Argentina: La lucha continúa
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"Los sectores dominantes no quieren que siga aumentando la participación de los asalariados."
Entrevista exclusiva a Eduardo Basualdo, coordinador del área de economía
de FLACSO
Adrián D'Amore
Zoom
Miembro del CELS e investigador del CONICET, Basualdo es una de las
referencias más importantes en el país en materia económica. Cultor del bajo
perfil, en esta extensa charla con ZOOM habla de la extranjerización de
la economía, el rol del Estado, el papel de los grupos locales en la dictadura,
la desmovilización de los sectores populares, la emergencia sindical y la
necesidad de reconstituir el mercado de trabajo formal. Niega que los aumentos
de salarios sean causantes de inflación y dispara: "La oligarquía eminentemente
agropecuaria está buscando una representación política".
—¿La crisis de 2001 marca la finalización de un período y el comienzo de otro
con la victoria de los devaluacionistas sobre los dolarizadores?
—Efectivamente el 2001 constituye un punto de ruptura muy importante porque se
cierra un ciclo de casi 30 años donde la sociedad argentina tuvo un patrón de
acumulación de capital específico, impuesto por la dictadura militar. Un patrón
diferente al agroexportador de las primeras décadas del siglo XX y al de
sustitución de importaciones que vino después: el de la valorización
financiera. Se trata de un patrón de acumulación de difícil comprensión por
parte de los sectores populares, por su componente financiero y porque tiene que
ver con el papel del endeudamiento externo que deprime a buena parte de la
economía real, pero no se entiende como ni por qué.
—¿Es de difícil aprehensión porque es complicado operar sobre ese sistema?
—Y porque es difícil de entender. Durante muchas décadas, la economía argentina
tuvo como eje y sustento la economía real. Ahí se dilucidaban las relaciones
entre capital y trabajo. Del año '76 en adelante, el patrón de acumulación es de
una naturaleza muy diferente porque la variable de ajuste es la economía real, y
la relación entre capital y trabajo se dirime en el ámbito financiero. Con una
paradoja: los sectores centrales del nuevo patrón de acumulación (internos) son
principalmente industriales. Hay una redefinición en el comportamiento de la
economía argentina que alcanza una enorme envergadura. Y es efectivamente esa
característica la que hace que sea complicado aprehenderla. Dentro de América
latina, por las evidencias que hay, el caso argentino fue el que presentó la
mayor exacerbación de la valorización financiera. Un circuito donde el sector
privado oligopólico se endeuda, valoriza en el mercado financiero interno
(porque la tasa de interés local es mayor a la internacional) y fuga al
exterior. Esta es la enorme compatibilidad o complementariedad que existe entre
fuga de capitales locales al exterior y la deuda externa.
—No es casual
—Hay una alta correlación que es el resultado de causalidades entre ellas. La
política económica a partir de 1976 cambia drásticamente, al adoptarse diversas
políticas monetaristas. Hasta ese momento, la política económica buscaba
potenciar la economía real y las variables financieras se acomodaban a su
evolución. A partir del '76 es al revés: la variable de ajuste es la economía
real. Ese cambio de política económica va acompañado de nuevas funciones del
Estado. Un patrón de acumulación de capital implica una modificación sustancial,
porque cambian las alianzas sociales y por lo tanto el carácter del Estado.
El papel del Estado en este proceso es garantizar que la tasa de interés
interna sea mayor que la internacional porque, si no, no hay valorización.
Ese es el rol estratégico que cumple desde mi punto de vista la reforma
financiera del '77, que establece que el Estado ya no se financie a través del
Banco Central, sino que es un tomador de fondos más en el sector financiero.
Por otro lado, el Estado durante la dictadura y el gobierno constitucional
posterior asume como propia la deuda externa privada, cosa que no va a suceder
en el 2001, a pesar de que hubo algunos intentos. A estos posicionamientos muy
relevantes del Estado se le agrega otro: el endeudamiento externo del sector
público no está en función de la economía real y de la expansión productiva,
sino en función de la valorización financiera. Esto quiere decir que el
sector privado saca más de lo que pone. Y la renta que obtiene la remite al
exterior en divisas, que las provee el Estado mediante su propio
endeudamiento con el exterior.
