Argentina: La lucha continúa
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Correpi – Boletín informativo
Número 470 - 9 de marzo de 2008.
SUMARIO:
1.- Cuando el "olfato policial" les juega en contra.
2.- Tarde y mal, reconocen que la tortura es tortura.
3.- Constante situación represiva en el INDEC.
4.- Represión a trabajadores de Gafa.
5.- Morteros, ciudad de la tortura.
6.- Los DDHH en la "tierra de la libertad".
7.- Gatillo de la federal a juicio oral.
CUANDO EL "OLFATO POLICIAL" LES JUEGA EN CONTRA
El 13 de abril de 2007 el diario Clarín tituló a dos columnas "RECOLETA –
MATARON A UN MOTOCHORRO DURANTE INTENTO DE ROBO". El 15 de junio de 2007, el
título en La Razón fue "LA POLICÍA MATÓ A MOTOCHORRO". El 13 de diciembre
pasado, el diario digital Minuto Uno puso el titular "MIEDO EN ONCE: MATAN A
MOTOCHORRO", y entre los comentarios de lectores leemos frases como "El
policía debe ser condecorado ¡ES UN HEROE NACIONAL!"; "Qué bueno que salió todo
bien..."; "Bien por el Policía" o "Uno menos"...
El 5 de marzo de este año, en cambio, la noticia fue que en un "confuso"
episodio, tres policías de la División Investigaciones, que de civil
participaban de un operativo de control en el barrio porteño de Monte Castro,
mataron a un colega, el oficial inspector Marcos Itzcovitch, e hirieron a su
compañero Gustavo Montenegro, cuando ambos numerarios de la comisaría 43ª,
también de civil, circulaban en una moto.
La versión policial fue que se trató de una "trágica confusión" (sic)
porque los de la camioneta y los de la moto no se conocían, y los primeros
tomaron a los segundos por ladrones. Les vieron pinta de "sospechosos", y como
lo declararon los testigos, que hoy están bajo protección oficial debido a las
amenazas que recibieron, dispararon sin dar la voz de alto, sin que los de la
moto llegaran a sacar sus armas. "Literalmente los fusilaron", dijo el
dueño de la pizzería de la que salía la víctima fatal, el oficial Itzcovich.
(¿qué hacía el policía de la brigada de la 43ª en la pizzería a la una de la
mañana, un día 5, día de cobro?...).
El diario La Nación publicó una nota de opinión titulada "La instrucción, una
cuestión prioritaria", donde se concluye "No fue una trágica confusión.
Cuando menos fue un acto de negligencia (...)". Sostiene el analista que
tendrán un arduo trabajo "la Justicia y el Departamento de Asuntos Internos
de la Policía Federal para saber qué motivó a los uniformados a sacar sus armas
y abrir fuego en forma temeraria sin siquiera decir previamente, como afirmaron
ayer algunos vecinos, la reglamentaria frase "alto, policía"". Comentaristas
radiales, atribulados por la noticia, propusieron, por ejemplo, que usen algún
tipo de identificación que les permita reconocerse entre ellos cuando patrullan
de civil...
El episodio, más allá de lo anecdótico que permite que lo incluyamos en nuestra
ya clásica sección "Se matan entre ellos", modalidad nada infrecuente como puede
verificarse con los datos de nuestro Archivo de Casos, es ejemplar para entender
cómo funciona y para qué sirve el tan mentado "olfato policial", esa
extrasensorial facultad policial que jueces y fiscales vienen convalidando con
argumentos como que es "expresión de la experiencia" o del "celo profesional".
O, como dijo hace poco la corte suprema, porque es una "facultad discrecional
ejercida en forma razonable, no sobre cualquier individuo al azar, sino respecto
de quienes, por motivos cuya exclusiva evaluación compete a la fuerza de
seguridad, incitan a esa verificación".
No es, como quiere hacernos creer La Nación, "un acto de negligencia", por el
"olvido fatal de dar la voz de alto", redimible con mejor instrucción. Por el
contrario, es la puesta en práctica de todo lo que les enseñan y aprenden en los
institutos de formación policiales: que el "manyamiento", como le dicen los
viejos policías, o "semblanteo", es un don intrínseco que permite distinguir
"gente bien" de "sospechosos", y que el "sospechoso" es blanco legítimo de sus
disparos.
