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México
El trabajo infantil no soluciona la pobreza
Sara Lovera
SEMlac
Una fuerte polémica sobre el trabajo de menores se genera en América Latina y
las opiniones están encontradas en el sentido de si se trata de una franca
explotación o de un derecho.
Del dato oficial de niños, niñas, y adolescentes trabajando en México, al menos
un millón y medio realizan actividades económicas prohibidas, por lo cual sufren
franca explotación laboral, de acuerdo con las leyes mexicanas. La mitad tienen
entre 12 y 15 años.
Nadie se pone de acuerdo en torno a cuáles son las actividades realmente
laborales. Las legislaciones mexicanas permiten el trabajo de menores a partir
de los 14 años y se considera trabajo oculto y terrible el que realizan muchas
niñas y niños en sus propios hogares, pues se les deja a cargo de sus familias
haciendo trabajo doméstico.
Según el último informe de trabajo infantil, elaborado por un conjunto de
organizaciones, encabezadas por Thais Desarrollo Social, urge el establecimiento
de un Programa Nacional de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil.
La cifra oficial (correspondiente a 2002) indica que tres millones 300.000
niñas, niños y adolescentes trabajan y, de ese total, la mitad no acude a la
escuela, según anota ese estudio y explica a SEMlac Norma Inés Barreiro,
presidenta de Thais Desarrollo Social.
Barreiro informa que han desagregado datos cualitativos y cuantitativos, para
ofrecer una visión muy seria de lo que está pasando, para desterrar el mito de
que el trabajo de menores podría resolver problemas de pobreza, ya que los
infantes trabajadores entran al círculo de la privación.
Agrega que se ha invisibilizado el problema del trabajo infantil, con datos y
cifras sin valor, mientras no se atiende de manera global el sistema económico,
el reparto de los bienes y la obligación del Estado para asegurar una infancia
feliz.
Para el secretario de Desarrollo Social del Distrito Federal, Martí Batres
Guadarrama, sacar a los niños y niñas de labores económicas sólo se resuelve con
acciones del Estado. En la capital se ha contemplado en la ley el derecho a beca
escolar, útiles y uniformes y, para los adolescentes, una ayuda económica que va
de 30 a 60 dólares mensuales, a fin de que no abandonen la escuela.
Esos derechos han pasado a la ley, son universales, dijo vía telefónica a SEMlac.
Hoy día, los especialistas aspiran a desmontar un conjunto de mitos, entre ellos
que el trabajo infantil es "natural" y "siempre ha existido y seguirá
existiendo", así como su supuesta contribución económica, aunque los estudios,
según agregó, demuestren que reproduce la pobreza presente y futura de sus
familias.
Otro mito es el relativo a la falta de consenso sobre las repercusiones de la
incorporación temprana de las niñas y niños al trabajo, la falta de voluntad
política y la escasa visibilidad del problema, tanto en políticas públicas como
en las percepciones sociales.
Trabajan en todo
Las criaturas realizan toda clase de labores, desde el levantamiento de
cosechas, comercio y acarreo de mercancías, hasta trabajo urbano marginal en
calles y espacios públicos.
Una encuesta del oficial Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI) indica que dos de cada tres niños y adolescentes declaró
trabajar para ayudar a su familia, mantenerse a ellos mismos o continuar
estudios.
El trabajo infantil se concentra en las regiones más pobres del país, como
Veracruz y Chiapas; le siguen Puebla y el Estado de México. En quinto lugar se
ubica Jalisco, una de las entidades aparentemente industrializadas.
Expertos sostienen que existe una infancia trabajando en el campo y la ciudad,
niñas y niños de seis a 15 años, de los cuales un millón 800.000 realiza labores
domésticas, una de las formas de trabajo oculto más dolorosas, de niñas
principalmente.
Frente a esta realidad, otro grupo de organizaciones civiles prepara, a partir
de una investigación de campo en todo el país, un diagnóstico sin "mitos" ni
"datos falsos", capaz de presentar una geografía seria, explica Jorge Viveros,
director de la Unidad de Capacitación e Investigación Educativa para la
Participación.
Queremos saber exactamente qué ocurre, pues las cifras se esconden o abultan,
según cada actividad o lugar, a dónde se incorporan las criaturas a tareas
laborales, prohibidas y permitidas, precisó Viveros a SEMlac.
En la capital
En el Distrito Federal, capital de la República, 9.000 niños trabajan en las
tiendas por departamentos y todos van a la escuela. Las autoridades vigilan que
sus derechos humanos sean respetados y 70 por ciento de ellos viven en hogares
con padre y madre, por lo que, desde los 14 años, estos pequeños ayudan a
familias precarias.
Así lo informó Dolores Unzueta, directora de Trabajo de Mujeres y Menores, del
gobierno capitalino, quién admitió, sin embargo, que en los últimos 10 años,
desde que ingresó un gobierno distinto a la capital, sólo se ha firmado un
convenio de regulación del trabajo de menores.
Ello implica que otros miles de niños están desamparados y no hay forma de
regular o vigilar su trabajo. Llama la atención que sólo 27 por ciento de estos
menores que envuelven las mercancías en las tiendas de víveres, llamados
"cerillos", sean hijos de madres solteras. El 38 por ciento de los "cerillos"
son mujeres y el 61, hombres.
Subregistro
Según el informe de Tahis Desarrollo Social, el puro análisis de las cifras de
INEGI demuestra que están subestimadas, pues no consideran a la población
infantil de seis a 12 años, que realiza actividades económicas y domésticas,
excluida del pleno ejercicio de sus derechos.
Y explica que el trabajo de los jornaleros agrícolas frecuentemente se
desarrolla en el sector agro exportador de la economía, ligado a los Acuerdos
del Tratado de Libre Comercio. Tres de cada siete niños entre seis y 11 años, de
las familias jornaleras, se suman al trabajo asalariado. Se trata de 600.000
menores que trabajan hasta 12 horas diarias.
La cuarta parte de los niños jornaleros, sostiene Tahis Desarrollo Social, nunca
ha asistido a la escuela, 46 por ciento trabaja seis días a la semana y 35 por
ciento no tiene descansos.
Otra realidad es la de los jornaleros agrícolas migrantes, que conforman un
grupo heterogéneo y diverso desde el punto de vista económico, lingüístico y
cultural, pero sobre todo vulnerable en términos educativos y sociales. Para
ellos, la organización exige acciones coordinadas de los diferentes ámbitos de
gobierno, con el fin de prevenir la explotación económica de la población
infantil.
El trabajo en hogares de terceros se centra principalmente entre las y los
adolescentes. El 3,5 por ciento de los hombres y 11,78 de las mujeres de 12 a 17
años de edad -de un universo de 10 millones- realiza trabajo doméstico
excluyente: quehaceres en su propia casa, con una duración tal que obstaculiza
el desempeño escolar.
Al respecto, Dolores Unzueta afirmó que las condiciones de desigualdad social
están determinando procesos de cambio muy lamentables, que recaen principalmente
en menores y mujeres. A su vez, Fernando Viveros agregó que hace años se sabe de
las labores agrícolas en el norte, donde los niños reciben paga desde los seis
años, por lo que puede afirmarse que los gobiernos han estado omisos,
sistemáticamente, consideró.