Latinoamérica
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El peligro del disparate uribista
SINALTRAINAL
El actual régimen político se identifica por su carácter antidemocrático,
terrorista, militarista, pronorteamericano y oligárquico. Es antidemocrático
porque recorta cada vez más las libertades políticas y sociales. Este gobierno
ni siquiera permite que los trabajadores se organicen en sindicatos, cada vez es
menor el número de trabajadores sindicalizados y estos son perseguidos
implacablemente en las fábricas, empresas y establecimientos de servicios. Los
periodistas críticos son amenazados de muerte –los casos de exilio de Fernando
Garavito y Daniel Coronell y la persecución a Hollman Morris así lo atestiguan-.
Los defensores de derechos humanos siguen siendo hostigados y tachados de
cómplices del terrorismo y la oposición política es puesta en la picota pública
por Uribe, sus consejeros, ministros y altos funcionarios del Estado, los
gremios oligárquicos y los grandes medios de comunicación, al ser acusados de
tener vínculos con las Farc. José Obdulio Gaviria, el asesor más importante del
sátrapa, un oscuro personaje considerado por muchos el Rasputín criollo, primo
de Pablo Escobar, hermano de dos narcotraficantes detenidos en Estados Unidos y
de uno de los acusados de participar en el asesinato de Guillermo Cano, director
del diario El Espectador, habla de que "exterminarán" la insurgencia antes de
2010, y el Ministro de Agricultura, la voz de la ultraderecha asociada a
terratenientes y agroindustriales, quienes han sido acusados reiteradamente de
tener vínculos con el paramilitarismo, declara que la alternativa al intercambio
humanitario y a la negociación política es "todos los terroristas muertos… o
todos en la cárcel".
Ese frenesí discursivo oculta con mucho cuidado los estrechos lazos establecidos
por las cabezas del régimen con los paramilitares. Se esconde la presión que
ejerce el presidente de la república al presidente de la corte suprema de
justicia para que le informe sobre el estado de la investigación por nexos con
el paramilitarismo, que desarrolla este último organismo contra Mario Uribe,
primo del jefe del Estado y socio de Uribe en compra de enormes extensiones de
tierras en diferentes partes del país. Los videos en donde aparece el presidente
reunido en "público", lo que Uribe califica de legitimo, y en "privado" con
connotados lideres paramilitares no despiertan ninguna manifestación y menos un
llamado de los medios de comunicación a marchar contra quienes, con la bendición
de los gringos y sus multinacionales, la oligarquía, los partidos políticos
tradicionales y uribistas, el estado colombiano, los altos funcionarios y los
militares, han asesinado a cientos de miles de colombianos de la forma más
brutal posible en medio de una guerra que ha servido para arrebatar las tierras
a 4 millones de colombianos, empobrecer a 30 millones, lanzar a la indigencia a
14 millones, llevar al hambre extrema a 6 millones, despedir a más de un millón
de trabajadores y endeudar exorbitantemente a la inmensa mayoría de la
población, la cual le debe a los bancos, en manos de un puñado de familias
nacionales y extranjeras, alrededor de 130 millones de millones (billones) de
pesos. Los 10 mil millones de dólares, 20 millones de millones (billones) de
pesos, que se gastará el Estado de los ricos en 2008 en la guerra interna, sin
contar los casi 700 millones de dólares aportados por el gobierno de los Estados
Unidos, tampoco suscita ninguna reacción en la elite que maneja el país.
