Argentina: La lucha continúa
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Qué ley de Telecomunicaciones necesitamos y qué ley podemos esperar
Astor Vitali
Semanas antes del conflicto generado por un sector de los productores
agropecuarios bautizado por los multimedios como el "conflicto del campo", se
discutía en los pasillos del Congreso nacional y partidos políticos la
posibilidad de que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner acercara al
organismo deliberativo un proyecto de "Ley de Telecomunicaciones" en reemplazo
de la actual Ley de Radiodifusión.
La perspectiva de la posibilidad de una nueva ley que regule las comunicaciones
en nuestro país fue incrementándose a raíz de algunas declaraciones del séquito
K durante los tres meses de lock out agropecuario. Esto es porque se impulsó –
con muy poca fuerza – la "creación" de un observatorio de medios. Se trata de
una herramienta que sólo tiene capacidad de veedor y no de sanción. Esto es: un
organismo integrado por especialistas que emite un juicio simbólico sobre la
actuación de los medios de comunicación en determinado período de tiempo.
Los cierto es que en nuestro país funcionan desde hace años algunos proyectos
pilotos de observatorios de medios. En particular, durante el conflicto de los
productores agropecuarios se hablaba del observatorio de medios que funciona ya
desde la Universidad de Buenos Aires (UBA). Aunque ya vienen funcionando otros
de menor escala como por ejemplo el que dirige el Centro Cultural de la
Cooperación Floreal Gorini.
Esta iniciativa mínima de cuestionamiento político hacia los medios masivos de
comunicación despertó un rechazo discursivamente violento e inmediato desde los
operadores políticos y cuadros comunicacionales orgánicos a los multimedios.
Sería redundante decir que en Argentina los sectores de la economía concentrada,
del sector que fuera, no soporta resignar un ápice de su poder, hasta llegar a
casos donde prefiere muertos en vez de acuerdos. Del mismo modo, los medios
masivos de comunicación no están dispuestos a resignar un ápice de su capacidad
de incidencia sobre las decisiones estratégicas del país, y cuestionan
severamente cualquier viso de organismo contralor aduciendo "ataque a la
libertad de expresión" refiriéndose a la libertad de empresa que ejercen de
hecho.
Pero lo cierto y concreto hasta el momento es que desde el gobierno nacional,
una vez apaciguadas las aguas después del levantamiento de lock out y los cortes
de ruta salvajes de sectores agropecuarios, lo único que quedó de todo esto
respecto de los medios es un bonito informe sobre la actuación discriminatoria
en sentido negativo desde las medios masivos de comunicación y la promesa
presidencial de acercamiento al Congreso de una nueva ley de Telecomunicaciones.
En otras palabras y concretamente: la iniciativa del observatorio de medios es
importante desde el punto de vista de que el Estado y profesionales miembros de
la sociedad civil y sus organizaciones puedan expresarse y difundir un análisis
del rol de los medios masivos de comunicación respecto de determinada cosa. Pero
aquí el debate es otro: estamos hablando de regular los medios, o mejor
expresado, lo que está en discusión es la regulación de las frecuencias
radioeléctricas, de un "Bien de la Humanidad " finito que debe ser regulado por
la condición de tal, entre otras cosas.
Para nosotros en este pequeño aporte hacia el debate sobre la necesidad de una
nueva legislación y despliegue de políticas activas de Estado hacia el sector de
los medios de comunicación lo importante es pensar qué Ley de Telecomunicaciones
podemos esperar hoy por hoy, por un lado, y la necesidad de todos los sectores
democráticos de la sociedad argentina de construir una nueva normativa sobre
medios de comunicación acorde a las nuevas realidades sociales, económicas y
culturales.
Dado que el hipotético proyecto del gobierno parece uno de los secretos
legislativos mejor guardados y nadie conoce de qué se trata, nosotros vamos a
basarnos en dos criterios periodísticos básicos para pensar cualquier cuestión
de la que no se tiene información concreta y candente: los antecedentes del
kirchnerismo en el gobierno con respecto a sus políticas hacia los medios
masivos de comunicación y la coyuntura política en que se desenvuelve la
discusión. Es decir, ya que no se conoce el proyecto de Ley vamos a pensar cómo
se actuó hasta ahora en el tema, y qué posibilidades existen en el actual
contexto de una avanzada gubernamental sobre los multimedios.
Pero para ello hagamos una primera aproximación de qué hablamos cuando hablamos
de los medios masivos de comunicación y cómo llegamos a esta situación.
