Argentina: La lucha continúa
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Una pregunta insegura
¿Dónde está Al Capone?
Daniel Cadabón
Todo abuso planificado y sistemático, por parte del estado, en la propaganda
sobre la inseguridad, está orientado a generar una conducta determinada de
sumisión y respeto a las instituciones armadas por parte de la sociedad y forma
parte de un objetivo de control social y político que, hoy por hoy, aparece
socialmente devaluado.
El propósito básico, de toda esta campaña, está en crear un clima propicio y de
esta manera, actuar sobre la moral del conjunto social mediante la manipulación
de una serie de sentimientos irracionales, que permitan conquistar una
influencia ideológico-política en el pueblo, para que los individuos admitan sin
cuestionamiento, la capacidad del estado burgués para asumir las funciones
represivas, aun a costa de la pérdida de derechos democráticos.
Tanto las policías provinciales, como la federal, han demolido, a lo largo de
décadas de persistente corrupción, tortura y gatillo fácil, la necesaria
confianza social para que estos cuerpos armados funcionen sin el
anticonstitucional debate popular.
El kirchnerismo y el sciolismo tienen una preocupación central en la
recomposición de la confianza popular en estos cuerpos armados, y esto, por
varias razones.
La primera de ellas, tienen que ver con el propio funcionamiento del estado; que
es pura represión. El estado funciona mejor si logra el monopolio de la fuerza y
cuenta con el aval y la consideración social para con sus actividades
represivas. Para cumplir con este propósito, el kirchnerismo y el sciolismo, no
se preocupan en declarar una verdadera guerra psicológica en contra de "su
propio pueblo" y en manipular "los sentimientos de la gente" hasta un limite
sorprendente. Una verdadera conspiración.
El segundo objetivo, ya la analizaremos más adelante, tiene que ver con un tema
de caja. La recaudación policial para la política.
La tercera, tiene que ver con el principio de autoconservación. La secta
policial (sólo en provincia de Buenos Aires son cerca de 58 mil efectivos) tiene
la suficiente capacidad operativa como para generar un proceso desestabilizador
contra cualquiera que intente meter manos en sus negocios.
El Gran miedo y la dialéctica de la despersonalización
Uno de los sentimientos humanos, que a partir de una grosera manipulación,
mejores resultados da para generar sumisión psicológica y política en las masas,
es el miedo.
El miedo es un estado psíquico, inconsciente e incontrolable, que paraliza a
quien lo padece, obligándolo a llevar una vida social limitada. La ansiedad y la
carga de angustia que acompañan al miedo suelen ser, por lo común, decididamente
excesivas con relación a la situación que la provoca -el miedo cambia la
percepción de la realidad- por esta razón el individuo se paraliza, anula su
rebeldía, asumiendo conductas de sometimiento y, se espera, de subordinación al
discurso y las acciones del estado.
Toda esta campaña sobre la inseguridad está montada para que el sujeto o el
grupo presientan que un hecho exterior y amenazante acosa su vida en forma
permanente. Naturalmente, esto los lleva a una situación de pérdida de su
capacidad reflexiva crítica y a la aparición de sentimientos primarios de
invalidez, entre ellos debemos sumar, a la citada sumisión, su correlato
psicológico: la depresión, donde el dramatismo que provoca el pánico, lo
envuelve todo; la desorientación; la desmoralización, etc. En definitiva, todos
sentimientos de derrota y de subordinación al discurso del amo.
La campaña aspira a que los sujetos (y el grupo) se despersonalicen, se
debiliten, que afloren discursos del tipo "vivimos con miedo". Y entonces, que
busquen frenar su ansiedad encontrando seguridad y confianza en los discursos
que exaltan estos "valores"; que les permiten significar un oponente, establecer
nítidamente un objeto concreto del que cuidarse y a la vez establecer en quien
respaldarse.
Si el respaldo se concibe en la institución policial, la guerra psicológica, no
declarada por el estado, esta ganada: "llamá a la policía", "denunciá al
sospechoso". Lo que se busca es crear una red de adhesiones públicas, donde no
es tan importante el "buchoneo", de hecho las zonas liberadas continúan y
se agrandan a diario, sino la reconstrucción social del papel de los organismo
de represión.
Sin embargo, el proceso de despersonalización, a la que el estado burgués
aspira, no deja de tener sus inconvenientes. Porque, la idea original es generar
un sentimiento opuesto al de: "a mi no me va a pasar" o "si no te metés no pasa
nada", que serían más fáciles de explotar en función del carácter individual que
despiertan. Todo lo contrario; el estado intenta advertir que a todos les puede
pasar ("cierren bien las puertas") con lo cual, termina generando una situación
contradictoria, ya que, la sociedad opta por una aproximación de intereses que
los movilizan. Esto explica, el por que la campaña contra la inseguridad termine
en algunos casos de armamento popular (Tres Arroyos, Junín, San Pedro, y en otro
lugares no tan publicitados) lo que contraría el objetivo original y pone en
jaque toda la estrategia.
