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Argentina: La lucha continúa

La batalla de Punta Quebracho y la corporación Cargill.

Jorge Eduardo Rulli
Horizonte Sur / GRR

Esta semana, precisamente el día miércoles, se cumplió en medio del olvido y con un clima mediático capturado por la crisis del campo, un nuevo aniversario de la batalla de Punta Quebracho, ocurrida el 4 de junio de 1846 y en que las fuerzas patriotas al mando del General Lucio Norberto Mansilla, atacaron por sorpresa desde lo alto de un barranco del Río Paraná, a la escuadra anglo francesa que volvía del Paraguay cargada de mercaderías, y que, seis meses antes, en la Vuelta de Obligado, había logrado forzar la resistencia y las cadenas a un altísimo precio de vidas argentinas. La batalla de Punta Quebracho, fue la revancha frente a nuestra derrota en la Vuelta de Obligado; los gringos perdieron en Punta Quebracho, dos buques mercantes que fueron hundidos y a cuatro más decidieron incendiarlos, para que no cayeran en manos argentinas. La escuadra de guerra que acompañaba a los mercantes estaba constituida por modernas naves, al menos modernas para su época, blindadas y con torretas giratorias para la artillería. Dos de esas naves también fueron seriamente averiadas por los hombres de Mansilla, y tanto ellas como el resto de la flota, no pudieron hacer otra cosa, sino escapar lo antes posible río abajo, del alcance de la artillería patriota. Fue la de ellos una derrota en toda línea y un muy serio escarmiento político para las mayores potencias de la época. Las consecuencias de la batalla de Punta Quebracho fueron tan importantes, que con esa derrota terminó la intervención de las flotas navales de Francia y de Inglaterra en los ríos interiores. El 13 de Julio de ese año, 1846, el Embajador Sir Samuel Thomas Hood, con plenos poderes de los gobiernos de Inglaterra y Francia, solicitó humildemente ante el restaurador Juan Manuel de Rosas: "el más honorable retiro posible de la intervención naval conjunta". El Gobierno argentino obtuvo de esa manera, por parte del enemigo, nada menos que: el fin al bloqueo naval de Francia e Inglaterra a los puertos argentinos, la devolución de la Flota Argentina capturada, la recuperación de la Isla de Martín García, un saludo de 21 cañonazos a la Bandera Argentina por parte de cada una de las Flotas intervinientes, y por fin, lo más importante: el reconocimiento a la Soberanía Argentina y a la NO navegación de los ríos interiores.
El 4 de junio de 1939 se colocó una cruz de quebracho en homenaje y recuerdo de la batalla, y a partir de 1999, se reconoció por Ley de la Nación el sitio como Lugar Histórico Nacional. Lamentablemente, cuando la internacional Cargill, compró el predio en los años setenta, ordenó inconsultamente y en exclusivo interés de su propiedad, correr el monumento dos kilómetros de su lugar original. Este agravio a la memoria histórica y a los patrimonios de nuestro pueblo, jamás fue respondido. Hasta el presente, el verdadero lugar de la batalla de Punta Quebracho, en que la Argentina derrotó a las flotas del imperio, permanece para humillación de la dignidad de los argentinos, cautivo en tierras de la Corporación Cargill.
Esta semana que pasó, se cumplieron asimismo sesenta y cinco años de la Revolución del 4 de junio de 1943. También transcurrió su recuerdo, como siempre, en la indiferencia pública. No fue la revolución del 4 de Junio, un mero golpe militar, fue por lo contrario, el inicio del largo proceso de la Revolución Nacional. Tal como dice el mismo Perón en sus recuerdos ante Pavón Pereyra: "En la mente de quienes concibieron y gestaron la Revolución del 4 de junio estaba fija la idea de la redención social de nuestra Patria. Este movimiento inicial no fue una "militarada" más; no fue un "golpe cuartelero" más, como algunos se complacen en repetir; fue una chispa que el 17 de Octubre encendió la hoguera en la que habrían de crepitar hasta consumirse, los restos del feudalismo que asomaba por la tierra americana.". Muchos de los presupuestos del movimiento militar que se inscribieron en la proclama que los insurrectos redactaron en las vísperas, mantienen una sobrecogedora presencia: …"Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción. Se ha llevado al pueblo al escepticismo y a la postración moral, desvinculándolo de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes movidos por la más vil de las pasiones… Propugnamos la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo de los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos. Sostenemos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres, quienes han delinquido en su aplicación"...