No hace falta preguntarse qué nos hubieran informado los diarios si Itzcovich y
Montenegro no hubieran sido policías. El titular en tipo catástrofe hubiera sido
"MATAN A MOTOCHORRO – HIEREN A OTRO", y de nuevo los lectores de los diarios
felicitarían a los valientes policías. El muerto hubiera tenido un entierro sin
honores, y el sobreviviente estaría demasiado ocupado defendiéndose de un
procesamiento por robo con armas, y quizás hasta de homicidio en ocasión de
robo, como para tener tiempo de denunciar que fue víctima de un gatillo fácil.
TARDE Y MAL, RECONOCEN QUE LA TORTURA ES TORTURA
El 24 de julio de 1999 cinco jóvenes, Mario Sieben, Guido Araya, Lisandro
Córdoba, Andres Castro y Sergio Cabrera, fueron apaleados, golpeados y sometidos
al suplicio conocido como "submarino seco" dentro de la Cria. 1ª de San Martín.
Aunque en los tormentos participaron muchos policías, los únicos que los chicos
pudieron identificar fueron Juan Carlos Botrón y Marcelo Palleroni.
Todo empezó cuando los cinco amigos estaban en el centro de San Martín en la
madrugada del 24/07/99 comiendo unas hamburguesas. Los sorprendió un incidente
entre un chico de la calle y un trío -integrado por un policía federal, un
alférez de la fuerza aérea y un subteniente del ejército- que le negaron al pibe
un pedazo de hamburguesa. Ello generó una pelea de la que intentaron salir, pero
luego de caminar algunos metros fueron detenidos a golpe limpio y llevados a la
comisaría. Allí supieron que se los acusaba de haber robado el arma
reglamentaria al federal, mientras les aplicaban diversos métodos de tormento
para que confesaran.
Lo que no calcularon los policías fue que Sergio "Cucú" Cabrera era militante de
CORREPI, y que, a pesar del terror de la tortura, pudo convencer al fiscal que
lo indagó al día siguiente por el robo del arma que allanara la comisaría. La
inmediatez de la denuncia y los recaudos que tomó el compañero al memorizar
detalles de la comisaría, permitieron reunir suficientes elementos para imputar
a los policías.
En julio de 2002, sólo Botrón fue a juicio, porque Palleroni, para variar, se
había profugado. Aunque fracasó la defensa de Botrón, que se sostuvo en
argumentar que la acusación fue "un complot armado gracias a la solidaridad
de los denunciantes que integran una agrupación que tiene animadversión a la
policía, y que usa un logotipo con una bota policial y la palabra "BASTA",
aliada con "delincuentes con frondoso prontuario", el tribunal oral nº 4 de
San Martín hizo lo que le mandan hacer: aunque el fiscal pidió 18 años, y los
abogados de CORREPI, 25, los jueces condenaron al policía a escasos 5 años de
prisión por apremios, sosteniendo que el sufrimiento padecido no alcanzó a ser
tortura.
Después de casi seis años, el tribunal de casación penal decidió que el delito
cometido por Botrón es de tortura en por lo menos cuatro de los casos, y mandó a
otro tribunal oral de San Martín a dictar nueva pena, de 8 a 25 años de prisión.
Claro que el nuevo fallo llega tarde y mal, y Botrón, en libertad hasta el
momento de escribir estas líneas, seguramente no se presentará mansamente este
miércoles 12 de marzo ante el TOC nº 1 para ser condenado a una pena que
debería cumplir en prisión.
Como detalle de color, recordemos que Juan Carlos Botrón, antes de ingresar a la
bonaerense, fue de la policía federal, de donde lo echaron a mediados de los
'90. Siendo federal, fue uno del centenar de uniformados que intervino, el 19 de
abril de 1991, en el operativo montado a las órdenes del comisario Miguel Ángel
Espósito, titular de la 35ª, en el estadio Obras, una noche que tocaban los
Redondos. La noche que fue detenido y apaleado Walter Bulacio... Como dicen los
científicos, nada se pierde, nada se gana, todo se transforma... y un
policía es siempre un represor.
CONSTANTE SITUACIÓN REPRESIVA EN EL INDEC
La larga lucha que estan llevando adelante los trabajadores del INDEC por la
defensa incondicional de su trabajo, el repudio a la manipulación y los
atropellos, expresados en desplazamientos, despidos, reducción salarial e
intento de impugnación de la representación gremial, continúa vigente, como un
claro ejemplo del accionar del gobierno frente a los trabajadores que se
organizan para reclamar sus derechos más básicos.
