Argentina: La lucha continúa
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El nazi sudaca
El nazi sudaca, un personaje grotesco que sin embargo aflora junto con otros
racismos.
Rodolfo Omar Serio *
Figurita repetida en el álbum del realismo mágico, el nazi sudaca es el
arquetipo de la barbarie que pide a gritos "civilización" y escupe un poco. La
historia del nazismo en Sudamérica es corta: en las épocas en que Hitler
gobernaba Alemania, el nacionalsocialismo no suscitaba grandes simpatías en
nuestra región, a excepción de los ejércitos, su institución por excelencia.
Durante los largos años ’40, la Argentina se debatía entre declararse a favor
del Eje (posición sostenida por la mayoría de los generales) o continuar con la
exportación de carne a Inglaterra, tal como lo requerían los terratenientes. En
parte, gracias al ingenio y la influencia de Roberto Noble –estanciero, político
y fundador del Gran Diario– la situación se resolvió en la neutralidad hasta
casi finales de la guerra, posición que no terminó de convencer a nadie. Desde
entonces, el nazismo ha abandonado la impostura de elite y se ha diseminado,
atomizado, con adaptaciones locales tan particulares como absurdas.
El nazi sudaca es digno del Manual de Zonceras de Jauretche. Desconoce los
principios básicos de la ideología que se supone sustenta sus pensamientos: la
revancha de lo particular contra lo universal, de lo nacional contra lo
internacional. Por el contrario, no se le puede atribuir con mucho acierto el
adjetivo nacionalista: históricamente se ha sentido identificado con los países
del Primer Mundo más que con su propia nación. Su definición de lo propio lleva
la impronta del deseo de ser lo otro; es ultranacionalista, pero de países que
no son el suyo.
A partir de entonces, las contradicciones y los delirios de su componente sudaca
comienzan a aflorar: si el nacionalsocialismo surge como un numeroso movimiento
de masas antiburgués, el nazi sudaca ve al número y a la masa como el origen de
su frustración, al tiempo que es burgués o anhela serlo. Si, como sostiene el
historiador Furet, el fascismo surge como la revancha del pueblo contra la
clase, el nazi sudaca tiene aspiraciones de clase aunque provenga del pueblo.
Suma a su escuela del horror su admiración incondicional por los EE.UU. y su
política exterior: gran condimento para la cocina del ridículo, si se tiene en
cuenta que su aporte fue determinante para destruir al régimen.
El nazi alemán sustenta su particularidad en una idea fundante: la raza. Admira
la raza aria, a la cual pertenece. Al nazi sudaca le alcanza con comprarse un
ovejero alemán para su quinta. Los ojos profundamente azules de su gato siamés
lo miran con asombro: en el mejor de los casos, proviene de las "familias
patricias", invento local para renombrar a los viejos contrabandistas que
comerciaban con Inglaterra a escondidas durante el Virreinato.
En ojos europeos, el nazi sudaca es un subproducto de sus desechos migratorios,
apenas un sucedáneo, una destilación exótica de sus lacras sociales. No proviene
de un gran imperio, no ha asolado continentes enteros en su vieja historia, ni
siquiera posee un idioma propio. En palabras de Hegel, es reflejo de vida ajena.
Su canciller Bismarck es Roca, y su Tercer Reich, el menemismo (y sus
equivalentes a lo largo de la región).
El nazi alemán se une a las SS, sale y mata. El nazi sudaca pide ayuda: picanas
locales o CIA, lo mismo da. El nazi alemán cita, orgulloso, a Goethe. El nazi
sudaca siempre responde "Borges" cuando le preguntan qué lee, aunque no lea. El
nacionalsocialismo alemán ha contado en sus filas con pensadores de la talla de
Martin Heidegger, rector de la Universidad de Friburgo durante el régimen. El
nazi sudaca funda su escuela ideológica en el taxi. Su Leni Riefenstahl es
Cecilia Pando.
Negros de alma
El nazi alemán centra su odio en el judío, y en forma secundaria, el negro,
a quien considera con inferioridad intelectual, pero admira por la pureza de su
raza. El nazi sudaca "tiene amigos judíos" y se jacta en afirmar que no tiene
nada en contra de los negros "de raza". De aquí que, en ausencia de negros "de
raza" –que "felizmente las continuas guerras han exterminado", como afirma
Sarmiento en su Facundo–, se las arregle para inventar una nueva categoría
sociológica: el negro "de alma".
La idea original que insufla fundamentos al nazismo es sustituida por un ingenio
casi goebbeliano: si para los nazis la impureza de raza era una cuestión
genética, biológica y objetiva, para el nazi sudaca el negro "de alma" es
sartreano: producto y sujeto de sus elecciones, es así porque quiere, elige con
cada acto su barbarie.
La veneración nacionalista de un Otro extranjero y un odio copiado a su Otro
local lo constituyen. Lo ridículo de su patetismo es el único elemento que
aglutina la legión de nazis sudacas. Eterno generador de déficit económico y
simbólico, el nazi sudaca toma prestado hasta su odio. Tristemente, aún no ha
entendido que si Hitler tuviera la oportunidad, no dudaría en matarlo.
Mientras tanto, desairado hasta por Mengele, el nazi sudaca tiene problemas para
comprender que tal como está planteada la ideología que embandera, se es de la
raza superior o no se es. No se puede ser nazi por opción, y menos, fuera de
Europa. Sólo quedan entradas para el concierto del resentimiento: las de Wagner
se agotaron.
* Lic. en Comunicación / Posgrado en Gestión Cultural.