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Vuelco en Caso Calama
Cómo los servicios de inteligencia de Pinochet intentaron financiarse a sangre y
dinamita
Sebastián Minay
CIPER
El ministro Alejandro Madrid sigue arrojando sorpresas. A punto de terminar
la pesquisa sobre la extraña muerte de Eduardo Frei Montalva, acaba de concluir
una investigación que entrega una nueva versión sobre el robo de una sucursal
bancaria en Calama, que terminó en 1981 con dos empleados dinamitados y un botín
de $45 millones desaparecido. Los autores, dos agentes de la CNI, fueron
fusilados y su jefe, el mayor Juan Delmas, se suicidó. El equipo policial de
Madrid descubrió que Delmas fue asesinado por otros hombres de los aparatos
represivos –tal como en las mejores historias de espías- para impedir que se
develara que el robo fue parte de un plan organizado por los propios mandos CNI
para financiarse. Y para ello debieron seguir matando a otros agentes, crímenes
que hoy son investigados por un juez de Arica. El factor común: la temible
Brigada Mulchén, hasta ahora intocable, la que siguió operativa años después de
su disolución en 1977.
La historia oficial dice que la penúltima vez que se aplicó la pena de muerte en
Chile fue el 22 de octubre de 1982. Ese día fueron fusilados los agentes de la
CNI Gabriel Hernández Anderson y Eduardo Villanueva Márquez. Ambos robaron $45
millones de la sucursal Chuquicamata del Banco del Estado luego de dispararle en
la nuca a dos ejecutivos de esa oficina y dinamitarlos en pleno desierto el 9 de
marzo de 1981. Detenidos en junio de ese año, fueron condenados y –contra todo
pronóstico de la época- finalmente fusilados en la cárcel de Calama. Un cómplice
de ambos, Francisco Díaz Meza, fue condenado a presidio perpetuo y hace cuatro
años obtuvo el beneficio de la salida diaria. El jefe del grupo y de la CNI de
Arica, el mayor Juan Delmas, apareció muerto en el desierto. Suicidio, concluyó
la justicia. Con esos datos, el caso quedó cerrado.
Pero 27 años después, una nueva investigación judicial revela que éste fue mucho
más que un robo y homicidios impactantes. Con un botín equivalente a $ 830
millones de pesos de hoy, fue el primer y frustrado intento de una cadena de
asaltos que planificó la CNI para financiar la represión y la ampliación de sus
operaciones al exterior. En momentos que la economía se derrumbaba y la
oposición comenzaba a organizar las primeras protestas y un paro nacional,
asegurar financiamiento para mantener el miedo fue prioritario.
La nueva pista asomó cuando rastreando el uso que hizo del mortal gas sarín la
Brigada Mulchén de la DINA, se investigó –esta vez de verdad- el extraño
suicidio del mayor de Ejército y jefe de la CNI en Arica en 1981, Juan Alberto
Delmas Ramírez, quien quedó caratulado como el jefe del estremecedor robo. La
trama oculta indica que, como sus autores fueron descubiertos, la CNI decidió
eliminar a quienes podían destapar el plan de "financiamiento". El primero de la
lista fue Delmas. El ex integrante de la Brigada Mulchén de la DINA, no se
suicidó: fue asesinado de un tiro en la cabeza. En los días y meses siguientes
también fueron ultimados al menos otras tres personas –entre ellas el cuñado de
Delmas, que también era agente de la CNI- en diversos puntos del país.
Esto fue lo que descubrió en una exhaustiva investigación el juez Alejandro
Madrid al develar la masiva cacería humana contrarreloj ordenada por los altos
mandos de la CNI y de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) apenas se
enteraron de que Hernández y Villanueva –los dos asesinos de Calama y agentes de
la CNI- habían confesado actuar por órdenes de Delmas, su jefe zonal. Tres días
después de que se hiciera pública dicha confesión, Delmas apareció con el cráneo
perforado en pleno desierto. La versión del "suicidio" dejó las cosas hasta ahí,
nada más se sabría sobre el Caso Calama. Un fleco quedó para el misterio: los
cerca de $15 millones del botín que nunca aparecieron.