A la presencia policial constante dentro y fuera de la sede del organismo debe
sumársele, para tener un cuadro más completo de la situación represiva, el
copamiento de puestos laborales por parte de patoteros pro-intervención "que
realmente en una actitud amenazadora, hostigan físicamente y persiguen a los
trabajadores". Son las mismas personas, que cada vez en mayor medida, van
quedando a cargo de las tareas técnico-estadísticas para las cuales no tienen
ninguna idoneidad, y sólo se limitan a dibujar los números que el gobierno
exige, desafectando así a los técnicos que vienen resalizando esas tareas desde
hace décadas.
El hostigamiento no sólo está dirigido a quienes denuncian la manipulación.
También se fuerza a los empleados que no han tomado partido para involucrarlos
en un inexistente enfrentamiento entre trabajadores. A tal fin, denuncian los
compañeros, "desde la Dirección del organismo se combinan presiones con
recompensas monetarias para obligarlos a participar o a dar consentimiento a las
acciones de hostigamiento constantes" y así facilitar la presentacion del
conflicto como una interna o disputa intersindical, pantalla tras la cual
esconden el accionar de las patotas, accionar que tiene sus picos durante las
actividades organizadas por los trabajadores. Así se intentó frenar una asamblea
mediante el copamiento del espacio físico donde debía realizarse, y al no
lograrlo, arremetieron con las provocaciones y las amenazas. Se ha llegado a
cerrar con llave las puertas del edificio durante una rueda de prensa que los
trabajadores en lucha organizaron en la vereda, dejando a éstos sin poder
ingresar y a todos los que estaban adentro sin poder salir, poniendo en serio
riesgo sus vidas en caso de una emergencia.
El caso del INDEC nos muestra el accionar de este gobierno, que sostiene sus
mentiras a fuerza de represión, que pretende hacernos creer mediante la
presentación de falsos índices que la inflación o el desempleo no son un
problema real para el conjunto de los trabajadores y el pueblo. La realidad lo
obliga a emplear herramientas menos sutiles a la hora de manipular la
información: la policía, la patota, las amenazas, los despidos, la persecución,
es decir, la represión.
REPRESIÓN A TRABAJADORES DE GAFA
Otro ejemplo de cuál es la respuesta que dan la patronal y el gobierno a los
justos reclamos de los trabajadores lo vienen dando la empresa Gafa y la policía
santafesina. En primer lugar, desde el 14 de febrero de 2008 la empresa viene
echando sistemáticamente a los empleados que reclamaron el cumplimiento del
acuerdo salarial suscripto en el ministerio de trabajo de la provincia de Santa
Fe el 11 de enero de 2008, el que fue imcomplido por Gafa.
La reacción de los trabajadores consistió en la instalación de una carpa frente
a Gafa y medidas de lucha al interior de la planta, como paros parciales y quite
de colaboración en diferentes secciones y turnos, bajo la fuerte presión que
ejercen gerentes y encargados, algunos de los cuales han llegado a proferir
amenazas de muerte.
"Ahí adentro si abrís la boca para reclamar algo justo al día siguiente estás
afuera. Los encargados tiran amenazas de muerte. Hay acoso sexual a las mujeres",
denuncian los trabajadores, que acusan de los maltratos al jefe de planta,
Edgardo Comba, y al jefe de personal, Gabriel Venini. Las actividades de
propaganda hacia los obreros no despedidos realizadas por los trabajadores
instalados en la carpa, que incluyeron un piquete en la puerta de la empresa el
miércoles de la semana pasada (que provocó la paralización de la fábrica durante
todo el día) tuvieron como respuesta un amplio operativo policial alrededor de
la carpa de los obreros y la amenaza del desalojo mediante la fuerza. La medida
judicial estaría dictada por el Dr. Javier Beltramone, juez a cargo del juzgado
de instrucción de la séptima nominación de Rosario, el mismo que actuara en el
conflicto del Lavadero Virasoro.
Al caer la noche del miércoles, se difundió la versión de una intervención
policial entre las tres de la mañana -cuando se retira el último turno- y las
seis de la mañana -cuando ingresa el primer turno del día-. Los obreros lanzaron
una convocatoria urgente, y gracias a las presiones ejercidas por organizaciones
sindicales y políticas, se pudo frenar la represión. "Ayer vinimos y nos
encontramos con que había más o menos 50 policías preparados para reprimir, vino
el jefe de acá de la comisaría y nos quisieron hacer firmar un acta, nos
filmaron como si fuéramos presos, nos rodearon, allá en la esquina, acá
enfrente, por todos lados. No querían ni que prendamos una cubierta, ni que
hablemos con la gente que pasaba, nada. Ya estaban preparados para reprimir en
cualquier momento.", denunciaron.