Ubiquemos el contexto internacional en que se produjo la Revolución del 4 de junio. A finales de enero de ese año concluía la batalla de Stalingrado y dos batallones de la Wehrmacht firmaban la capitulación ante el mando soviético. A finales de abril fue aplastada la rebelión del Gheto de Varsovia por las SS alemanas, y en el mes de mayo, el Afrikakorps capitula ante el mando británico estadounidense en Túnez. El sino de la guerra parecía inclinarse decididamente hacia las potencias aliadas, pero aún estaba lejos de agotarse la capacidad de guerra alemana y Europa permanecía totalmente ocupada. Pensemos que aún no se había producido el desembarco norteamericano en Sicilia y que el Rey Víctor Manuel continuaba al frente de la Italia fascista. En la Argentina, el gobierno conservador de Ortiz y de Ramón Castillo se preparaba para encumbrar en el gobierno mediante el fraude a un hombre surgido de su peor entraña feudal, Don Robustiano Patrón Costa, señor de horca y de cuchillo en la Salta de los cañaverales y de los ingenios. De allí la mención de Perón a "los restos de feudalismo de la tierra americana.
La Revolución de los jóvenes oficiales de junio se propuso, cerrar el paso al fraude y a la oligarquía, pero sin duda ello conspiraba contra el modelo colonial vigente, fuertemente respaldado por los países que en ese momento se vislumbraba podían salir victoriosos de la contienda internacional. Los hombres del GOU se habían inspirado en el pensamiento de Scalabrini Ortiz, en los cuadernos de FORJA y en la intensa agitación de los círculos nacionalistas, su objetivo era el de producir un cambio profundo que permitiera sanear a la República y abrir una etapa nueva, removiendo las dependencias coloniales. Pero no ignoraban que la guerra en Europa se volcaba decididamente hacia los aliados y que Robustiano Patrón Costa gozaba del beneplácito de la Embajada Británica. De allí que concibieran con astucia y sigilo, la maniobra distractiva de nombrar en primer lugar como jefe del golpe militar y. Presidente de la República al General Rawson, un notorio aliadófilo. Las crónicas de aquellos días refieren al desconcierto del común frente a las verdaderas intenciones del golpe militar, que no eran fáciles de desentrañar ya que sus hacedores se movían en el más estricto ocultamiento. Aún más todavía, se sabe que el Embajador británico ante la noticia del golpe militar, telegrafía su conformidad a la metrópoli tranquilizando al imperio frente a la figura de Rawson, quien daba garantías de continuidad del modelo colonial. Todo fue en verdad un engaño y a las 24 horas el General Farell que pertenecía al grupo de los conspiradores del GOU, reemplazó a Rawson y se hizo cargo de la presidencia. Algunos años más tarde, luego de la revolución del 17 de octubre, cuando Perón asumiera como Presidente de los argentinos, en su discurso ante el Congreso de la Nación dijo: "Continuaremos el trabajo iniciado en la revolución del 4 de junio de 1943" y todos los militares que estuvieron con él en 1943, fueron después sus colaboradores y ministros.
La revolución del 4 de junio de 1943, en su naturaleza, no fue una excepción aislada sino que corresponde a los intentos revolucionarios posibles, en aquellos años de conflagración y de posguerra, para los procesos de liberación de los Pueblos de la periferia. Recordemos en Egipto a Gamal Abdel Nasser, joven y brillante oficial que en 1949 fundó junto a otros militares la organización de los Oficiales Libres, que mucho nos recuerda al GOU, y que en 1952 dio el golpe de Estado que destronó al rey Faruk y proclamó la república Arabe Unida, dirigida por el Consejo de la Revolución. En 1944, asimismo, y como consecuencia de interminables luchas sindicales desde los campos petroleros, en Irán, Mossadeq lanzó su propuesta de Frente Nacional anti británico y comenzó una lucha que lo llevaría en 1951 a convertirse en el primer Ministro y a desarrollar una profunda política nacionalista.
