La CGT de los Argentinos marcó a fuego nuestras vidas militantes y ha quedado
redactada con tinta indeleble en la historia de nuestra clase obrera
Para quienes jóvenes ya no somos y hemos participado, algunos lo hacemos aun, en
diversas expresiones de la militancia social y política de los ’60 los años
presentes acumulan aceleradamente recuerdos, esperanzas e ilusiones compartidas.
Son cuatro décadas del Mayo del ’68, de la Primavera de Praga, del Otoño
Caliente Italiano, de los movimientos estudiantiles en Japón y México, del Che
en Bolivia. Cuatro décadas del ascenso, que como espejo del "in crescendo"
mundial de la lucha de clases, se expresó también entre nosotros con formas y
particularidades propias. Si desde el reflujo de 1967, bajo la coerción de la
dictadura militar de entonces, nuestro movimiento obrero y las clases
subalternas del país permanecían como telón de fondo de los procesos políticos
en la superestructura, fueron estas mismas clases y fracciones, con nuevas
formas de comprender la lucha y el combate, las que pasarían a ocupar el centro
de la escena política.
En Argentina fue este reverdecer de las luchas sociales el que dio origen a la
llamada rebelión de las bases. El Congreso Normalizador de la CGT a fines de
marzo de aquel año eligió como Secretario General a Raimundo Ongaro. La
dictadura, con la anuencia y complicidad de los viejos burócratas del
sindicalismo peronista, partidarios de acuerdos con los militares, no vaciló en
utilizar variados artilugios jurídicos para desconocer un acto democrático como
pocos.
La fractura estaba consolidada. El debate era como pararse frente a la dictadura
militar, los "partipacionistas" buscaban defender sus intereses corporativos,
los "colaboracionistas" ser parte del régimen, no eran ajenas a estas posiciones
las instrucciones de Madrid y el "desensillar hasta que aclare". Nacía así la
CGT de los Argentinos, opuesta a estas corrientes, expresión concreta de la
rebelión de las bases, que nucleó a lo mejor del sindicalismo combativo de esos
tiempos. La pluma de Rodolfo Walsh radiografió como solo el podía hacerlo ese
primer acto rebelde: "No se trata de un simple reemplazo de hombres ya
entregados" sino "…de la transformación radical del sindicalismo en instrumento
de la liberación nacional, aunque ello exigiera la destrucción formal de los
sindicatos que la encaraban".
Pero la CGTA fue también una formidable experiencia de unidad social de los
trabajadores y de los que se enfrentaban a la dictadura -y un ejemplo para esta
actualidad de sectarismo, fraccionalismos varios y disputas estériles-. No sin
discusiones y debates convivíamos peronistas combativos, socialcristianos
radicalizados, radicales honestos y marxistas de distintas vertientes.
"Honra sin sindicatos que sindicatos sin honra" era el lema que presidía los
conflictos de ese entonces: los petroleros de Ensenada; los portuarios de la
Capital; los azucareros del Tucumán; las grandes movilizaciones sociales en
Rosario y Tucumán, las huelgas de Fabril y el Chocón, todas y cada una de las
luchas fueron cobijadas por la nueva central. "Unirse desde abajo, organizarse
combatiendo" fue la consigna que repetíamos hasta el cansancio y bajo la cual
infinidad de agrupaciones de base de los sindicatos controlados por la
burocracia nos reuníamos día tras día, sea en la Federación Gráfica sea en el
Sindicato de Farmacia o en el de Viajantes, y esto se repetía en los principales
centros obreros del país. Así estos locales albergaban una multitud de
militantes, un verdadero torbellino hombres y mujeres, que los convertía en
centros de debate y deliberación, y también de acción practica.
Hoy, cuando se privilegian los acuerdos de escritorio, la institucionalidad
jurídica por sobre todo, cuando cada paso se calcula casi con formulas
matemáticas y debe estar incluido en alguna agenda, releer los párrafos del
programa: "…el movimiento obrero no es uno ni cien edificios, no es una ni cien
personerías…", aquellas consignas y estas concepciones nos golpean, y nos
vuelven a golpear, con un valor ético y moral que se extraña.
No lo sabíamos pero se preparaban así las condiciones para que un año después la
regional Córdoba, encabezada por Agustín Tosco, diera lugar a ese hecho semi-insurreccional
obrero-estudiantil que conocemos como el Cordobazo, que dio un nuevo impulso al
ciclo de luchas sociales y políticas que se prolongó hasta 1976. Esa fecha en
que la noche más aciaga ensombreció nuestras vidas.
Si el acto fundacional de la CGTA fue aquel Congreso Normalizador su salto a la
política nacional se da con el primer número del semanario CGT y el Programa del
1ro. de Mayo: "Mensaje a los Trabajadores y al Pueblo Argentino" publicado en
ese número, así como con el acto en la Plaza de San Justo, violentamente
reprimido, con cientos y cientos de encarcelados.
