Argentina: La lucha continúa
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La presidenta en el Caribe, en un mar donde alternó buenas y malas en política
Emilio Marín
Cristina de Kirchner dejó a su marido operando en la interna justicialista y
viajó a Venezuela, Haití y República Dominicana a eventos internacionales. Allí
tuvo un buena cosecha aunque también errores.
El periplo presidencial a Caracas, Puerto Príncipe y Santo Domingo era necesario
porque había en juego cuestiones políticas y comerciales que interesaban al
país. También, por qué no decirlo, asuntos internacionales donde se esperaba la
palabra de Argentina, sobre todo luego del recalentamiento de la situación
fronteriza entre Colombia-Ecuador-Venezuela con la mano no tan oculta de
Washington.
El viaje era importante. Y quizás por eso mismo la presión mediática de la
derecha más conservadora, como la de 'Gaceta Ganadera', y la dirigente que hoy
por hoy mejor la expresa, Elisa Carrió, dispararon varias ráfagas en contra de
que Cristina de Kirchner se embarcara hacia el Caribe.
'Los Kirchner son rehenes de Chávez', sentenció la matrona de la Coalición
Cívica, buscando el aplauso fácil del Departamento de Estado.
El columnista estrella de aquel medio, por su parte, para descalificar el
encuentro con el presidente venezolano, escribió que 'Chávez cumplió el papel de
verdadero desestabilizador de la región'. Repetía así el libreto dictado por
Condoleezza Rice y la administración Bush. Obvio, se buscaba impedir el
encuentro de los dos mandatarios, para debilitar a una y otro.
Desoyendo esas advertencias, la presidenta argentina voló primero a Caracas,
donde tuvo buenas reuniones con el anfitrión y también con el ecuatoriano Rafael
Correa.
Con el bolivariano se firmaron nuevos acuerdos que se podrían sintetizar en el
intercambio de 'petróleo por alimentos', parafraseando a un programa de Irak en
el período de las sanciones y anterior a la guerra. El dueño de casa se
comprometió a que Argentina tenga seguridad en materia de provisión de petróleo
y gas por todo el siglo XXI. Venezuela recibirá no sólo alimentos sino también
cooperación del INTI y otros organismos rioplatenses para aumentar su producción
industrial y agroalimentaria. La dificultad para proveer alimentos a toda su
población y a precios accesibles es una munición que utiliza la oligarquía
venezolana para tratar de menguar el proceso bolivariano.
'Argentina está en condiciones de producir alimentos para 500 millones de
personas', proclamó Cristina. Semejante confesión deja sin explicación razonable
al hecho de que en nuestro país haya todavía tantos millones de personas que se
alimentan insuficientemente e incluso varios millones que pasan hambre.
En suma, que si la oposición de derecha argentina imaginaba una mandataria
haciendo un mal negocio político en Caracas, falló completamente. El balance de
lo allí negociado, tanto en comercio como en política, donde la viajera volvió a
comprometerse con el ingreso de Venezuela al MERCOSUR, fue ampliamente positivo
para ambos lados del mostrador.
En el centro regional
Sabido es que en Latinoamérica soplaron vientos guerreristas, o 'trompetas de
guerra' al decir de Fidel Castro, luego que el 1 de marzo último las tropas
colombianas bombardearan primero e invadieran después territorio ecuatoriano con
el argumento de que debían matar al segundo comandante de las FARC.
Como Alvaro Uribe engañó y mintió a Rafael Correa sobre tal operativo, cuando
éste advirtió exactamente lo que había pasado, tomó una contraofensiva política
y diplomática, viajó a cinco países para explicar su posición, reclamó reuniones
de la OEA y, entre tanto, rompió relaciones con su mal vecino.
Obviamente que Chávez, aludido por las declaraciones gubernamentales colombianas
como supuesto socio de la guerrilla y proveedor de dinero y armas, reaccionó
cerrando su frontera y enviando allí diez batallones, por si acaso..
En ese marco también fue positivo que viajara la presidenta argentina a
República Dominicana para participar de la XX Cumbre del Grupo de Río. Todos los
mandatarios implicados en la crisis, incluyéndolo a Daniel Ortega, de Nicaragua,
con problemas limítrofes con Colombia, iban a estar y dar su punto de vista.
Ya con antelación a esas deliberaciones, la cancillería argentina expresó por
medio de un comunicado enviado desde Ginebra por Jorge Taiana, la postura del
país: era intolerable la agresión militar de un país, Colombia, contra otro,
Ecuador. Esa misma posición fue llevada por el delegado de nuestro país, Rodolfo
Gil, a la reunión extraordinaria de la OEA en Washington.
