Argentina: La lucha continúa
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Paro agropecuario
No al chantaje de la Sociedad Rural
Por una solución en favor de los trabajadores, los chacareros y el pueblo
pobre
Corriente Praxis
El paro agropecuario está entando en su segunda semana. Se comenzó a sentir la
escasez de carne y lácteos en los supermercados y las entidades del campo han
insistido en que no levantarán los piquetes, aunque han comenzado negociaciones
entre el gobierno y las entidades del campo. La oposición de derecha ha
encontrado una trinchera política. El gobierno torpemente ha logrado un "frente
unido" del pequeño productor y los terratenientes. Se necesitan medidas de fondo
para distribuir la riqueza generada por las superganancias de la renta agraria y
modificar de raíz la estructura agroexportadora sojera que se instaló en nuestro
país desde los años 90, algo que el gobierno no ha estado dispuesto a encarar.
Un paro reaccionario
El motivo central del conflicto es la exigencia ruralista para que el gobierno
dé marcha atrás con las retenciones móviles que comenzó a aplicar desde el 11 de
marzo pasado. Aunque en los piquetes desplegados en las rutas la gran mayoría de
sus integrantes son pequeños y medianos chacareros y aunque muchos de sus
reclamos son justos, el contenido económico y político del paro agrario es la de
impedir la redistribución de las extraordinarias rentas agrarias generadas por
la conjunción del valor de los precios agropecuarios en el marcado mundial y la
devaluación de la moneda local desde el año 2002. La combinación de ambos
fenómenos ha permitido una expansión histórica de la superficie sembrada, de las
toneladas de cosecha y exportación y del valor de las propiedades, que se
triplicaron en pocos años y hoy pueden alcanzar en la zona fértil de la pampa
húmeda a la friolera de 15 mil dólares por hectárea.
El gobierno ha tenido la torpeza de no distinguir entre los pequeños y grandes
productores. Aún así, por efecto del aumento del 70% de los precios de la soja
desde el mes de octubre, incluso los pequeños productores, con la aplicación de
las polémicas retenciones móviles, ven incrementar sus ingresos de 231,4 dólares
la tonelada en octubre a 282 dólares. Hoy el campo acumula superganancias que no
se encuentran en ninguna otra rama de la producción. Esa situación impar es la
que permitió batir nuevos records año tras año. En la cosecha 2006-2007 se
superaron los 85 millones de toneladas. La última campaña llegó a 95 millones de
toneladas y para la actual se esperan 100 millones. Los ruralistas se han
beneficiado también por la licuación de sus deudas con la pesificación de las
mismas en el año 2000, operación de rescate que pagaron el resto de los
argentinos. Por ese motivo la deuda incobrable se redujo en estos años de más
del 20 % al 2,2 %. En las empresas agropecuarias trabajan más de 300 mil
trabajadores asalariados rurales en blanco con un sueldo miserable de 1200 pesos
promedio y más de 700 mil trabajadores en negro que generan una cuota de
ganancia mayor a las empresas agrícolas. Esta situación se ve favorecida por el
modelo sojero que elimina puestos de trabajo y la riqueza agrícola de las
regiones del interior.
El paro agrario se ha transformado también en una trinchera política de la
oposición de derecha que pretende la liberalización de la economía, propugna por
el retiro de cualquier regulación sobre los precios y los costos de producción y
exige vía libre a los grandes grupos capitalistas del campo. Los Macri, Carrió,
López Murphy y compañía son los abogados de una regresión política y social cuyo
objetivo es el retorno al período previo al 2001.
Los cacerolazos que hemos visto los últimos días en la Capital y otros centros
urbanos del país son motorizados por sectores altos de la sociedad y por la
oposición de derecha que ya se había manifestado en las elecciones legislativas
y en las presidenciales de octubre pasado.
Creer que cualquier movilización contra el gobierno es positiva y hay que
apoyarla más allá del contenido político-social del que es portador, es un grave
error que vienen cometiendo algunos sectores del espacio de la militancia de
izquierda.
El carácter de las retenciones
Las retenciones que el gobierno elevó en los últimos días son un instrumento de
política fiscal utilizada en muchísimos países para transferir rentas de un
sector a otro de la economía y para orientar la producción estimulando
determinados sectores y no otros. Son medidas progresivas. Pero son
insuficientes para modificar de raíz la estructura primarizante y oligopólica
del agronegocio. Aunque el gobierno hoy denuncia la sojización del campo, la
realidad es que la ha incentivado porque de ella extrae parte importante del
superávit fiscal y porque fiel a su filosofía de reconciliar al capital y al
trabajo nunca pretendió ni pretende tocar la propiedad privada ni de la tierra
ni de la industria ni de la banca. Tampoco modificó el sistema de intervención
estatal y regulación. Ni siquiera fomentó la constitución de una junta nacional
para el manejo de los precios de los granos y la carne. Al revés, favoreció la
concentración oligopólica del negocio de los alimentos y de la exportación
agropecuaria en pocas manos, con lo que su lucha contra la inflación se limitó a
realizar acuerdos con esos grupos capitalistas y a manipular groseramente la
metodología estadística del Indec.