El menemismo y la extranjerización
—¿Esto se potencia en los '90?
—Dentro de los años que median entre 1976 y 2001, la década de los '90 implica
la etapa superior de la valorización financiera por su impacto en la economía y
en la sociedad argentina. Las privatizaciones son el mayor cambio en la
estructura económica del país durante el siglo XX. Más importantes, incluso, que
la estatización del peronismo original, momento en que el Estado tenía mucha
menor importancia en términos relativos. A principios de los '90, las empresas
estatales eran las más grandes de la economía argentina porque ostentaban la
mayor participación en las ventas de las grandes firmas de la economía nacional.
Por lo tanto, tenían un gran impacto en términos de inversión y de importancia
como instrumento de la política económica. Por eso las privatizaciones fueron un
cambio de enorme trascendencia que tiene que ver con el proceso de valorización
financiera. Para los acreedores implicaba el pago del capital adeudado,
caracterizado como impagable por Alfonsín. Para los grupos económicos internos,
ese sector diversificado de la oligarquía pampeana, implicó un salto notable en
términos de su importancia estructural. Y eso que ya era de por sí muy
relevante.
La trascendencia de las privatizaciones se puede apreciar también porque no
es sólo una fracción del capital la que se queda con las empresas, sino que
la propiedad de las firmas estatales es compartida entre las distintas
fracciones dominantes del capital. En cada una se verifica un trípode
constituido por un grupo económico, una empresa transnacional que es la
operadora y un banco transnacional que es el agente financiero. Esto es fruto de
un acuerdo: el mayor cambio estructural de la historia no podía quedar en
manos de un solo bando, debía ser compartido. Por eso son escasísimas las
excepciones donde una empresa estatal importante queda en manos de una sola
fracción del capital dominante.
Este cambio estructural trajo aparejado la etapa de oro de Menem, desde 1990 a
1995, porque el bloque de poder está muy cohesionado, se había constituido una
comunidad de negocios. Sin embargo, posteriormente, los grupos económicos
comenzaron a vender estas empresas y a fugar esos recursos al exterior para
realizar ganancias patrimoniales. Habían comprado barato y venden caro, porque
tienen una alta rentabilidad debido a las regulación estatal o por ser empresas
oligopólicas. Esa elevada rentabilidad es la que les asegura un alto precio de
venta, porque este último se fija en base al nivel de ganancia.
—Además, en esos años se vendieron muchas empresas privadas de capital
nacional.
—El proceso de transferencias de capital es más amplio que las empresas
privatizadas. Entre ellas, se encuentran empresas oligopólicas líderes en la
producción industrial. En general, los grupos económicos, que son los
principales vendedores de activos productivos, se recuestan en producciones
exportables. Estos capitales, modificaron substancialmente la composición de
su patrimonio. Trajeron parte de fondos fugados al exterior para incorporarse
como accionistas en las empresas estatales, después venden, fugan al exterior e
invierten financieramente. Por eso, a partir de allí el patrimonio de los grupos
tiene un enorme componente financiero.
De esta manera, se disgrega esa comunidad de negocios entre las
diferentes fracciones del capital. Más aún, ese proceso las coloca en
situaciones no sólo distintas sino enfrentadas, porque mientras los grupos
económicos están dolarizados el capital extranjero tiene inversiones productivas
en la economía real.
La diferente inserción estructural de estas fracciones a partir de la crisis del
'98 que se inicia en Asia y Brasil, se expresa, a su vez, en proyectos políticos
alternativos que buscan reemplazar a la Convertibilidad. Los grupos económicos
van a plantear la devaluación como salida a la Convertibilidad, mientras que el
capital extranjero, financiero y productivo, impulsa la dolarización de la
economía nacional. No se trata únicamente, de diferencias económicas sino
políticas y sociales. Efectivamente, en este enfrentamiento se expresan
concepciones diferentes de Nación. Así por ejemplo, los dolarizadores
plantean como horizonte de la integración económica el NAFTA, mientras
que los devaluacionistas el MERCOSUR.