Pero todos esos fueron partidos preliminares. El de fondo se jugaba el viernes
en el país donde hacía de anfitrión su jefe de Estado, Leonel Fernández. Y allí
fueron Cristina y Taiana con una posición básicamente correcta, de respaldar a
Quito y condenar lo actuado por Bogotá. 'Total rechazo a la violación de la
soberanía territorial', podría resumirse la posición de Argentina, que sintonizó
bastante con la adoptada por Brasil.
Frente a los argumentos esgrimidos por Uribe, de su 'guerra contra el
terrorismo', la oradora argentina subrayó que sintomáticamente todo el incidente
había ocurrido luego que comenzara a fructificar la liberación de rehenes. De
ese modo pegó al hígado de Uribe y compartió los argumentos de Chávez y Correa
sobre el origen del bombardeo colombiano.
Luego dejó traslucir cierta comprensión hacia la línea uribista, pero en tono de
consejo pontificó que 'el terrorismo no se combate con la violación masiva de
los derechos humanos'. O sea que habría que combatir a las FARC pero respetando
la ley, algo que sonó a buscar la cuadratura del círculo para los oídos de Uribe
y sus generales.
El frío saludo final de Cristina y Uribe, en medio de la superficial algarabía
suscitada por los abrazos y saludos de reconciliación de éste con Chávez, Correa
y Ortega, fue toda una demostración. Argentina no cree demasiado en las promesas
democráticas de la Casa de Nariño, ni Uribe quedó satisfecho con las
recomendaciones humanitarias de la Casa Rosada.
Sigue la Minustah
Si el balance del sobrevuelo por Caracas y Santo Domingo arroja un saldo
positivo para una de las primeras visitas oficiales de la mandataria, el signo
de su pasada por Puerto Príncipe fue negativo, al menos para este cronista.
Es que Cristina fue a Haití junto a la ministra de Defensa, Nilda Garré (era su
cuarta visita), para avalar la presencia de las tropas argentinas en el súper
empobrecido país.
Desde julio de 2004 está allí un contingente argentino que rota cada seis meses
e integra la misión de estabilización enviada por las Naciones Unidas (Minustah).
Son aproximadamente 600 efectivos fletados por Argentina; para decirlo con
exactitud en este momento hay 298 del Ejército, 157 de la Armada y 55 de la
Fuerza Aérea, pero hubo otras tandas algo más numerosas.
El comando militar de la Minustah, de alrededor de 7.000 soldados, lo tiene
Brasil, lo que completa la jugada ideada por George Bush hace cuatro años:
lograr una ocupación de un país muy problemático donde los marines propios, de
Francia y Canadá no dieran directamente la cara. Siempre será mejor que lo hagan
las tropas argentinas y brasileñas, que a su vez suelen dejar las tareas más
represivas en Cité Soleil y otros barrios muy pobres de Puerto Príncipe en manos
de los cascos azules de Pakistán y procedencias aún más humildes, donde el
Tercer Mundo se convierte en Cuarto o Quinto.
Como símbolo de lo que significa la Minustah hay que recordar que su primer
contingente fue despedido en el puerto con una homilía del obispo castrense
Antonio Baseotto, que les dijo iban a un destino donde había tanta inseguridad
como en Argentina.
Algunos de los destinados en Puerto Príncipe y Gonaives eran oficiales que
habían participado en la represión ilegal y criticaban la política oficial de
derechos humanos. Un capitán de navío fue dado de baja por mandar correos desde
Haití a sus camaradas expresando esa defensa de lo actuado por la dictadura
militar.
El gobierno de Cristina, como antes el de su marido, podría decir que mantiene
tropas propias en ese punto del Caribe donde la miseria es espantosa, porque lo
decidió la ONU. Incluso podrían alegar que su colega haitiano René Preval está
de acuerdo con esa permanencia.
Pero también podría imitar a Hugo Chávez, de fuerte relación con Preval y que no
obstante no ha enviado un solo soldado sino solamente ayuda humanitaria, en
sintonía con La Habana.
Mantener los uniformados en Haití durante cuatro años, cuando la primera ley
autorizaba a seis meses prorrogables por otros seis, es una prueba de que el
gobierno argentino puede despotricar contra el unilateralismo, el militarismo y
el hegemonismo en las Cumbres internacionales, tirando por elevación contra
Estados Unidos. Pero que, a la hora de las decisiones estratégicas, no piensa
sacar los pies del plato, como diría Perón.
Ahora la presidenta estará volviendo al país y podrá contarle a su marido cómo
le fue con las figuras latinoamericanas con las que se codeó en estos últimos
días. Néstor Kirchner debe envidiarla un poco, porque a él le tocó operar desde
Puerto Madero con personajes menores como Daniel Scioli, Alberto Balestrini,
Mario Das Neves, Hugo Moyano, José L. Gioja y el jubilado Antonio Cafiero, para
que el PJ resucite en Parque Norte en un trámite de 15 minutos.