Los medios en su medio
No podemos dejar de mencionar que los medios de comunicación sufrieron las
mismas modificaciones que el resto de los sectores de la economía: con la
dictadura y la subsiguiente implementación del neoliberalismo se desmanteló la
protección del modelo de medios de tipo mayoritariamente de propiedad nacional
y, como con todo, el empresariado construyó una estructura de co-participación
medio local-holding internacional; por ejemplo, Clarín-Direct TV. Comprender
esto es fundamental puesto que con una lectura histórica correcta se entiende la
estructura legal y de hecho moldeada desde aquellos años. Cómo se fueron
fundiendo los intereses de la economía concentrada con el de los medios mismos,
puesto que éstos son parte de, desde entonces, grupos empresarios gigantescos,
con emprendimientos de todo tipo en distintos lugares del hemisferio, entre
ellos de comunicación.
Por ejemplo: el grupo Clarín –que concentra Radio Mitre, su diario, una
editorial, revistas, canales de TV y radios en el interior del país, canal 13 y
TN, entre otros muchos-, está asociado a Direct TV, como decíamos. Bueno ¿y qué?
¿qué significa? ¿qué es Direct TV?
Esta empresa está controlada mayoritariamente por Hughes Electronics Corporation,
una filial de la General Motors, con negocios millonarios en Nuestra América
vinculados a la industria automotriz, la energía y la industria pesada.
Otro ejemplo: casi todas las señales que se emiten solo por cable son de la
General Electric; ésta, además de poseer medios de comunicación, fabrica motores
para el ejército norteamericano, participa del negocio del plástico y el
instrumental médico, está acusado de violar sistemáticamente los derechos
sindicales, es contribuyente económico del Partido Republicano en EE. UU. –el de
George W. Bush-, y tiene intereses en la fabricación de armas, empresas
financieras, plantas nucleares y otras industrias.
Ahora se entiende por qué transmitir una receta de cocina mientras de la Rua
escapa en helicóptero es el criterio de la empresa, o un vestido de moda
mientras que el gobierno de Duhalde asesina como forma de disciplinamiento a
Kosteki y a Santillán, les resulta más atractivo. Y podrían seguir los ejemplos.
¿Qué van a decir estas cadenas de medios acerca de la invasión a Irak, por
ejemplo? Es claro.
Políticas K hacia los medios. Antecedentes.
Antes del anterior apartado, hablábamos del "silencio de radio" sobre los
contenidos del hipotético proyecto de Ley de Telecomunicaciones que enviaría el
gobierno al Congreso en este mes de agosto. Y que, ya que no conocemos los
contenidos de la ley no nos queda más remedio que observar qué hizo el
kirchnerismo respecto de los multimedios para poder especular cuál es la mirada
de esta fuerza política al respecto. Veamos cuál es la política del kirchnerismo
en el gobierno hacia los medios masivos de comunicación para pensar qué
características tiene la ley. Esto nos va a dar una idea de la línea de
construcción política hacia el sector de las telecomunicaciones del actual
gobierno. El resto son palabras.
Tres semanas después de asumir el gobierno, Néstor Kirchner asume como propia la
tarea que Duhalde dejó inconclusa debido al adelantamiento de entrega del bastón
presidencial. Sancionó la Ley de Preservación de Bienes y Patrimonios
Culturales.
¿Qué importancia tiene esto?
Clarín, por tomar un ejemplo, durante los años noventa se endeudó de manera
gigantesca con grupos transnacionales. Esto es producto de una política de
compra masiva de canales y radios del interior que enriquecían su imperio
comunicacional. Es decir, a través de una serie de préstamos que otorgó la banca
internacional el grupo Clarin, compra, por ejemplo, Radio La Red , Cadena 100,
Multicanal, las Productoras Pol-Ka, TyC Sports, Volver, Multideporte, Rural,
repetidoras en el interior del país de canales abiertos, generando un monopolio
de hecho y un oligopolio nominal de cómodas ventajas para ellos. Estas empresas
ponemos sólo por citar ejemplos del multimedios más importante de la Argentina.
Según la Ley de Quiebras se ejecuta el cobro de las deudas a través de la
confiscación de los bienes de determinada empresa que se encuentre en situación
de quiebra. Es decir, Clarín estaba en situación de quiebra, junto con otros
como Daniel Hadad, y por lo tanto, de perder sus propiedades (sus empresas
periodísticas).
Dice el periodista Luis Pablo Ginger en su investigación "Los dueños de la
palabra" respecto de la Ley de Protección de Industrias Culturales o según
tituló La Nación la "Ley Clarín":
‘(…)no se encuentran alcanzados por la disposición de esta norma: a) los
medios de comunicación que a la fecha de entrada en vigencia de la presente ley
sean de titularidad o control de personas físicas o jurídicas extranjeras. b)
Los contratos de cesión de acciones, cuotas o de transferencia de la titularidad
de la licencia celebrados con anterioridad a la fecha de entrada en vigencia de
la presente ley, y que aun no hayan sido aprobadas por los organismos
competentes.’
