Argentina: La lucha continúa
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La resurrección de la oposición
La apuesta de la derecha montada en las agachadas estructurales del kirchnerismo
Prensa de frente
Boletín quincenal Nº 94´.-
Como una reproducción del ’95 de Carlos Menem, cuando un mes después de su
reelección se conoció el famoso índice de desocupación del 18,6 % y la pendiente
de su consenso no encontró final, la dinámica superestructural de la Argentina
de hoy muestra al matrimonio Kirchner deslizándose en una rodada acelerada tras
el detonante del enfrentamiento por la retenciones agrarias. Ninguna de las
ramas de las que intentan asirse en el descenso resulta por ahora efectiva. Al
contrario, cada una de ellas –movilidad jubilatoria, Aerolíneas Argentinas-
parece fortalecer una desconocida audacia de las variadas versiones de la
derecha de la oposición político-partidaria, con un resucitado Eduardo Duhalde
como bastonero de la rosca en el ejercicio de su único talento reconocido,
decidida en este remedo del ‘95 a transformar las legilativas del próximo año en
lo que fueron las del ’87 de Raúl Alfonsín: el principio de una implacable
agonía del gobierno.
No hay mayores secretos, en realidad. Si una oposición partidaria notoriamente
pobre de ideas pero llena de subordinación a los intereses de los distintos
sectores del poder económico –sólo renacieron a caballo de la virulenta defensa
de su renta extraordinaria desatada por la patria sojera- encuentra razones para
endurecerse a cada paso, las razones hay que buscarlas fundamentalmente en las
incongruencias de un gobierno que siempre escondió tras su discurso confusamente
nacional y popular su proyecto de alianza privilegiada, y muy generosa en
subsidios directos e indirectos del Estado, con algunos grupos económicos
industriales, petroleros, exportadores y de servicios.
Desde la lógica esencial de ese proyecto, las iniciativas lanzadas en estos
tiempos para tratar de recuperar espacio y consenso, y sobre todo galvanizar
detrás de sí a los asalariados formales y a los sectores de clase media, salen
condicionadas, contradictorias, bloqueadas por el peso de los intereses que
representa.
Sucede con el proyecto de recuperación, para una reprivatización posterior de
Aerolíneas, que da la gran oportunidad de cacarear a quienes defendieron a capa
y espada las más ruinosas y entreguistas operaciones privatización y de
refinanciamiento de deuda -casi siempre comandadas por Domingo Cavallo desde
1982, como funcionario de la dictadura, del peronismo o del radicalismo- contra
una operación que también apesta a socialización de deuda privada, los 980
millones de dólares que costó el vaciamiento de la aerolínea de bandera bajo la
gestión del grupo Marsans, para no hablar de las anteriores, en manos de Iberia.
Como una prueba más de la épica trucha a la que intenta recurrir una vez más
esta kirchnerismo en bancarrota, las partidas del Presupuesto reasignadas para
pagar los costos de la recuperación de Aerolíneas son algunas de las que
correspondían al financiamiento de urbanización de villas o construcción de
viviendas populares.
La propuesta oficial para ponerse a tono con la exigencia de implementar un
mecanismo de movilidad de las jubilaciones planteado por la Corte Suprema de
Justicia a partir del fallo sobre el caso Badaro tiene las mismas
características. En la medida en que la movilidad automática no alcanza a la
jubilación mínima en el proyecto oficial, no actúa sobre un componente esencial
de todas las jubilaciones como es la Prestación Básica Universal y no toma en
cuenta los aumentos de los salarios de los trabajadores activos como parámetro
eje de la movilidad, la supuesta dinámica autónoma de actualización de las
jubilaciones queda en no mucho más que un título.
El gobierno kirchnerista tampoco muestra alguna decisión por afuera de los
condicionantes de su alianza específica con los intereses de los grupos
económicos que lo sostienen para modificar su política salarial integral, ni en
lo que tiene que ver con los montos del salario mínimo, ni en la imposición de
ganancias a los salarios medios, ni en la universalización de la asignación de
ingresos mínimos para desocupados y subocupados. Tampoco, claro, para modificar
la realidad de un mercado laboral precarizado en más de un 40 por ciento. Ni
muestra ninguna decisión por blanquear la realidad de una inflación que golpea
de manera creciente y dramática sobre los sectores populares para, a partir de
allí, disciplinar a los generadores reales de esa inflación, los empresarios
abroquelados frente a cualquier amague de disputa seria de la distribución del
ingreso.
Son estas debilidades fundamentales las que aprovecha la superestructura
dirigencial de las distintas fuerzas de la derecha para preparar el camino hacia
el control del Estado, en el marco de un proceso de reacomodos en el que Duhalde
intenta jugar el papel del armador de la "ortodoxia" peronista, la que después
de recomponerse debería juntar en torno de sí a las fuerzas de la derecha más
confesa, al radicalismo cobista y a los balbuceos de formación de un "partido
del campo". Claro que en el proceso hay quienes, como Mauricio Macri, Elisa
Carrió o los radicales que no se kirchnerizaron en su momento, creen que pueden
hacer lo mismo pero con ellos como núcleo de conformación.
Los sectores populares, en todo caso, asisten como espectadores cautivos de esta
nueva dinámica superestructural, golpeados por un nuevo pico de debilidad y
dispersión de las organizaciones que con mayor legitimidad pretenden
expresarlos.