Asimismo, los dolarizadores plantean implementar la regionalización, la fusión
de varias provincias en una región y de hecho, avanzaron en tanto que La Pampa
fue instituida como la cabeza de la Región Patagónica, lo cual significaba que
había que rediscutir los recursos coparticipables. A su vez, esta iniciativa
conllevaba una reducción de gastos pero también de la representación política al
modificar la composición de la representación del Congreso, lo cual indica una
profunda reforma del sistema político.
Por su parte, la base fundamental de los devaluacionistas estaba constituida por
los grupos económicos locales que son una expresión de la oligarquía, es decir
del sector fundador del Estado argentino moderno. Su representación política en
ese momento estuvo en la alianza de Duhalde y Alfonsín, sectores de la iglesia y
gremiales, quienes enfrentan a un sector dolarizador débil en términos de
estructura política y social pero fuerte en términos económicos.
—Más allá de su posición relativa durante la crisis, los devaluacionistas no
pueden ser considerados los perdedores de la etapa anterior.
—No, fueron grandes ganadores. De hecho, son una base económica
fundamental de la de la dictadura militar. Pero también son relevantes en los
gobiernos de Duhalde y de Kirchner, aunque entre ambas gestiones hay diferencias
políticas muy significativas.
A partir de 2001/2002, se abre una transición en la Argentina porque no se
define un patrón de acumulación de capital alternativo a la valorización
financiera. El crecimiento está basado en lo preexistente y en lo que se va
generando por la vía de la sustitución de importaciones. En realidad, hoy no
está consolidada una alianza dominante en la Argentina. Néstor Kirchner ha
gobernado buscando aumentar la autonomía del espacio político respecto a la
estructura económica, aprovechando que, en una etapa de crisis, los sectores
dominantes tienen que hacer concesiones, lo cual ocurrió desde 2002 hasta 2005.
No quiere decir que Kirchner sea un mandadero de los que detentan el poder
estructural. Opera con sus concepciones, buscando ampliar la autonomía del
Estado después de la crisis de 2001. Y lo hace con medidas que están en sintonía
con banderas históricas de los sectores populares. Así es como definió una
estrategia de alto crecimiento económico que implicó un fuerte impacto en el
empleo del 2002 en adelante.
Durante estos años hubo un incremento del empleo muy sustancial, un
mejoramiento evidente de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Sin embargo, en 2007 su situación relativa en términos de la distribución del
ingreso muestra una participación que se ubica en parámetros cercanos, pero
menores, a la obtenida en 2001.
Las causas de la inflación
—¿Se puede adjudicar la inflación al crecimiento de los salarios?
—El costo relativo de la mano de obra para las empresas es mucho más reducido
hoy que en 2001. El salario tiene dos condiciones, demanda y costo para las
empresas. En estos años, aumentó como factor de demanda más que como costo. De
allí que cuando se analizan los factores estructurales de la inflación, se debe
tener en cuenta esto, ya que no se le pueda adjudicar al salario real la
responsabilidad de la inflación.
La inflación puede ser producto de cuellos de botella muy importantes en la
economía argentina por la creciente utilización de la capacidad instalada. Sin
embargo, más allá de algunos casos específicos, tampoco a este factor se le
puede adjudicar el incremento de precios ya que hubo una reactivación muy
importante de la inversión productiva. Lo que parece influir decisivamente es
el veto de los sectores dominantes a que siga aumentando la participación de los
asalariados. Parece que la consigna de estos sectores es que del nivel de
2001 no se pasa. Allí radica uno de los contenidos fundamentales de la
inflación.
—¿Hablamos de la operación política de esos sectores sobre la economía?