El régimen uribista es guerrerista por principio. Ha aumentado el pie de fuerza
a 500 mil hombres, una de las fuerzas armadas más grandes del mundo en relación
con el número de habitantes de cada país. Con esta conducta pretende perpetuar
la guerra e imponer bajo ese paraguas las medidas más extremas contra la
población, más contrarreformas tributarias, laborales, a la seguridad social,
que ya tramitan en el Congreso, y un proyecto complementario, que pretende
eliminar las pocas posibilidades de manifestación que aun queda. Esta es una
propuesta de otro gris personaje, Carlos García, senador y presidente del
partido social de unidad nacional, nombre tomado por la principal formación
política uribista, el cual es muy parecido al del partido nacional socialista,
con el que se identificaban los nazis en Alemania, dirigida a garantizar las
metas de seguridad, inversión extranjera y "desarrollo" propuestas por los
ideólogos de la clase dominante. Tampoco los de arriba llaman a nadie a
manifestarse contra semejantes exabruptos.
Los asesinatos de campesinos por parte de las tropas oficiales continúan.
Recientemente un sargento de la XV brigada del ejercito, que opera en Norte de
Santander, denunció que esa unidad mataba a los civiles, quienes eran
presentados como guerrilleros dados de baja. Este fue destituido fulminantemente
mientras que el comandante de tal unidad fue ascendido como asesor del
comandante del ejército, general Mario Montoya. Los crímenes oficiales también
han ocurrido en Arauca, Tolima, Antioquia, Chocó, Putumayo y otros
departamentos. Ello acontece a pesar de que el estado colombiano tiene la
obligación constitucional de proteger a la población civil y sacarla del
conflicto; pero desafortunadamente sucede todo lo contrario. Los millones de
desterrados, los miles de desaparecidos, las masacres, la tortura, la
judicialización de la protesta social, la suspensión de las libertades y
derechos políticos, la aplicación de zonas de consolidación y rehabilitación,
los bombardeos indiscriminados, el asesinato de civiles y la negación de los
derechos fundamentales resumen la política de la oligarquía colombiana y sus
patronos: los dueños de grupos financieros, multinacionales y los círculos
políticos y de poder que controlan el gobierno de los Estados Unidos. Una vez
más, esta política terrorista no despierta reacción alguna por parte de quienes
detentan el poder.
La oligarquía uribista se ha sumado con entusiasmo a los planes diseñados por
los halcones del gobierno de Bush. No sólo han profundizado el plan Colombia,
que hace parte de la geopolítica de los Estados Unidos para el área Andina,
dirigida a derrotar militarmente a la insurgencia colombiana y convertir de paso
a Colombia en el Israel suramericano, guardián de los intereses de la primera
potencia mundial en el subcontinente, con capacidad militar para agredir a
cualquier vecino que se salga de la orbita de influencia gringa. Recordemos que
el gobierno de Uribe fue el único de América Latina que apoyo la invasión a
Irak. Esos son pasos concretos que muestran la intima asociación entre los
uribistas y los reaccionarios yanquis. También se demuestra esos nexos con la
presencia de mercenarios norteamericanos, que pertenecen a ocho agencias de
seguridad privada, auténticos rambos pagos por el Pentágono; alrededor de 1.500
asesores más, adscritos al Comando Sur del ejército estadounidense, hacen
presencia muy significativa en nuestro territorio, especialmente en el
departamento de Arauca y particularmente a lo largo de la frontera con
Venezuela. El Plan Cheney, que traza la estrategia del Estado yanqui para
controlar directamente las principales fuentes energéticas del mundo, reza que
se debe invadir a aquellos países donde se encuentran dichos depósitos, entre
ellos los de la cuenca del Orinoco, que hoy por hoy es la que tiene mayores
existencias probadas de hidrocarburos en el planeta.
El gobierno de Chávez se ha apartado decididamente de los intereses y políticas
de los gringos. Ha impulsado el Alba, el Banco del Sur, la integración
energética latinoamericana y del Caribe, mediante Petrosur y Petrocaribe.
Actualmente esas propuestas se convierten en referentes para los pueblos que se
oponen a la oprobiosa dominación imperialista en esta parte del mundo. Ello no
gusta para nada a Bush y su corte y menos a la oligarquía colombiana y a Uribe.