La conclusión es reiterada: cuando las ganancias de la patronal se ven en
inminente disminución debido a los justos reclamos de los trabajadores, las
empresas cuentan con las herramientas represivas que el estado les provee para
garantizar la continuidad de sus negocios a costa del hambre de los
trabajadores: en este caso como en tantos otros, patota y policía. Dos
herramientas para un mismo objetivo.
MORTEROS, CIUDAD DE LA TORTURA
Morteros es una localidad de Córdoba, gobernada, igual que la provincia, por un
hombre que responde al kirchnerismo. El intendente de Morteros se llama Germán
Pratto, integra el PJ y adhiere al proyecto K representado por Schiaretti en el
gobierno de la provincia. Antes de que Pratto asumiera la intendencia de
Morteros, la policía levantaba cotidianamente a los pibes pobres de la zona, los
apaleaba, los torturaba, les robaba, les armaba causas, los amenazaba. Ahora,
luego de la asunción del intendente K, la policía continúa haciendo su trabajo
con el mismo ímpetu que antes. Será que el hombre, con 4 años de pista para
llevarse todo lo que pueda, no ha tenido tiempo de prestar atención a las
menudencias de la vida cotidiana.
Así que, como lo comprueba la historia una y otra vez, los que debieron ponerse
la mochila al hombro, en vistas que la espera por la solución gubernamental no
sólo no llega nunca, sino que en el camino suma nombres a la lista de víctimas,
son los familiares de estos pibes que en un intento por resguardar las vidas de
sus hijos han conformado una Coordinadora anti-represiva y comienzan a
movilizarse y a pelear. A raíz de dos casos ha sido publicado un informe
realizado por la agencia de medios independientes Indymedia, filial Córdoba. En
este informe cuentan sus casos dos madres, cuyo hijos, menores de edad, han sido
sometidos casi cotidianamente a las torturas de la seccional de Morteros. Los
familiares denuncian especialmente a tres policías Demarchi, Aguirre y Colombo,
que actúan bajo las órdenes del comisario José Rovere.
Con algunas variantes, los casos de Maxi y Sergio se parecen entre sí, y a los
miles de casos de torturas en las cárceles y comisarías argentinas, muchos de
los cuales terminan con la muerte de pibes como ellos a lo largo y ancho del
país. Maxi y Sergio eran detenidos a toda hora y en cualquier momento. Sergio
era levantado a las diez de la mañana cuando cruzaba a la despensa para hacer
los mandados. Ambos eran permanentemente acusados de robos, y torturados para
que, si no reconocían un robo, acusaran a alguien de haberlo cometido. Maxi fue
detenido una noche y a pesar de los esfuerzos de su madre por poder verlo, fue
encerrado en un instituto para menores sin haber podido contactarse con la
familia, sin juicio, sin defensa, sin nada. Sergio directamente tuvo que irse de
la ciudad. Quien quiera acceder al relato de los casos puede consultar el
informe "¿Una policía fuera de control? - Primera parte -" en la página de
internet de Indymedia Córdoba.
Desde CORREPI queremos decirle a los compañeros que han comenzado esta lucha que
la experiencia en el tema nos ha enseñado que estas peleas no se ganan buscando
mejores condiciones de detención, consiguiendo inspeciones supervisadas a las
celdas o cambios de policías, o cambios de cúpulas, porque no son "policías
fuera de control" sino todo lo contrario: la policía del estado, obedeciendo al
rígido control del gobierno de turno, disciplinando pobres. Buena parte de los
más de 2300 casos de personas asesinadas por las fuerzas públicas que
contabilizamos en nuestro archivo corresponden a casos de personas privadas de
su libertad, golpeadas y torturadas hasta la muerte en celdas en cada provincia
de nuestro país. La mayoría de los casos que han tomado repercusión pública han
luego terminado en la visita a algunos familiares por parte de las distintas
agencias de DDHH del estado, ofrenciendo dinero, cargos, supervisión en las
cárceles, etc. Pero más temprano que tarde quedaron en el olvido, enterrados, y
cada día surge un nuevo caso demostrando que la tortura no sólo no se termina
sino que se multiplica. La única forma de lucha es en la calle, enfrentados al
estado, ser cada vez más, que sepan que nuestros pibes y sus familias no están
solos para enfrentar la represión.
