Latinoamérica
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España: En la distancia está la esperanza
Jaime Durán Chuquimia
El cuadro no podía ser más explicito.
Al fondo se ve un señor ya mayor, se dice esto por la posición algo encorvada y
por el sombrero, sonríe mientras conversa animadamente con otros tres hombres.
El primero es más joven lleva gafas y una fina chamarra. De espaldas está el
segundo quien recibe una amable palmada en un ambiente totalmente festivo. Al
parecer este es el que se va o él que llega. En verdad, esta no parece una
despedida, más bien lleva a creer que es una bienvenida.
Más no son estos señores los que ocupan el primer plano del cuadro. Las que si
lo hacen son dos señoras. Una de vestido y otra de pollera. Si tal clasificación
es necesaria para estos casos. La tristeza se refleja en ambos rostros.
Ambas lloran, pero lo hacen de esa forma sincera en la que no aparecen las
lágrimas. El abrazo parece una eternidad. La más anciana lleva un gorro de lana,
un aguayo multicolor y una manta a cuadros azul. Posiblemente tenga sesenta años
o más, por lo que se ve es la que se queda. Abraza a la que parece ser su hija,
o tal vez sea su hermana (pues son cosas que nunca sabremos) como si fuera la
última vez, como si se le fuera la vida en este momento inmortalizado por la
cámara.
La otra señora posiblemente tenga 45 años o algo más. Lleva una chompa abierta
de un color indefinido entre el rosa y el rojo. Tiene el pelo recogido, una
manta en las manos junto a una bolsa negra. Tiernamente toma a la otra señora
por el cuello mientras le da un beso dulce en la frente. Ella no puede contener
las lágrimas y se nota en su rostro la infinita tristeza de las despedidas. En
verdad sabemos que posiblemente no vuelvan a verse nunca. Y tal vez este mortal
pensamiento sea el que imprima una mayor expresividad en su rostro.
Ahí dónde están representan miles de cosas. Por supuesto que tienen nombres
propios, pero ahora lo mismo daría que se llamen Jacinta, Hilaria, Juana o
Maria. Llegado el punto diremos María y voltearan todas para mirarnos. Lo que
importa es que Bolivia entera se refleja en sus rostros. Esto es del camino que
eligieron. Cierto que es tentador creer que se van porque no encontraron otras
oportunidades, por la falta de empleos, por la inestabilidad, por los bloqueos,
en fin por la razón que sea.
Lo cierto, es que cada una se va por un conjunto de razones diferentes. Aquella
lo hace porque en España pagan 800 dólares mensuales por ser empleada, la otra
porque considera que en este país ya no hay oportunidades y tal vez aquella
porque las oportunidades que encuentra en este valle de lagrimas, no son las que
espera. Suele ocurrir, en Bolivia se pueden trabajar muchos años y conseguir
poco. De ahí que cuando se accede a algún cargo político lo mejor es pensar en
las generaciones futuras y asegurar el patrimonio.
Recuerdo estos temas, porque así es nuestro país. Hace algunos meses la mayor
noticia era la alta emigración, que según los brillantes teóricos de la
oposición se debía a que nuestro país se estaba "cubanizando" y la gente se iba
para no tener que aguantar a Evo. Hoy se sabe que el único tema era la visa.
Quién sabe, quizás los que se fueron estén mejor, son cosas que nunca sabremos,
por lo pronto vaya un saludo a todos los compatriotas que viven allende los
mares y sepan que acá los extrañamos un montón.
(*) El autor es economista. Contactos: duranchuquimia(arroba)gmail.com