Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Conflicto agrario
Otro camino para superar la crisis
Desde el 11 de marzo, cuando el gobierno nacional tomó la decisión de
aumentar las retenciones y hacerlas móviles en función de los precios
internacionales, escaló un conflicto que ha concluido instalando una
polarización política entre el gobierno y las entidades del campo. No es verdad
que tengamos que aceptar a libro cerrado los argumentos y las propuestas de
ambos sectores, como si no hubiera propuestas y medidas superadoras.
Detrás de las demandas de eliminación de las retenciones móviles, las entidades
del campo han enarbolado un programa de liberalización del mercado exportador de
alimentos, con el fin del acaparar el máximo posible de las rentas
extraordinarias, mientras difunden el planteo ideológico que el Estado no debe
meterse con los negocios privados.
Bajo la cobertura de un falso federalismo se promueve una plataforma de medidas
afín a los intereses del agro-negocio y la Sociedad Rural, con el acompañamiento
y la fuerza social de los pequeños productores que han quedado entrampados en un
lock-out agrario que favorece a los grandes capitalistas del sector y apunta a
crear las condiciones favorables a una restauración neoliberal.
Las clases propietarias y los grupos agrarios más concentrados no toleran
siquiera una tibia e inconsecuente regulación estatal y distribución de renta,
enarbolando sus intereses privados y su ganancia creciente por sobre la
alimentación, el salario, la educación y la salud de todo el pueblo argentino.
Hoy el campo acumula superganancias que no se encuentran en ninguna otra rama de
la producción. Esa situación impar es la que permitió batir records año tras
año, incluso a costa de desplazar de sus tierras ancestrales a los campesinos
pobres del norte argentino y de las condiciones laborales precarias e
irregulares de más de un millón de peones rurales.
La derecha cuestiona las retenciones móviles en tanto mecanismo regulador que
permite divorciar los precios internacionales de los locales y amortiguar el
impacto inflacionario de un encarecimiento de las exportaciones. El lock-out se
ha transformado también en una trinchera política desde donde promueven
regresivamente el retorno al período previo al 2001.
Los cacerolazos que hemos visto en la Capital y otros centros urbanos, pese a su
heterogeneidad inicial, se han ido configurando en la antítesis de la rebelión
del 2001, motorizados por sectores altos de la sociedad, muchos de ellos
rentistas, y por la oposición de derecha que ya se había manifestado en las
elecciones legislativas y en las presidenciales de octubre pasado.
La mayoría de los medios de comunicación, grandes grupos concentrados que
detentan el poder comunicacional y el cuasi monopolio de la palabra y la imagen,
han jugado un rol protagónico como aglutinantes de una derecha invertebrada,
distorsionando la realidad, creando una atmósfera política artificial y una
opinión popular ficticia.
La principal preocupación del gobierno frente al lock-out ha sido reafirmar su
autoridad política frente a un desafío sectorial que rompe el equilibrio de
alianzas que ha sostenido su gestión, desde el inicio se ha apoyado en el modelo
sojero que ahora cuestiona. Recurrió a todas las variantes posibles: discursos
agresivos y contemporizadores, amenazas y negociaciones y ha quedado
políticamente debilitado. Incapacidad política y errores de implementación
técnica unificaron el campo opositor y le hicieron perder aliados naturales.
Profundizó este esquema con el consiguiente desplazamiento de productores,
afectando la soberanía alimentaria, fortaleciendo los "pools" de siembra y los
grupos exportadores (Dreyfus, Cargill, Nidera, Bayer…), permitiendo la
escandalosa apropiación diferencial entre los impuestos pagados por los
productores y lo realmente ingresado a las arcas del Estado. No casualmente
estos grupos económicos no han sido casi mencionados en la crisis actual ni por
el gobierno ni por las entidades del campo.
El gobierno tampoco cambió la estructura tributaria regresiva, ni adoptó ninguna
iniciativa para recuperar el patrimonio nacional rematado durante el menemismo.
A pesar de las fenomenales tasas de crecimiento del actual ciclo económico, de
la fuerte creación de empleo y de la recuperación salarial, persisten la
segmentación y la precarización en el mercado de trabajo, se conservan muchas de
las peores leyes laborales de los ’90, e incluso de la dictadura como la de los
peones rurales. Al no adoptar medidas para modificar efectivamente la
distribución del ingreso la brecha entre ricos y pobres continúa ensanchándose.
La políticas en curso no pueden asegurar, ni tampoco se lo proponen, la
reconstrucción de un sistema de transporte ferroviario barato y ecológicamente
sustentable, aunque se proyecta un "tren bala" que nos vuelve dependientes de
tecnologías que no poseemos, que es inservible para el transporte de cargas y
que solo podrá ser utilizado por una elite de pasajeros de altos ingresos.
Argentina posee el raro privilegio de ser el único país que enajenó su renta
petrolera y, a contrapelo de las tendencias latinoamericanas -Bolivia, Ecuador
Venezuela-, no hay proyecto alguno para recuperarla, por el contrario asistimos
a la profundización de la política menemista en materia de hidrocarburos. Lo
mismo sucede con las empresas privatizadas de servicios públicos y la generación
y distribución de energía. Los grupos de medios de comunicación hoy denunciados
por su papel en la crisis son los mismos que ayer fueron beneficiados con la
renovación de las licencias, basados en la ley de radiodifusión de la época de
la última dictadura militar.
