Argentina: ¿Delito de lesa humanidad igual a un simple robo?
Usted debe una explicación, señora presidenta
Víctor Ego Ducrot
APM
La jefa de Estado argentina tuvo un exabrupto fascista. ¿Se equivocó? ¿Un acto
fallido? Explíquese por favor. ¿Es lo mismo Videla que cualquier ladrón hijo de
la pobreza?
Comprendemos que los políticos profesionales, de tanto hablar y hablar, a veces
se enreden entre sus propias palabras. Pero lo que la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner dijo el sábado pasado, ante la Asamblea Legislativa, se
pasó de la raya.
"No podemos tener leyes para delincuentes de lesa humanidad y leyes para
delincuentes comunes. Las leyes para los delincuentes son para todos los
delincuentes, para los de lesa humanidad y para los comunes también", sentenció
la presidenta al inaugurar el período de sesiones del Congreso Nacional.
Los argentinos tienen entendido que usted, señora presidenta, es abogada. De sus
dichos se desprende que tiene lagunas imperdonables en el conocimiento del
Derecho.
Sí debe haber diferenciación jerárquica entre los tipos penales que punen a los
llamados delitos comunes - con mucha frecuencia fenómenos sociales que son
consecuencia de la pobreza y la marginación- y los que castigan a los
torturadores y otros ejecutores de prácticas terroristas de Estado. Al menos eso
es lo que se desprende de años de riquísimas polémicas iusfilosóficas.
O se retracta, señora presidenta, o debe encontrar un tiempo, entre tantas
tareas de Estado, para volver a las aulas y aprender Derecho.
Supongamos que con el tiempo se olvidó de sistematizar sus pensamientos como
jurista, al fin de cuentas hace mucho tiempo que sólo se dedica a las tareas
políticas.
Si reparamos ese campo de la especulación y la práctica, también debe usted una
explicación señora presidenta. ¿Como política, entiende usted que es lo mismo
provocar la desaparición forzada y sistemática de miles de argentinos que ser un
delincuente, por más peligroso que resulte, que anda robando e incluso
cometiendo delitos de sangre?
Ese razonamiento, señora presidenta, merece un solo calificativo: fascista, en
su versión siglo XXI, dónde las clases ricas de nuestras sociedades instrumentan
la capacidad de violencia legal del Estado para convertir a los pobres en
delincuentes.
¿Nunca oyó hablar de criminalización de la pobreza y de "gatillo fácil, señora
presidenta? ¿Será que en materia de derechos humanos no sólo importa - ¡y cómo!-
la memoria sino también el presente? ¿Será que, por actos fallidos ideológicos
como los suyos, el Estado hace mucho que no habla del desparecido en democracia,
Julio López?
Es sabida -y muchas veces oída- esa explicación que dice, "bueno, en realidad
quise decir…". Podemos comprenderla y aceptarla, aunque de sus dirigentes las
sociedades esperan oír lo que dicen y no lo que "quisieron" decir y callaron.
A propósito, y aceptando que usted quiso decir algo distinto de lo que dijo, ¿en
qué consistirá entonces lo que nunca quiere decir, o no puede o no se anima a
decir?
Más allá de todos estos interrogantes, usted, señora presidenta, le debe a su
país un explicación y por favor - sabemos que para los políticos profesionales
es muy difícil hacerlo- cuando lo haga, diga en serio lo quiera decir. Eso sí,
después no pretenda encubrir la realidad con discursos ampulosos (otra
especialidad de los políticos profesionales).