Argentina: La lucha continúa
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Rescatado por los libros
César González tiene 19 años y está condenado por un secuestro.
La lectura le cambió la vida: creó una biblioteca y una revista.
Quiere recibirse de sociólogo y formar un centro cultural.
"Nací en La Gardel, la cana me cagó a palos y soy de Racing, está claro que lo
mío es el sufrimiento."
Vestido con la camiseta del club de sus amores y con una muleta por una
reciente operación en su pierna se presentó César González.
Tiene 19 años y ya lleva tres cumpliendo una condena por secuestro extorsivo en
el Instituto de Menores Luis Agote. Sin embargo, su historia tiene un sello que
la distingue de otras con desenlace trágico: el pibe "se rescató" de la mano de
la literatura política, armó la biblioteca del reformatorio –a la que bautizó
Rodolfo Walsh– y hoy edita la revista ¿Todo Piola?, donde escribe bajo el
seudónimo de Camilo Blajaquís. "Camilo por Cienfuegos, comandante de la
Revolución Cubana; y Blajaquís por el griego, uno de los militantes sindicales
asesinados en la pizzería La Real de Avellaneda, episodio magistralmente narrado
por el maestro en su libro ¿Quién mató a Rosendo?", explicó César.
Su primer contacto con un libro fue en el Agote. "Me prestaron Con el Che por
Sudamérica de Alberto Granados, ahí aprendí que –como decía Guevara– tenemos que
sentir cada injusticia como propia", contó. La vida de César estuvo plagada de
injusticias y un buen día se decidió a escribirlas.
"Me considero un escritor social –dijo a Crítica de la Argentina–, me sublevan
las injusticias que se cometen diariamente en lugares como mi barrio, donde la
poli les pega a los pibitos que se están suicidando con el paco, mientras los
transas siguen haciendo negocios sin importarles nada", describió César.
El año pasado llegó a sus manos un ejemplar de Operación Masacre y algo hizo
clic en su vida. "Ese libro me partió la cabeza, me lo prestaron una tarde y
estuve leyéndolo toda la noche hasta que lo terminé. Con Walsh aprendí que no
existen los héroes individuales, tenemos que pelear todos por la justicia
social." A César no le gusta mucho hablar de la causa judicial que lo mantiene
detenido. La carátula del delito que se le imputa es seria: secuestro extorsivo.
Pero su relato de los hechos, ocurridos en agosto de 2005, arroja dudas sobre el
procedimiento. "Una banda que se escondía en el barrio secuestró a un brasilero,
la cana necesitaba agarrar a alguien y como yo tenía antecedentes y estaba
marcado, me agarraron a mí y me imputaron el delito." El tribunal lo condenó a
14 años de prisión, la condena fue apelada y actualmente espera una resolución
de la Corte Suprema de Justicia, una instancia extraordinaria a la que se arribó
luego de un fallo dividido de la Sala III de la Cámara de Casación Penal.
¿Todo Piola? es la revista que César edita desde el año pasado.
Tiene una tirada de 300 ejemplares y se distribuye tanto dentro como fuera del
instituto, además de tener una página web. "La idea surgió cuando uno de los
amigos que siempre me traía libros me propuso escribir algunas de las ideas que
se me iban ocurriendo y proponer un espacio para que muchos tengan la
posibilidad de transmitir pensamientos muy piolas que tienen poco espacio en los
medios masivos", explicó.
César está terminando sus estudios secundarios y, cuando se reciba, quiere
estudiar sociología.
"Cuando salga de acá, me gustaría abrir un centro cultural en mi barrio para
potenciar las capacidades que cada chico tiene y que lamentablemente no puede
desarrollar por falta de oportunidades." Y agregó: "Mi utopía es ver a mi barrio
sin narcos y con gente que tenga trabajo, porque la falopa es una gran
herramienta del poder para tenernos a todos con los cerebros en pausa, y esta
sociedad de consumo nos impone un modelo que te obliga a robar
"No pueden esposarme las ideas"
"Mi nombre es César González y estoy en cana hace tres años. Tengo 19 y nací
y me crié en la Villa Carlos Gardel, donde es más fácil conseguir un porro que
un libro o un arma que una lapicera. Donde en mi casa, el mate cocido con pan
era el único menú del día. Donde me junté con otros pibes como yo, pobres como
yo, con hambre como yo e inconscientemente manipulados por el materialismo como
yo, y salimos a robar o, mejor dicho, a recuperar lo que el porvenir nunca nos
dio. Mi escuela fue la calle, mis próceres no fueron San Martín ni Belgrano,
sino el que se robó un blindado o el que mató a un policía. Con esa cultura fui
creciendo, con el olor a marihuana soplando junto al viento, con la panorámica
diaria de los carros de los cartoneros al amanecer. Con mucha tristeza, amargura
y autodestrucción que me generaban las adicciones, todo cargado en un
inconsciente perfectamente ideado por el poder. Pero un día, con el óxido de las
rejas de fondo, me descosí la boca y empecé a vomitar toda la resignación que el
encierro me había hecho tragar y a pesar de seguir encerrado hasta hoy, me fugué
mentalmente y mi mente hoy es libre.
Pueden esposarme las manos, pero nunca las ideas." Texto publicado en la revista
¿Todo Piola?