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¿A qué teme la oposición en Bolivia?
Rubén Martínez Dalmau
Rebelión
El domingo 27 de enero de 2008 el Prefecto "y Comandante General" del
Departamento de Santa Cruz, Rubén Costas, publicó en todos los periódicos del
país una carta de página entera dirigida al Sr. José Miguel Insulza, Secretario
General de la OEA, donde expresa improperios contra el proceso constituyente y
el proyecto de Constitución de Bolivia que se votó en Oruro hace poco más de un
mes. Se trata de una respuesta, escrita con poca reflexión, a las declaraciones
de Insulza en su reciente visita a Bolivia de apoyo al proyecto constitucional.
No es que Insulza haya lanzado grandes loas al texto; simplemente dijo lo que
una persona mínimamente instruida y objetiva que lea el proyecto, diría: que la
democracia en Bolivia no está amenazada, que el texto constitucional garantiza
los derechos fundamentales, y cosas por el estilo. Lugares comunes si no fuera
porque en Bolivia, todo lo que significa respaldo nacional o internacional al
proyecto de Constitución, produce extrañas reacciones surgidas más de las
vísceras que de la cabeza.
La reacción del Prefecto de Santa Cruz era, por tanto, previsible. Haciendo
alusión a una resolución de la III Cumbre Judicial Nacional (reunión de jueces
que demuestra la situación del poder judicial en el país), entra en los
argumentos tan manidos como falsos que ya conocemos. Que el proyecto fue
aprobado contraviniendo las normas del procedimiento, cuando la Asamblea
Constituyente cumplió escrupulosamente con la Ley de convocatoria y sus
reformas, así como su propio Reglamento; que se vulneró el derecho de la
oposición a intervenir en el debate constituyente, cuando la oposición participó
en pleno en todas las sesiones hasta las aprobaciones de Sucre y Oruro, donde se
negaron a acudir en un intento desesperado –y fracasado- de impedir que hubiera
quórum suficiente para sesionar (por otro lado, una manera muy democrática de
actuar); que no se aprobó el texto final con dos tercios de todos los
constituyentes, cuando si leen la ley de convocatoria y el Reglamento –en cuya
redacción participaron- se percatarán que no es necesaria esa mayoría, sino la
de dos tercios de los presentes, para la aprobación del texto, y se obtuvo mucho
más que este apoyo; que es la "Constitución del MAS", cuando prácticamente todas
las fuerzas estaban representadas, entre ellas varias de la oposición, con
constituyentes de PODEMOS y, casi al completo, la bancada de Unidad Nacional, y
participaron constituyentes de los nueve departamentos del país.
Por no decir que siguen alegando que no se cumplió el mandato del referendo
autonómico, cuando el proyecto prevé no sólo facultades
normativo-administrativas para los departamentos, como solicitaba dicho
referendo (que, por otro lado, perdió en la totalidad del país), sino también
competencias legislativas; y que la Constitución se aprobó con un puñado de
horas de discusión, cuando ha sido una de las Asambleas constituyente modernas
más largas: año y medio de debates, informes, consultas a la población... En
fin, para qué aburrirles. Ya conocen la cantaleta y el método de Goebbels: una
mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad. Lean las
aclaraciones de la Presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte,
publicadas el día después, donde desmonta una por una las "razones" del
Prefecto.
La carta del Sr. Costas hubiera pasado desapercibida si no contuviera un
elemento sorpresa de los que hacen doblar la ceja. En varias ocasiones, el
Prefecto insiste en que ese proyecto "ilegal" de Constitución no debe someterse
a referendo: "Pasar por alto la ilegalidad del Proyecto –dice el "Comandante
General"- para someterlo a consideración ciudadana significa no sólo convalidar
los atentados a la democracia y al Estado de Derecho, sino comprometer a la
ciudadanía en la validación de un texto arbitrariamente impuesto". ¡Cáspita!
–que diría el Capitán Trueno-, ¿cómo puede "imponerse arbitrariamente" a la
ciudadanía un texto votado por la mayoría del pueblo? Los teóricos de la
política ya pueden darle vueltas al asunto; quizás encuentren la cuadratura del
círculo.
Ha tenido suerte el Sr. Costas de que este proceso constituyente boliviano es
plenamente democrático. Si hubiera sido cualquiera de los tantos anteriores que
ha experimentado el país, el proyecto de Constitución no sería un proyecto, sino
una Constitución. Nunca antes se ha votado en Bolivia un proyecto
constitucional; las constituciones anteriores no requerían de ninguna consulta
al pueblo; entraban directamente en vigor. Pero la disposición final de este
proyecto de Constitución es clara: para que entre en vigor tiene que ser
aprobada por el pueblo boliviano. Esto es, la máxima expresión de la democracia.
Intentemos hurgar un poco más en el miedo del Sr. Costas que, en definitiva, es
el miedo de la oposición boliviana. Hace poco los prefectos acudieron a la
solicitud de diálogo del Presidente para estudiar el régimen autonómico de la
Constitución, pero en la segunda reunión patearon el tablero pidiendo que se
debatiera la "ilegalidad" del texto. Demuestra esta acción lo que todos
sospechábamos: que no son capaces de entrar a debatir el contenido del proyecto.
¿Y por qué?
¿Será porque el proyecto de Constitución de Bolivia, si finalmente entra en
vigencia, será en muchos aspectos la Constitución más avanzada de América
Latina, si no del mundo? ¿Será porque establece derechos fundamentales como la
soberanía alimentaria o el derecho al agua? ¿Será porque crea un Estado
pacifista que renuncia a la guerra de agresión? ¿O será quizás porque establece
mecanismos de justicia social que, manteniendo la propiedad privada, crea nuevos
cauces para la redistribución de la riqueza?
Pensándolo bien, quizás sea porque los recursos naturales del país van a ser
propiedad del pueblo boliviano y no podrán ser privatizados; o porque se
reconoce el derecho de las minorías, marginadas durante siglos en un sistema de
desigualdad social atroz. Puede ser porque desaparece la independencia de un
banco central neoliberal; o porque establece el mayor catálogo de derechos
constitucionales reconocido, así como un sistema de garantías envidiable; porque
crea puentes entre los diferentes sectores del país, incorporando a los pueblos
indígenas históricamente relegados de sus tierras originarias; o porque afirma
que los miembros del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional deben ser
elegidos democráticamente por el pueblo...
Pero si no es por nada de esto... ¿A qué teme la oposición en Bolivia? ¿Quizás
tiene miedo de que el pueblo boliviano se percate de los avances incuestionables
del proyecto de Constitución, o de que el texto ha recogido sus aspiraciones de
cambio, de avance hacia el "vivir bien" boliviano, que tanto dolor y sangre ha
costado en las luchas sociales?
Es decir, ¿teme la oposición boliviana a una contundente victoria del "Sí" en el
referendo aprobatorio? Eso sería todo un problema, ¿verdad Sr. Costas? Vaya, en
qué problema les metió quien inventó la "ilegal" democracia.
Rubén Martínez Dalmau es Vicepresidente de la Fundación CEPS y profesor de
Derecho Constitucional en la Universitat de València.
martinezdalmau@gmail.com