Latinoamérica
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Bolivia: los inciertos limites de los movimientos sociales
Andrés Soliz Rada
La historia de Bolivia ha cambiado en la última década gracias a los Movimientos
Sociales (MS), cuya emergencia se localiza en conglomerados indígenas y
campesinos, así como en extensos sectores urbanos empobrecidos, con capacidad de
fijar rumbos a la política nacional. Irrumpen con fuerza a través de marchas de
indígenas de tierras bajas en pos de reconocimiento a sus identidades, de
combates callejeros que el año 2000 frenaron en Cochabamba la privatización del
agua, que cercaron a La Paz en el gobierno de Jorge Quiroga y que desde la
ciudad de El Alto provocaron, el 17 de octubre de 2003, la fuga a Miami del
neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL). Lo anterior, dio fin a la
partidocracia, que se repartía el poder de modo desvergonzado. Uno de sus
mayores logros consistió en detener, así sea de manera temporal, riesgos
separatistas, alentados por grandes terratenientes y oligarcas infiltrados en la
"media luna".
El MAS, al proclamarse vocero de los MS, convirtió el liderazgo de Evo Morales
en fortaleza blindada. Los analistas coinciden en que los MS más importantes son
las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, de cuyo seno emerge Evo, la
Federación de Juntas Vecinales de "El Alto" (motor del derrocamiento de GSL), la
Federación de Colonizadores y la Confederación Única de Trabajadores Campesinos
de Bolivia, que arrinconó a las oligarquías de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando,
y la Confederación de Indígenas del Oriente Boliviano, por sus precursoras
marchas. A lo anterior, se sumó las "Bartolinas", organización de mujeres
campesinas, y el Consejo Nacional de Ayllus y Marcas de Kollasuyo, que incorporó
la presencia étnica a la nueva política boliviana.
La situación imperante facilitó la llegada de decenas de ONG de Europa y EEUU
que se unieron a las ya existentes y que, con el argumento de asesorar y
orientar a los MS, engendraron un proyecto de Constitución, que reconoce a 36
naciones indígenas y pueblos precolombinos, con 36 idiomas oficiales, con
derecho a justicia propia y autodeterminación política y territorial. El
reconocimiento de "Nación" alcanzó a poblaciones minúsculas. En lo inmediato,
surgió la necesidad de reescribir con lente plurinacional los Códigos vigentes,
como el Civil, el Penal, el Mercantil, el Aeronáutico, el de Comercio y sus
procedimientos, a fin de erradicar el colonialismo interno.
Los problemas se complicaron al no saberse si los MS, que, a diferencia de los
sindicatos obreros, carecen de estructuras organizativas permanentes, tienen
derecho a cuotas de poder en el aparato estatal y si unos MS tienen más derechos
que otros. ¿Qué hacer cuando aparecen nuevos MS que también exigen privilegios?
¿Qué hacer cuando funcionarios, que invocan la representación de MS, resultan
implicados en contrabando o narcotráfico? ¿Qué hacer cuando burócratas abusivos
reclutan, a nombre de MS movilizados, a desocupados callejeros para disolver
manifestaciones opositoras? En Achacachi (en el corazón aymara del altiplano
paceño) se quemaron vivos a dos delincuentes, pero nadie es detenido, debido a
la quiebra del sistema judicial.
Varias ONG agudizaron, por ingenuidad o mala fe, la indefensión de Bolivia,
frente a poderes externos. La sumisión a Brasil se ha incrementado. La carencia
de gestión pública es alarmante y las denuncias de corrupción se multiplican. La
posibilidad de salvar el tronco de la República respetando la Constitución de
1994, para, a partir de allí, incorporar preceptos que erradiquen la exclusión y
el racismo, sin ocasionar la disgregación del país, parece extemporánea. Frente
al descontrol presente y el caótico futuro, quienes trabajaron para las ONG de
buena fe se preguntan: ¿Y ahora qué hacemos? Los otros, los de alto rango, ya
pueden decir a sus amos: "Misión Cumplida".