Argentina: La lucha continúa
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Argentina: el cuadro actual / I
Guillermo Almeyra
La Jornada
¿Cuáles son los principales datos del conflicto en Argentina?
–Por un lado, la deuda externa que, según el Financial Times, alcanza ya
el nivel de 2001 (pese al descuento unilateral y al pago al FMI, tan cacareados
por el gobierno), ya que está cerca de los 185 mil millones de dólares y
aumentará este año por lo menos en 5 mil millones más, porque su pago está
ligado al índice de la inflación.
Por eso, dicho sea de paso, las estadísticas oficiales mienten sobre dicho
índice, pues si diesen las cifras reales del aumento de los precios, los
intereses de la deuda aumentarían a 10 mil millones.
Esa deuda externa sigue siendo impagable, pero el gobierno no sólo la
reconoce, sino que también aceptó la escala móvil de intereses en dólares como
regalo al capital financiero.
–El control de la renta extraordinaria: en cuanto a la petrolera, ya el gobierno
renovó los contratos con las empresas extranjeras por 40 años (hasta después de
cuando, según los expertos, se acabará el petróleo argentino) y garantizó así a
esos pulpos. A la gran minería extranjera no sólo no le tocan las ganancias
extraordinarias ni le hace pagar el deterioro ambiental, sino que además la
subsidia. Tampoco cobra impuestos a las ganancias financieras ni toca con las
retenciones (el impuesto a la exportación) a las grandes trasnacionales que
controlan el sector granero y que, en los cinco meses recientes, ganaron 63 por
ciento más que en el mismo periodo de 2007 exportando, a pesar del llamado paro
agrario, por valor de casi 11 mil millones de dólares. La mayor retención a la
exportación de soya (para que ese cultivo no elimine el de maíz, oleaginosas,
trigo –que se corre el peligro de tener que importar– ni la ganadería vacuna)
asegura a los productores una ganancia mayor, después del impuesto, a la de años
anteriores. Siguen pues produciendo y exportando ilegalmente sin que el gobierno
intervenga con medidas reales, como podrían ser una ley sobre los contratos de
arriendo, la supresión de la ley de la dictadura contra los jornaleros agrícolas
(que no gozan de derechos legales y cobran salarios de miseria) y, sobre todo,
la creación de una junta reguladora de granos oficial y la comercialización en
el exterior, por el Estado, de las cosechas y los productos del campo.
El gobierno, por otra parte, sigue con la más injusta política impositiva.
El grueso de las contribuciones al fisco proviene de la aberrante concepción
según la cual el salario sería renta, y del IVA de 21 por ciento sobre
alimentos, en vez de basarse en la tasación a los especuladores y los más ricos.
–La disputa por la renta y por la orientación productiva del país: el capital
financiero mundial se apodera de la producción de alimentos, del agua y de los
recursos naturales, y tiene una visión estratégica mundial dentro de la cual
Argentina, vasta, poco poblada, con tierras fértiles y llanas y mucha agua, es
una pieza importante. No es posible desvincular el conflicto actual en este país
de la tendencia a la desvalorización a escala mundial de los bienes industriales
ante la masificación de la producción y, por el contrario, al costo cada vez
mayor de los alimentos (con las consiguientes hambrunas masivas y la
desaparición física de los más pobres).
El capital financiero mundial (con el cual están integrados los grandes
capitales rurales argentinos) no acepta la política del gobierno de Buenos Aires
basada en un dólar caro para frenar las importaciones industriales y agrícolas,
y proteger así un mercado interno para los industriales cuyas exportaciones son
favorecidas al mismo tiempo por ese tipo de cambio.
El gobierno está también interesado en mantener los productos-salarios, como los
alimentos, a un precio bajo para que el costo de la mano de obra no suba y las
ganancias patronales sean altas y estables y, por tanto, al control de precios
une los subsidios a las grandes cadenas vendedoras de alimentos y a los
servicios (transporte, luz, gas domiciliario, etcétera).
El capital financiero cree que eso es despilfarro y demagogia, al igual que los
grandes productores de soya, a los cuales no les importa sino lo que podrían
ganar exportando, aunque el país se quede sin carne, ni maíz ni trigo o caiga en
la miseria 20 por ciento más de los pobladores por no poder cubrir sus
necesidades elementales. Tampoco les importa que el Estado se quede sin poder
financiar las escuelas, los servicios básicos, los hospitales. Ese es el fondo
de la lucha: el interés del capital financiero y rural contra el gobierno que no
quiere abandonar a la industria productora de bienes de consumo (y que da
trabajo) ni abandonar a su suerte a su base popular.
Los cortes de ruta, por consiguiente, buscan doblarle la mano al gobierno para
que el control de la renta agraria esté en poder del capital financiero y para
que Argentina sea exclusivamente productora de las materias primas agrícolas que
determine el "mercado" (es decir, cuatro o cinco oligopolios). Constituyen un
"golpe blanco" y un chantaje político para imponer una política antipopular,
para concentrar aún más el ingreso en manos de los capitalistas. Forman parte de
un movimiento dirigido por el capital financiero y por las grandes soyeras, que
arrastró a los medianos y pequeños capitalistas rurales.
El problema principal consiste en ver por qué, dado ese carácter de clase, no
sólo no encontró respuesta de los trabajadores, sobre todo urbanos, sino que
también despertó simpatía en algunos sectores de éstos. Trataré de explicar eso
en mi siguiente artículo.