Extraordinariamente, muchas de aquellas situaciones del mundo de la inmediata posguerra, hoy vuelven a renovarse, como si el proceso espiralado de la historia, las repitiera de una manera similar aunque diferente. No en vano han transcurrido 65 años. Sin embargo, aquellas enseñanzas permanecen vigentes, en especial, la determinación heroica de algunos pocos hombres de lograr que sus respectivos pueblos puedan expresarse por fuera de los modelos coloniales y encontrar en un nacionalismo popular su propio camino. Por supuesto, ahora todo nos parece más difícil, y aunque no sabemos exactamente cuáles fueron las dificultades que enfrentaron aquellos revolucionarios de los años cuarenta y cincuenta, tendemos a pensar que las situaciones que nosotros hallamos hoy son mucho más difíciles. Tal vez tengamos razón, si bien eso no logrará justificarnos ante nuestra descendencia. El mundo de la globalización es mucho más complejo, contiene muchos más actores, pero por sobre todo, tenemos que comprender que la globalización ya no tiene un centro ni una periferia, y que entraña valores e ideologías que son compartidos tanto por las víctimas como por los victimarios. Debemos tener en cuenta asimismo, que el mundo se encamina en forma acelerada hacia una crisis ecológica de consecuencias imprevisibles y que la lucha contra el Capitalismo global se superpone entonces con las luchas por la supervivencia de la vida sobre la tierra. Nacionalismo y ecologismo deberían ir de la mano, con una concepción de la participación y de la democracia que posibilite que se expresen todos aquellos que hoy en la globalización existen con sus propias necesidades y reivindicaciones. Si la dominación es global, se comprende que no podamos continuar pensando que el poder reside en algún lugar donde, tal como imaginábamos en los años setenta, puede tomarse por asalto, y que lo que corresponde en cambio, ahora, es que cada uno reasuma su propio poder, se empodere tal como ahora suele decirse, y entonces, desde la pequeña escala, impulse y genere nuevos escenarios, enredándose con otros, o sea en red con sus próximos/prójimos. Estas son las nuevas revoluciones que vivimos a diario pero que no estamos entrenados para ver y en especial para valorar. Nos referimos a las pequeñas revoluciones de lo cotidiano y de lo local. Volver la política al sentido común, establecer relaciones con los productores locales, constituir ferias, humanizar las relaciones humanas evitando convertirnos en mercancías, ser plantadores de árboles sin esperar reconocimiento alguno, traer la economía a casa y desarrollar conciencia ecológica de los problemas.
La crisis que la Argentina atraviesa demuestra el colapso de un modo de hacer política. Demuestra asimismo la colonización del Estado por las empresas y la ausencia de una voluntad para poner el Estado al servicio de un bien común. El orden que se impone en Jujuy es infinitamente más violento que ese otro orden que no se impone sobre la ruta nueve, y esa diferencia de trato por parte del Estado entre los últimos y los primeros, resulta dolorosamente obscena. Que se arroje leche a las banquinas y que se pierda comida con desprecio de la población hambrienta, subleva nuestra conciencia moral y nos recuerda que estos conflictos solo refieren al bolsillo y a la soberbia del poder, dos dimensiones que se equiparan en su intrínseca deshumanización y desprecio por la vida. Que los pooles de siembra se respalden en todo el territorio mientras se los anatemice en Roma, es casi una anécdota que nos recuerda que lo que viene puede ser aún peor que lo que hasta ahora hemos sufrido. El complejo sojero aceitero se transforma paulatinamente, en una enorme fábrica para la producción de Biocombustibles para el mundo y le reclama a los mercados compradores que dejen de preocuparse por nuestra propia seguridad alimentaria, y se les da garantías de que los hambrientos no aumentarán, aunque todas las estadísticas y las evidencias afirmen lo contrario. Tengamos en cuenta los discursos de Lula y sabremos por dónde vienen marchando los nuevos Apocalipsis globales de nuestra América Latina. Que en la Argentina los voceros más destacados de la defensa del actual modelo político sean los folklóricos exponentes de los llamados movimientos sociales, nos habla a las claras de una orfandad profunda de la "política". Estamos un el final de algo que no sabemos todavía que es y tampoco sabemos lo que viene por delante. Solo sabemos que algunas cosas que eran muy serias hoy nos dan pena o nos dan risa, que otras se volvieron insoportables, que la Argentina no se banca más la soja y que menos soportará los biocombustibles, que no tenemos dirigencias pero que como otras tantas veces en la historia, deberemos improvisarlas, si es que no se están gestando en las catacumbas. Bástenos por ahora comprender lo que ocurre y estar dispuestos a pronunciarnos cuando llegue el momento. En lo demás, estemos seguros, Dios proveerá.

Fuente: lafogata.org