—La tasa de rentabilidad de las grandes empresas (las de mayores ventas)
aumentó el 200% entre los años '90 y el período 2002-2005. Estaba
aproximadamente en el 3% y pasó al 9%. No baja de ahí y quieren incrementarla.
No lo caracterizaría como operación política: es la acción concreta del gran
capital nacional y extranjero para mantener su nivel de rentabilidad.
—Entonces, los sectores dominantes, que durante la crisis se vieron obligados
a hacer concesiones, a partir del año 2005 empiezan un proceso de recuperación.
—Este es uno de los problemas que tenía Kirchner y ahora la actual presidenta
Cristina Fernández. Tiene un desafío mayor: enfrentar a los sectores de poder
para redistribuir el ingreso o alejarse de los sectores populares. Es un
dilema profundo, que implica el riesgo de perder su carácter popular e incluye
una paradoja: La presidenta está muy ligada a la redistribución del ingreso en
su discurso político y en su actitud personal, con el contenido político y
social de las movilizaciones en los '70. Sin embargo, uno de los pilares en
que se sustenta su gobierno (los grupos económicos locales) fue antes la columna
vertebral de la dictadura militar. Es una paradoja, desde mi punto de vista.
Esta asociación tiene límites y allí radica la apuesta de los sectores
populares. Sin embargo, los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina,
Fernández deben superar un fracaso político severo. Como consecuencia de su
accionar político, el kirchnerismo se encarna en el PJ que, me da la impresión,
espero equivocarme, no tiene ya la capacidad de convocar a los sectores
populares. Esto es un problema, porque cuando hay que enfrentar la problemática
de la inflación, la movilización conducida por la gran burguesía pampeana (que
tienen raíces muy comunes), con los medios de comunicación, se requiere de la
movilización social y fortaleza política. Desde el aparato del Estado se
puede empezar a generar un movimiento político pero no se lo puede remplazar.
Hoy se enfrenta el agro y el Estado, es un conflicto entre esa gran
burguesía pampeana y el aparato estatal, pero no se percibe que detrás de
este último haya organización política ni movilización social. El hecho de
que el kirchnerismo se encuentre dentro del PJ es introducirlo en el corral
político del movimiento que ha devenido en expresión de los sectores dominantes
desde hace bastante tiempo. Si se les hace este planteo a los integrantes del
kirchnerismo dicen "y bueno, si no lo ocupábamos lo iban a usar los otros". En
eso consiste la derrota, en obligarlos a incorporarse. Ahí empezó el juego.
—De algún modo se está enfrentando con los mismos grupos que sostuvieron los
primeros años de gestión.
—No necesariamente, porque la economía argentina como nunca tiene un grado de
extranjerización inédito, una forma de extranjerización que sintetiza las formas
en que se incorporó el capital extranjero en los distintos modelos económicos.
Tiene extranjerizado buena parte de los servicios públicos, y por otro lado
buena parte de la industria. Uno es típico del modelo agroexportador y el otro
de la sustitución de importaciones.
Este gobierno está impulsando equivocadamente, no en forma declamatoria sino
efectiva, la reconstitución de una burguesía nacional, uno de los integrantes de
la alianza social del peronismo. Ninguno de los grupos económicos más
conocidos es burguesía nacional, no tiene la naturaleza de la burguesía
nacional del peronismo. Si uno mira los números de la promoción industrial
comprueba que 5 ó 6 grupos perciben aproximadamente el 80% de las transferencias
fiscales que comprometen esos programas. Esto implica una doble tergiversación
porque esa fracción del capital local no es la burguesía nacional, ni esta
última fue el eje central del peronismo. La burguesía nacional fue producto
de un movimiento político de base obrera. Es decir, si se conforma un
movimiento con los trabajadores se puede generar una burguesía, pero no al
revés. Son dinámicas sociales y construcciones políticas distintas. Sin
embargo, sería un error entender que esta situación se origina únicamente en la
política oficial, porque también influye para que sea así el profundo deterioro
del movimiento popular en la Argentina. Decíamos que la presidenta tiene que
construir organización popular ¿con quiénes lo va a hacer?.
