Latinoamérica
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Tres cuestiones sobre Venezuela que no debería hacer falta que leyera Chávez
Pascual Serrano
Rebelión
Existen varios conceptos manejados en Venezuela por los sectores partidarios del
presidente Hugo Chávez que no termino de compartir y que creo es necesario, al
menos, ponerlos sobre la mesa para el debate. El primero de ellos es lo que
denominan en ese país el "burocratismo", que en España denominaríamos
burocracia. Si bien el diccionario de la Real Academia considera ese término
como " administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las
formalidades superfluas", en Venezuela cualquier ineficacia, incompetencia,
irresponsabilidad e incluso corrupción se presenta como burocratismo. Con esa
maniobra se diluye cualquier responsabilidad y el problema se convierte en una
nebulosa comparable al misterio de la Santísima Trinidad y, por tanto, con las
mismas posibilidades de resolución. Cuando un funcionario no hace su trabajo, un
operario llega tarde a su jornada laboral, un responsable político no cumple sus
compromisos o un técnico no realiza adecuadamente su labor, en lugar de
identificar responsabilidades se saca de la chistera el comodín burocratismo,
con lo que deja de identificarse el funcionario incompetente o el político
farsante para dejar paso a la resignación. No existe ninguna medida tendente a
localizar, con nombres y apellidos, el responsable de la ineficacia o el
estropicio de turno, y menos aún al político que lo designó. Iniciar un proceso
de regeneración ética de las responsabilidades profesionales pasaría por
erradicar la palabra burocratismo, no existe ningún error burocrático que no
tenga detrás a un empleado o un cargo incompetente, por tanto, solo
identificándolo y tomando medidas se logrará mejorar la administración
venezolana.
El segundo concepto de uso recurrente es el de dictadura mediática. Dictadura
mediática la sufren los colombianos, los mexicanos, los españoles, los
estadounidenses y, en general, los ciudadanos de países donde el llamado
pensamiento único está implantado en todos lo medios de comunicación y su
funcionamiento se basa en las rígidas y pervertidas reglas del mercado donde no
hay lugar para la crítica política al modelo neoliberal imperante. Pero en
Venezuela hace diez años que el gobierno se ha posicionado en contra de esas
estructuras, hoy se disponen acompañando al proceso y desmarcándose del mercado
comunicacional, una agencia de prensa estatal, televisiones públicas, radios
públicas y decenas de medios comunitarios y portales de Internet. Es verdad que
existen feroces medios de comunicación privados que no dudan en recurrir a la
mentira y la manipulación, pero eso no es dictadura mediática. Por otro lado, en
países como España existen también agresividades mediáticas similares contra el
gobierno de Rodríguez Zapatero por parte de medios de comunicación privados, sin
que además este gobierno haya tomado posturas políticas radicales como el de
Chávez, pero están más o menos neutralizados mediante una batería de medios
públicos o privados cercanos al gobierno. ¿No será que el recurrente discurso de
la dictadura mediática solo busca ocultar la incapacidad de poner en marcha un
adecuado modelo informativo que contrarreste la agresividad de los medios
privados contra las políticas del gobierno? La dictadura mediática y el consenso
contra el gobierno venezolano lo hay, pero fuera de Venezuela a la hora de
llevar la verdad más allá de sus fronteras. Son los grupos de solidaridad, los
cuerpos diplomáticos venezolanos y los intelectuales extranjeros comprometidos
con el proceso los que deben convivir en un ambiente hostil, de agresión
constante a las políticas de Hugo Chávez y de censura a quien quiera levantar la
voz para defenderlas. Sin embargo, desde fuera de Venezuela, cuando hemos
querido seguir una jornada electoral a través de alguna televisión venezolana
por internet, la única que estaba cubriendo exhaustivamente las elecciones y
cuya señal no se había caído, era la opositora Globovisión. Sucedió la noche del
referéndum para la reforma constitucional y volvió a repetirse en las elecciones
regionales pasadas.
Y el tercer elemento lo observo con frecuencia entre la militancia chavista. Se
trata de publicar constantemente textos dirigidos personalmente a Chávez en los
que piden mejoras en algunos servicios, denuncian determinadas políticas
equivocadas o irregulares o solicitan medidas para diferentes cuestiones. En
aporrea.org se pueden comprobar constantemente. Pero si la atención de todas
esas demandas, la gran mayoría razonables, deben pasar por la lectura y decisión
del presidente no se podrá avanzar nunca. La existencia de un líder es sin duda
un gran valor que permite unidad y cohesión en un proceso revolucionario, pero
el proyecto debe tener todo un equipo de materialización y puesta en práctica de
las políticas. Si un ciudadano considera que se debe mejorar un determinada
infraestructura o atender una imperiosa necesidad municipal, debería haber una
vía diferente a la de publicar una carta en aporrea dirigida a Chávez. Y no
digamos si se trata de una denuncia de corrupción, ¿no hay ninguna instancia más
eficaz que publicar una carta dirigida al presidente? Y si la denuncia era
falsa, ¿por qué no se toman medidas legales contra quien la hizo? ¿Por qué no se
encuentran cartas dirigidas a los diferentes ministros? La mayoría de las
cuestiones que abordan son competencia de ministro para abajo. Quizás en esto se
aprecia el escepticismo de los venezolanos que no confían tanto en sus altos
cargos como en su presidente, pero también sería misión del presidente lograr
que los ciudadanos confíen en los ministros que él elige.
En conclusión, que estos eran los tres conceptos que yo deseaba poner sobre el
tapete con la esperanza de que en algo se puede avanzar, incluso sin que lo lea
Chávez.