Argentina: La lucha continúa
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"Un pueblo que se dedica a un solo cultivo se suicida"
Entrevista a Marie-Monique Robin, autora del best seller "El mundo según
Monsanto"
Heber Ostroviesky y Enrique Schmukler
Página 12
Marie-Monique Robin, autora del best seller "El mundo según Monsanto" que
llegará en diciembre a la Argentina. 'Un pueblo que se dedica a un solo cultivo
se suicida' es el ensayo periodístico más leído de los últimos meses en Francia
y está dedicado en gran parte a la Argentina. En esta entrevista, su autora,
Marie-Monique Robin se pregunta qué pudo haber ocurrido para que 'Eduardo Buzzi
cambie de bando en tres años'.
-¿Cuáles son los aspectos ligados al modelo de explotación agrícola en
Argentina que, según lo que usted pudo investigar en nuestro país, han quedado
hasta ahora afuera de la discusión política?
-Si bien es necesario que el Gobierno intente reglamentar las exportaciones
debería, sobre todo, limitar la expansión absolutamente demencial de la soja
transgénica. Aunque las retenciones contribuyen a limitar la producción
indiscriminada, no es suficiente. A mi juicio es urgente analizar el peligro de
los organismos genéticamente modificados (OGM) a fondo. En la actualidad la
producción cubre un total de 18 millones de hectáreas. ¿Y esto que quiere decir?
Una sola cosa: aumento del monocultivo. Se trata de una constatación que, para
mí, es inobjetable y confirma lo que había observado hace tres años, en otra
visita que hice a la Argentina. La frase 'Un pueblo que se dedica al monocultivo
se suicida' es evidente en este caso. Lo que hay que entender es que la
expansión de la soja transgénica va en detrimento de los pequeños y medianos
productores, al verse obligados a abandonar la producción de alimentos para la
población. En primer lugar, porque las semillas que suministra la multinacional
Monsanto, de nombre Roundup Ready (Soja RR), se fumigan con el herbicida Roundup,
de modo que el resto de las tierras queda contaminado, puesto que es un
herbicida muy volátil. Es decir, los pequeños agricultores deben abandonar su
hacienda porque sus plantaciones son sencillamente destruidas por el herbicida.
La soja provoca problemas sanitarios graves. Y esto ha sido confirmado por un
informe del Hospital Italiano de Rosario. Pero también constituye un terrible
problema social. No regular la producción de soja transgénica es darle la llave
de la agricultura del país a unos inversores que nada tienen que ver con la
agricultura. Darles todo el poder de maniobra a los 'pools de siembra', como lo
describía Eduardo Buzzi en una entrevista que le realicé en 2005, es poner en
juego la seguridad alimentaria de la Argentina.
-¿Cómo fue el desembarco de las semillas de Monsanto en la producción
agrícola Argentina? ¿Tuvo resistencias este modelo?
-En 2005 Monsanto y el gobierno argentino estaban en medio de un conflicto por
el tema de las regalías que la multinacional estadounidense pretendía cobrar por
la exportación de la soja, ya que Argentina no reconoce la patente que reclama
Monsanto sobre el gen Roundup Ready. Por ese tiempo Monsanto quería cobrarle 15
dólares a cada cargamento de granos o harina de soja a su llegada a los puertos
europeos, ante la imposibilidad de cobrar tres dólares a los productores en
territorio argentino. Allí Monsanto comenzaba a mostrar su verdadera cara. Pero
antes, en la década de 1990, la totalidad de los productores recibieron a esta
empresa con entusiasmo, por supuesto. Recuerdo haber entrevistado a agricultores
que me dijeron que, al principio, llamaban a las semillas transgénicas 'semillas
mágicas'. Inclusive Buzzi me había dicho en esa oportunidad: 'Nosotros
sostuvimos ese modelo, pero caímos en la trampa. Estaba todo calculado'.
-¿De qué se trata el llamado 'principio de equivalencia en sustancia',
retomado en Argentina?
-Este principio aceptado inicialmente en los Estados Unidos no tiene ninguna
base científica que lo valide. Sin embargo, al impedir que los OGM sean
considerados como aditivos alimentarios, las empresas de biotecnología pudieron
evadir pruebas toxicológicas y evitar el etiquetado especial de sus productos.
La decisión que permitió comercializar los OGM sin ninguna evaluación fue
aceptada también en la Argentina. Gracias a estas mentiras los OGM llegaron al
país y desde allí invadieron Paraguay y Brasil, donde no estaban autorizados.
Como me había dicho Eduardo Buzzi en 2005, se trató de una estrategia
planificada por Monsanto para forzar la legalización y generalización de los OGM.
Como Brasil no autorizaba los transgénicos, Monsanto se implantó en la Argentina
de Menem y desde allí elaboró su estrategia, que terminó contaminando a buena
parte de América del Sur.