Para muchos de nosotros el programa no era clasista, creíamos ver mucha
confusión populista y llamados al empresariado nacional y a los militares
patriotas, pero no dudábamos que recogía la experiencia histórica de los de La
Falda y Huerta Grande y que captaba el aire de los tiempos. No se nos escapaba
que ponía como centro de su accionar político a la clase obrera; que era
profundamente antidictatorial, democrático y antiburocrático; antiimperialista y
rupturista con el FMI, el BM y el BID; que reivindicaba el rol intervencionista
del Estado en la economía; que cuestionaba la propiedad privada de los medios de
producción y el régimen de compraventa de la fuerza de trabajo. Así en su
desarrollo resultaba objetivamente anticapitalista aunque no lo dijera como tal.
No poca cosa era, si además convocaba a la lucha a otros sectores sociales
cruzados por la crisis: pequeños propietarios, profesionales, artistas,
estudiantes, intelectuales... "Un intelectual que no comprende lo que pasa en su
tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiéndolo no
actúa tendrá un lugar en la antología del llanto no en la historia viva de su
tierra". Para mí una frase de una belleza y contundencia que hablaba por sí sola
y que tiene hoy mayor vigencia.
El periódico semanal fue un formidable instrumento organizador y
propagandístico. El Comité de Redacción, no recuerdo si así se llamaba, reunía
plumas exepcionales: Walsh, García Lupo, Verbistky, Pasquini Durán, Guagnini… un
nivel periodístico inédito en ese tipo de emprendimientos, que no ha vuelto a
repetirse. La ausencia de aquel periódico ha dejado un vacío que, aun hoy,
cuarenta años después, se siente (1)
Se editaron 55 números, alrededor de un millón de ejemplares. Los primeros
impresos y distribuidos en la legalidad, pero con las intervenciones y
persecuciones la clandestinidad se adueñó también del periódico. Aquel equipo de
redacción tuvo entonces la complementación de otro, constituido por militantes
anónimos entre los que me contaba, encargados del armado y la distribución.
Una vez por semana a eso de la medianoche, una camioneta blanca paraba frente a
una de las casas colectivas que están detrás del parque Los Andes, en el barrio
de Chacarita. Allí descargábamos los impresos, compaginábamos el periódico y
organizábamos la distribución, por ese entonces ya reducido a unos 12.000
ejemplares de los 50.000 originales. El flaco Román, administrador del periódico
y dueño de casa, coordinaba las tareas y su madre, una vieja y querible
republicana, nos cebaba mate hasta la madrugada cuando regresaba la camioneta y
se llevaba los paquetes. (2)
La CGT de los Argentinos fue una experiencia de unidad social de la clase, de
ruptura con la burocracia sindical y de fusión de los intereses reivindicativos
con los políticos. Experiencia inédita y demasiado breve -1968/1970- pero que
abrió senderos. Las luchas que la prosiguieron y el compromiso militante de
muchos de quienes participamos en ellas son una clara muestra de ello.
Aquellos dirigentes fundacionales fueron perseguidos y encarcelados; hubo
quienes desistieron rápidamente, otros siguieron hasta el final, enfrentaron la
dictadura del 76, algunos cayeron en esa lucha, el devenir de otros mejor no
recordarlo. La militancia de base nutrió las filas de las organizaciones
revolucionarias. Las figuras de Agustín Tosco y Jorge Di Pasquale se yerguen en
nuestra memoria con luz propia.
La CGT de los Argentinos marcó a fuego nuestras vidas militantes y ha quedado
redactada con tinta indeleble en la historia de nuestra clase obrera. Este
recuerdo y homenaje a tantos y tantas no otra cosa intenta que, como escribiera
el poeta, reponer "La memoria en donde ardía". Buenos Aires, 1º de Mayo de 2008.
* Eduardo Lucita, militante de la izquierda revolucionaria de los años ‘60 y
’70. Autor del libro "La patria en el riel. Un siglo de lucha de los
trabajadores ferroviarios". Integrante del colectivo EDI-Economistas de
Izquierda.
Notas:
(1)Algunos intentos se han hecho por llenar este vacío, el periódico Nuestra
Lucha impulsado por los obreros que autogestionan la fábrica Zanón tal vez sea
el principal de estos intentos, pero fue abortado y no creo lo haya sido por sus
trabajadores.
(2)Por ese entonces trabajaba yo en el FC. Belgrano, con el cabezón Pedraza y el
negro Grimald, fueron ellos los que me introdujeron en el torbellino de Paseo
Colón. Al Negro lo mataron en Córdoba años después, el otro se vinculó al
espúreo mundo de los negocios, ahora es millonario y no le queda nada por
traicionar. Belgrano escribían en el paquete de 30 ejemplares que yo retiraba
semanalmente, por ese apodo me conocieron por bastante tiempo.