.econoticiasbolivia.com
Nunca hubo en la ciudad de La Paz, la sede de gobierno, un entierro tan
concurrido y multitudinario como el del 23 de marzo de 1980. Una procesi�n negra
de miles se descolgaba de las laderas, otros se deslizaban de los cerros,
hombres y mujeres de toda edad y condici�n social ven�an de las villas y de los
barrios "bien". Lloraban los viejos, rezaban las se�oras de abrigos finos y las
de pollera que cargaban a sus "guaguas". Los j�venes, roncos de tanto gritar,
levantaban los pu�os, pancartas y banderas rojas. La Paz estaba llevando al
cementerio a Luis Espinal Camps, sacerdote jesuita y m�rtir de la Iglesia
boliviana de Liberaci�n.
"Ha muerto el padrecito Espinal", "han asesinado a Lucho". La noticia corri� de
boca en boca y una multitud fue a rescatar su mutilado y brutalmente torturado
cuerpo, que hab�a sido abandonado en las afueras de la ciudad pocas horas antes
por un grupo de paramilitares, que meses despu�s pasar�an a deg�ello a cientos
de bolivianos durante el golpe militar del dictador Luis Garc�a Meza.
"El evangelio vivido con autenticidad es inc�modo y amenazante, sobre todo para
los poderosos, los que valoran m�s a las cosas que a las personas. La noche del
22 de marzo, Lucho fue secuestrado, llevado en un jeep, torturado en un matadero
por cuatro horas y finalmente asesinado con 14 balazos, los asesinos le marcaron
a culatazos una cruz amoratada en el pecho", recuerda el tambi�n jesuita Alfonso
Pedrajas.
Pero, �qu� hab�a hecho este sacerdote nacido cerca de Barcelona, Espa�a, en
1932, para merecer tanto odio? Desde su llegada a Bolivia (1968), Espinal "supo
practicar el Evangelio a trav�s de la denuncia y la acci�n prof�tica de
injusticias y violencia, las m�s evidentes y tambi�n las m�s solapadas, supo
hacerlo con valent�a sin falsas prudencias, estando inmerso en el pueblo que
luchaba por sus derechos".
Lucho hab�a fundado, junto a otros sacerdotes y laicos, la Asamblea Permanente
de Derechos Humanos en 1976, en plena dictadura de Hugo Banzer. Con otras cuatro
mujeres mineras y el sacerdote Xavier Alb� protagoniz� la huelga de hambre m�s
espectacular de la historia boliviana. El ayuno de 17 d�as logr� una amnist�a
para los presos pol�ticos, el retorno de los exiliados y la posterior renuncia
del Presidente de la Rep�blica.
Recuperada la democracia (1978), Espinal funda en 1979 el semanario de izquierda
"Aqu�", que tiene una notable influencia y predicamento entre la poblaci�n. La
denuncia de los cr�menes y negociados de la dictadura, las injusticias y el
dolor del pueblo y la b�squeda de un mundo mejor para los de abajo marcan la
agenda de la publicaci�n, le�da por j�venes y viejos. "Aqu�" despierta
conciencias, interpela actitudes y fortalece el movimiento popular.
Las fuerzas reaccionarias, agazapadas en los cuarteles, se la tienen jurada y
con cada nueva denuncia del semanario de Lucho, crece el odio y los deseos de
venganza, que finalmente se consuman el fat�dico 22 de marzo de 1980: Espinal
ten�a que pagar el precio de vivir el Evangelio de Liberaci�n.
"Lucho nos deja el ejemplo de un amor aut�ntico a Cristo y, en sus propias
palabras, de saber gastar la vida por los dem�s", dice Pedrajas. Un clavel rojo
y un ramillete de retamas silvestres acompa�an todos los d�as la tumba de
Espinal en el cementerio central de La Paz. El pueblo no lo ha olvidado, su
verbo encendido y su melena blanca siempre se cuelan cuando los de abajo claman
por un pedazo m�s de pan, cuando se lucha por la dignidad y los derechos
humanos. En las movilizaciones sociales, no falta casi nunca la misma pancarta
de hace m�s de 20 a�os: "Lucho vive, la lucha sigue".
*Tomado del reportaje "La Iglesia de Liberaci�n en Bolivia" de Alonso
Contreras, Vania Solares y Gabriel Tabera (Econoticiasbolivia.com)