Argentina: La lucha continúa
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Impa: El "delito" de trabajar sin patrón
Luis Zarranz
Los trabajadores de IMPA, la primera empresa recuperada de Argentina, fueron
violentamente reprimidos para ser desalojados de la fábrica.
Sin embargo, una semana más tarde volvieron a recuperar lo que ya habían
recuperado diez años atrás. El propósito es delictivo: trabajar sin necesidad de
patrones, en un país donde se cansaron de vaciar empresas.
Ni las balas de gomas, ni los bastones, ni las persecuciones: no hay represión
en el mundo capaz de parar las convicciones. Una vez más, y tras el desalojo
ordenado por el juez en lo comercial Nº 4 Víctor Hugo Vitale ante el pedido de
quiebra presentado por dos acreedores de la cooperativa, los trabajadores y
alumnos del bachillerato popular creado allí (re)recuperaron IMPA, la
cooperativa obrera que fue la primer empresa recuperada del país.
Fueron alrededor de 200 personas las que en la tarde del miércoles volvieron a
ingresar a la fábrica ante la necesidad de recuperar su fuente de trabajo y algo
mucho mayor a eso: el sacrificio de todos estos años.
Cuando los trabajadores volvieron a recuperar su fábrica, el edificio estaba
despejado dado que, horas antes, la policía había retirado el vallado que lo
rodeaba y los efectivos que hacían guardia se habían desplazado de los ingresos.
Tampoco estaban solos: miembros de diversas organizaciones sociales, integrantes
de otras cooperativas y de fábricas recuperadas apoyaron la decisión.
Una semana atrás, la orden judicial había derivado en un violento desalojo
policial contra los operarios. El miércoles anterior, los efectivos controlaron
la fábrica y el jueves salieron de cacería. La Policía, que mantenía cercado el
edificio de Querandíes y Pringles, Caballito, se abalanzo con palos, disparando
balas de goma y con un camión hidrante contra los trabajadores y otros
manifestantes que se encontraban en el vallado y los corrieron durante cinco
cuadras. Resultado: once trabajadores de la cooperativa fueron heridos.
"Al que no le gusta, se jode"
IMPA (Industria Plástica y Metalúrgica Argentina) fue, es, la primera fábrica
recuperada del país, en 1998. El desalojo dispuesto por el juez fue impulsado
por el reclamo de una deuda generada por los antiguos dueños de la metalúrgica.
En aquel momento la cooperativa se hizo cargo de cinco millones de pesos de
créditos tomados por la gestión anterior. Cancelaron una parte de ese monto,
pero todavía están impagos alrededor de un millón y medio de pesos.
Por esa deuda, dos de los acreedores pidieron la quiebra y el remate de los
bienes. Los trabajadores habían llegado a un acuerdo económico con los
demandantes, pese a lo cual el juez igual ordenó el operativo que los sacó del
lugar.
Pablo Piñeyro, uno de los integrantes de IMPA, sostiene: "Somos 90 personas
trabajando aquí. Habíamos llegado a un arreglo con estos dos acreedores, les
pagamos incluso la primera cuota por 19.500 pesos, pero el juez alegó cuestiones
administrativas para sostener el desalojo, como haberle dado el dinero a las
empresas directamente en lugar de hacer un depósito judicial." Piñeyro habló,
por eso, de una motivación política como sostén de la clausura, cuestión que
sólo un tarado podría negar.
IMPA es un símbolo de las empresas reabiertas por los trabajadores por haber
sido pionera en el rubro. En la mejor época de su gestión como recuperada, abrió
un centro cultural que ofrecía obras de teatro y talleres de fotografía,
acrobacia, historieta, música e historia, entre otras cursadas. Fue también la
primera en montar un bachillerato popular para adultos que todavía funciona, en
la actualidad en una sede de la UBA.
La metalúrgica está en el barrio de Almagro, en la esquina de Querandíes y
Pringles, donde ocupa casi una manzana. Es un enorme edificio de cuatro pisos y
22 mil metros cuadrados. Esto la ha hecho blanco de ofensivas inmobiliarias; el
año pasado tuvieron la propuesta de ponerlo a la venta, pero los inversores se
toparon con la negativa de una parte de los cooperativistas, algunos de los
cuales trabajan allí desde hace más de 25 años y han visto a la fábrica morir y
renacer varias veces; como sucede ahora, una vez más...
lzarranz@jaquealrey.org
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