Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Trenes en llamas y un documental de Pino Solanas
Eduardo Lucita
LA ARENA
El nuevo documental del cineasta Fernando "Pino" Solanas es un repaso por un
pasado ferroviario añorado y un presente colapsado. El día del estreno una falla
dejó varados a miles de pasajeros. La indignación y la violencia concluyeron
nuevamente con un tren en llamas.
El documental "La próxima estación" se inicia con imágenes del caos del
transporte en el país, tanto terrestre como aéreo, y con la reacción de los
pasajeros que ante un desperfecto técnico convirtió a la estación Haedo de la
línea Sarmiento en un caos de violencia y piromanía.
¿De qué nos habla esta película, cuarta de una saga de cinco documentales que
busca reflejar testimonialmente el país pos-neoliberal? Nos habla del sistema
ferroviario, del que tuvimos, inmerso en un determinado proyecto de país que no
fue, y del que tenemos -¿tenemos?- hoy, producto precisamente de la ausencia de
un proyecto de país. Nos habla de los resultados de la privatización: abandono y
virtual estado de extinción de la mayoría de los viejos y gloriosos talleres
ferroviarios; del desguace de su parque tractivo y remolcado; del saqueo de
rieles y durmientes, del deterioro de la infraestructura, de la entrega a precio
vil de los mejores equipos a los actuales concesionarios; de enormes negociados
y de dejar al sistema ferroviario sometido a las leyes del mercado, porque es el
"mejor asignador de recursos".
Testimonios vivientes
Más de 40 años atrás el ingeniero Albano, que fuera en aquellos míticos años '60
presidente de la empresa ferroviaria nacional, supo explicarle a este cronista
-joven ferroviario por ese entonces- que por su dimensión y capacidad
integradora, por el peso socio-económico que el ferrocarril tenía en nuestra
sociedad, anticipaba el futuro del país. Que así lo había sido en el ciclo de
ascenso y que así prefiguraba serlo cuando ya en esos años se anunciaba la
decadencia, luego del intento racionalizador del tristemente conocido Plan
Larkins.
Aquellas palabras premonitorias recobraron actualidad en mis recuerdos cuando
asistí a la proyección de "La próxima estación". No es que desconociera lo que
allí se narra, despedido en 1995 luego de más de dos décadas de prestar
servicios, he escuchado sobre muchos de esos actos depredatorios y
liquidacionistas del patrimonio nacional, por parte de funcionarios,
sindicalistas corruptos hasta el tuétano y capitalistas prebendarios, buscadores
siempre de la ganancia fácil y rápida. Pero verlos de conjunto, resumidos en un
par de horas es un verdadero golpe al corazón.
Algunos de los entrevistados en el documental ya habían dejado testimonios: Juan
Carlos Cena en "El Ferrocidio" da cuenta de todos y cada uno de estos actos de
corrupción-destrucción; los trabajos del ingeniero Elido Veschi, aún hoy
presidente de la Asociación del Personal de Dirección de los Ferrocarriles
Argentinos, demuestran acabadamente cómo "los subsidios implícitos y explícitos
que el Estado destina a las concesiones ferroviarias son, en su mayor parte,
apropiados por los grupos empresarios concesionarios y no significan mejoras en
los servicios". Es que el ferrocarril, como otras actividades económicas, "ha
sido utilizado para transferir recursos de los sectores más débiles a los más
poderosos y concentrados", nos dice.
Algo así he señalado también en mi libro "La patria en el riel. Un siglo de
lucha de los trabajadores ferroviarios", una recopilación que da cuenta de las
principales huelgas ferroviarias en el siglo XX, que intenta una mirada desde
los trabajadores a la privatización y sus consecuencias.
Las chispas incendiarias
El colapso del sistema ferroviario toma estado público cuando un desperfecto
técnico -de mayor envergadura que los que se suceden a diario, que son muchos en
todas las líneas- demora el servicio más de los atrasos habituales, allí la
indignación acumulada se hace presente, la reacción de los usuarios, que viajan
cotidianamente en pésimas condiciones, invade las primeras planas. Como sucedió
la semana pasada con las estaciones Merlo y Castelar de la línea Sarmiento, como
lo fue antes en la estación Haedo de la misma línea, y como sucedió también en
la estación Constitución de la línea Roca. Como está pasando al momento de
escribir estas líneas con un tren salido de Bahía Blanca y detenido por horas
con cientos de pasajeros a bordo en las cercanías de Olavaria.
El gobierno nacional responde caracterizando los desperfectos técnicos como
sabotajes, alude a bandas de vándalos organizadas y ahora agrega un sesgo propio
del macartismo: cuando acusa a la izquierda y centro izquierda de ser
responsables de un accionar premeditado.
No se les ocurre indagar las razones del desperfecto técnico, si los
concesionarios cumplen con las reparaciones y el mantenimiento de rigor, si hay
efectivamente conocimiento y capacidad de gestión. La CNRT no controla
prácticamente nada, y si controla sus conclusiones no tienen consecuencias
practicas. El gobierno hace caso omiso a los informes de la Auditoría General de
la Nación, que denuncian uno tras otro los incumplimientos de los
concesionarios.
El ministro de Justicia dice tener todo filmado, pero no repara que los
pasajeros que aparecen en los videos apedreando trenes, y supone incendian
vagones, son mayoritariamente jóvenes, muy jóvenes, que seguramente forman parte
del 40% que trabaja en negro, sin ninguna cobertura social, mal pagos, el 60%
recibe salarios por debajo de la línea de pobreza. Que muchas veces viajan con
lo justo, que no les alcanza para subirse a un colectivo y pagar un boleto
adicional. Que cuando llegan tarde no sólo pierden el presentismo, sino en
muchos casos el día, y pueden llegar a perder el conchabo, porque en las
actuales condiciones de explotación se tienen que ganar el puesto todos los
días, y siempre hay otro para reemplazarlos. No es otra cosa que la ley del
mercado, en un mercado de trabajo totalmente desregulado.
Que vuelva el tren
Acierta el documental cuando señala que los usuarios agreden y destruyen lo que
les pertenece por pura ignorancia, desconocen que se trata de un servicio
público, que lo mal administra y gestiona un privado, pero que es un bien
estatal y por lo tanto de toda la sociedad. Equivocan el enemigo.
Hay por delante una gran tarea de docencia y en este sentido la película es un
instrumento formidable. Claro que es portadora de esa impronta populista que
tiende a embellecer el pasado, aunque este presente no resiste comparación
alguna. Pero eso no quita veracidad a la denuncia y al llamado a la esperanza,
¡Que vuelva el tren! Una esperanza que no ha de ser la vuelta al pasado sino la
construcción de un futuro diferente, para el tren y para el país todo. Esa
esperanza que también se encuentra en el libro "La república que ¿perdió? el
tren" escrito por otro ex ferroviario, el ingeniero Rubén Contestí, que con
rigurosidad técnica, que parecen desconocer los funcionarios de turno, elabora
detenidamente un análisis y un proyecto para refundar los ferrocarriles en el
país.
Es que, como escribiera un filósofo: "el que en aquellos años conoció la
esperanza, no la olvida". Así ha de ser con el tren, y espero que con muchas
otras cosas más.
Foto: Fernando Pino Solanas / Autor: RAICES DEL CINE
Eduardo Lucita es Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).