Latinoamérica
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La historia comienza hoy
Antonio Peredo Leigue
En el comienzo era el caos... y los terratenientes vivían derrochando y
los pobres sobrevivían enfermos y con hambre. De cuando en cuando, el caos se
agitaba y los dueños del poder echaban algo de aceite para tranquilizar las
aguas. Pero el aceite ya no era suficiente y un día, simplemente dejó de tener
efecto; el caos se estremeció y los insensibles y satisfechos que gozaban del
caos fueron desbarrancados porque surgió la luz.
Con esa simplona alegoría podríamos escenificar el intervalo que se dio en los
últimos 25 años. Bolivia, cuyo pueblo ensayó experiencias de intenso dramatismo
en su lucha contra la clase que se apropió del poder, inicia un proceso con
nuevos actores y, por supuesto, nuevas reglas de convivencia. Del
empobrecimiento, como fórmula de gobierno, hemos transitado a una estructura de
participación de todos en las grandes decisiones. No hay retroceso y los
vencidos, reacios a reconocer su fin, sacan a relucir toda su fiereza y se
muestran dispuestos a ensangrentarlo todo, con tal de recobrar sus formas de
enriquecimiento.
La vieja legalidad
El decreto 21060, dictado hace 23 años en provecho de las empresas
transnacionales y sus intermediarios nacionales, fue una jugada efectista, al
parar de golpe la galopante inflación, en agosto de 1985. Lo que siguió después,
fue una contracción incesante de la economía nacional que, ni siquiera, podían
mostrar cifras alentadoras. Su fórmula tuvo efecto durante mucho tiempo; bastaba
recordar los tiempos de inflación para convencer al pueblo. De ese modo fueron
elegidos los unos y los otros: los Paz y los Banzer viejos y jóvenes, ocuparon
la silla presidencial de 1985 a 2005. Fue la última etapa de un largo proceso de
imposición de sus intereses.
En realidad, aquel decreto no era más que el diseño de un modelo de Estado para
sustituir las estructuras carcomidas de lo que alguna vez fue la Revolución
Nacional. Coincidía, por supuesto, con el modelo que la globalización imponía en
todo el mundo, conocido como reajuste estructural. Libertad de exportación e
importación, libertad de contratación y despido de trabajadores, libertad de
precios y manejo financiero. En contraposición, supresión de garantías para la
sindicalización, abrogación de los derechos laborales y desconocimiento de la
Ley General del Trabajo. El Estado dejaba de intervenir en la producción y el
comercio, quedando como garante de las ganancias empresariales y fiador de las
especulaciones que, sistemáticamente, terminaban pagándose con fondos fiscales.
Después de 20 años de semejante experimento, los negociantes del modelo estaban
convencidos, y lo están todavía, de que las reglas de juego que dictaron para
implementar su modelo, eran leyes inmanentes; hablan, incluso de "intereses
permanentes del Estado"; es decir que no pueden concebir otro tipo de Estado que
el garante de sus ganancias.
La caducidad del modelo de ajuste estructural, se ha reconocido en todo el
mundo. Naturalmente, los grupos de poder fosilizados, sin capacidad de cambiar
sus estructuras mentales, no pueden adecuarse a la cambiante realidad social.
Pugnan por su permanencia, aunque para ello transgredan sus propias reglas de
juego y lancen a las calles grupos de asalto formados por paramilitares y
delincuentes; que resulten muertos y heridos, consideran ganancia, pues los usan
como demostración de la inviabilidad del cambio.
Siete por la revolución
Con estos criterios anquilosados avanzaron en la trasgresión de las leyes que
sirvieron de apoyo a sus intereses. La autonomía departamental se la arrebataron
a las regiones para agitarla como bandera del neoliberalismo. Redactaron
estatutos recapitulando las medidas del decreto 21060, convenientemente
disfrazadas, aunque no lo suficiente para engañar a todos. El grupo que asumía
la representación política creyó llegado el momento de darle una estocada fatal
al gobierno; forzó la convocatoria a referendo revocatorio sin darle mayor
importancia a la posibilidad de un fracaso.
El resultado fue demoledor: siete de cada diez hombres y mujeres dieron su apoyo
al programa de cambio, a la revolución en democracia. La reacción de los
perdedores ha sido grosera: aumentar la violencia. Ahora, su propósito es crear
las condiciones para una guerra civil. Lo decían de muchas maneras, pero en
estos días lo declaran abiertamente: "esta es la guerra civil".
Durante dos años y medio, los avances hechos por el gobierno de Evo Morales
dentro de los marcos legales diseñados por el neoliberalismo, han creado las
condiciones para dar el salto hacia la nueva sociedad.
La ley al servicio del pueblo
Las leyes responden a la realidad que se vive en cada momento histórico. Cuando
ocurre un cambio sustancial, los grandes sectores sociales que han impuesto el
cambio buscan, porque la necesitan, una transformación total de esas leyes.
