El biodiesel que se consume en Alemania destruye los bosques
de Argentina
Agencia @DIN
Con una camioneta alemana marca "Porsche" y otra "Mercedes Benz" caracterizadas
como "auto-topadoras", activistas de Greenpeace protestaron frente a la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación (SAGPyA)
de Argentina, cuya central se ubica en Buenos Aires. Lo hicieron para denunciar
que el cultivo de soja destinado a la producción de biodiesel para el mercado
internacional, principalmente el europeo, provocará la destrucción de los
últimos bosques nativos del país. La SAGPyA viene promoviendo la producción de
biocombustiles en la Argentina con el objetivo de abastecer al mercado mundial.
Según datos de la organización ambientalista, para proveer materia prima para
las plantas de biodiesel existentes y proyectadas en nuestro país, se necesitan
más de 9 millones de hectáreas de este cultivo. La producción a gran escala
generará una nueva presión para expandir las tierras agrícolas disponibles,
provocando la destrucción directa e indirecta de los últimos ecosistemas
naturales.
En los últimos 9 años más de 2 millones de hectáreas de bosques han desaparecido
en manos de las actividades agropecuarias, motorizadas especialmente por el
cultivo de soja. "La situación de los bosques en Argentina es alarmante" expresó
Hernán Giardini, Coordinador de la Campaña de Biodiversidad de Greenpeace. "En
nuestro país no podemos perder ni una hectárea más de bosques nativos".
La reglamentación europea estipula un corte de los combustibles fósiles con un
5,5 por ciento de biocombustibles para el 2010 y del 17 por ciento para el 2020.
Alemania es uno de los principales destinos de las exportaciones de las plantas
de biodiesel que funcionan hoy en Argentina.
"La meta que se propuso Europa tiene una particular importancia para nuestra
región ya que estos objetivos exceden por mucho la capacidad de producción de
aquellos, lo que hace que países como Argentina se conviertan en proveedores de
biodiesel dentro del mercado internacional" sostuvo María Eugenia Testa, de la
Unidad Política de Greenpeace. "Por otro lado nuestro país fomenta su producción
sin ninguna política que aborde los impactos ambientales y sociales que genera."
Durante las últimas semanas se ha sumado otro gran cuestionamiento a la
producción y consumo de biocombustibles, el impacto de estos en la suba de los
precios de los alimentos, lo que ya afecta a millones de personas en el mundo,
especialmente de los sectores más vulnerables.
"Pese a las advertencias de organismos internacionales como la ONU o el Banco
Mundial, y de numerosas organizaciones ambientalistas, los gobiernos siguen
promoviendo la producción y el consumo de biocombustibles" agregó la
ambientalista. "Los cultivos de maíz o la soja para la producción de
biocombustibles compiten directamente con los alimentos, provocando su escasez y
el aumento de precios".
Semanas atrás, Greenpeace Alemania había comprobado que el biodiesel añadido al
diesel que se comercializa en aquel país proviene en un 20 por ciento de aceite
de soja. Durante 2007 se exportaron alrededor de 300 mil toneladas de biodiesel
desde Argentina (con sólo dos plantas en funcionamiento), de las cuales el 25
por ciento tuvieron como destino el bloque comunitario, donde el principal
comprador es Alemania. Para este año se calcula que las exportaciones argentinas
cuadriplicarán esta cifra.
Según Greenpeace Alemania, cada porcentaje adicional en el corte de biodiesel en
Alemania significa más de 700.000 hectáreas de plantaciones de soja extra por
año. Si se quiere llegar al corte del 17 por ciento, Alemania necesitaría
importar cerca de 4.900 millones de litros de biodiesel de soja, lo que
significa más de 10 millones de hectáreas de ese cultivo, una superficie similar
a la provincia de Santa Fe.
En nuestro país, la Ley 26.093 de Régimen de Regulación y Promoción para la
Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles, establece la obligatoriedad de
la mezcla de 5 por ciento de biodiesel y bioetanol para todos los combustibles
comercializados domésticamente a partir del 2010.
"Esta meta solo debiera cumplirse aplicando estrictos criterios de
sustentabilidad, seleccionando los cultivos con mejor balance energético y el
mejor balance de gases de efecto invernadero. De otra forma la solución sería
peor que el problema", afirmó Testa.
Para Greenpeace la producción de estos combustibles no puede significar la
destrucción de bosques nativos ni debe poner en peligro la soberanía alimentaria.
Por otro lado, la organización ambientalista exige el establecimiento de un
estándar de calidad que obligue a que en el análisis de ciclo de vida de los
biocombustibles se genere una reducción de gases de efecto invernadero (GEI) de
al menos un 60 por ciento comparados con el combustible que reemplazan.