El Estado y los sectores populares
—Volviendo al racconto inicial ¿en qué cambió el rol del Estado a
partir de 2001?
—Hay cambios notables, hay una política económica que defiende el crecimiento
contra los ajustes económicos y sociales, que permitió reconstituir el
mercado de trabajo. La defensa del crecimiento económico en las actuales
circunstancias es un hecho relevante, porque permitió la recuperación de la
ocupación, lo cual plantea un cambio muy drástico respecto a los 30 años
anteriores. Obviamente, también está presente la modificación de los precios
relativos. Los sectores líderes en la economía real en los '90 (las empresas
privatizadas), hoy son los de menor crecimiento. Y los que caían en los '90
(industria y construcción) son los que lideran, junto con el agro y la
producción petrolera, el crecimiento económico.
Hay una reversión: lo que era la valorización financiera como forma de
rentabilidad hoy es la economía real. La fuga que hay hoy es inducida por la
política económica. YPF puede no liquidar el 70% de sus divisas obtenidas por
sus exportaciones y dejarlas afuera. Las empresas mineras no tienen que liquidar
el producto de sus exportaciones en el país. Son distintas políticas que
incentivan eso para no presionar sobre la cotización del dólar.
Estamos ante un contexto internacional que implica altos precios para los bienes
primarios, con una economía con una alta participación del capital extranjero
pero donde no está definida una alianza social dominante, lo cual significa que
transitamos una etapa de transición.
—¿Qué herramientas de política pública podría poner en juego el gobierno en
su alianza con los sectores populares para mejorar la participación de los
trabajadores en la economía, por encima de la inercia del crecimiento global?
—En general, profundizar la distribución del ingreso, criterio que está
esgrimiendo en la negociación con el agro. Estoy de acuerdo con las retenciones,
especialmente porque son efectivamente redistributivas y no sólo por su carácter
fiscal, pero también es necesario indicar que también deberían tributar otras
rentas, como la financiera. Por otra parte, hay que reconstituir el mercado
de trabajo formal en la Argentina. Hay una emergencia sindical en el país,
que es necesario enfrentar porque es un factor que incide directamente en la
distribución del ingreso. Hay en el mercado de trabajo una gama de instrumentos
a utilizar, como diseñar eventualmente un control de precios basado en las
cadenas de valor. Reconstituir un organismo que han destruido (como el INDEC) y
su colapso inhibe la posibilidad de determinar el alcance del proceso
inflacionario, y la situación de la clase trabajadora de la Argentina.
En términos generales, es necesario, plantearse que el tema de distribución
no solo es una cuestión de recuperación del salario nominal sino también una
reconstitución de una estructura de protección al trabajador y de formas de
producción. Respecto a esto último, parece poco discutible que es necesario
instalar nuevas empresas estatales, distintas a las anteriores, pero sobre
aquellos núcleos estratégicos para la Argentina de hoy. En ese sentido, en vez
de proponer que los administradores de las retenciones sean las cerealeras,
tendría que ser un organismo del Estado.
—Cambiar el paradigma de las empresas estatales.
—En general el complejo industrial estatal tenía que ver con un determinado
paradigma productivo, que era el metalmecánico, y con las áreas estratégicas en
ese tipo de economía. Hoy habría que debatirlo. ¿Qué papel le cabe en la
electrónica a la Argentina? ¿Tiene que haber una empresa estatal de
telecomunicaciones o no? La industria naval sería una cuestión bien interesante
para la Argentina. Cuando se privatizó SOMISA, Techint se llevó el tren de
laminación de chapa naval que todavía no había inaugurado esa empresa estatal a
Brasil. Hay que debatir un plan estratégico. Sobre qué líneas y con qué actores,
con qué organización social. Esto no está presente, más allá del debate de
crecimiento o ajuste económico.