Lo que ocurrió entre el día de la desaparición de Delmas (12 de junio de 1981) y
el hallazgo de su cadáver (15 de junio), es la historia no contada de una
operación secreta en la que aparecen como protagonistas algunos de los más
connotados represores de la dictadura: Francisco Ferrer Lima (Caso Tucapel
Jiménez y caso Berríos), Marcelo Moren Brito (Caravana de la Muerte y Villa
Grimaldi, entre otros), Carlos Parera Silva (ex jefe del Departamento Exterior
de la DINA, Caso Boinas Negras de Peldehue) y Raúl Eduardo Iturriaga Neumann (Ex
jefe del Departamento Exterior de la DINA, Brigada Mulchén y Purén, Casos Prats,
Leighton, Dagoberto San Martín; por este último estuvo prófugo casi dos meses el
año pasado). El reparto de una historia de terror.
El deportivo rojo de dos puertas
Cuando Delmas llegó a Arica como jefe de la CNI, después de disolverse la DINA
en 1977, iba acompañado de una leyenda. Experimentado comando de elite, experto
en inteligencia y en manejo de explosivos, en 1976 fue uno de los ejecutores del
crimen de Carmelo Soria junto a sus compañeros de la Brigada Mulchén. Una noche
de julio salió desde el cuartel de la DINA en Lo Curro, donde vivían Michael
Townley y Mariana Callejas, disfrazado de carabinero y a bordo de un vehículo
–en el que iba el cadáver de Soria- junto al hoy ex brigadier Jaime Lepe, quien
escalaría alto al convertirse a comienzos de los '90 en secretario privado de
Augusto Pinochet y secretario general del Ejército.
La Mulchén adquirió experiencia en muertes que no dejan huella por el uso del
letal gas sarín. El veneno ya había sido "probado" en los asesinatos del
conservador de bienes raíces Renato León Zenteno (1976) y del cabo Manuel Leyton
(1977), ejecutado por violar el pacto de silencio y ventilar los crímenes de la
DINA. La marca registrada de la Brigada Mulchén tuvo como otra de sus víctimas
al propio Delmas, al químico Eugenio Berríos (1993) y al coronel Gerardo Huber
(1992). La lista sigue sumando nombres.
Pero en Arica muy pocos sabían el verdadero nombre de Delmas. Operando bajo la
identidad falsa de "Carlos Vargas Casella" se hizo conocido en la zona. La chapa
era un guiño al hoy retirado teniente coronel del ejército uruguayo Tomás
Casella Santos, involucrado en el secuestro y asesinato de Eugenio Berríos en
Uruguay.
Muchos de sus subordinados han declarado que "Carlos Vargas" contaba con
múltiples contactos en la frontera y en Perú y tenía un alto ascendiente en las
filas. Incluso algunos han dicho –más de veinte años después- que lo
consideraban su "formador" y "un líder al que todos seguían". Bajo su mando,
hicieron cursos de comando, buzo táctico y entrenamiento para operaciones de
infiltración y combate, dada la cercanía con Perú.
"Carlos Vargas" no pasaba inadvertido. Se desplazaba por Arica y sus alrededores
en su deportivo Mazda 929 rojo de dos puertas. Y los ojos se centraron en sus
desplazamientos cuando se supo que dos de sus subordinados -Gabriel Hernández
Anderson y Eduardo Villanueva Márquez- eran los autores del robo al Banco del
Estado de Chuquicamata. Ambos convencieron al jefe y cajero de la sucursal de
que iban a simular un asalto ya que un reciente robo les obligaba a aumentar las
medidas de seguridad.
En una declaración judicial hoy olvidada, Hernández Anderson declaró el 3 de
agosto de 1982 –poco más de dos meses antes de morir fusilado-, que Delmas lo
visitó en Calama en enero de 1981, para ordenarle que participara "en una
importante misión en beneficio y ayuda para el servicio". La explicación que
según Hernández le dio Delmas fue clara: "La CNI se encontraba desfinanciada a
nivel nacional, porque todo el envío de agentes del servicio, tanto de
oficiales, personal de planta y empleados civiles a las embajadas del extranjero
en distintos países debieron ser canceladas por el mismo servicio, siendo que
esto correspondía hacerlo al Ministerio de Relaciones Exteriores". También hizo
mención a que se habían suspendido "las contrataciones de personal,
reencasillamiento y otras medidas atingentes al orden económico".
La