Argentina: La lucha continúa
|
La doble vida de Andrada
El portero argentino al que Pelé marcó su gol número
1.000, acusado de haber sido un represor durante la dictadura argentina
Rodolfo chisleanschi
El País
El 19 de noviembre de 1969, el pulso futbolístico de Brasil se detuvo por un
instante. En el viejo Maracaná, el árbitro Manoel Amaro acababa de pitar un
penalti a favor del Santos contra el Vasco da Gama y Pelé se disponía a lanzarlo
para intentar conseguir el gol 1.000 de su carrera. Enfrente, un portero
argentino, Edgardo Gato Andrada, estaba dispuesto a aguarle la fiesta. Se
estiró hacia su izquierda, adivinó el destino del remate, pero no llegó a rozar
el balón y se quedó golpeando con rabia el suelo mientras los flashes
buscaban a O Rei.
Han pasado casi cuatro décadas de aquello. Andrada, un excelente portero que fue
ídolo del Rosario Central antes de partir hacia Brasil, volvió a Argentina a
finales de 1976, en tiempos de la dictadura militar que comandaba el general
Jorge Videla. Entonces se sumó a las filas del Colón de Santa Fe, en el que hace
algunos años le eligieron como el mejor arquero que haya pasado por el club, y
se retiró en 1982 en el Renato Cesarini, un pequeño equipo de la misma
provincia.
Pero ahora existen sospechas de que no sólo se dedicó a ponerse bajo los palos
en los últimos años de su carrera. "El Gato Andrada integró la patota
[fuerzas paramilitares] que secuestraba gente en Rosario", le acusó el ex
represor Eduardo Constanzo, procesado por crímenes contra la humanidad. En su
declaración ante el juez Carlos Villafuerte Ruzo, hace dos semanas, Constanzo
abundó en detalles y sostuvo que Andrada participó del operativo que terminó con
la desaparición y la muerte de los militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y
Eduardo Pereira Rossi el 14 de mayo de 1983.
"No quiero hablar. Es una cosa que no tiene ni ton ni son, Constanzo miente. Yo
estuve en el Ejército, pero no así", se defendió El Gato. Pero algunos
datos juegan en contra del ex portero, que actualmente tiene 69 años y trabaja
para el Rosario Central como coordinador de la cantera en la zona sur de la
ciudad. Andrada niega haberse jubilado como integrante de los servicios de
Inteligencia del Ejército como señaló Constanzo en su declaración judicial,
aunque todavía no ha aclarado cuál fue su actividad en las fuerzas armadas. Y
otra denuncia, en este caso anónima y realizada en 1997 ante el juzgado de San
Martín, provincia de Buenos Aires, ya lo señalaba como integrante del comando
que secuestró a Cambiaso y Pereira Rossi en la cafetería Magnum, en pleno centro
rosarino.
"Desde hace años, en Rosario hay un fuerte rumor sobre la participación de
Andrada en la represión", asegura Ana Oberlín, abogada de la agrupación HIJOS,
organización de derechos humanos formada por hijos de desaparecidos, asesinados
o presos en la dictadura. Incluso algunos ex compañeros del Gato en el
club Colón sostienen: "Nunca hablábamos delante de él, ni siquiera de dinero,
porque sabíamos que lo contaba todo a los dirigentes".
Andrada está ahora a la espera de una citación que se producirá en los próximos
días. Como una ironía del destino, el mismo hombre que hace 39 años quiso ganar
la gloria evitando el gol número 1.000 de Pelé deberá ahora echar mano de sus
viejos reflejos para permanecer en el olvido. Porque, si el juez Villafuerte
Ruzo logra certificar las acusaciones de Constanzo, no habrá reconocimiento,
sino vergüenza en su entrada en la historia.