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Porqué importa Bolivia
Laura Carlsen
Traducción por: Adriana Alvarez Andrade
Programa de las Américas
El Palacio Nacional en Bolivia es un edificio colonial clásico que se sitúa
en la, siempre poblada por palomas, Plaza Murillo en el centro de La Paz. Éste
es más conocido como el "Palacio Quemado" debido a que ha sido incendiado
reiteradamente por disidentes de uno u otro bando a lo largo de los siglos desde
que Bolivia ganó su frágil independencia. Actualmente, pintado de un alegre
color amarillo, el edificio se erige como el recordatorio de un pasado
conflictivo y un futuro fresco.
Durante el periodo colonial los españoles explotaron sin piedad la riqueza
mineral del país; provocando durante el proceso, la muerte de cientos de miles
de mineros indígenas y levantamientos que marcaron la historia de la nación con
sangre y leyendas. Entre el trabajo forzado, la guerra de independencia y las
enfermedades europeas, la nueva nación comenzó su vida como una república rica
en recursos naturales pero con una población diezmada. En las palabras de un
historiador en 1831, Bolivia era como un "limosnero sentado en un trono de oro."
En muchos aspectos, los predicamentos de la nación cambiaron poco a lo largo de
los dos siglos de vida republicana. La población indígena, si bien ya no estaba
esclavizada, confrontó inequidad permanente en lo que respecta a instituciones
políticas y oportunidades económicas. El flujo constante de riqueza, proveniente
de los recursos naturales, hacia la elite criolla—aliada con intereses
extranjeros—creó brechas profundas en la sociedad boliviana. Estos flujos
cambiaron de forma pero escasamente disminuyeron con el advenimiento de la
globalización.
El gobierno del presidente Evo Morales llegó al poder en enero de 2006 con
grandes planes para cambiar todo esto. La principal promesa que hizo a sus bases
de indígenas y empobrecidos fue reformar la Constitución para asegurar a la
mayoría indígena el ejercicio cabal de su ciudadanía y para redistribuir la
riqueza nacional a favor de los pobres.
A pesar de ganar por una absoluta mayoría en las elecciones presidenciales de
2005, la administración Morales ha tenido una dificultad considerable para
traducir su capital político en un proceso eficiente de reforma.
La revisión Constitucional
Para el incipiente gobierno del Presidente Evo Morales, una nueva
constitución es la piedra fundacional necesaria para un cambio duradero. El
objetivo es crear una nueva estructura legal para la sociedad boliviana, que por
primera vez en la historia de la nación respete y reconozca legalmente la
diversidad en un país plurinacional.
La Asamblea Constituyente emergió como una demanda de los movimientos sociales
de los noventa, específicamente en la Guerra del Agua de Cochabamba en
2000-2001. En años recientes, los gobiernos neoliberales realizaron cambios a
las leyes y a la Constitución para otorgar a los inversionistas privados acceso
prácticamente completo a los recursos naturales y a los servicios básicos,
exponiendo a esta nación empobrecida a una de las formas más desiguales y
abusivas de globalización de las que se tenga registro en el hemisferio.
Estos cambios legales se volvieron el sello de sus gobiernos y también el origen
de su colapso. Por ejemplo, el Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada escapó en
2003 a los Estados Unidos después de que su gobierno colapsó ante las protestas
masivas que tuvieron como resultado docenas de muertes. Él y el entonces
Ministro de Defensa Sánchez Berzaín enfrentan actualmente solicitudes de
extradición y una demanda legal del Centro para los Derechos Constitucionales
por daños relacionados al asesinato de 67 mujeres, hombres y niños en las
protestas de septiembre y octubre, prácticamente todos pertenecientes a
comunidades indígenas Aymara.
