Argentina: La lucha contin�a
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Monocultivo, expulsi�n de peque�os productores y soberania alimentaria
El impacto del agronegocio La l�gica financiera que domina gran parte de la actividad agraria provoca profundos desequilibrios econ�micos, sociales y ecol�gicos. Las cuatro entidades que negocian con el Gobierno ignoran esas cuestiones fundamentales del campo.
Red nacional de accion ecologista
Los crujidos del modelo La actual crisis que desvela a la Argentina da prueba
de que continuamos siendo un pa�s laboratorio de nuevos modelos y de
innovaciones tecnol�gicas. Un pa�s que a la vez contin�a viviendo en un
subyacente estado de cat�strofe, siempre al borde del estallido. Son las
contradicciones de la Argentina profunda. Por una parte, el hervidero de lo
social siempre dispuesto a sumarse a las sucesivas crisis, como el caso de los
piquetes rurales que, en su fuerza, sorprendieron a los mismos participantes.
Por otra, una clase dirigente con pensamientos antiguos, pr�cticas autoritarias
y mezquinas que empobrecen la participaci�n en la democracia. De hecho, nos
encontramos con que el Gobierno que ahora descubre la "sojizaci�n", incorporando
a su discurso la necesidad de producir alimentos y de resistir a los
monocultivos, es el mismo que conduce un Estado fuertemente comprometido con el
modelo biotecnol�gico de producci�n de commodities para la exportaci�n, con la
promoci�n de una ciencia empresarial y con un plan de saqueo de los bienes
comunes por parte de las corporaciones.
Desde el ecologismo nos resistimos a ver un paisaje sin matices o a mirarlo con
las anteojeras con las que se recrean antiguas antinomias. Hace muchos a�os que
denunciamos un proyecto de agricultura industrial tan extractivo y minero como
la misma miner�a qu�mica que se practica en gran parte del territorio nacional.
Por otra parte, que los productores corten las rutas protestando por un tributo
a la exportaci�n, que deja indiferentes a los exportadores, llama la atenci�n
sobre el modo en que las corporaciones trasladan sus cargas hacia abajo en la
cadena productiva, oficiando como recaudadores.
Ambas situaciones est�n ausentes en los actuales debates, tanto como en las
agendas pol�ticas: lo ambiental en primer lugar, la salud en segundo lugar y
adem�s, el rol y el protagonismo de las corporaciones. Estamos en medio de una
crisis donde todos los part�cipes parecen complotados para no mencionar a los
exportadores, a la vez que para ocultar la cat�strofe a que el modelo actual
condena los suelos y ecosistemas argentinos, y las devastadoras consecuencias de
las fumigaciones y de la contaminaci�n sobre la salud de las poblaciones.
Tememos que la confrontaci�n oculte y anticipe los desgarramientos de un modelo
de exportaci�n y de producciones en escala, que se acelera con la llegada de
fondos de inversi�n y la producci�n de agrocombustibles, y que inevitablemente
dejar� fuera de juego a muchos de los que cortaron las rutas protestando contra
un impuesto a la exportaci�n que no pagan las corporaciones exportadoras.
Proponemos abrir los debates del campo al resto de la sociedad. Interpelar a las
corporaciones exportadoras sobre su papel en la crisis actual y auditar las
exportaciones que realizan, hasta el momento bajo meras declaraciones juradas y
con oscuros procesos de triangulaci�n y subfacturaci�n para evadir impuestos al
Estado, que parecieran ser la norma consentida por la mirada imp�vida de los
funcionarios del �rea. Necesitamos recobrar la soberan�a de los puertos,
reinstalar los organismos de control del Estado, como las Juntas Nacionales de
Granos y de Carnes. Tambi�n necesitamos el respaldo a los desarrollos locales,
con precios sost�n para los alimentos tradicionales en la mesa de los
argentinos. A la vez, impulsar procesos de ecolocalismo que aseguren espacios de
seguridad alimentaria, con cinturones verdes para producci�n de alimentos,
ferias de cercan�as, respaldo y control municipal de tambos peque�os con
distribuci�n de leche fresca o pasteurizada localmente, dise�os territoriales
con arraigo de familias para el desarrollo de econom�as de autoproducci�n y
comercializaci�n de excedentes.