LOS DDHH EN LA "TIERRA DE LA LIBERTAD"
A los yanquis les encanta su himno nacional, y celebrar que viven en "el hogar
de los valientes y la tierra de los libres". También les encanta exportar esos
"valores" a fuerza de bombas contra poblaciones civiles, invasiones, operaciones
de limpieza étnica, cárceles secretas con la tortura institucionalizada. Esta
semana, sin ir más lejos, se concretó el esperado veto presidencial a la tibia
norma del congreso que pretendía limitar, aunque sea un poquito, el uso
de métodos de tortura en los interrogatorios de "sospechosos de
terrorismo". Pero no sólo el aspecto de posible fundamentalista islámico acarrea
la estigmatización y la represión. A diario se descarga la más furibunda
represión contra todo el que no sea blanco y anglosajón.
Las policías yanquis, esas que tanto nos dicen los grandes diarios argentinos
que habría que imitar, utilizan como método cotidiano de trabajo una práctica
que denominan "racial profiling", o "perfil racial". En el entrenamiento de los
agentes, se les enseña que determinadas características étnicas o raciales
aumentan las probabilidades de que una persona cometa un delito en particular.
De esa forma, las unidades policiales elaboran "patrones" de etiquetación racial
que, obviamente, apuntan mayoritariamente a los inmigrantes latinos y a los
negros (a los negros pobres, no a Collin Powell, desde luego).
Este "perfilado racial" no se diferencia mucho de aquellas antiguas teorías
positivistas como la de Lombroso, que sostenía que era posible, a partir de
ciertas características antropométricas, detectar tempranamente al "delincuente
nato", y así neutralizarlo incluso antes de que comenzara a cometer,
inevitablemente, graves crímenes. Para Lombroso eran señales claras de
predelictualidad los ojos o las cejas muy juntas, la nariz ancha, la frente
achatada, las orejas grandes o con los lóbulos muy pegados, o una marcada
asimetría facial. Hasta localmente el asunto resulta irritante, al punto que un
comité de derechos civiles de Arizona acaba de denunciar públicamente esta
práctica, pidiendo que sea controlada. El alguacil del condado de Maricopa, Joe
Arpaio, dijo que las imputaciones sólo buscan "tratar de obligarme a detener
la lucha contra la inmigración, pero eso no va a funcionar". Los yanquis
blancos y ricos pueden seguir durmiendo tranquilos, que el Tío Sam los protege
de los peligrosos morochos.
GATILLO DE LA FEDERAL A JUICIO ORAL
El 12 de marzo de 2006, por la tarde, Edgar Espejo Parisaca, joven boliviano de
20 años de edad, fue interceptado por hombres a la salida de un restaurante
en la esquina de las avenidas Roca y Varela. Asustado y creyendo que era un
robo, Edgar corrió unos pocos metros. Los individuos, que eran policías de
civil, lo alcanzaron, lo redujeron con gran violencia y lo subieron, ya
esposado, a un auto sin identificación.
Dentro del auto le siguieron pegando, mientras le gritaban "...boliviano de
mierda, ¿a que has venido, vienes a quitarle el trabajo a los argentinos?,
cocainero, cómplice de Evo Morales, te vamos a matar...". Ante la súplica
del chico para que no lo maten, le dijeron "maricón, vas a morir..." , y
le gatillaron con el arma reglamentaria en la boca y en la cabeza.
Al llegar a la orilla del Riachuelo lo obligaron a bajar del auto, le robaron su
teléfono celular, dos CD de música, el reloj, $ 50 y el pollo que había comprado
en el restaurante, y lo hicieron correr mientras le disparaban. Edgar recibió un
disparo en el cuello y otro en la pierna derecha, que requirieron un mes de
internación en el Hospital Piñeiro y siete de rehabilitación. Sólo por milagro
se salvó Edgar de sumarse a la cada vez más larga lista de víctimas fatales del
gatillo fácil.
La semana pasada comenzó el juicio oral contra los dos policías, Hernán Matías
Martínez y Javier Armengol, ambos de la comisaría 36ª, la especialista en tirar
pibes al Riachuelo, y la misma que supo dirigir el comisario Edgardo Russo, que
hace varios años mató de un disparo en el cuello, usando balas de punta hueca,
al inmigrante peruano Héctor Llancari Núñez.
En La Plata, escuche Atando Cabos, el programa de radio de CORREPI, los lunes a
las 20:00 por Radio Futura, FM 90.5.
Los sábados, a las 18:00, columna de opinión de María del Carmen Verdú en el
programa Leña al Fuego, del periodista H. Schiller, por Radio Porteña, ex Radio
Ciudad, AM 1110, www.radiodelaciudad.gov.ar, tel.
5371-4600, Sarmiento 1551, 9° piso. Entrada libre y gratuita.
CORREPI
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