Después de tomar el poder, el gobierno de Morales inmediatamente instituyó la
Asamblea Constituyente. El proceso sin precedentes requirió establecer
instituciones y reglas nuevas que han generado ambigüedad en algunas ocasiones y
conflicto a lo largo del proceso. Negociaciones hostiles, movilizaciones
callejeras de diversos bandos y agitadas advertencias de ingobernabilidad por
parte de los medios de comunicación, mantuvieron a la nación en caos casi
permanente desde julio de 2006 hasta la fecha límite del mandato el 14 de
diciembre del 2007. La mayor parte de ese tiempo la Asamblea estuvo suspendida.
El gobierno ha sido criticado frecuentemente tanto por la izquierda como por la
derecha por errores de juicio y procedimiento, pero éste ha intentado mantener
el diálogo abierto. La oposición conservadora ha tomado una posición de
confrontación hacia la Asamblea Constituyente desde el principio; esta última
está presidida por la indígena Quechua y defensora de los derechos de las
mujeres Silvia Lazarte.
La poco coordinada oposición ha zigzagueado entre llamadas por mayor adherencia
a la ley y actos ilegales de sabotaje, incluyendo violencia proveniente de los
comités cívicos y grupos neofascistas locales. Finalmente, algunos pero no todos
los partidos conservadores de derecha, lanzaron un boicot al proceso
institucional.
La Asamblea enfrentó un obstáculo tras otro. Los debates acerca de la
representatividad, la autonomía regional, la tenencia, y una antigua discusión
acerca de dónde debía ser físicamente asignado el capital de la nación (Sucre o
La Paz), pusieron a prueba los límites de un país que enfrenta intereses
enraizados y las incertidumbres de cambiar un sistema históricamente injusto por
uno nuevo que está aún por definirse.
Hacia el Referéndum
Finalmente, el nueve de diciembre la Asamblea aprobó el texto constitucional
con los dos tercios de votos requeridos, pero con un boicot del principal
partido político conservador, PODEMOS. El texto ahora se someterá a un
referéndum nacional, pero solo después de que se lleve a cabo un referéndum
separado sobre el asunto crucial de la reforma de la tenencia de la tierra.
En una entrevista reciente con el
Programa de las Américas del CIP, el Vice-Presidente
Álvaro García Linera afirmó que los conflictos tienen sus raíces en la historia
boliviana y reflejan una etapa, si bien difícil, de redefinición democrática
saludable.
Después de boicotear a la asamblea, cuatro de los nueve gobiernos
departamentales declararon su autonomía, con algunos líderes amenazando incluso
con la secesión. Ellos han comenzado a compilar firmas para llamar a un
referéndum sobre una forma aún más radical de autonomía que podría otorgar a los
gobiernos locales amplio control sobre los recursos naturales ubicados en sus
territorios, así como erosionar la autoridad del gobierno central y la cohesión
nacional. Dado que esos departamentos concentran mucho del petróleo, gas y
producción agrícola de la nación, la intentona es un serio reto al gobierno de
Morales, el cual ha respondido declarándola divisionista e ilegal.
El texto de la Constitución propuesta comienza declarando que Bolivia es "un
Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario, libre, autonómico y
descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural" que está
fundado en "la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico,
cultural y lingüístico".
Tal cantidad de adjetivos revela la complejidad del proyecto político que tienen
por delante. La declaración de principios, refleja tanto la historia reciente de
las luchas de los movimientos de base de Bolivia por la representación política
de la mayoría indígena, como esfuerzos similares en otras naciones
latinoamericanas con poblaciones indígenas semejantes. También refleja la
antigua discusión acerca del balance de poder entre los gobiernos locales,
estatales y federal al reconocer cuatro tipos de autonomía: departamental,
regional, municipal e indígena. En la práctica, lidiar con el traslape entre
demarcaciones autonómicas será un reto.
Un análisis detallado de los 411 artículos propuestos se vuelve ahora la
principal tarea de la sociedad boliviana, al tiempo que la Constitución se
somete a referéndum popular. Pero el otro elemento clave que vale la pena
mencionar es el concepto central de la Constitución de construir un Estado que
controle y regule el uso de los recursos naturales para el bien público. Este es
un cambio de océano político que se aleja de una era en la que se asumía que lo
que era mejor para el sector privado lo era también para la nación entera.