Defensa del pequeño productor
La torpeza política del gobierno de Cristina Fernández de generalizar las
medidas a todos los sectores sin diferenciar sectorial y regionalmente los
impuestos e incentivos facilitó la unidad de todas las entidades y arrojó a la
Federación Agraria en brazos del programa económico político de la burguesía
terrateniente. Pero es una ficción creer que de la mano de la Sociedad Rural y
la CRA, de los Grobocopatel, los Fortabat, los Cargill y Bunge y Born, los pool
sojeros y las grades comercializadoras, el pequeño chacarero saldrá favorecido.
El modelo de los grandes es el de la concentración de la producción y la
propiedad. El micro y pequeño productor está condenado y lo estará más aún en el
futuro a ser un arrendatario o a vender la propiedad, emigrar o asalarizarse. La
Federación Agraria debe romper con los grandes capitalistas y terratenientes.
Para facilitar el fortalecimiento de las economías regionales diversificadas y
la pequeña propiedad, hace falta tomar medidas básicas como la diferenciación de
impuestos según región, tamaño y sector agrícola. Control estatal de los precios
y la producción de insumos básicos para impedir la suba de precios que imponen
las grandes firmas de agroquímicos y fertilizantes, precios sostén para asegurar
rentabilidad mínima al pequeño productor. Promoción a la formación de
cooperativas agrícolas para multiplicar la productividad, y otras medidas de
fomento, aseguradas con fondos provenientes de las retenciones. Estas son
medidas indispensables políticamente para ganar base social de cualquier
proyecto popular que enfrente a la burguesía terrateniente.
Combate a la inflación
Un combate eficaz al proceso de concentración, sojización y expulsión de la mano
de obra en el campo no puede implementarse por el sólo efecto de una retención
diferencial a la soja. Las retenciones han sido también un instrumento para
frenar relativamente la suba de los precios de los alimentos, que en nuestro
país son al mismo tiempo productos de exportación que en el mercado mundial han
alcanzado los valores más altos desde 1845 y la base del salario que se deprecia
con cada disparada. Es verdad que las retenciones permitieron subsidiar
alimentos de la canasta básica como la leche, el pan o la carne. Pero de ninguna
manera pueden ser la única medida pues se ha demostrado un instrumento débil
para contener la inflación que orada los ingresos de los asalariados. Para ello
se requiere un control mucho más eficaz, por ejemplo, la nacionalización del
comercio exterior que permite al estado fijar precios. También hace falta
promover un sistema de industrialización de los productos agrícolas que
permitiría incluir valor agregado y crear puestos de trabajo, algo que no hará
por si mismo el "libre mercado" que promueven los grandes capitalistas. Requiere
un plan nacional para desarrollar el ferrocarril, el petróleo y la energía
barata, cuestión que exige la nacionalización de los recursos estratégicos. El
gobierno que hoy denuncia a los grandes grupos del campo y su añoranza de los
años 90 es el mismo que entregó y sigue entregando las concesiones petroleras y
mineras a los grandes pulpos extranjeros y nativos que han saqueado los recursos
naturales, que no han realizado nuevas exploraciones y han desatado una
catástrofe ecológica sin precedentes en los pueblos mineros.
El modelo de desarrollo que se ha seguido hasta hoy lo grafica la orientación
del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), que se ha transformado
en un apéndice asesor de las multinacionales de granos y agroquímicos. Los
puertos son privados y manejados por las multinacionales.
Distribución de la riqueza
Todas las medidas que graven las ganancias y la riqueza son potencialmente
favorables a un proceso distributivo que revierta la lógica imperante en los
años 90. Cristina Kirchner ha insistido en que ese es el objetivo de las
retenciones. Pero la realidad es que el gobierno no ha impulsado una verdadera
política redistributiva ni ha revertido la desastrosa situación de la salud y la
educación públicas. El manejo de la deuda externa, la licuación de las deudas a
los bancos y los grandes grupos económicos, así como la persistente precariedad
laboral y reducción de los costos salariales han demostrado que a pesar de las
tasas fenomenales de crecimiento la brecha social es escandalosamente grande,
persiste la segmentación del mercado de trabajo y se conservan leyes laborales
de los años 90 e incluso de la dictadura (justamente la de los trabajadores
rurales).