El triunfo de toda manipulación psicológica se juega en la capacidad para
cambiar la percepción social sobre la policía y, en este sentido, está reservada
a controlar y a ganar la voluntad de la población, para favorecer a los
intereses del estado.
El armamento popular en las ciudades del interior de la provincia de Buenos
Aires y la denuncia de los vecinos sobre la complicidad entre el poder judicial,
la policía y el poder político muestran que la campaña hace agua antes de
empezar.
Repetimos que toda esta campaña psicológica, que impulsan desde el kirchnerismo
y el sciolismo, se asienta en crear un clima que neutralice estos sentimientos
antipoliciales y de desconfianza en la justicia y en los partidos del régimen
por parte del pueblo. Sin embargo, el clima de rabia popular acumulada, por la
arbitrariedad, la corrupción, el abuso de autoridad en todos sus matices,
termina por acelerar un proceso que conspira en contra de la autoridad del
estado (monopolio de la fuerza armada).
Para todos aquellos que, con buena voluntad, entienden que cualquier iniciativa
de armamento entre la población civil responde a un objetivo estratégico de la
derecha, es importante que comprendan que, hoy por hoy, "la derecha" está más
preocupada por la reconstrucción de los cuerpos legales de represión (donde se
registran sus principales ideólogos) que en el estimulo del armamento entre
sectores del pueblo.
Quién gobierna la Provincia de Buenos Aires
El cuadro de crisis que rodea el tema de la seguridad en la Policía de Buenos
Aires condiciona fuertemente al flamante gobernador. Recordemos que aun antes de
las elecciones, Scioli recibió un mensaje que marcó su futuro plan de vuelo. El
asesinato de tres policías en el barrio Aeropuerto de la ciudad de La Plata.
El discurso sobre la política de seguridad para la provincia, que acompaña al
gobernador Scioli, es, en alguna medida, bastante similar al de en su momento
gobernador Ruckauf: reivindicación incondicional de la policía provincial, mano
dura en contra de la delincuencia, creación de una red pública de denuncias,
dotar de mayor poder de fuego a la fuerza, etc.
El gobernador y su ministro Stornelli están obsesionados por devolverle
autoridad a la bonaerense.
La recuperación de la figura del jefe de Policía es una concesión, sin
atenuantes, a las reivindicaciones de los de "gorra", que vuelven a tener la
conducción en poder de un uniformado. Esto solo no alcanzó para tranquilizar las
aguas azules, que en realidad a lo que aspiran es al ministerio que conduce la
fuerza. Por lo cual Scioli y su enclenque ministro de seguridad se vieron en la
obligación de prometerles que se acabarán las purgas de personal y los
desplazamientos.
Otro de los reclamos policiales a Scioli, tiene que ver con la capacidad
operativa de la fuerza para hacer uso de la tortura en forma legal y de esta
manera acelerar los procedimientos. El gobernador manifiesta en su discurso
conformidad con este reclamo y se apresta a ampliarle a la policía la
posibilidad de interrogar a detenidos-sospechosos de haber cometido algún delito
o a perejiles que cumplan las condiciones para hacerlos "cargo del muerto".
La policía había perdido el privilegio de interrogar a los detenidos, cuestión
que quedaba en manos de los fiscales, Scioli se apresta a proponer una reforma
al Código procesal para que los interrogatorios vuelvan al fuero policial.
Todos los caminos que se apresta a transitar el flamante gobernador dan cuenta
de una señal conciliadora con la secta policial: basta de demagogia denunciando
los casos de "gatillo fácil" o los microemprendimientos privados que tienen como
titulares a los jefes de la fuerza; todo se volverá comprensión y encubrimiento.
Al retorno del Jefe policial, sin encuadramiento civil, Scioli prometió enterrar
sin honores a la Bonaerense II, el grupo de elite "humanista" creado por
Arslanián, siguiendo a un viejo reclamo de la centroizquierda. La Bonaerense II,
que en la actualidad cuenta con más de 1600 hombres formados bajo el influjo de
los pensadores iluministas, había resultado ser la última receta para terminar
con los casos de abusos policiales en todas sus variantes. Sin embargo, los
hechos de gatillo fácil, de torturas en sedes policiales, de robos y asesinatos,
que tienen como participes a agentes de la bonaerense, no han dejado de crecer
en los últimos años.
