Argentina: La lucha continúa
|
Los crímenes de la Triple A son de "lesa humanidad" (1)
Con el voto favorable de Freiler y Cattani, el tribunal consideró
imprescriptibles los homicidios cometidos por la Alianza Anticomunista Argentina
durante el gobierno de Isabel Perón. Está pendiente el pedido de extradición de
la ex presidenta.
La ex presidenta Isabel Martínez de Perón junto a José López Rega, mentor de
la Triple A.
Irina Hauser
Página 12
La Cámara Federal abrió una oportunidad histórica para que se esclarezcan los
crímenes cometidos por la Triple A durante el gobierno constitucional de Isabel
Perón y se castigue a sus responsables. Lo hizo a través de un fallo donde
define a los homicidios, secuestros y atentados de aquella organización
terrorista como "crímenes de lesa humanidad" que, como tales, no prescriben. La
decisión despeja el camino para que avance la investigación que involucra hasta
ahora a la ex presidenta, a los ex policías Rodolfo Almirón y Miguel Angel
Rovira, ambos jefes operativos de la banda, y a Felipe Romeo, que dirigía su
órgano de difusión.
La existencia de la Triple A y su vinculación con el entonces Ministerio de
Bienestar Social que encabezaba José López Rega es algo que (salvo los
imputados) nadie pone en discusión. Ni sus asesinatos, privaciones ilegales de
la libertad y otras aberraciones que incluso se cometían a plena luz del día y
luego eran reivindicadas por la propia organización. Aún así, nunca hubo
condenas por aquellos crímenes.
Lo novedoso del fallo que firmó ayer la Cámara Federal es que sostuvo que
todavía pueden y deben ser juzgados por ser delitos de lesa humanidad. Por
empezar, la mayoría del tribunal argumentó que puede haber crímenes de este tipo
en el contexto de un gobierno constitucional. En este caso, explicó, fueron
parte de "un ataque generalizado o sistemático contra la población civil"
ejecutado por "una asociación ilícita concebida en un sector del Estado con el
objetivo de perseguir clandestinamente" a "opositores políticos". Pero además,
tuvieron un rasgo distintivo: que ocurrieron al amparo de un sistema de
impunidad.
La resolución no fue unánime. La postura de mayoría fue firmada por Eduardo
Freiler y Horacio Cattani. La de minoría, por el juez subrogante Eduardo Farah,
que afirmó que hubo una asociación ilícita mafiosa cuyos delitos (comunes)
caducaron. Lo que precipitó el pronunciamiento fue la decisión del gobierno
español de concretar la extradición del ex subcomisario Almirón, de 72 años,
quien llegará hoy a las seis y media de la mañana en un vuelo de Aerolíneas
Argentinas. Almirón debería ser indagado por el juez Norberto Oyarbide, que
instruye la causa. Pero cerca de Su Señoría tienen grandes dudas de que vaya a
declarar. Dicen que está enfermo y con un gran "deterioro físico y mental" (ver
nota aparte).
Almirón fue descubierto en España por una investigación del diario El Mundo a
fines de 2006. Vivía en un pueblito de Valencia, como si nada. Había llegado a
ese país como custodio de López Rega, en su huida en 1975. Allí ya se había
hecho conocido cuando en 1983 se supo que encabezaba la custodia del dirigente
filofranquista Manuel Fraga Iribarne. La noticia de su paradero obligó al juez
Oyarbide a ver qué había en ese expediente referido a la Triple A que tenía
guardado en un estante, con fecha de apertura en 1975, y cuyos papeles ya
estaban a punto de deshacerse. Allí encontró un dato revelador: Almirón tenía un
pedido de captura pendiente desde 1984. Pero no era el único. Lo acompañaban,
como imputados estelares, el ex comisario Juan Ramón Morales y Rovira, acusados
de al menos ocho asesinatos.
Fue el renacer de la causa judicial. Oyarbide dijo que no tenía ninguna duda de
que los crímenes de la banda de López Rega fueron "de lesa humanidad" parte de
"una política criminal y terrorista, institucionalmente implementada". De la
investigación surge que compraban las armas con fondos del Ministerio de
Bienestar Social. Pidió la extradición de Almirón para indagarlo, y mandó a
detener a su ex suegro, Morales, y a Rovira. Aunque fue más lejos aún: también
pidió la extradición de María Estela Martínez de Perón ya que por lo que hizo o
dejó de hacer tuvo una "colaboración esencial" con los crímenes. También ordenó
detener a Felipe Romeo, ex director de la revista El Caudillo, órgano de
difusión de las Tres A, luego de que Página/12 lo ubicara en Buenos Aires
reciclado como restaurador de cúpulas.