-¿Le parece lógico que durante el conflicto por las retenciones, el
presidente de la Federación Agraria Argentina se uniera a los 'pools de la
siembra', como él mismo los apodaba?
-Que Eduardo Buzzi en un comienzo haya defendido el modelo de la soja
transgénica es posible, porque para él, como para muchos productores, se trataba
de 'semillas mágicas'. Es decir, se puede entender que los productores,
dejándose llevar por la propaganda fraudulenta, hayan creído en lo que Monsanto
les prometía. Lo realmente curioso, y que da lugar a sospechas, es que hoy en
día Buzzi se haya cambiado de bando, por así decirlo, y comulgue con los 'pools
de la siembra', que en 2005 le habían tendido una trampa. Me pregunto ¿qué habrá
pasado desde 2005 que explique ese cambio abrupto de posición? Yo filmé a Buzzi
hace tres años para un documental sobre la soja en Argentina, que transmitió la
cadena francoalemana Arte. Allí, Eduardo Buzzi hacía un balance del modelo
agrícola sojero, y concluía señalando que lo único que podía garantizar la
seguridad alimentaria del país era la pequeña y mediana agricultura, a partir
del suministro de cultivos diversificados. En esa oportunidad, Buzzi
diferenciaba a los productores nucleados en la Federación Agraria de lo que él
llamaba 'un modelo agrícola destinado al agrobusiness' . Ahora bien: ¿qué hace
hoy en día Buzzi? Está con los 'pools de la siembra'. ¿Qué pasó? No sé
exactamente, no tengo pruebas. Todo lo que puedo decir es que Monsanto
desembarcó en Argentina en 1997, e impuso los OGM en un gobierno corrupto como
el de Carlos Menem. Y en esa operación es muy probable que haya habido maniobras
oscuras. Monsanto tiene una vasta experiencia en hacer cambiar de opinión
a la gente.
-En uno de los capítulos de su libro, usted habla del rol que juegan ciertos
medios de comunicación en la difusión y apoyo de los OGM en nuestro país. ¿En
que consiste este apoyo concretamente?
-Hay medios de comunicación en Argentina que hacen claramente propaganda de los
OGM. Al leer diarios como Clarín vemos perfectamente este tipo de discursos y
nos hace por lo menos sospechar que, en ese ámbito, habría también una
importante corrupción. Cuando uno lee los artículos de su colega Héctor Huergo
de Clarín Rural, no puede más que preguntarse cuál es la relación de este hombre
con Monsanto. Lo que escribe es propaganda pura, con informaciones falsas. Se
les quiere hacer creer a los lectores que van a terminar con el hambre gracias a
los OGM, que no habrá más problemas de malnutrición, pero es mentira. Estas
cosas hay que investigarlas en profundidad. Hay que tener en cuenta que Monsanto
es capaz de corromper al más fuerte. En Indonesia, por ejemplo, hay casos
probados y condenas a Monsanto por corromper a más de cien funcionarios del
gobierno.
-En general, los antecedentes non sanctos de Monsanto son poco a nada
conocidos, o por lo menos no han sido lo suficientemente difundidos...
-En Argentina los medios no dicen que Monsanto ha sido condenada en Estados
Unidos y Francia por publicidad falsa, que no tienen más derecho a marcar en sus
productos que no afectan al medioambiente. He verificado en varios países la
manera de actuar de Monsanto: compran... En el libro y en el film se demuestra
que hubo científicos comprados durante más de 20 años para contar mentiras. Hoy
sabemos que el Roundup es cancerígeno. Está claro que en un tiempo será
prohibido, como ocurrió con tantos productos de Monsanto en el pasado (el PCB,
la dioxina, entre otros) que generaron polución en el planeta por cuarenta años
y que finalmente fueron prohibidos. El Roundup es altamente tóxico, en la
Argentina más de la mitad de las tierras cultivadas son regadas con un producto
que no es biodegradable, que llega a las napas freáticas, que contamina los
suelos. Al ritmo actual, a mediano plazo los suelos serán inutilizables. Los OGM
manipulados resisten al Roundup y lo absorben. Cuando una madre argentina les da
la denominada leche de soja a sus hijos, les está dando un producto regado con
una sustancia tóxica. Hoy tienen la oportunidad de hacer un balance y sacar
conclusiones, es lo que debería hacer el Parlamento. Hoy los productores ya no
pueden decir que no saben. Hoy hay pruebas, tenemos los datos. Sabemos que la
soja transgénica va a generar enfermedades y va a disminuir el rendimiento de la
tierra. En Argentina hay que hacer una evaluación seria antes de que sea
demasiado tarde. Hay que dejar bien claro que esta empresa no quiere ganarle al
hambre sino hacer grandes negocios.