Tratando de generar una maniobra de desprestigio al presidente venezolano, su
similar colombiano lo pone de árbitro en el intercambio humanitario, creyendo
que Chávez iba a fracasar en la mediación. Sin embargo, cuando se entera que la
negociación va por buen camino, lo saca abruptamente de la negociación. Luego
sabotea la entrega unilateral de las dos retenidas, bombardeando intensamente
las zonas donde se presumía se encontraban estas, haciendo fracasar
simultáneamente la labor de la comisión internacional que se había desplazado al
país con el fin de recibir a las retenidas. Finalmente ocurre la entrega,
después de poner al descubierto como las FARC no tenían a Enmanuel, exacerbando
a la opinión pública nacional e internacional contra esta fuerza guerrillera y
contra Chávez. A continuación lanza un duro ataque al presidente venezolano,
calificándolo de expansionista, en medio de una gran campaña patriotera lanzada
por todos los medios de comunicación de los ricos. En esa vía, Germán Vargas
Lleras, senador de Cambio Radical, un uribista recalcitrante, declara en Caracol
que se debe llegar hasta el acuartelamiento de primer grado, una alerta general
de guerra, de las fuerzas armadas colombianas. La histeria guerrerista
oligárquica llega al extremo de llamar a la defensa de la patria, rodear al
presidente de la república unánimemente, declarar traidores a la patria a
quienes disienten de la agresión uribista, entre ellas la senadora Piedad
Córdoba, y llamar agresor a Chávez, cuando este en realidad es quien va a ser
atacado.
Una forma muy particular de volver verdad una mentira a toda luz. Esa inversión
de la realidad la hacen los medios de comunicación nacionales cuyos dueños son
las familias Ardila Lulle, dueña de RCN radio y televisión, Santodomingo,
propietario del canal Caracol, El Espectador y Cromos y Santos en compañía de la
ultraderecha española, reunida en el Grupo Planeta, dueños, entre otros, del
grupo editorial el Tiempo y de la revista Cambio, complementados por Caracol
radio, que es de los españoles del Grupo Prisa. De cual patria hablan los
españoles y las multinacionales gringas, europeas y norteamericanas, cuyos
dueños y administradores cierran filas con Uribe.
Paradójicamente quienes más llaman a subir la histeria patriotera son los
extranjeros, que se lucran inmensamente explotando los recursos y los
trabajadores de nuestro país. Quienes se han apropiado de los bienes público,
mediante las privatizaciones, muchas de ellas compradas a "precio de huevo" por
grupos financieros españoles como Endesa, Gas Natural, Unión FENOSA, Repsol y
Aguas de Barcelona, claman por la "repeler la agresión" chavista. Desde cuando
los dueños de esas multinacionales defienden los intereses nacionales. ¿Quien
les adjudicó a los ricos extranjeros la noble tarea de defender la soberanía
nacional, supuestamente pisoteada por Chávez? Los que se lucran de la
dependencia, la explotación y el empobrecimiento de las mayorías del país ahora
siembran la histeria nacionalista entre la masa pequeño burguesa y los sectores
más atrasados. Al menos en Colombia, estos nuevos "patriotas" han logrado
desprestigiar la mediación humanitaria del Presidente Hugo Chávez, hacen
aparecer a la comunidad internacional como solidaria de la posición uribista y
pretenden quitarle, con estas maniobras, legitimidad a los procesos democráticos
en América Latina, agudizar el conflicto en Colombia, dividir con odio a
nuestros pueblos, crear un conflicto militar entre naciones y justificar la
intervención de los Estados Unidos a nombre de la Paz y la Democracia para
apoderarse de los territorios donde están los recursos naturales estratégicos
que necesita ese país y las multinacionales para seguir controlando el mundo y
la riqueza.