(…)el Grupo Clarín –también La Nación , Crónica y otros- pudo quedarse
tranquilo, ya que según reza el texto de Ley, ‘El Estado nacional preservará
especialmente: […] d) El espectro radioeléctrico y los medios de comunicación’ (art.
1) y se establece que ‘la propiedad de los medios deberá ser de empresas
nacionales, permitiéndose la participación de empresas extranjeras hasta u
máximo de 30% del capital accionario y que otorgue derecho a voto hasta por el
mismo porcentaje del 30%. Dicho porcentaje podrá ser ampliado en reciprocidad
con los países que contemplan inversiones extranjeras en sus medios de
comunicación, hasta el porcentaje que ellos permiten (art. 2)’"
Hasta ese momento Clarín tenía sólo un 18% en manos extranjeras. Es decir, no
sólo se protege el patrimonio de los grandes monopolios nacionales sino que no
se toca a los grupos extranjeros que ya están radicados en el país y se
contempla mayor presencia extranjera.
Pero lo más importante de todo esto es que el gobierno de Néstor Kirchner a
través de la sanción de la ley de Industrias Culturales (medios de comunicación)
éstos no son alcanzados por la Ley de Quiebras, y por lo tanto, reposan
tranquilos sin tener que pagar con sus empresas las deudas adquiridas para
construir un mercado oligopólico.
En mayo de 2005 Kirchner sanciona el decreto 527. Éste establece la suspensión
del conteo de los años de las licencias por 10 años. ¿Qué significa esto? El
Estado otorga licencias para explotar las frecuencias radioeléctricas porque
como hemos dicho éstas son Patrimonio de la Humanidad. Según la Ley, las
licencias otorgadas durante el menemato eran otorgadas por 15 años. A esto la
legislación le suma la posibilidad de una prórroga de 10 años más. O sea: 15
años + 10.
Muchas de las licencias estaban terminando su período de quince años. Lo que
hace el gobierno de Kirchner es efectivizar la renovación de las licencias por
10 años, pero además, introduce una figura de esas que pasarán a la historia: la
suspensión del conteo de los años de licencias por 10 años.
Pasado en limpio: no sólo les renueva las licencias por 10 años sino que además
les regala 10 más porque suspende el conteo de los años. En definitiva, se
otorgan nuevamente licencias a los multimedios por al menos 20 años (¡!).
Dicho en otras palabras, en mayo de 2005 en gobierno "progresista" de Néstor K
sanciona por decreto el sostenimiento de este modelo de multimedios por nada
menos que 20 años al renovarles las licencias a todos ellos entre 20 y 35 según
el medio.
La última de las medidas importantes que sanciona el gobierno de Kirchner se
ejecuta tres días antes de terminar su mandato para que sea continuado por la
actual presidenta Cristina Kirchner. Néstor K aprueba la fusión entre Multicanal
y Cablevisión, dos de las principales cadenas de televisión por cable en
Argentina. Además de dejar en la calle a una gran parte de los trabajadores de
estas empresas debido a su unificación –ya llevada a cabo-, esto implica que
entre Multicanal y Cablevisión (ahora una empresa) Fibertel y Ciudad Internet
controlen el ochenta por ciento de los abonados al cable y gran parte de los de
banda ancha en Argentina.
Es evidente entonces la comunidad de intereses entre medios masivos de
comunicación y monopolios y oligopolios financieros, y la incidencia de esta
relación con el mensaje emitido. Esta relación les permite a los multimedios una
capacidad de presión y lobby (incidencia en las decisiones de gobierno) que hace
en que cada modificación de las estructuras legal y social se vea beneficiado
las regulación y situación de estos.
El gobierno de Néstor Kirchner tiene como balance: aprobar la renovación de las
licencias de los multimedios por 20 años como mínimo. Aprobar la fusión de
Multicanal y Cablevisión, quienes junto a otras dos empresas controlan el 80 por
ciento del cable y banda ancha en nuestro país. Sanciona la Ley de Industrias
Culturales por la cual los multimedios quedan desafectados de la Ley de
Quiebras.
Un aspecto que puede considerarse positivo es que modificó el artículo 45 de la
Ley de Radiodifusión que prohibía a las organizaciones sin fines de lucro ser
poseedoras de licencias radiofónicas. Pero esta medida tiene la salvedad de que
no se le permite a las cooperativas de servicio ¡"porque pueden generar
condiciones de monopolio"! según el gobierno nacional. Sin embargo Clarín no
parece ser monopolio, ni Multicanal y Cablevisión, etc.
La situación actual
Estos son los antecedentes que preceden nuestro debate. Sin embargo, hoy por
hoy, los principales cuadros del área de comunicación del gobierno nacional
afirman que el proyecto de Ley de Telecomunicaciones es de carácter democrático
y contiene las necesidades que vienen planteando las organizaciones populares
expresadas en los 21 puntos difundidos por la Coalición por una Ley de
Radiodifusión de la Democracia y los 14 principios elaborados por la sección
argentina de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias.