Porqué es importante Bolivia
Para los de afuera, el problema en Bolivia puede parecer meramente el último
de una serie de conflictos sin fin en una pequeña nación conocida por su
inestabilidad política.
Los medios de comunicación estadounidenses, controlados por corporaciones, han
construido cuidadosamente una imagen de una población relativamente ignorante y
violenta que arrasa rampante instituciones desesperadamente débiles. Esta imagen
distorsionada persiste aún cuando los profundos cambios propuestos por el
gobierno han sido conducidos mayoritariamente a través de canales legales y que
ha sido la oposición conservadora la que ha tratado de socavar esos procesos.
La representación en la prensa internacional del carácter indígena del liderazgo
de Morales y su soporte popular, reflejan un sutil pero palpable sesgo racista,
con el Wall Street Journal encabezando la "Evo-paliza". Morales, un presidente
indio, es frecuentemente caricaturizado como el peón del presidente venezolano
Hugo Chávez. Y sus estrechos nexos con los cultivadores tradicionales de coca
son representados como las actividades nefastas de un señor de las drogas.
Numerosos reportes de prensa retratan a las organizaciones indígenas como
insensatos que pretenden desmantelar los restos de instituciones bolivianas
dudosamente democráticas.
La perversión de los ataques al gobierno de Morales revela el impacto global
potencial de lo que esta tratando de hacer. Bolivia es importante para todos
aquellos que buscan sociedades más justas y estables por dos razones que el
Vicepresidente García Linera describe como las "dos conquistas de la
igualdad"—la justicia política y la justicia económica.
Los intentos del gobierno por establecer las condiciones necesarias para el
ejercicio pleno de la ciudadanía de los pueblos indígenas, va más allá de un
acceso igualitario a formas limitadas de democracia representativa. Reconocer
los derechos de los 36 pueblos mencionados en la nueva Constitución, implica
crear mecanismos concretos para armonizar formas comunitarias y liberales de
justicia y gobierno que poseen lógicas muy diferentes. Cada nación en el
hemisferio occidental, en donde los pueblos indígenas han sobrevivido campañas
genocidas durante los últimos cinco siglos, enfrenta este reto.
El segundo reto, el esfuerzo de lograr el uso sustentable de los recursos
naturales para el bien público, pone a prueba la capacidad del gobierno de
cambiar lo impuesto por el sistema global neoliberal. ¿Puede un país escalar
desde la pobreza hacia un desarrollo equitativo a través de una reforma
constitucional? La respuesta depende en gran medida de las dinámicas de la
política boliviana y de la habilidad del liderazgo político. Pero también
dependerá de las limitaciones externas. Al evaluar esas limitaciones, el
analista político mexicano Adolfo Gilly apunta que "los límites inelásticos que
imponen aquellos que gobiernan, ya sea la resistencia feroz de las clases que
han sido desplazadas del poder y sus representantes políticos y económicos,
tanto extranjeros como domésticos; o la jaula metálica en la cual el nuevo orden
neoliberal encierra a las posibilidades de acción, junto con la inminente
presencia de su poderosa base material, el Pentágono—la fuerza militar de los
Estados Unidos; o los límites materiales de escasez, aislamiento nacional y
pobreza."
Por diferentes vías, la administración Morales ha hecho todo lo posible por
romper las ataduras que los limitan. Anunció el rompimiento de relaciones con la
Escuela de las Américas, una instalación de entrenamiento militar que ha
producido una larga lista de dictadores y torturadores a lo largo del
hemisferio.
Con respecto a la economía global, el gobierno boliviano decidió separarse del
Centro Internacional para el Arreglo de Disputas de Inversión del Banco Mundial;
un sistema de arbitraje comercial caracterizado por sus poderes supranacionales,
su falta de transparencia y su sesgo hacia los inversionistas.
