Latinoamérica
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"Las violaciones más graves ya no son obra de paramilitares,
sino de las fuerzas de seguridad del Estado y militares"
Entrevista con Mauricio Valiente, coordinador de la misión internacional que
sacó a la luz las ejecuciones extrajudiciales de civiles en Colombia
Gorka Castillo
Agencia Prensa Rural
"España debe exigir explicaciones a Colombia"
Mauricio Valiente es abogado. Ha destapado la práctica de los militares
colombianos de matar civiles para cobrar recompensas pagadas con fondos de la
cooperación internacional. Sigue sorprendido. Y alarmado. El coordinador de la
misión internacional que ha destapado las ejecuciones extrajudiciales de civiles
en Colombia califica está practica sistemática de "crímenes contra la
humanidad". "Ningún país ha podido financiar conscientemente estos delitos".
¿Cuáles son las conclusiones de su informe sobre la situación de los
derechos humanos en Colombia?
La más importante es que han variado las maneras de violar los derechos humanos
y que se registra un agravamiento de los delitos, a pesar de que aparentemente
pueda parecer que han mejorado.
¿En qué ha cambiado?
"Se investigan 2.200 asesinatos, la mayoría cometidos en zonas rurales" Los
actores fundamentales de las violaciones más graves ya no son los grupos
paramilitares, sino que ahora son miembros de las fuerzas de seguridad del
Estado y militares. El ejemplo de su actuación son las ejecuciones
extrajudiciales, también conocidas como "falsos positivos". Su informe sobre las
ejecuciones extrajudiciales es estremecedor-
¿Cómo lo elaboraron?
Nuestra misión comenzó en octubre de 2007. Nos reunimos con muchas autoridades
del país, entre ellas el viceministro de Defensa, Sergio Jaramillo, quien
reconoció la existencia de estas prácticas delictivas en algunas regiones del
oriente antioqueño. Él nos aseguró que se habían tomado medidas para atajarlas.
Sin embargo, un año después se descubre el asesinato de unos jóvenes cerca de
Bogotá a quienes maquillaron como miembros de las FARC. Esta revelación decanta
el escándalo hacia unas proporciones difíciles de cuantificar. La financiación
de estas recompensas por abatir delincuentes y guerrilleros ha levantado mucha
controversia.
La gravedad reside en que la directiva secreta del Ministerio de Defensa
colombiano especifica claramente que los fondos para las multimillonarias
recompensas proceden de las arcas del Estado y de otros provenientes de la
cooperación internacional. Esto cambia el panorama, porque comienza a afectar a
países extranjeros, como España, cuyas ayudas a Colombia nunca han tenido como
objetivo final la financiación de prácticas criminales. Y Uribe debería aclarar
estas sospechas.
¿Qué debería hacer el Gobierno español ante el descubrimiento de este hecho?
Nuestra opinión es que el Gobierno español debe exigir explicaciones claras al
Ejecutivo colombiano sobre el uso que ha hecho de sus recursos económicos. El
Plan Colombia es muy genérico, ya que también contempla proyectos de desarrollo,
pero las pruebas nos indican que sus gestores han dado prioridad a la represión
en detrimento de otras prácticas humanitarias.
¿Qué pruebas tienen de que se haya desviado dinero para financiar hechos
delictivos?
No conocemos los datos con exactitud porque una de las características del
Gobierno de Uribe es la opacidad. Sí sabemos que una parte de la partida
presupuestaria presentada como inversión social ha sido destinada a la
reinserción de paramilitares en nuevos mecanismos de control social como
guardacostas y vigilantes en zonas urbanas.
Antes de presentar el informe en España, ustedes lo hicieron público en
Colombia, ¿cuál fue la respuesta del Gobierno colombiano?
En primera instancia negó los hechos que se denuncian en nuestra investigación.
Y además sufrimos una campaña de difamación bajo la acusación de que éramos
parte de una estrategia insurgente. Todos aquellos que conocen Colombia saben
que este tipo de señalamientos es altamente peligroso. Sin embargo, unos días
después de difundirse la noticia no les quedó otra opción que reconocer la
gravedad y la profundidad de unas prácticas absolutamente atroces.
¿Hasta dónde puede llegar este escándalo?
Nos preocupa que una misión internacional, independiente, de juristas y
forenses, y amparada por organizaciones de contrastado prestigio, sólo haya
logrado documentar la mitad de los falsos positivos que el Gobierno tiene
cuantificados. Nosotros estudiamos 120 expedientes judiciales. La Coordinadora
Colombia-Europa-EEUU estima que el número de ejecuciones extrajudiciales son
1.122 desde 2002. La Procuraduría General del Estado investiga ya 2.200 casos,
la mayoría en zonas de guerra y rurales. El Gobierno dijo que no es una práctica
generalizada, sino actos delictivos de elementos aislados del Ejército. Si fuera
un problema de corrupción puntual, tal y como dijo el presidente Uribe, no
tendría sentido que el máximo responsable del Ejército, Mario Montoya, haya
renunciado a su cargo. Hay elementos que ratifican que estas prácticas son
sistemáticas. Las recompensas han actuado de estímulo para que algunos soldados
cometan delitos que, sin duda, son crímenes de lesa humanidad.
¿Reconoció el Gobierno la existencia de esta directiva interna sobre
recompensas?
A nosotros nos negaron la existencia de una directiva interna sobre el pago de
recompensas.
¿Creen que el Gobierno de Uribe puede poner fin a estas prácticas delictivas?
Algunos militares colombianos acaban de declarar públicamente que no pueden
prescindir de este instrumento si se quiere que la política de Seguridad
Democrática del presidente tenga éxito.