—Si el gobierno dijera "voy a usar 20.000 de los 50.000 millones que tengo de
reservas para estas políticas", ¿se afectaría en algo la situación
macroeconómica? ¿Se generaría una sensación de inestabilidad por eso?
—A diferencia de muchas décadas de economía argentina, el tema crucial no radica
en el debate sobre el nivel de los recursos disponibles. El tema central es
el contenido de las políticas y el tipo de alianzas alianzas sociales que se
busca. Quiero decir, caracterizar qué variables se van a potenciar.
En este sentido, me da la impresión que estamos en esas etapas en las cuales se
gestan las alianzas sociales que darán lugar a un modelo de acumulación
específico y, por lo tanto, se trata de situaciones que se caracterizan por sus
vaivenes, en los cuales los senderos sociales son sinuosos tanto para los
sectores populares como para los sectores dominantes.
La irrupción de la problemática agropecuaria es un ejemplo de esas búsquedas.
Desde esta perspectiva, es indudable que el paro de los productores
agropecuarios tiene que ver con las retenciones, la diferente rentabilidad de
los pequeños y los grandes propietarios pero también es indudable que esas
problemáticas ocultan otros fenómenos o búsquedas de la gran burguesía agraria.
Al menos como hipótesis, se puede asumir que durante el proceso de
extranjerización de la economía argentina, la oligarquía pampeana se quedó sin
la conducción que tuvo desde la consolidación de la industrialización, que
era esa fracción de la oligarquía que se había diversificado hacia la industria
pero cuyos integrantes seguían siendo grandes terratenientes (tal el caso de
Bunge y Born, Bemberg, Pérez Companc, etc.). No porque ese sector haya
desaparecido de la actividad productiva sino porque vendieron sus empresas
industriales y cambiaron sus intereses e influencia. Muchos de estos grupos
pasaron de ser grupos económicos con diversificación industrial, a ser
fuertísimos exportadores y productores agropecuarios. Es decir, que los
grandes propietarios prevén un horizonte de mediano plazo de altos precios de
sus productos en el mercado internacional y no tienen conducción ni
representación política. El sector agropecuario como tal, esa oligarquía
eminentemente agropecuaria está buscando un lugar bajo el sol, una
representación política, y la están construyendo, en un contexto desde el 2005
en que la derecha política y social está crecientemente movilizada y sectores
populares desmovilizados, muy quietos, con poco poder de articulación y masa
crítica.
—Cuando buscan esa referencia ¿la buscan en el campo político o en un
referente propio?
— En el propio proceso de construcción política van surgiendo liderazgos y
expresiones nuevas. De Angeli es uno de esos y debe haber varios. Así surgen los
cuadros políticos. En una etapa donde, como dijo Hugo Yasky (secretario general
de la CTA), los pequeños y medianos son la infantería ligera de la oligarquía,
las enormes posibilidades de alianza que abre este movimiento para los sectores
dominantes incluye a las administraciones provinciales. Está incidiendo en ellas
la posibilidad de coparticipar las retenciones al agro. Lo que hicieron con la
renta petrolera, en que participó el propio Kirchner, lo quieren hacer ahora,
con la oposición de Kirchner, con la renta agropecuaria. Estas reivindicaciones
están en sintonía, por supuesto lejana, con la disputa de los autonomismos en
América Latina. Extremando los argumentos se podría pensar que comprometen una
discusión sobre un nuevo formato de Nación. Son expresiones de un proceso de
transición que no están saldadas sino en pleno desarrollo en una época de
cambio.
LA SITUACION DE LOS TRABAJADORES
"Estamos en una etapa donde la puja salarial, de una forma u otra, viene".
—¿Cómo evalúa la situación de los trabajadores en un eventual
proceso redistribucionista?