El frente cívico-policial S.A. (o el fisti-fisti)
Scioli y Stornelli quieren hacer realidad la constitución de un sólido frente
entre la policía, la justicia y el poder político; no de otra cosa se trata su
plan para dotar de seguridad a la provincia. Es en este sentido, que los lazos
están tendidos para que los municipios sean una especie de brazos de apoyo a las
tareas policiales, ya se sabe de que se trata. Los intendentes, hasta acá, eran
los responsables políticos de hacer la vista gorda en todas las actividades de
recaudación ilegal: desde el cobro por servicios de vigilancia a los
comerciantes de la zona, pasando por la complicidad en el regenteo de la
prostitución y el juego clandestino, hasta las propias actividades de
distribución de falopa.
Daniel Scioli, quien parece promover una política de no confrontación con
ninguno de estos sectores, intenta resolver a favor de los intendentes, una
vieja demanda de los mismos: la elección del jefe policial para su comuna.
La política de seguridad ya tuvo su primera baja
El fiscal Martín López Perrando, segundo de Stornelli en el cargo fue cesanteado
sin previo aviso. Según Ámbito Financiero, López Perrando, con más de 20 años de
amistad con Stornelli dio el portazo, porque, se afirma, que el ex jefe de la
Policía Federal Roberto Giacomino, estaría asesorando a Stornelli.
¿Quién es Giacomino? Giacomino tiene el triste privilegio de ser el primer jefe
de la Policía Federal en ser expulsado de la fuerza por un caso de corrupción.
Apenes meses después de la expulsión del comisario general Alberto Sobrado, por
otro presunto caso de enriquecimiento ilícito, de la policía bonaerense.
Amante de la mano dura y reivindicador de los edictos policiales que permiten
toda suerte de arbitrariedades,fue acusado de "ladrón y extorsionador" por el ex
ministro Gustavo Belíz , horas antes de que el mismo se viera en situación de
volar del poder, por denunciar que vivimos una década entera de "narcodemocracia".
Giacomino, (a) El Dandy, fue el jefe de la custodia de Ruckauf en el Senado,
cuando llegó allí como vicepresidente de Menem. Y lentamente se fue convirtiendo
en un hombre de confianza para el poder. Especialista en cuestiones de
seguridad, dio su asesoramiento al manodura Ruckauf.
En 2002 fue el protector oficial de los agentes que arrojron al agua a Ezequiel
Demonty, de 19 años, y sólo fue la indignación popular lo que pudo sacar a la
luz el caso y lograr que se castiguen a los culpables. Giacomino según cuentan
las malas lenguas llega a la provincia de Buenos Aires de la mano de Stornelli,
a quien se lo recomendaron, entre otros, el empresario periodístico Daniel
Hadad.
Pero ¿dónde está Al Capone?
Al Capone (1899-1947), gángster estadounidense de origen italiano se dedicó al
tráfico de bebidas alcohólicas, al juego ilegal y a la prostitución. Fue
encargado de una serie de guerras mafiosas que culminaron con la matanza del día
de San Valentín de 1929, en la que sus hombres asesinaron a siete miembros de la
banda de ‘Bugs’ Moran, con lo que se hizo con el control del hampa en la ciudad
de Chicago. Tras ser acusado de evasión de impuestos en 1931 y condenado a 11
años de cárcel, fue puesto en libertad condicional en 1939. Pasó el resto de su
vida, enfermo, en su mansión de Miami Beach (Florida).
Capone es de alguna manera una especie de símbolo mundial del crimen organizado
y regenteado por estructuras ilegales.
¿Dónde está el Capone argentino? ¿Quien o quienes son los capos mafia que desde
las sombras de la clandestinidad, manejan todos los negocios turbios, corrompen
a jueces y policías, arreglan con políticos, etc?
Nada de eso existe en nuestro país. Todo funciona de manera inversa. El juego
ilegal, la prostitución, la droga, la extorsión para obtener seguridad, las
zonas liberadas, son monopolio de las instituciones estatales. La policía puede
ocupar el primer lugar, pero la recaudación es un negocio que los encuentra a
todos unidos. Comisarios, representantes de la justicia y de la política. A
veces los negocios son compartidos, en otras oportunidades, alguno pretende
cortarse solo como el caso del intendente de Pinamar (Porreti, el rápido) pero,
en general todo el proceso de inseguridad ciudadana recae en las mismas manos.
La sociedad puede sentirse menos angustiada por la caída de algún perejil que ya
se está anotando para "trabajar de preso", como señala Ragendorfer, o con una
biografía anticipada de victima de gatillo fácil. Eso es lo de menos, es el
placebo que oficia de tranquilizante. La oscuridad sigue tapando el verdadero
problema.
El gran Capone argentino, ha iniciado una campaña pública destinada a que se le
entregue mayor poder. Sepa el pueblo argentino evaluar los costos de semejante
aventura.