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Ocho de cada diez personas alfabetizadas con el programa
gubernamental "Yo sí puedo", son mujeres
700 mil mujeres bolivianas dejan de ser analfabetas
Helen Álvarez Virreira
SEMlac
Teresa Ledesma Colque tiene 45 años y hasta hace poco más de un año formaba
parte del 13,8 por ciento de la población boliviana que no sabía leer ni
escribir. Pero ahora sabe, así como miles de mujeres más, ya que en Bolivia el
analfabetismo tenía "rostro de mujer".
Según datos oficiales del Plan Nacional de Alfabetización (PNA), que llevó
adelante el programa gubernamental "Yo sí puedo", ocho de cada 10 personas
alfabetizadas son mujeres y, en su mayoría, tienen entre 35 y 50 años.
Las historias de ellas son similares, muchas ni siquiera ingresaron a la escuela
y otras tuvieron que dejarla a muy temprana edad para ayudar a su familia.
Teresa Ledesma nunca asistió a un establecimiento escolar y sus padres tampoco.
Viuda y con cuatro hijos, se gana la vida trabajando como cocinera en un
restaurante en Sabaya, una localidad del departamento de Oruro; su hijo mayor la
ayudó a criar a los tres pequeños lavando autos.
Nunca dejó de sentir remordimientos por haber sacado a su hijo Juan Carlos de la
escuela, cuando éste apenas estaba en el primer curso de primaria. Recién pudo
restañar heridas al asistir juntos a los talleres de alfabetización y ambos
aprendieron a leer y escribir.
Vergüenza y frustración
Desde marzo de 2006, cuando se puso en marcha el "Yo sí puedo", 819.417 personas
fueron alfabetizadas en 326 municipios del país, sólo falta uno en el
departamento de Tarija para cubrir todo el país. Es decir, que unas 700.000
mujeres ya saben leer y escribir.
Es por eso que el gobierno se prepara para declarar a Bolivia libre de
analfabetismo el 20 de diciembre, aunque aún queda un cuatro por ciento de
personas que no saben leer ni escribir, porcentaje que está dentro del rango
internacional. El coordinador general del PNA, Pablo Quisbert, estima que de ese
porcentaje la mayoría también son mujeres.
Los testimonios de la gente, recogidos por las y los facilitadores, reflejan
sentimientos de frustración y vergüenza. Las mujeres, especialmente, lamentaban
no poder ayudar a sus hijos e hijas con las tareas escolares.
Victoria Condori tiene 43 años y cinco hijos en la escuela. "Cuando me mandaban
de la escuela citaciones para las reuniones, tenía que volver para que la
profesora me leyera lo que decía en el papel, porque muchas veces mis hijos no
querían que fuera a la reunión… Ahora ya no me pueden engañar, yo leo las
citaciones y les reviso sus tareas".
Pero también hay otros casos, como el de Gregoria Gutiérrez, de 49 años. Su hija
fue a trabajar a España y le dejó a su pequeño de dos años. "Cuando se enfermaba
iba al hospital, me daban recetas; por mi trabajo y las cosas que tenía que
hacer. Me olvidaba lo que la enfermera me ha indicado, tenía que ir al vecino
para que me leyera y me indicara para darle sus medicinas a mi nieto".
"Ahora ya se leer cualquier receta y puedo atender a mi nietito sin molestar a
mis vecinos", afirma.
Discriminación y machismo
El papá de Máxima Cepita les decía a sus 13 hijos que sólo necesitaban saber
cultivar y pastorear llamas y ovejas; por eso ella no asistió a la escuela y se
casó a los 14 años. La familia de su marido, y él mismo, la discriminaban porque
no sabía leer ni escribir y no podía ayudar con el negocio de venta de carne que
tenían.
Pese a que su esposo la menospreciaba por ser iletrada, ella asistió a los
cursos de alfabetización con mucho miedo por la reacción que éste pudiese tener.