Pero, además, la clase que se mantuvo en el poder hasta ese momento, desconoce
sus propias leyes. Es decir, tanto los vencedores como los derrotados, saben que
esas viejas leyes no son aplicables en la nueva realidad. Simplemente quedaron
obsoletas, no sirven más. Se las menciona como referencia pero nunca más como
norma de aplicación.
Claramente, el pueblo impuso la Asamblea Constituyente; en tal ámbito, debió
cambiarse el conjunto de leyes. El sector que se resiste a abandonar la escena
política, conspiró contra la Asamblea y –hay que reconocerlo- lograron su
objetivo en gran medida. No totalmente, porque se logró aprobar el texto final.
Comités cívicos y prefectos opositores, partidos y agrupaciones neoliberales
condenaron la nueva Constitución Política del Estado por una razón explicable
pero inaceptable: no se incluye la defensa de sus intereses. No se lo hace
porque, el cambio, precisamente es la negación de tales prebendas.
Los y las analistas de la prensa, sometidos al sistema del que también son
beneficiarios, declaran con total convencimiento que la nueva Constitución
Política del Estado debe contener las concepciones de ambas partes. No es
posible proclamar un derecho y, a renglón seguido, negarlo. Eso es lo que
sostienen, unos en tono grave y los más con gritos desaforados.
Aún así, el gobierno buscó encontrar puntos de entendimiento con los opositores
de todos los ni9veles. Estuvo con los prefectos. Se entrevistó con los comités
cívicos. Buscó a los parlamentarios de oposición. En todos los casos, se
estrelló contra el empecinamiento por volver a las viejas prácticas del poder
privilegiado. Hubo incluso disposición para discutir y modificar puntos
esenciales de la nueva Constitución. No. Simplemente querían una rendición sin
condiciones. El ultimátum es muy claro: reconocen nuestros derechos, plasmados
en nuestros estatutos autonómicos, a desatamos la violencia contra el gobierno.
De hecho ya lo hicieron, contando con la complicidad pagada o engañada de
algunos dirigentes sociales que quieren aprovechar las circunstancias para
obtener alguna ventaja.
La sentencia contra el pasado
La imposibilidad del diálogo y mucho menos el consenso, con la evidencia de un
sector del Congreso Nacional dispuesto a impedir las leyes necesarias para el
cambio y la constatación de una justicia favorable a la conservación del sistema
neoliberal, el gobierno volvió a convocar al pueblo para definir, de una sola
vez, las nuevas reglas del juego para implantar la revolución democrática.
El decreto 29691 convoca, simultáneamente, a los referendos dirimidor y
aprobatorio de la nueva Constitución Política del Estado. Por el primero, las y
los votantes decidirán si la tenencia de la tierra debe tener un máximo de cinco
mil o diez mil hectáreas. En el segundo, aprobarán o rechazarán el nuevo texto
constitucional.
En una segunda parte, convoca a elegir prefectos para completar el periodo de
quienes fueron revocados en los departamentos de Cochabamba y La Paz. Estas
autoridades, en todo el país, concluyen su mandato el 22 de enero de 2010. Su
elección es por simple mayoría.
En la tercera sección se abre, por primera vez, la oportunidad de elegir a los
consejeros departamentales y a los subprefectos. Los Consejos Departamentales
fueron creados en 1995, conformados por selección de los concejos municipales en
cada provincia. Ahora, los consejeros serán elegidos por el pueblo y
constituirán un poder legislativo en el ámbito de cada departamento.
En cuanto a los subprefectos, autoridades en cada una de las provincias en que
se divide cada departamento, serán elegidos también por primera vez. Hasta
ahora, estas autoridades eran designadas por el prefecto, según su preferencia.
Este conjunto de decisiones debe definirse por el voto popular, el domingo 7 de
diciembre. De hoy a esa fecha, en las siguientes 14 semanas, se realizará una
intensa campaña que la oposición se empeñará en violentar. Ya lo ha mostrado
repetidamente y, este viernes 29, llegó al extremo de golpear bajo la consigna
de "matar a los indios".
Los riesgos del avance
Por cierto que estas jornadas serán complejas. Se precisará mucha paciencia,
pero también gran firmeza y decisión. La derecha, herida en sus negociados,
moverá todos los hilos que controla. Tratará, por todos los medios, de demostrar
que la convocatoria es ilegal y hasta inconstitucional. Incitará a las
instituciones para rechazar o siquiera obstaculizar la preparación de esta
consulta. Una vez más, peregrinará a los organismos internacionales, buscando
apoyo a su anacrónico reclamo.
No debemos despreciar tal estrategia. La utilizaron con éxito en otros países.
Es cierto que fue en circunstancias distintas. Pero eso no invalida sus
posibilidades. Sólo una constante y firme vigilancia de los sectores populares
permitirá llegar a buen término e iniciar el verdadero proceso revolucionario.