Bolivia ha buscado la renegociación de su Tratado de Libre Comercio con México,
así como se ha opuesto al tratado comercial con Estados Unidos, al tiempo que
firmó el Acuerdo Comercial de los Pueblos con Venezuela y Cuba. En marzo de
2006, el gobierno estableció que no buscaría renovar su acuerdo en receso con el
FMI, institución responsable de imponer las políticas neoliberales que dañaron
la economía nacional y sus sectores más vulnerables.
La respuesta internacional
La respuesta de la administraron Bush al gobierno de Morales ha sido hostil
pero reservada. La estadounidense Agencia para el Desarrollo Internacional, ha
promovido la asignación de fondos a proyectos en regiones opositoras para
fortalecer la resistencia a las políticas del partido de Morales, Movimiento al
Socialismo (MAS), como parte de su programa "Construcción de la Democracia". El
embajador estadounidense en Bolivia, Phillip Goldberg, ha tenido roces
frecuentes con el gobierno boliviano en lo relativo a acusaciones de ofrecer
ayuda con objetivos político. El embajador recientemente mencionó que la
relación entre los dos países era "complicada" y enfatizo que la cooperación se
enfocaría a reducir el cultivo de la coca. Esta aseveración es ominosa dadas las
amplias diferencias entre las políticas del gobierno de Morales, de promover el
cultivo tradicional de la coca al tiempo que desmantela la producción de
cocaína, y el modelo estadounidense de lucha contra las drogas, centrado en
programas de militarización y fumigación.
Por otra parte, varios países latinoamericanos se han hecho presentes para
respaldar a Bolivia después de terminada la Asamblea Constituyente. El
presidente Lula de Brasil realizó una visita de estado y anunció una inversión
por mil millones por parte de la compañía petrolera estatal de ese país en los
sectores de gas y petróleo. El anuncio fue particularmente significativo dado
que la gigante paraestatal brasileña, Petrobras, inicialmente protestó por la
nacionalización del control de sus operaciones por parte del gobierno de Morales
y había suspendido toda inversión. La presidenta chilena Michelle Bachelet
también dio un apoyo explícito al atacado gobierno boliviano, al prometer la
terminación de un sistema carretero interoceánico.
Quizá el factor determinante más significativo del éxito del programa de
Morales, será su relación con los movimientos sociales progresistas de los
pueblos indígenas, de los trabajadores, los mineros, las mujeres y otros que
crearon las condiciones revolucionarias que llevaron al MAS al poder. Este
instituto político no es solo la base de soporte del gobierno, sino que es la
verdadera fuente de la soberanía nacional y de los ímpetus de cambio
democrático. Aunque la administración Morales se define a sí misma como "un
gobierno de movimientos sociales", los historiadores Forrest Hylton y Sinclair
Thompson correctamente apuntan que la relación está lejos de ser simple y que
será crucial que la independencia y el espacio político de esos movimientos no
se someta a la lógica del Estado.
Actualmente, Bolivia es un laboratorio abierto. Podría parecer una arena
inadecuada para tan ambicioso experimento: una nación encerrada por tierra de
escasamente nueve millones de habitantes, con fuertes vestigios de política
colonial y la tasa más alta de pobreza en el continente. Aun así, el esfuerzo de
utilizar al Estado para retomar y redistribuir los recursos naturales—cedidos a
intereses económicos privados bajo la globalización—para privilegiar a los
pueblos indígenas y para disminuir la brecha abismal entre los que tienen y los
que no tienen, merece una oportunidad y sin duda proporcionará lecciones al
resto del mundo.
Laura Carlsen (lcarlsen(a)ciponline.org) es Directora del Programa de las
Américas (www.ircamericas.org)
del Centro de Política Internacional en la Ciudad de México, en donde ella ha
sido escritora y analista política durante las ultimas dos décadas.
Fuente: lafogata.org