Morales murió el año pasado. La situación de la ex presidenta no está definida
en España, pero el fallo de la Cámara llevaría al juez a insistir en su
extradición. Romeo está prófugo. Rovira cumple arresto domiciliario y había
apelado su procesamiento ante la Cámara. Su caso es el que, en efecto, el
tribunal ayer resolvió. Sólo en un aspecto los tres jueces le dieron
parcialmente la razón: dijeron que no está probada todavía su participación
material, directa, en los crímenes. Pero no pusieron en duda que fue un hombre
clave de la organización.
El voto de Freiler especifica que "el grupo originario se concentró en la
custodia del ex ministro López Rega, cuyos hombres más influyentes fueron
Almirón, Morales y Rovira". Los crímenes a los que alude el fallo son asesinatos
cometidos en 1974: del diputado Rodolfo Ortega Peña, de Pablo Laguzzi (un bebé
de cinco meses, hijo del entonces decano de la Facultad de Derecho de la UBA),
del abogado Alfredo Curutchet, del ex subjefe de la Policía Bonaerense Julio
Troxler, del abogado Silvio Frondizi y su yerno Luis Mendiburu, del periodista
Pedro Barraza y su amigo Carlos Laham, de Daniel Banfi y Luis Latrónica.
El camarista Horacio Cattani hace una enumeración del derrotero judicial de
estos casos para mostrar que todos los expedientes terminaron en sobreseimientos
o, como en el caso de Laguzzi, no se registran actuaciones judiciales. "La
gravedad de la situación no tuvo correlato alguno con las pesquisas realizadas",
dice el juez. Hasta López Rega, que llegó a ser arrestado y extraditado, murió
en 1989 antes de recibir condena.
Según Cattani, la impunidad que permitía la multiplicación de los crímenes, se
extendía en todos los poderes del Estado. Describe que en el ámbito
parlamentario "cundía el terror": se evitaban alusiones a la Triple A o el
oficialismo las impedía. Los que "alzaron su voz en solitario fueron
perseguidos, amenazados, incluso muertos", en alusión, entre otros, a Ortega
Peña. También enumera intimidaciones a los medios de prensa y dice que "ni
siquiera la Iglesia estaba exenta de ser blanco de la Triple A basta rememora el
asesinato del padre Carlos Mujica".
Freiler hace hincapié en que el poderío de la organización fue tan grande que
"neutralizó" al poder del Estado y ejerció de facto un poder absoluto. Esto,
sostuvo, constituyó "la antecámara del colapso total de las instituciones que
tuvo lugar con la dictadura militar". Recordó la participación de la Triple A en
el centro clandestino conocido como Automotores Orletti. A diferencia de sus dos
colegas, puso en duda que el poder de la banda de López Rega fuera tan grande y
extendido. A su entender, el sistema democrático funcionaba y dice que la propia
sentencia del Juicio a las Juntas afirma que el gobierno de Isabel Perón al
momento de su derrocamiento "contaba con los medios necesarios (normas) para
combatir el terrorismo". "Es difícil percibir en consecuencia que la voz de la
tristemente célebre organización hubiese sido aquélla del Estado", afirma Farah.
"La democracia respiraba", añade.
Tanto Freiler como Cattani recuerdan un episodio que resurge en varios
testimonios: una reunión de gabinete del 8 de agosto de 1974 en Olivos,
presidida por Isabel Perón, donde López Rega y el comisario Alberto Villar
proyectaron diapositivas de quiénes debían ser asesinados, como Ortega Peña y
Troxler, desde las estructuras paralelas.
El número de víctimas de la banda parapolicial nunca fue precisado. La Conadep
hablaba de algo más de 400 entre 1973 y 1975. Varios organismos de derechos
humanos hablan de 1500. Entre los primeros asuntos que debería definir Oyarbide
es si acepta investigar los más de 600 casos que le fueron planteados. También
es factible que la causa llegue a la Corte.