—Toda política, entre ellas las dirigidas a los trabajadores, deben partir de un
diagnóstico de la situación para detectar la naturaleza general y particular del
problema que se debe enfrentar. A ese diagnóstico de la situación de los
trabajadores me quiero referir. Resulta indiscutible que durante las distintas
etapas por las que transitó el patrón de acumulación que puso en marcha la
dictadura militar en 1976, y se prolongó hasta el año 2001, se produjo un
drástico cambio estructural que trastocó tanto la fisonomía de los sectores
dominantes como la de los sectores populares. Sin embargo, la profundidad de
las transformaciones económicas, políticas y sociales acaecidas durante las
últimas décadas no debería ocultar que el epicentro de las mismas fue el intento
de los sectores dominantes por imponer un drástico e irreversible cambio en la
relación que mantenían el capital y el trabajo. En este sentido, es
indudable que el objetivo estratégico de la dictadura militar consistió en
destruir la organización y el poder de los trabajadores en el país, pero
persistió durante los gobiernos constitucionales posteriores, porque era un
requisito central para la el desarrollo del nuevo patrón de acumulación de
capital, que casualmente por eso constituye una revancha clasista de los
sectores dominantes que no tiene precedentes desde la creación del Estado
moderno en el país.
La feroz represión de la dictadura a los sectores populares y la consolidación
del "sindicalismo empresario" como fase superior de la burocracia sindical, son
expresiones cabales de ese replanteo de la relación entre el capital y el
trabajo. Otra manifestación de ese cambio, es el prolongado e inédito proceso
de desindustrialización que no tuvo pausas a lo largo de la valorización
financiera, produciendo rupturas profundas en la clase trabajadora entre los
asalariados "en blanco", "en negro" y terciarizados. Igualmente relevante en el
mismo sentido, ha sido la disolución del mercado de trabajo formal y la
irrupción de una desocupación que de allí en más funcionaria como un real
"ejército industrial de reserva" presionando a la baja a los salarios. Todos
estos fenómenos, junto a muchos otros como la privatización del sistema
jubilatorio, la disminución de los aportes patronales, etc., han interactuado
entre sí y jalonado un giro drástico de la relación entre el capital y el
trabajo.
En este sentido, no quiero dejar de mencionar que una deuda pendiente de este
gobierno es el reconocimiento de la CTA, pero tampoco quiero dejar de señalar
que no se trata solamente de un veto planteado por la burocracia sindical, sino
principalmente por los sectores dominantes. Estamos en una etapa donde la
puja salarial, de una forma u otra, viene y al poder establecido no le
conviene que la CTA esté sentada en la mesa de negociaciones.
FICHA PERSONAL
Eduardo Basualdo es Licenciado en Economía (UCA), Investigador de Carrera del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Investigador Principal y Coordinador del Area de Economía y Tecnología de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y Director del Programa
de Investigación sobre la Propiedad Rural y la Producción Agropecuaria en la
Provincia de Buenos Aires.
Integrante del Instituto de Estudios sobre Estado y Participación (IDEP) de la
Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y miembro de la Comisión Directiva
del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
Además, es miembro del comité editorial de la revista Realidad Económica;
profesor en cursos de postgrado en la FLACSO y otras instituciones; y consultor
externo de la OIT y CEPAL.
Es autor de "Modelo de acumulación y sistema político en la Argentina. Notas
sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera" (2001);
"Concentración y centralización del capital en la Argentina durante la década de
los noventa. Una aproximación a través de la reestructuración económica y el
comportamiento de los grupos económicos y los capitales extranjeros"(2000);
"Acerca de la naturaleza de la deuda externa y la definición de una estrategia
política" (2000); "Cara y contracara de los Grupos Económicos. Crisis del Estado
y promoción industrial", (1989, en coautoría); "El nuevo poder económico en la
Argentina de los ochenta" (en coautoría); "Deuda Externa y poder económico en la
Argentina" (1987); "El nuevo poder terrateniente, Investigación sobre los nuevos
y viejos propietarios de tierras de la Provincia de Buenos Aires" (1993, en
coautoría); entre otros.