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El 68, Morelia, el ejército y la represión política
Andrés Avila Armella
Resulta curioso que a cuarenta años del 2 de Octubre de 1968 se escuchen voces
al interior del Estado mexicano, tanto a través de funcionarios de distintos
partidos, en las cámaras legislativas, autoridades de la UNAM y a través de los
medios orgánicos de comunicación del régimen, una reivindicación del movimiento
estudiantil que fue despiadadamente reprimido por las tropas del ejército
mexicano en aquella noche.
Dentro del discurso de Estado, se trata de poner a los estudiantes caídos como
parte de los mártires que dieron origen a un tal cambio democrático;
supuestamente el 68 ha triunfado porque ya vivimos en un México libre y
democrático en donde existe libertad de expresión. Nada más falso.
El Movimiento estudiantil de 1968
El movimiento del 68 nos habla de una generación que crecía viendo a sus lados
la continua represión de un régimen que se reclamaba heredero de la justa
heroica del pueblo mexicano de 1910-1920. Ese régimen fue construido en parte a
través de la apropiación mañosa de la memoria histórica de nuestro pueblo, un
régimen que reprimiendo al movimiento obrero colocó a sus representantes a la
cabeza de los sindicatos y centrales de trabajadores, que asesinando agraristas
se apropió de la dirección de una reforma agraria que distó mucho de las
aspiraciones de quienes habían entregado su vida por esa causa, que reprimiendo,
cooptando o desapareciendo a los dirigentes políticos populares, se decía un
gobierno revolucionario y popular.
Aquella generación de jóvenes estudiantes había llegado a las instituciones de
educación superior porque el modelo de desarrollo capitalista vigente en ese
entonces exigía el crecimiento de un sector de profesionistas, técnicos e
intelectuales que contribuyera al crecimiento de una limitada burguesía
nacional, ya sea a través del sector privado o bien, a través de oficinas y
departamentos de Estado. Esta serie de condiciones propició que en el
Politécnico y la Universidad se encontrara un buen número de hijos de la clase
trabajadora, ellos escuchaban a su alrededor de estas historias de cooptación,
traición y represión, a la vez que el estudio les proporcionaba una perspectiva
de los acontecimientos que a nivel mundial hablaban de la lucha de clases y la
revolución en Cuba y Vietnam por ejemplo.
Definitivamente el movimiento del 68 no tenía, en general, la intención de
transformarse en una revolución socialista, simplemente aquella generación sabía
y veía que el régimen no permitiría siquiera que se abordara una discusión
importante al respecto, sabía que si no se rebelaba ante el orden de cosas
existente su destino sería la cárcel, la muerte, o su triste incorporación a
dicho régimen con el cual disentían. Así es, el movimiento del 68 no exigía en
su pliego petitorio una Revolución sino algo muy anterior, un escenario político
en donde obreros, campesinos y estudiantes pudieran desarrollar libremente la
lucha por sus reivindicaciones, su propio desarrollo político que pudiera
llevarlos en todo caso a decidir libremente sobre el futuro del país en donde
por supuesto se incluía la opción de optar por el socialismo.
Prácticamente el pliego petitorio demandaba una serie de muestras de voluntad
por parte del gobierno mexicano de respetar las garantías individuales
consagradas en la Constitución; es por ello que dentro de las demandas del
movimiento estudiantil se encontraba la desaparición del artículo 145 y 145
(bis) del Código Penal Federal, el cual hablaba del delito de disolución
social, mismo que servía de instrumento jurídico para reprimir a
movimientos, organizaciones y dirigentes políticos de izquierda sin una
justificación plena de comisión de delito alguno que, en efecto, pudiera
comprobarse agravara en alguna forma al pueblo mexicano. Así mismo, se
encontraba la exigencia de la libertad a los presos políticos provenientes de
las filas del movimiento obrero como lo era Demetrio Vallejo y la desaparición
del cuerpo de granaderos