Don Varito Corleone es la realizaci�n del gran sue�o del capo de las drogas Pablo Escobar Gaviria, de tomar en sus manos, el gobierno y las riendas del poder en Colombia. Y Varito -por Alvarito-, m�s exactamene el "Doctor Varito", era el nombre cari�oso, cargado de amor, con que el gran capo de la mafia se refer�a al doctor Alvaro Uribe V�lez, actual Presidente de la Rep�blica de Colombia.

Es impresionante y estremecedora la revelaci�n de Virginia Vallejo en su betseller Amando a Pablo, odiando a Escobar, sobre el pasmoso proceder delictivo con que el actual Presidente de Colombia, en ese entonces director de la Aeron�utica Civil, entreg� una a una, centenares de licencias a la mafia para operar pistas clandestinas en la selva, desde donde despegaban hacia los Estados Unidos, centenares de aviones repletos de coca�na. Es posible que su estrecha relaci�n y hermandad con su consiglieri Jos� Obdulio, primo de Pablo, venga de esa �poca de la danza de los d�lares y del imperio de los laboratorios cocaineros de Tranquilandia.

En este contexto el calificativo de "Casa de Narqui�o" que el columnista Felipe Zuleta le da al Palacio de Nari�o, sede del gobierno en Colombia, no suena ni estridente ni discordante, pues desde all� no solamente despacha Varito Corleone. El vicepresidente Francisco Santos, inspirador de un bloque paramilitar que ensangrent� a Bogot�, utiliz� en el pasado la embajada de Colombia en Espa�a, encabezada por el hijo del empresario Carlos Ardila Lulle, para realizar intensos contactos con la mafia paramilitar. All� recibi� de Rosemberg Pab�n la noticia de la conformaci�n de un nuevo Bloque narco-paramilitar en el departamento del Valle.

Si el gobierno de Alvaro Uribe V�lez o Varito Corleone, se sostiene contra la �tica y el decoro, es gracias al apoyo militar y pol�tico del gobierno de los Estados Unidos, del Rey y el gobierno del Estado Espa�ol, al apoyo de los due�os de RCN, de Caracol y el diario El Tiempo que lo encubren y lo protegen, a trav�s de la imagen, la voz y la pluma de la manipulaci�n. Guardan silencio ante el torre�n de los nexos del "doctor Varito" con la mafia y la narco-para-pol�tica. S�lo atacan a sus peones y a uno que otro de sus alfiles; mientras que a �l lo resguardan en un nicho forrado por el tefl�n de la infamia.

Gracias a estos �ltimos ya no se recuerda que Alvaro Uribe V�lez fue el oferente en el Hotel Tequendama de un homenaje de desagravio y exaltaci�n, al general Rito Alejo del R�o, pavoroso carnicero del pueblo de Urab�, el mismo que embarc� en dos aviones, en el aeropuerto Los Cedros de Apartad�, al contingente paramilitar, que d�as despu�s perpetrara la masacre de Mapirip�n.

El padrino de aquella mafia, el patriarca del crimen de la extraordinaria novela de Mario Puzo, mataba sin compasi�n, con diplomacia o sin ella, para asegurar el secreto o eliminar a sus adversarios. En Colombia habr� qu� averiguar qui�n est� tras las muertes violentas del amigo y luego enemigo de don Varito Corleone, Pedro Juan Moreno, en un helic�ptero del narco paramilitar "don Guillo", y del asesinato de C�sar Villegas, personaje del proceso 8.000 y testaferro de Uribe en la Aeron�utica Civil, lo dos, muertos en el escenario preferido de las vendettas gansteriles.

Cada vez que don Varito Corleone sale de gira internacional escoge el mejor disfraz de democracia de su ropero en la Casa de Narqui�o. Y lo recibe el Borb�n en su resaca, tambi�n el perverso Solana, y el presidente espa�ol, que debieran m�s bien reconocer la autodeterminaci�n al pa�s vasco en lugar de avalar sinverg�enzas � Bush si sabe qui�n es, pero sabe que es el de ellos. Esas visitas del "doctor Varito" no las registran los titulares de la prensa mundial. El truco consiste en llevar en el avi�n presidencial a Caracol y a RCN para hacerles creer a los colombianos que es la noticia internacional del momento. Frot�monos los ojos que no es tiempo de enga�os. La silla presidencial de Uribe debe ser convertida en banquillo de los acusados.

Monta�as de Colombia, enero 24 de 2008

Iv�n M�rquez es integrante del Secretariado de las Farc-EP.