Debajo de toda la parafernalia de acusaciones cruzadas se advierten divergencias
al interior del bloque de las clases dominantes: mientras los sectores agro
financieros tradicionales exigen darle prioridad a un proceso de acumulación
basado en la exportación de bienes primarios y son indiferentes al consumo y el
mercado interno, los sectores industriales, al contrario, aspiran a liderar
dicho proceso con apoyo subordinado del sector agroindustrial.
Cómo se resuelva esta disputa no resulta ocioso ni indiferente para el
movimiento obrero y las clases subalternas, como tampoco lo es la intervención
estatal, aún a sabiendas que lo más probable sea un acuerdo donde el modelo
primario-extractivo-exportador no será modificado sustancialmente, con las
consecuencias sociales y ambientales y el tipo de desarrollo que lleva
implícitas, lo que exige desarrollar por parte de todo el movimiento popular, un
planteo de transformaciones profundas más allá de dichos acuerdos.
No puede haber neutralidad ante la amenaza de que la derecha logre parte de sus
demandas y coloque sobre la agenda futura su programa de restauración
neoliberal. Una liberalización de las exportaciones como demandan los ruralistas
y los ideólogos del establishment dispararía los precios de los alimentos con el
consiguiente efecto sobre los salarios reales de los trabajadores y las
condiciones de vida y existencia de las clases populares.
Rechazamos enérgica y categóricamente su chantaje y defendemos el derecho del
gobierno a implementar retenciones móviles y cupos de exportación. Pero
sostenemos que el curso que ha tomado hasta el día de hoy lejos de ser una
palanca para iniciar un cambio efectivo del modelo, cohabita con él, favorece a
los grandes propietarios y "pool" sojeros y a los grandes exportadores, mientras
afecta a su propia base popular al mostrarse impotente para un control eficaz de
la inflación.
Los abajo firmantes pretendemos contribuir a cambiar los ejes del debate y
discutir soluciones populares efectivas para el agro.
Sin que sea una enumeración taxativa:
Creemos necesario afectar las ganancias de los grandes propietarios, los grupos
exportadores, comercializadores y "pool" de siembra, que se quedan con el grueso
de los beneficios. También comenzar a discutir la nacionalización de varios
segmentos de estos sectores
Elaborar un plan agrario que permita organizar la producción de acuerdo a un
programa racional que permita contar con alimentos baratos y de calidad para
todo el pueblo. Que contemple una política de fomento a los pequeños campesinos
y de garantía de sus tierras, así como medidas protectoras del ambiente y una
política de estatización de los insumos de los productores medianos y pequeños y
de impuestos diferenciados según el tamaño de sus exportaciones.
Regular el comercio exterior y los precios mediante una junta nacional de granos
y carnes, adoptar una clara reforma fiscal desgravando las cargas tributarias al
consumo, modificando las alícuotas del impuesto inmobiliario y a las ganancias.
Eliminación del IVA de los productos esenciales en el consumo popular y
aplicación efectiva de la Ley de Abastecimiento.
Es imperioso derogar la ley de Videla del peón rural y garantizar el blanqueo de
todos los trabajadores en negro, así como garantizar la capacidad adquisitiva de
los salarios para todos los trabajadores y del subsidio a los desocupados.
Con esta declaración apuntamos a que una tercera voz a favor de las mayorías
populares comience a cobrar cuerpo frente a la crisis actual.
Primeras firmas:
Carlos Perro Santillán, Fabio Resino, Luciana Santillán, Claudio Katz, Guillermo
Almeyra, Maristella Svampa, Hugo Calello, Susana Neuhaus, Guillermo Gigliani,
Ezequiel Adamovsky, Claudia Korol, Jorge Sanmartino, Jorge Marchini, Clara
Algranatti, José Seoane, Alejandro Bercovich, Mabel Bellucci, Eduardo Faletty,
Eduardo Lucita, Bruno Fornillo, Martín Bergel, Diana Mauri, Ricardo Orzi, Guido
Galafassi, Agustín Santilla, Leandro Sowter, Gustavo Robles, Natalia Vinelli,
Guillermo Caviasca, Julio C. Vergara, Nicolás B. Salinas, Emilio Taddei, Judith
Feldman, Ariel Petruccelli, Nora Ciapponi, Aldo Andrés Casas, Claudio Pandolfi,
Pablo Guillermo Frisco, Antonio Por, Antonio Bitto, Beatriz Morales, Herman
Schiller, Alejandro Medici, Franco Catalani, Manuel Gonzalo Navarro, Meriem
Choukroun, Aníbal Viguera, Eduardo Gorostegui, Alberto Wiñaszki, Nicolas Lion,
Mariano Féliz, Mabel Thwaites Rey, Liliana Soto, Octavo del Valle, Carlos Miguel
Herrera, Ana Lucía Rimaro, Joaquín S. Gómez, Fernando Stratta, Hernán Camarero,
María Maneiro, Silvana Ferreira, Omar Acha, Hernán Apaza, Agustín Nieto, Leandro
Andrini, Corriente del Pueblo, Unión de Trabajadores en Lucha (UTL), Movimiento
Brazo Libertario (MBL), Trabajadores Ocupados y Desocupados Unidos (TODU),
Frente de Trabajadores Combativos-Movimiento 29 de Mayo (FTC-Ml29), Movimiento
Teresa Rodríguez La Dignidad (MTR La Dignidad), Movimiento Teresa Rodríguez 12
de Abril (MTR 12 de Abril), Corriente Praxis, Bloque Piquetero Nacional,
Militancia Comunista, Colectivo Rompecabezas, Foro de Debate para la Acción (FDPA).