Aquí es donde debemos detenernos y reflexionar con el mayor grado de serenidad
posible más allá de los ánimos despertados por nuestras filiaciones políticas,
sean cuales fueran.
Decíamos que es necesario además de conocer los antecedentes de la línea
política K hacia los multimedios reparar en la situación política actual para
pensar la posibilidad de un avance sobre los multimedios. En ese sentido cabe
detenernos en dos cuestiones centrales: la capacidad del gobierno de hacer
efectiva una normativa democrática sobre las comunicaciones, por un lado, y las
necesidades y políticas de las empresas administradoras de multimedios por otra.
En el primer caso no es inocente haber introducido el término de si será el
gobierno capaz de "hacer efectiva" una normativa democrática sobre las
comunicaciones. Partiendo de la base de que una normativa se establece con el
presupuesto de que ésta permite hacer modificaciones reales y de hecho sobre lo
que legisla, la Ley de Telecomunicaciones de carácter democrática sólo cobra
sentido si sirve para atacar el problema de la concentración de medios y el
derecho a la información (entre otras cosas).
Hay experiencias recientes que aportan algunos elementos para pensar este ítem.
Cuando el gobierno nacional lanza la Resolución 125 (aquella que origina el
conflicto de tres meses sostenido por productores agropecuarios), lo hace sin
generar consenso, a oscuras, en silencio. No solo que no envía el proyecto a la
Cámara de Diputados, sino que no propone el debate hacia la sociedad sobre los
problemas de fondo encabezados por la nunca por fin aplicada distribución de la
riqueza. El proyecto fue para atrás por falta de consenso. Pero no porque no
fuera una necesidad, sino porque no se profundizó en la posibilidad de hacerlo
efectivo.
Es esta política de "digo que avanzo pero levanto los pies del acelerador" la
que viene truncando cambios posibles.
En este sentido cabe decir lo mismo: si el gobierno nacional no somete el
proyecto de Ley de Comunicaciones a un debate profundo a toda la sociedad a
través de sus instituciones y verdaderamente participativo, el proyecto de ley
será letra muerta. En otras palabras: si hoy los multimedios no respetan en
cuestiones esenciales la vigente ley antidemocrática y detentan una suma de
poder importante ¿por qué habrían de aceptar y poner en práctica una ley de la
democracia si esta afecta todos sus intereses? Si hasta el propio vicepresidente
de este gobierno Julio Cobos sale a hacer campaña propia después de su voto "no
positivo" en el Congreso durante la resolución 125 ¿por qué no habrían de tener
capacidad de lobby para cambiar la ley o que no salga o que salga a favor de
ellos los grupos de la economía concentrada que administran medios?
Ninguna de estas preguntas puede ser respondida si no se da efectivamente el
debate en la sociedad para que puede ser defendida una normativa de la
democracia. Ninguna respuesta puede ser dada si no se pretende avanzar
efectivamente en ese camino. Acá no puede ganar la necedad y torpeza política de
un gobierno de 5 cuadros, sino la necesidad de otra regulación en comunicación,
una de las mayores deudas de la democracia.
Hay un elemento en esta discusión que no puede ser soslayado: así como en estos
años de democracia los sectores populares sostenemos que es necesario otro marco
normativo, las empresas multimedios también encuentran sus necesidades pero no
en sentido de hacer más democrática la distribución de licencias y otros debates
sino en sentido de profundizar la explotación de ganancias.
En este sentido, el debate en torno del Triple Play es esclarecedor para
comprender la táctica de los multimedios. El Triple Play es un sistema a través
del cual puede brindarse banda ancha, televisión y telefonía por un mismo medio,
a través de un mismo cable y a menores costos. Es tras este negocio que Clarín y
Telefónica van construyendo sus redes oligopólicas.
Por ello es que resulta evidente que los medios masivos van a operar sobre el
desarrollo de los acontecimientos en el sentido de sus necesidades sobre los
sectores políticos hegemónicos, y queda bien claro que las necesidades de los
multimedios no son las de la sociedad en su conjunto.
En definitiva, entonces: los antecedentes del gobierno en relación a su línea
política hacia los medios masivos de comunicación no son de carácter
democrático. Sin embargo, funcionarios de primera línea en el tema afirman
públicamente que el carácter del proyecto de Ley de Telecomunicaciones es de
carácter progresista y contiene los reclamos populares. Los medios también
necesitan otra legislación para profundizar sus ganancias. La sociedad está
retrasada en su debate sobre el debate de los medios. Si no se somete a un
proceso de discusión nacional y real un proyecto democrático de ley de
radiodifusión, es probable que no se sancione o que su rol sea poco más que
decorativo.