-Los países europeos debaten en la actualidad sobre los OGM y estudian los
controles a poner en práctica. ¿Cuál es la situación en Francia?
-En Francia, al igual que en el resto de los países, hay sectores que proponen
legalizarlos. Conozco bien al sector del campo francés porque soy hija de
agricultores. Estamos en lo que yo llamaría una guerra de información. Hay
agricultores que durante encuentros de discusión me dicen que los OGM les
permitirían usar menos pesticidas. ¡Cómo menos pesticidas! Si se trata de
plantas que producen tóxicos y que desarrollan una resistencia cada vez mayor a
los pesticidas utilizados. Cuando la discusión es profunda se entiende, pero hay
una enorme propaganda. Claro que los agricultores, no los pools de siembra que
son industriales y especuladores, tienen problemas en todo el mundo. Los
verdaderos agricultores son víctimas de estos nuevos modelos, no les alcanza
para vivir y se los inunda con la publicidad de estas 'semillas mágicas'. En
Francia también existe un lobby muy fuerte de los grandes agricultores que
militan por la introducción de los OGM. También hay diputados franceses que
mienten en la Asamblea Nacional en defensa de los intereses de estas empresas.
En Francia, algunos senadores tuvieron el coraje de denunciar que los
legisladores son presionados por Monsanto. El aspecto esencial de esta disputa
es controlar las semillas, que son el primer eslabón de la cadena alimentaría.
Lo que le interesa a Monsanto es vender el Roundup y tener las patentes sobre
las semillas para luego cobrar las regalías sobre la producción ajena. Hoy, en
países como la India, sólo hay semillas transgénicas. Monsanto compró todas las
empresas semilleras, y los campesinos que comienzan a ver los efectos negativos
ya no tienen cómo volver atrás. Peor aún, los agricultores deben pagarle
regalías a Monsanto al utilizar las semillas o les mandan la policía. Es un
negocio redondo. Lo mismo intentó Monsanto en la Argentina. Primero dijeron que
no cobrarían regalías, pero en 2005 cambiaron el discurso por el de o nos pagan
o vamos a un conflicto fuerte.
-¿Cómo puede salir Argentina de este chantaje que usted describe?
-Todavía es posible. Recordemos que Monsanto tuvo mucha suerte, porque Argentina
no era un país productor de soja. El primer productor de soja en América latina
era Brasil. Si Argentina hoy es un enorme productor se debe a una circunstancia
particular: la gran crisis del 2001. Argentina necesitaba encontrar una salida,
y al mismo tiempo la crisis de la vaca loca en Europa generó la prohibición de
harinas animales y la necesidad de soja. Esta doble coincidencia benefició a
Monsanto. Pero en la actualidad la mitad de los campos de la Argentina están
contaminados de OGM, y ésta es una lógica muy cercana a la de tener un país
endeudado. Continuar con este modelo sin regulaciones importantes sería pensar a
cortísimo plazo. Ya no se trata de la salida de una crisis extrema sino de la
viabilidad de un modelo a largo plazo. Esto significa analizar todos los datos y
actuar en consecuencia con una visión clara. No hay que olvidar que por el
momento Argentina no reconoce la patente sobre el gen Roundup Ready, pero las
presiones en la Organización Mundial de Comercio son enormes. Si se llega a la
uniformización del sistema de patentes, es decir a la imposición del sistema
norteamericano, los problemas de Argentina serán mayores. El debate ciudadano
sobre estos temas es fundamental, el debate político en el Parlamento es
esencial aunque genere manifestaciones. En Europa, los movimientos de
resistencia a los OGM son cada vez más fuertes, debemos alentar la agricultura
natural que es la única salida. La pregunta es cómo volver a estos modelos
naturales cuando Argentina tiene 18 millones de hectáreas regadas con Roundup.
-¿Está al tanto de que el sector que se opone a las retenciones subraya que,
con el avance de la producción de la soja se ganará la guerra contra el hambre?
-Sí, lo sé, y es completamente falso. Los OGM son todo lo contrario, reproducen
el hambre a largo plazo justamente porque condenan a los países al monocultivo,
como señalaba antes. La prueba está en que, con el avance de la soja, en la
Argentina un alto porcentaje de los tambos se están cerrando, por culpa del
Roundup desperdigado por los pastizales. La soja se cultiva cerca de donde
pastan los animales. Una vez que las vacas se alimentan de las hierbas
contaminadas con herbicida quedan afuera del proceso de producción de productos
lácteos. Lo mismo ocurre con la producción de arroz y lentejas, que están en la
base de la cultura alimentaria argentina, que también ha disminuido
considerablemente, sin contar el hecho de las grandes superficies de árboles que
fueron arrancados para cultivar soja, sobre todo en el norte del país. Todo un
desastre ecológico destinado a producir alimento para vacunos, bobinos y pollos
de Europa.