Y es que el machismo fue uno de los obstáculos que enfrentó el PNA.
Quisbert cuenta que, por ejemplo, en el departamento de Potosí, hubo mineros que
trataron de impedir que sus esposas asistieran a los cursos de alfabetización
por razones sociológicas y culturales, y porque eso implicaba mayor libertad
para las mujeres. "El analfabetismo en Bolivia tiene rostro de mujer", sostiene.
No obstante, el funcionario está contento con los resultados, pues acerca al
país a las Metas del Milenio. Bolivia está entre las ocho naciones de América
Latina que pueden lograr la meta de alfabetización de adultos (97 por ciento o
más) hasta 2015 y ya ha conseguido la paridad de sexos en la educación primaria
y secundaria.
El municipio de Tolata, en el departamento de Cochabamba, fue el primero en
recibir la nominación de "libre de analfabetismo", el 26 de marzo de 2007.
Trabajo conjunto
El Coordinador del PNA, en entrevista con SEMlac, destacó varios aspectos del
trabajo que vienen desempeñando, desde principios de 2006, entre ellos la
voluntad política para llevar adelante la alfabetización como una iniciativa
gubernamental, algo que no ocurría desde hace unos 30 años.
Sin embargo, no desconoce que el trabajo de otras instituciones como Naciones
Unidas y las iglesias católica y evangélica, entre otras, contribuyó a bajar la
tasa de analfabetismo al 13,8 por ciento, que se registró en el Censo de
Población y Vivienda de 2001. Incluso, algunas iniciativas particulares han
seguido ejecutándose de forma simultánea con el "Yo sí puedo".
Por otro lado, la resistencia inicial al programa, por discrepancias políticas e
ideológicas, y los cuestionamientos al método, de origen cubano, fueron
superados cuando se comenzaron a ver los resultados.
Quisbert menciona especialmente a los alcaldes opositores al gobierno de Evo
Morales, como el de San Matías, en el departamento de Santa Cruz, que también se
comprometieron con el proceso, pues entendieron que beneficiaba a su municipio.
San Matías fue declarado libre de analfabetismo el 23 de mayo de 2008.
Para explicar el por qué de la elección del método, Quisbert indica que el
programa "Yo sí puedo" es una iniciativa trinacional, entre Bolivia, Cuba y
Venezuela. Sin embargo, cubanos y venezolanos, que no llegan a los 200, no
alfabetizaron directamente, sino que capacitaron a las personas voluntarias, lo
cual redujo las desconfianzas.
Entre personal docente, estudiantes, militares, dirigentes sindicales y otros,
51.409 personas en todo el país enseñaron a leer y escribir. El haber recurrido
a la gente de las mismas localidades permitió reducir los costos a unos 30
dólares por persona.
La tarea pendiente
La alfabetización en idiomas nativos es un trabajo pendiente. Sin embargo,
experiencias anteriores mostraron que las personas que los hablan aprenden a
leer en lenguas originarias, pero no a escribir. Esto ocurría, dice Quisbert,
porque la gente las utiliza "como vehículos de comunicación oral".
También queda pendiente impulsar los mecanismos que permitan el acceso de la
gente a todo tipo de publicaciones, como una red de bibliotecas municipales,
aunque eso trasciende de las competencias del PNA.
Lo que ya está previsto es una segunda fase del programa, que se denominará "Yo
sí puedo seguir", cuyo objetivo es que las personas concluyan el ciclo primario.
El proceso de enseñanza incluirá ciencias naturales, lenguaje, historia,
prevención de riesgos y enfermedades, educación para la producción, entre otras
materias.
Albina Checa siempre quiso aprender y no perdió esas ganas en los 70 años que
tiene. "Cuando salía a alguna parte caminaba sin ver nada, sabía donde era la
panadería, tenía letrero, pero yo no leía, porque conocía el lugar, por eso
llegaba. Tantas veces he deseado aprender y ahora vamos a seguir estudiando para
saber cada día más", señala.