Por lo demás, quienes controlan el poder en nuestra nación propagandizan
intensamente un mensaje agresivo y violento para escalar la guerra y burlar
cualquier tipo de solución política a la crisis nacional. A los gobierno de
Colombia y Estados Unidos no les conviene reconocer la condición política de la
insurgencia, ni aceptar la existencia de un conflicto social y armado. Con ello
persiguen justificar la guerra, bajo la teoría de la seguridad democrática,
posicionar su Estado Comunitario, impedir la realización de los cambios
democráticos necesarios y negar a las mayorías la paz, el trabajo, la
redistribución de la riqueza, el bienestar, la soberanía nacional y la
integración latinoamericana.
Reconocer el carácter político de la insurgencia es un riesgo para los intereses
de la oligarquía, implicaría reconocer la existencia de proyectos políticos
revolucionarios en armas y puede constituirse en un paso hacia una salida
negociada al conflicto. El calificativo de "terroristas" contra la insurgencia
persigue que la población no respalde un proceso de democratización de la
sociedad colombiana, crea confusión en ella a fin de justificar la guerra, la
intromisión de los Estados Unidos, el aumento formidable del gasto militar,
asegurar la continuidad del plan expansionista del capitalismo y apoderarse de
los recursos naturales y del acumulado productivo y de servicios, que son la
fuente de riqueza de la nación.
En ese marco es que el régimen Uribista, los imperialistas, los partidos
tradicionales, la oligarquía que lo apoya, sus medios de comunicación, la
iglesia, los paramilitares, los intelectuales de derecha y la derecha del Polo
llaman a una marcha contra el "terrorismo", presentándola como una convocatoria
espontánea de los "demócratas y patriotas". En realidad, tal evento está
fríamente calculado para mostrar el "sólido" apoyo que tiene Uribe, cuya
popularidad llega supuestamente al 80%; ella es "medida" por Jorge Londoño,
hermano de Juan Luís Londoño, el ya fallecido ex ministro de la protección
social, quien era uno de los ideólogos del presente régimen. Su propósito:
consolidar la segunda reelección del personaje de marras, cuando se nos viene
encima una grave crisis económica, Colombia es el país más vulnerable en América
Latina al impacto de la recesión que azota a los Estados Unidos, y en medio de
la enunciada "hecatombe" del máximo representante de la siniestra alianza
establecida por los dueños y administradores de las multinacionales, la
oligarquía financiera criolla, que controla una buena parte de la economía
nacional, la burguesía burocrática, representada por los corruptos funcionarios
del Estado oligárquico, quienes se han lucrado históricamente robando el fisco
nacional, los terratenientes, clase de donde procede Uribe, hoy más fuertes que
nunca gracias a la violencia paramilitar, y la poderosísima lumpen burguesía de
Mancuso, Báez, "Macaco", los Castaño, "Don Berna" y demás jefes mafiosos y
paramilitares. Estos son los "patriotas" que llaman hoy a la defensa de la
soberanía nacional y a la confrontación contra quienes osan ofenderlos. Apoyar,
por tanto, estas convocatorias de esa oligarquía y su Estado, es respaldar su
proyecto excluyente, es legitimar su política, es aprobar que Colombia siga por
el camino de la guerra, la cual producirá más dolor, muerte y destrucción.
Hasta en las urnas, el pueblo, con 10 millones de votos, apuntaló el mandato por
la paz ¿Será usted uno de los que desea la paz? Si es así, entonces no lo dude.
No apoye el plan de guerra de la oligarquía, organícese y luche por la soberanía
nacional, la paz, el trabajo, el bienestar y la democracia que tan urgentemente
necesitan nuestro país.
¡Solución política negociada al conflicto social y armado! ¡Intercambio
humanitario ya!
¡Por un gobierno soberano, democrático, de unidad y reconstrucción nacional para
resolver la crisis nacional! ¡No a la guerra oligárquica contra el pueblo! ¡No
marche el 4 de febrero de 2008! ¡La paz es un derecho que tenemos todos los
colombianos!