Proponemos modelos de producci�n amigables con la naturaleza, en que la justicia
social y la soberan�a alimentaria aseguren la felicidad de la poblaci�n y su
calidad de vida.
POR MOVIMIENTO NACIONAL CAMPESINO INDIGENA Desierto verde y contaminado Desde el
Movimiento Nacional Campesino Ind�gena (MNCI), integrado por 15.000 familias de
siete provincias, expresamos nuestro repudio al lockout agropecuario. Este
expresa la ambici�n ego�sta de los agronegocios que, no conformes con haber
devastado y saqueado los bienes naturales para ganar millones de d�lares, van
por m�s.
Las llamadas "entidades del campo" (SRA, CRA, FAA y Coninagro) s�lo pronuncian
los dictados de los agronegocios. Su s�mbolo actual es la soja transg�nica, que
por su alta rentabilidad ha devastado bosques, desalojado comunidades campesinas
e ind�genas, contaminado suelos y aguas, y aumentado los precios de los
alimentos en el mercado interno.
Nuestras comunidades se ven diariamente amenazadas por matones y topadoras que
responden a esta pol�tica del "campo".
El avance del modelo sojero, iniciado durante el menemismo y acentuado en esta
d�cada, significa un desierto verde y contaminado, sin agricultores y ciudades
saturadas de familias expulsadas de las zonas rurales.
Coincidimos con la necesidad de frenar el avance de la soja en nuestro pa�s, y
entendemos que las retenciones e impuestos progresivos son medidas necesarias,
sin embargo insuficientes.
El Gobierno durante a�os ha fomentado los agronegocios. Casi no existen
pol�ticas destinadas a las comunidades campesinas ind�genas.
El modelo sojero no es sostenible por debajo de las 500 hect�reas. La enorme
cantidad de "peque�os productores" que poseen menos de 500 hect�reas las
arriendan, a un precio fijo, a un productor mayor.
Este productor mayor es quien afronta las retenciones, y no quien arrienda.
Algunos "peque�os productores" han quedado envueltos en el doble discurso de la
Federaci�n Agraria Argentina (FAA) y participan de los piquetes enga�ados, ya
que las retenciones no los afectar�n.
La FAA ha vuelto a responder a sus socios sojeros abandonando a sus federados
peque�os, como lo hizo en distintos momentos de la historia. El m�s reciente fue
su silencio durante los '90 cuando fueron expulsados del campo 300 mil peque�os
productores.
Esta es una oportunidad para redefinir las estrategias de desarrollo en funci�n
de la agricultura campesina ind�gena, del peque�o agricultor que vive en su
predio, del trabajador rural. Esa estrategia debe contar como actores
fundamentales a las organizaciones campesinas y los pueblos originarios.
Destinar recursos a cr�ditos y subsidios que mejoren la infraestructura
comunitaria, productiva y de servicios sociales en el campo profundo. Detener
los desalojos de familias campesinas e ind�genas. Planificar la redistribuci�n
de la tierra y el repoblamiento del campo.
Garantizar la producci�n de alimentos sanos para la poblaci�n y centralizar en
el Gobierno las exportaciones para regular los precios internos y redistribuir
los ingresos.
La correcta reglamentaci�n de la ley de bosques es otro paso fundamental.
El modelo sojero avanza a medida que hace retroceder otros cultivos, lo que
encarece la canasta b�sica.
Por sobre todo, el modelo sojero elimina mano de obra: genera s�lo un puesto de
trabajo cada 500 hect�reas. La agricultura campesina genera 35 puestos de
trabajo genuinos por cada 100 hect�reas, garantiza diversidad productiva,
abastecimiento de mercados locales, desarrollo de la identidad cultural y
protecci�n y uso sustentable de los bienes naturales.
Es necesario transitar hacia la Soberan�a Alimentaria de nuestro pueblo y eso no
es compatible con monocultivos transg�nicos ni con el libre mercado.