Latinoamérica
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Hace 30 años, Sócrates llegaba al Corinthians para novelar una
historia entrañable
Decisiones de un futbolista
Roberto Parrottino
El Gráfico
La vida de un extrovertido del fútbol, que se recibió de médico mientras jugaba e incursionó desde la política hasta el teatro. Además, su palabra desde Brasil.
El fútbol, para él, fue un compañero de viaje en la vida. Sólo eso. Y todo eso.
De adolescente, disfrutó a Pablo Neruda y a Gabriel García Márquez. Mientras
peloteaba, se recibió en la Facultad de Ribeirão Preto de médico, su oficio y
amor por siempre. Ya cuando jugaba en Primera, izó la bandera de la Democracia
Corinthiana en Brasil, en años de dictaduras militares en América Latina. Ya de
grande, llamó Fidel a su sexto y último hijo, en gratitud al líder de la
Revolución Cubana. Sócrates, además, fue un futbolista exquisito y un bicho raro
en el mundo de la pelota.
Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira -tal es su nombre
completo- nació el 19 de febrero de 1954 en Belém, Estado de Pará, bien al norte
de Brasil. Su papá lo bautizó como Sócrates mientras leía La República, de
Platón. Y así, también escogió los nombres de Sófocles y Sóstenes para los hijos
venideros. Hasta que nació Raymundo, su otro nene, y Sócrates le advirtió a papá
que había perdido la creatividad. Pelotitas en la sangre, Raymundo no es otro
que Raí, el mediocampista de la Selección de Brasil campeón del mundo en Estados
Unidos 1994.
Sócrates en el juego Brasil - Italia, del Mundial España 1982
Sócrates, por su parte, participó de los Mundiales de España 1982 y México 1986,
donde paseó su fútbol de tranco atildado, inventiva y habilitaciones de taco, su
jugada característica. O Doutor, como futbolistas menos robotizados o de viejas
épocas, fumaba un cigarrillo o bebía un trago de cerveza antes de los partidos.
"Nunca soñé en convertirme en un jugador profesional. Mi sueño fue siempre ser
un brillante médico. Me acerqué a la medicina por una cuestión de sensibilidad
social", le comentaba a El Gráfico en 1990. Consecuente, cuando se retiró en
Flamengo, a los 33 años, se ofreció como médico residente en un hospital público
de Río de Janeiro.
Pincel, micrófono, pluma y libreto
Magrao -apodado así por su desgarbado cuerpo- encontró en el fútbol un medio de
expresión, un arte para ensayar en cada estadio. Inquieto y bohemio, Sócrates
incursionó en distintas facetas culturales. Se dedicó a la pintura, a la música,
a la escritura y hasta tuvo el placer de dirigir una obra de teatro, Futebol,
que con música y humor lanzaba denuncias sociales con el deporte como nexo.
Además, con 50 años, volvió al fútbol, pero solo unos minutos, en el Garforth
Town, un club de un barrio minero de Inglaterra. "Siempre estoy abierto a nuevas
experiencias", le contaba a los periodistas mientras firmaba el contrato, como
un indicio de su personalidad.
Un mundo dentro de otro mundo
Sin embargo, para Sócrates la mejor experiencia como futbolista comenzó hace 30
años, cuando llegó al Corinthinas, no sólo por los campeonatos paulistas de
1979, 1982 y 1983. En el segundo equipo más popular de Brasil, una flor creció
en el pantano. El club paulista revolucionó las estructuras organizativas del
fútbol -y del país- porque entre los dirigentes, cuerpo técnico y plantel
acordaron debatir las decisiones en conjunto, desde cuándo entrenar, cuándo
concentrar y cómo jugar, hasta la comida, las contrataciones y los momentos de
esparcimiento. Fue un oasis de libertad en el centro de la última dictadura
brasileña. La Democracia Corinthiana tuvo su emblema, y ese fue Sócrates,
militante del Partido de los Trabajadores, del por entonces líder sindical Lula,
hoy presidente de Brasil.
Desde ese movimiento futbolero y comprometido, los propios jugadores impulsaron
a la sociedad la consigna de elecciones inmediatas "Directas já". Sócrates habló
de los sin techo y la desnutrición en su país ante un millón de personas en un
acto y prometió no aceptar ir al fútbol italiano si en Brasil se autorizaba el
sufragio popular directo. Al poco tiempo, se incorporó a la Fiorentina de
Italia, y dejó de escucharse en el vestuario antes de cada partido Andar com Fé,
de Gilberto Gil, una canción que despetaba alegría y, sobre todo, esperanza.
Gestos
Tampoco ocultó sus pensamientos en el Mundial de México ´86. Allí, lució una
vincha -una contención para sus endemoniados rulos- con la inscripción "Paz" y
otra con "Reagan es un asesino". Y, con la mira de la FIFA encima, dijo: "Hay
que decirle la verdad a la gente, que se compran personas, resultados y
campeonatos". Sócrates fue un futbolista fino y talentoso, pero, además, un tipo
extraño y molesto para los poderosos. Mal no vendría en estos tiempos. Por
fútbol y por decisiones.
Su palabra
- ¿A qué te dedicás ahora?
- Ahora escribo para el