Piquetes y cacerolas que no son las del 2001
Los medios masivos de comunicación han jugado un papel fundamental a la hora de
fogonear los piquetes en las rutas y las caceroleadas en las ciudades. Cuando
los trabajadores en lucha –ocupados o desocupados– apelan al piquete o a la
huelga, llueven las denuncias sobre el avasallamiento del derecho constitucional
a transitar, se nos alecciona sobre que el derecho de unos termina cuando
empieza el de los otros, o se enfatiza en la falta de imaginación para formular
otro tipo de protestas. Para la gran prensa y los partidos de la derecha
vernácula los piquetes rurales o los cacerolazos de las clases medias que
avanzan desde Recoleta, Belgrano y Palermo hacia el centro poseen siempre más
legitimidad que la de los piqueteros sin trabajo, de los que se sospecha son
violentos simplemente por portación de cara. El tractorazo tiene mejor
reputación que los cortes de puentes de los maestros, en uno de los cuales fue
asesinado brutalmente el maestro Fuentealba, ocasión que los medios
periodísticos como La Nación no desaprovecharon para defender a capa y espada el
desalojo de puentes y rutas. Estamos viviendo en tiempo real una ofensiva
ideológica de la derecha más recalcitrante, que esgrimiendo al pequeño productor
como excusa, ha extraído del arcón de los recuerdos las denuncias más
extravagantes sobre el comunismo gubernamental, azuzó el revanchismo más gorila
y aglutinó a toda la escoria social, desde los que reivindican a Videla y su
dictadura militar hasta los grupos neonazis, sin olvidar que el "paro del campo"
es también el trampolín para los que pretenden que Argentina rompa sus
relaciones de amistad con Venezuela, para los que se oponen a que los milicos
sean juzgados o que se dicte una ley legalizando el consumo drogas. En fin, ha
servido para catalizar toda la fauna derechista, gorila y neoliberal que
considera la más mínima medida progresiva como una afrenta a los valores
cristianos y occidentales y un pecado de leso "autoritarismo".
Algunos sectores de izquierda se equivocan cuando creen ver en los actuales
piquetes y cacerolazos un revival del 2001 o la apertura de una crisis que el
movimiento popular pueda capitalizar como parte de una salida favorable a los
trabajadores y los explotados.
Por nuestra parte tenemos muy en claro que nuestra delimitación con la política
gubernamental no puede hacerse desde el lugar equivocado o mezclando las
banderas históricas de la reforma agraria y la expropiación de los grandes
terratenientes con la propaganda pro oligárquica del diario La Nación, la
Sociedad Rural o el macrismo.
Por una salida popular a la crisis política
La crisis política abierta por la amenaza del paro agrario puede empujar al
gobierno hacia una negociación en la que finalmente la retórica anti-monopolio,
anti-sojización y de confrontación con la burguesía terrateniente quede en la
nada. No hay que olvidar que si no fuera por la presión inflacionaria, el
gobierno no hubiera tocado una política agraria que es continuidad con la
ofrecida por los gobiernos precedentes.
Cristina Fernández propuso el diálogo si las entidades levantan el paro. Pero no
queremos que detrás del diálogo se hagan concesiones a la Sociedad Rural y a los
terratenientes que mantengan las estructuras oligopólicas del campo y no
resuelvan el problema de fondo del pequeño productor, los chacareros y los
trabajadores del campo. No se necesita dialogar con la Sociedad Rural sino con
los pequeños y medianos productores y los trabajadores del campo y la ciudad
para darle soluciones de fondo y encarar una política de distribución de la
riqueza.
Para el movimiento popular y las fuerzas consecuentemente anti-imperialistas y
anti-capitalistas se trata de desarrollar de manera consecuente la lucha por la
reforma agraria, la distribución de la riqueza y el salario más allá de las
disputas de coyuntura y la retórica vacía de un gobierno que no ha tocado los
grandes intereses con los que dice confrontar.
Hasta ahora la conducción de la CGT ha defendido sin fisuras la propuesta
gubernamental y ha empleado métodos patoteriles que muchas veces utiliza contra
las corrientes opositoras en los gremios y que reciben el repudio masivo de la
población. Hay que darle una orientación distinta a la política de la central
sindical e impulsar junto a la CTA, los movimientos campesinos como el Mocase,
el movimiento piquetero, las organizaciones de izquierda y todo el movimiento
popular y llamando a la Federación Agraria a romper con la Sociedad Rural, un
frente único para movilizarse en torno a un programa mínimo en defensa de las
retenciones a la gran producción agrícola, retenciones diferenciales y fomento
para la pequeña producción, constitución de juntas de granos y carnes para
regular el precio, congelamiento del precio de los alimentos básicos, blanqueo
de los trabajadores rurales en negro y aumento de salarios y expropiación de los
grandes terratenientes.